Ethos mafioso
16/10/2014
- Opinión
La ciudad va mal, el país, la economía, el clima. El crimen se toma las calles, los dirigentes están entretenidos en sus negocios, la guerra da buenos dividendos. La gente está enferma, no reacciona, nadie promete alivio. Por más que huya siempre termino aprisionado por un médico incompetente que me receta baratijas cuidando las ganancias del patrón; por un banco que amenaza arruinarme, por el mandatario que me asfixia con una nueva tributación para pagar favores a sus amigos constructores. Político, empresario y gobernante, tres seres distintos unidos en el agiotista. Por fortuna, cada vez estoy más cerca de la muerte. Pronto estaré lejos.
Medellín tiene un sector llamado el Poblado, otrora, después de los barrios Prado y Boston, fue elegido como sitio privilegiado para la vivienda de las gentes adineradas, las haciendas hermosas escoltadas por largos rieles, poco a poco terminaron hechas polvo para dar paso a los altos y caprichosos edificios. Huyeron de un lado hacia otro por la inconformidad, por lo feos y sucios lugares, vueltos así por una improvisada y mala planeación. Derriban obras para justificar nuevas, y las ya hechas descuidadas están, parques abandonados y malolientes son morada de la delincuencia. El desorden y la inseguridad amenazan las sosegadas vidas. El territorio sufre deterioro, robos, crímenes, venteros informales que subsisten asaltando las estéticas establecidas, en fin, todo un conjunto de vectores influyen para la huida, para ir en busca de otro mejor vividero, lejos del hampa y del bullicio.
El poblado es el territorio de la ciudad con los mejores servicios de accesibilidad, banca, recreación, diversión, hotelería, centros comerciales, en una palabra mejor equipamiento urbano y exclusividad para quienes tienen buena capacidad adquisitiva. Pero esto es cierto en el criterio de ciudad que se tenía hasta hace algunos años, pues sus muchos y crecientes problemas han hecho que estas gentes adineradas se alejen cada vez más de sus cuadrículas, de una ciudad mal planificada y migren a municipios cercanos con amplios terrenos, en donde se pueda construir amplias viviendas en extensos lotes que guarden privacidad con sus pares colindantes. Llano Grande en Rionegro fue el sitio escogido. ¿Quiénes quedaron? La llamada clase media, los emergentes son los nuevos habitantes del Poblado.
Se fueron pero sus negocios prosperan. El sector de la construcción en asocio con la dirigencia, emprenden nueva empresa, escogen territorios que hacen vender barato y luego venden seis veces más costoso. Sucedió con el barrio el Naranjal, expulsaron mediante decreto a sus habitantes, familias honradas y trabajadoras, les compraron sus viviendas por una sexta parte de lo que luego valdrán las futuras viviendas proyectadas. El metro cuadrado fue comprado a seiscientos mil pesos para luego ofrecerse a tres millones doscientos o más, el eufemenismo justificador fue Plan Parcial del ordenamiento territorial que avizora un lugar bonito a la vista para una zona que se configura en negocios y convenciones internacionales.
Ahora lo repiten con la clase media de El Poblado, cobran altos impuestos o valorización para financiar a empresarios del cemento, pero se devela la intención de expulsar a la gente acosándolos con tributos, asfixiándolos hasta tener que vender barato. El país tiene experiencia en expulsar, en desplazar, en el campo con armas gatilladas con ejércitos privados; en la ciudad con el arma de los impuestos y decretos, con devaluar territorios para luego tomarlos. Business are business. Negocio es negocio. Los empresarios, dirigentes de gobierno y políticos encarnan lo bursátil, el alma humana se les extravió en el momento mismo en que en la cuna y en la escuela, les enseñaron de las solas ganancias maliciosas, su mundo es una gran bolsa de transacciones, y aprendieron que la exclusión produce buenos dividendos en corto tiempo. Es un Ethos mafioso.
Mauricio Castaño H
Historiador
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