Liberalismo y lumpenacumulación
17/04/2005
- Opinión
El baile de máscaras del bucaramato
El fundamentalismo moderno emplea distintos disfraces en busca de su legitimación social. Abdalá Bucaram, por ejemplo, durante su efímera administración (1996-1997), ensayó un diversionismo dual, como señuelo de su política neoliberal diseñada por el “mago” argentino Domingo Cavallo. De un lado, impulsó iniciativas entre cándidas, superficiales y moralistas (persecución y apresamiento de rockeros; limitación de horarios para el funcionamiento de bares y discotecas; intentos de prohibición de las corridas de toros, peleas de gallos y boxeo; propuesta de pena de muerte o castración a los violadores); y, de otro, protagonizó funambulescos episodios que denigraron al país incluso a nivel internacional.
Escenificaciones circenses, grotescas, surrealistas. “Para los chicos que les guste la música hispana, escoger este CD es algo menos que inspirador. Los niños de 5 años en promedio ciertamente incluirán en su repertorio la selección de “El loco que ama”, cantada por Abdalá Bucaram” (The Guardian). “¿Cuánto vale un bigote? En el caso de Abdalá Bucaram, mucho. Bucaram tiene un bigote recortado que según su manera de ver, puede hacerle verse, o como Charlie Chaplin o como Hitler. Ahora ha dicho que se lo afeitará... (por) ciento veinte y cinco mil dólares para proyectos de caridad” (The Miami Herald). “… el presidente Abdalá Bucaram y la ecuatoriana Lorena Bobbit, mundialmente conocida por haber cercenado el pene a su esposo estadounidense, fueron padrinos de bautismo de una popular cantante... Lorena ha sido recibida (oficialmente) como una heroína” (El Nuevo Herald). “El presidente, apodado El Loco y conocido por inusuales actividades como cantante y bailarín de rock, voló un avión de combate K-fir. Después de esto Bucaram afirmó ‘soy el Loco Cero-cero y voy a defenderlo’” (El Tiempo). “Un estilo bufonesco” (New York Times).
La pertinacia de esta política-burlesque generó las más disímiles reacciones. Desde el delirio espontáneo de sus “descamisados” y la sonrisa zalamera de sus aúlicos, hasta la indignación estética y moral más profunda recogida, sustentada y difundida por los medios. Abrumado por la depresión y la vergüenza, un periodista le repitió el consejo de Petronio a Nerón: “Incendia Roma pero no hagas versos”.
Ya desde la perspectiva de la política-política, una de las explicaciones más perspicaces del estilo abdalacista la formuló Alejandro Moreano, en un artículo titulado “El kitch en el poder”, donde podía leerse: “Por Carondelet han desfilado abogados, sociólogos, intelectuales, aristócratas y oligarcas, todos ellos apegados a las viejas imágenes del ‘señor’, el ‘patricio’, el ‘estadista’. Y hete aquí que de pronto viene como una tromba... la (imagen) del ‘nuevo rico’. Kitch más poder, una combinación temible. El mal gusto, formado por la cultura de masas, convertido en lujo, ostentación. La agresividad del nuevo poder sin las reglas del protocolo. La fanfarronería y el despilfarro del que gasta a manos llenas dinero, palabras y gestos. Desparpajo más sensiblería y un gran amor a la familia. Una combinación peligrosa: el kitch en el poder tiene algo de fascismo criollo”. (Hoy, 11 de enero de 1997)
Un modelo económico lumpen
Las extravagancias que derrochara Abdalá-candidato –y ulteriormente como titular del Ejecutivo- en los más disímiles escenarios constituían ciertamente la exhibición de un estilo personal forjado en los bajos fondos porteños; aunque, esencialmente, expresaban la reedición de la estratagema del caballo de Troya, montada por la oligarquía “guacharnaca” (desclasada) para el asalto al poder del Estado.
La preponderancia de esa oligarquía de origen orillero se evidenció desde el principio de la gestión bucaramista, con la inclusión en el equipo económico de personajes como Roberto Isaías, “Robin” Adum (alter ego de “Batman” Bucaram), “Suso” y “Mickey” Salem, entre otros. Asimismo, la ratificación de Augusto de la Torre, tecnócrata del FMI en la gerencia del Banco Central, resultó sintomática de la sumisión del Partido Roldosista Ecuatoriano a la disciplina del Gran Capital externo y nativo.
Burguesía comercial y financiera, por un lado, fundamentalismo liberal, por otro, la ecuación perfecta para el abordaje de la institucionalidad del país. Adicionalmente, un pacto bajo cuerda con el Partido Social Cristiano y el ablandamiento de su líder León Febres Cordero, chantajeado con el nombramiento de la comisión Verdad y Justicia, encargada de esclarecer operativos de terrorismo de Estado que se habrían ejecutado en su administración presidencial (1984-88), abrieron un ancho cauce a la instrumentación de una estrategia antinacional y antipopular.
