Con la tercera y contundente victoria de Evo Morales el domingo pasado, El Movimiento al Socialismo (MAS) gobernará Bolivia hasta 2020. Por primera vez la mayoría electoral coincide con lo que es el país y el llamado pueblo soberano dejó de elegir a un partido o coalición en beneficio de la derecha. Desde la entrada en vigencia de la nueva Constitución en 2008, el Estado plurinacional de Bolivia reemplazó a la histórica República de Bolivia, fundada luego de la independencia de España. Se acabaron las dos Bolivias del pasado: una, blanca, qara-pelada, europea, dueña del país, del Estado y de la política, y, otra, heterogénea y diversa, como nación clandestina, aplastada por los herederos de la colonia española. El nuevo Estado plurinacional boliviano se confunde con los rostros de todos los habitantes del país en todos y cada uno de las naciones que son los pueblos, patrias, sangres, lenguas y culturas, sin excluir a ninguna. Para entender esta profunda revolución sugiero algunas claves.
En la campaña de la primera victoria, el heterogéneo y poderoso movimiento político de El Alto, la nueva ciudad surgida geográficamente encima de La Paz, negoció su apoyo al candidato Evo Morales con dos condiciones: que convocara a una Asamblea Constituyente para que el nuevo Estado corresponda a todas las naciones existentes en Bolivia y no solo a la de los mistis y q´aras, y que nacionalice los hidrocarburos que estaban en manos de las grandes empresas petroleras y de gas. Evo dijo que sí. Los de El Alto precisaron que una nacionalización con un 50% para el Estado y el otro 50% para las empresas era insuficiente y que lo justo debiera ser invertir las proporciones vigentes y darle al estado el 82 por ciento que se llevaban las empresas y reservar para ellas el 18% que esas empresas le daban al Estado.
Una vez elegido, Evo Morales y el MAS cumplieron su promesa electoral. En la Asamblea Constituyente estuvieron representados todos los rostros y naciones del país. Rostros indígenas del 90 % del país estuvieron con sus polleras, ponchos y rostros amazónicos pintados de colores surgieron como nuevos actores políticos. Los Mallkus y Mama Tallas de los viejos ayllus bolivianos que preservaron desde el siglo XVI sus costumbres y formas de gobierno, tuvieron un papel relevante en el nuevo poder que emergía. La nueva Constitución redefinió el país como un Estado plurinacional, que corresponde a lo que es el país. Se hizo humo el viejo Estado-nación con su farsa de un Estado, una nación, una lengua, un dios único y verdadero.
Un simple decreto estableciendo nuevas reglas de juego para que el Estado disponga del 82 % y las empresas reduzcan sus inmensas ganancia a solo el 18%, fue el primer paso firme de lo que es una política de redistribución. Las empresas no se fueron de Bolivia, con ese 18 % siguen ganando. Por esa vía y muchas otras, el nuevo Estado Multinacional, tuvo y tiene fondos suficientes para disponer de suficientes recursos para invertir en obras y ofrecer beneficios reales a quienes como los ancianos nunca antes recibieron nada del Estado.
Lo que acabo de contar podría ser suficiente para entender por qué casi dos tercios de la población electoral del país, renueva su apoyo dos y tres veces al MAS y a Evo Morales. Cuando se promete y cumple, el camino de la reelección está debidamente abonado. Hay muchas otras razones que sirven para entender el caso extraordinario de Bolivia. En lo que queda de espacio en esta columna mencionaré dos más.
Hace cincuenta años, Fausto Reynaga, autor de varios textos, entre ellos La Revolución india (1967) escribió que no había una Bolivia sino dos: una de los europeos y otra “de los indios”. Contribuyó a que la figura de Túpaq Katari, el líder aymara de la revolución contra los españoles al lado de Túpac Amaru, saliese del olvido. Una gran mayoría de bolivianas y bolivianos se vio en el espejo de ese aymara con el rostro andino. Surgió así lo que se llama el “Katarismo”, como una especie de inconsciente colectivo indígena del país. Se asumieron como kataristas los ayllus y comunarios, los sindicatos de campesinos, los obreros de la Central Obrera Boliviana, también un grupo de intelectuales de primer orden como Silvia Rivera. Se formaron partidos Kataristas, clasistas y étnicos, de multiplicaron y dividieron. Uno de ellos Victor Hugo Cárdenas, fue vicepresidente de la República. Sánchez de Losada, el presidente, le encargó las funciones del protocolo. Hasta ahí llegó el katarismo de los líderes indígenas. Luego, El MAS y Evo Morales tomaron la posta para construir sobre el fondo del katarismo una gran coalición de obreros mineros, campesinos, indígenas, capas medias, estudiantes, intelectuales y vecinos de una nueva gran ciudad como El Alto. Era ya el anuncio del nuevo Estado Plurinacional.
Evo Morales, un joven aymara mil oficios se forjó como líder sindical de cocaleros en el Chapare. Elegido diputado fue acusado por la derecha como narcotraficante, le quitaron la diputación y lo encarcelaron. Fue elegido senador estando en la cárcel, porque no era un narcotraficante sino un líder de gran arraigo. Se educó políticamente en las luchas de todos los días, tomó lo mejor del espíritu katarista y de la Central Obrera Boliviana, COB, fue factor decisivo para la formación de esa gran coalición que lo eligió tres veces.
Quedan pendientes muchas cuestiones, principalmente los reclamos de los pueblos indígenas de la Amazonía para defender la Amazonía y no cruzarla de carreteras interoceánicas e hidro-eléctricas. También la necesidad política de nuevos dirigentes que lo sustituyan y continúen la larga marcha para construir una sociedad del Buen vivir-allin kawsay-suma qamaña, que es el paradigma indígena en abierta oposición al llamado desarrollo, entendido como simple crecimiento sin redistribución alguna gracias a la destrucción de la naturaleza. En Bolivia, como en todos los pueblos indígenas del mundo se cree que la naturaleza es una madre a la que se quiere y respeta.
Foto: Vicepresidencia de Bolivia