El pensamiento idiota

19/01/2015
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El pensamiento idiota es aquel cuyos argumentos no tienen que ver con la realidad pero que por el contexto en que estos se pronuncian pudiera parecer que sí. Ejemplo: la afirmación recurrente desde el poder de que la obra de teatro La Cautiva es apología del terrorismo. Esto, obviamente no es cierto, pero se usa el pretexto “apología del terrorismo” dado el tema de la pieza teatral –la violación de los derechos humanos en el conflicto armado interno- para avivar la sospecha en un tema sensible. Pasan unos días y la idiotez es tan obvia que todos “reconocen” sus errores y se descarta la tal “apología”. De paso, sin embargo, se cumplieron los fines perversos. Se soltó el globo de ensayo, se midieron las reacciones y se creó, eso sí, temor social sobre un posible resurgimiento de anteriores desgracias.

 
La denuncia de apología, la segunda en pocos días, se da buscando asentar una versión de lo ocurrido con la violencia política en nuestro país que descarta la idea de “guerra sucia”, que señala que al terrorismo subversivo se respondió con terrorismo de Estado, por la idea de que las únicas violaciones a los derechos humanos las cometieron los grupos subversivos. Pero es peor todavía que esta versión la propale alguien como el Ministro Urresti que está enjuiciado por el asesinato de un periodista en Ayacucho durante la guerra interna.
 
El uso político de Sendero Luminoso en el que se hayan empeñadas diversas derechas desde la derrota de aquel dos décadas atrás se haya nuevamente en auge. Esto sucede no por el afán de reprimir algún brote terrorista, por lo demás inexistente, o a la fachada senderista denominada Movadef, sino con el objetivo de manipular el miedo de la población al terrorismo y obtener con ello réditos políticos de corto plazo.
 
Todo esto no es coincidencia ni ingenuidad. Las denuncias de apología se dan de la mano con otras acciones similares. Tenemos un Ministro del Interior boca floja que no tiene problemas en atacar a la oposición mezclando temas públicos con privados y saltándose la ley cuando le viene en gana. Esto se da junto con la denuncia de operativos de reglaje que parecen ordenados por el Poder Ejecutivo contra importantes figuras opositoras. Además, de una inusual violencia policial contra la movilización juvenil y la denuncia “preventiva” contra sus dirigentes, directamente para provocar su repliegue.
 
 Esta agresividad del Poder Ejecutivo se da a escasos nueve meses de la convocatoria a elecciones generales. ¿Qué le queda por salvar a este gobierno de cara al futuro? Quemada la posibilidad de la “reelección conyugal”, se ven ahora atacados desde dos frente: la DBA, Apra y fujimorismo especialmente, y el novísimo movimiento juvenil. Los primeros señalan la paja en el ojo ajeno de la corrupción sin ver la viga corrupta en el propio, pero tocan indudablemente carne en la pareja presidencial; mientras que los segundos al levantar el tema del trabajo y los derechos laborales, atacan el núcleo del modelo neoliberal que se basa en la sobre explotación y la informalidad. El cruce de ambas oposiciones amenaza con hacer añicos lo que el humalismo considera su legado y que eventualmente, sino el 2016, le permitiría regresar el 2021.
 
El pensamiento idiota no es entonces invención de Urresti, este no parece tener esa capacidad de elaboración. Es producto de la desesperación de la pareja presidencial por no perderlo todo en los próximos meses. La desesperación lleva a la búsqueda de los poderes fácticos y sus servicios respectivos que sí tienen a los especialistas duchos en campañas de intimidación y terror social. La aparición de la rebelión juvenil contra la “ley pulpín” les da además nuevos motivos de preocupación. Ya no es solo el “quítate tú para ponerme yo” al que ha jugado el gobierno con la oposición de derecha en los últimos años. Ahora aparece un nuevo actor que podría amenazar con poner otro escenario.
 
¿Cuántas denuncias por apología del terrorismo quedan en el tintero? No lo sabemos. ¿Cuántos reglajes a la oposición? Tampoco. Lo que sí está claro es que esta ofensiva debe ser derrotada, ideológica y políticamente, para que las elecciones del 2016 puedan llevarse a cabo con un mínimo respeto a las reglas de juego de una competencia democrática. De lo contrario, nos encontraríamos, ahora o en pocas semanas, en el riesgo de una regresión autoritaria.
 
 
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