Desde la inicial conversión de las Aduanas en la “gallina de los huevos de oro” del clan Bucaram -acción que, en rigor, debe ser calificada como la primera “privatización” emprendida por ese régimen- un latrocinio sin tapujos se extenderá como mancha de aceite en el Ecuador, generando gran inquietud entre los medios informativos formales y radio bemba. Al latrocinio a granel se sumaron la extorsión, el nepotismo, el clientelismo, la demagogia social, la incompetencia y el autoritarismo. Todo lo cual lo cual terminó por deteriorar el cuadro económico, social, político, moral y psíquico de la nación.
Detrás del tinglado y las candilejas, Abdalá y sus agnados y cognados avanzaron en el atraco, la subasta y la ofensa al Ecuador entero.
“Se llevan el país en peso”, denunció Santiago Roldós, sobrino del cleptómano presidente (Hoy, 11 de enero de 1997). “Olé, olé, olé, ladrón, ladrón, ladrón”, coreaba una multitud frente a la sede del gobierno (Hoy, 23 de enero de 1997). El “hombre del maletín” forjando mayorías en el Congreso se convirtió en el símbolo del desgobierno y el cinismo. Vivíamos una suerte de democracia siciliana o democracia “nostra”: la democracia del mercado negro.
En una crónica que hizo evocar el Chicago de los años 20, el periodista Simón Espinosa escribió: “Está a la orden del día la extorsión so pretexto de contribuciones al partido de Gobierno. La mafia impone sus métodos. Pagar y callar es lo que hace todo el mundo. La esclavitud es una elección libre. Esclavos del Ecuador, seguid enriqueciendo a quienes roban cada vez un poco más” (Hoy, 12 de diciembre de 1996).
Paralelamente a las “barridas” de burócratas, la familia presidencial y los multiplicados “compañeritos” copaban las posiciones más relevantes del aparato estatal. “Tengo 500 familiares y todos son políticos”, explicó en alguna ocasión el mandatario. La demagogia social y un asistencialismo limosnero -canalizados a través de programas de sello narcisista: leche Abdalact, mochila Abdalá, plan de vivienda “un solo toque”, teletones..., invariablemente sazonados con el correspondiente escándalo de corrupción- operaban como la cortina de humo de ese capitalismo patrimonialista y mafioso.
El espectro de la violencia
La violencia inherente a ese modelo económico –“acumulación por desposesión”, diría Samir Amin- no demoraría en salir a la superficie. Violencia enfilada inicialmente contra los partidos y organizaciones opuestos al neoliberalismo, se extenderá rápidamente en contra de cualquier disidencia. Si las primeras víctimas fueron los sindicalistas públicos (acusados de “oligarcas”), los dirigentes de la CONAIE (estigmatizados como “delincuentes políticos’) y el MPD (“partido callejero”), pronto el turno les llegó a los maestros de la UNE (los “pipones”), a los legisladores de oposición (tachados de “pendejos”), a los periodistas (los ‘testaferros intelectuales”) ... y hasta al aliado FRA, liderado por el presidente del Congreso, Fabián Alarcón Rivera, descrito como “Frente de Rateros Asociados”.
La agresividad verbal de Carondelet no conocía diques y amenazaba avanzar en el terreno de la represión física. La propia vicepresidenta Rosalía Arteaga -la “guagua querida” de la campaña- llegó a ser intimidada con armas de fuego.
El discurso y la práctica de la política habían descendido al albañal y la cantina. “Vivimos debajo de las patas de los caballos”, comentó el ex presidente Rodrigo Borja. La Agencia Latinoamericana de Información reportó la mala hora ecuatoriana en un informe titulado “Los ‘hombres de Cro Magnon’ en el poder”, que contiene juicios como el siguiente: “Lo que algunos ven con sorpresa o desconcierto no es más que el auténtico resultado de una cosmovisión en la que se confunden, sin matices ni jerarquías, John Wayne con Simón Bolívar, los sheriffs con Jesucristo”.
Esta especie de postmodernismo tercermundista la confirmó el propio Bucaram cuando equiparó la primera magistratura de la República con la presidencia del Barcelona (de la cual había desalojado a la oligarquía patricial).
Tanto fue el cántaro al agua que la paciencia se desbordó al despuntar 1997, cuando la política descendió a las calles, especialmente en Quito, en un proceso que culminó con el desalojo de Abdalá y sus gamberros.
La historia ecuatoriana parece repetirse en espiral. Lucio Gutiérrez…
* René Báez es profesor de las universidades Católica y Central. Miembro de la International Writers Association.
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