Barrio Chino

Discursos callejeros en torno a lo “Malandro”

05/10/2014
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Escasez en las ciencias sociales
 
La producción intelectual sobre la inseguridad frente al delito en Venezuela es reducida. Aún más reducida la producción que se hace desde el pensamiento crítico de izquierda. Sorprende, que siendo la inseguridad uno de los principales problemas del país (para todas las clases sociales, pero con expresiones cuantitativa y cualitativamente más dramáticas en los sectores populares) y existiendo en Venezuela una historia de aportes a la Criminología Crítica, existan apenas excepciones honrosas en este campo.
 
Por ello, la responsabilidad sobre lo discontinuas y regresivas que pueden llegar a ser algunas medidas estatales en este campo, no es solo atribuible a los decisores políticos. La responsabilidad es compartida con quienes, debiendo hacerlo, no producen conocimiento sobre el tema, desde una perspectiva crítica. La ausencia de un arsenal intelectual que ayude a decidir, que cree efectos de verdad consistentes con el proyecto de la Revolución Bolivariana, que genere pisos de seguridad a los decisores, facilita lo errático de las políticas públicas en este campo y su coqueteo con propuestas conservadoras.
 
I.              Abundancia callejera
 
Si esto es verdad en el campo de las ciencias sociales y criminológicas, no lo es tanto en el campo de la comunicación y las artes urbanas y callejeras. En la última década se ha generado una producción audiovisual sobre “lo malandro” que es masiva, es vista, es discutida y, tiene la virtud de poner a hablar a los sujetos protagonistas de la violencia. Este discurso no está en las bibliotecas, no se consigue en Google Académico, ni lo publica Monteavila. Vive en Yutube y los “quemaitos”, se anuncia por celulares y boca a boca. Los trabajos de Jakson Gutierrez (“Azotes de barrio de Petare”, “El Complot”, entre otras obras)[1]; Ludwig Ochoa (“Cárcel o Infierno”, “Somos Ladrones”) y, más recientemente Rocy Albarrán y Ociel López (“Barrio Chino”), son algunas muestras de lo señalado. Todos tienen en común haber pasado por ese maravilloso laboratorio que ha sido Ávila TV. En estos productos audiovisuales los mundos de la política, el arte y el malandreo se tocan, se solapan, dialogan, se mixturan, se transforman y transforman a sus actores. No es la primera vez que el arte interpreta/construye la realidad con más potencia que las ciencias sociales. Pese a cierto romanticismo compartido en relación a lo malandro, esos productos ofrecen algunas claves que nos acercan a una parte de la violencia que nos agobia.
 
II.            Barrio chino: una historia clásica
 
“Barrio Chino” de Rocy y Ociel[2], grabada en celular, con actores locales (varios de ellos apresados o asesinados durante el rodaje), cuenta una historia harto vivida en el barrio. Esta vez se escenificó en el sector Barrio Chino de Carapita, Caracas.
 
“Gogo” sale de prisión, después de 13 años. Es recibido con cariño por su familia y una parte importante del barrio, que le monta un sancocho bailable. Ahí mismo comienza a recibir quejas de la gente sobre el malandreo en el barrio. La bandita de Miguel está “chigüiriando”, robando a los “yiseros”, los mercados de las doñitas, las quincenas de los obreros. Anamilé, su hermana, lo calma: “tú estás saliendo de la cárcel, quédate tranquilo que aquí las cosas están como siempre…tú no puedes ser el justiciero… ese chamo es uno más de nosotros, que a lo mejor anda confundido”.
 
Aunque Gogo recibe y da consejos (“no te metas más en vainas” le dice Jakson), no se pudo quedar tranquilo. Por orden de Miguel que temía que Gogo le quitara poder en el barrio (“mandé a achicharrar a un fulano que me evita apoderarme del barrio”), unos adolescentes le dispararon el mismo día en que salió de prisión, en pleno sancocho. No le pegaron a él sino a una niña, que quedó herida de gravedad. Como todo se sabe en el barrio, Miguel ya tenía a Gogo de enemigo. “Ahora sí van a saber lo que es Barrio Chino”.
 
La indignación por la niña herida, presiona a la policía. El CICPC captura a unos muchachos del barrio, pero no a la banda de Miguel. A estos policías les dicen los “agricultores”, porque le “sembraron” droga a los que no eran. Falta eficacia y sobra violación a los derechos humanos.
 
Si me respetaron en prisión, me tienen que respetar en la calle igualito…que venga quien venga…vamos a ver sí es verdad que son malandros. Yo si soy malandro… y vengo de prisión… No saben quién es Gogo”. Entre tanto el consejo comunal luce impotente, frustrado y desesperado  frente a la violencia. “No son malandros. Porque malandro no le va a robar un mercado a una señora. Lo que son es unos chigüires”, dice una doñita en una asamblea sobre la banda de Miguel. El vacío que deja el Estado, no puede ser llenado por las experiencias de autogobierno y coloca las disputas en manos de actores privados, armados. “Esto lo voy a arreglar de caballero a caballero… Se va a acabar con un duelo…como un varón”, dice Gogo. La historia sigue, con un espiral de violencia y venganzas, que parece no se detendrá. No contaré el final de la película.
 
III.           Un final distinto
 
El final de la violencia que vivimos, es posible distanciarlo del que ocurre en “Barrio Chino”. Entre otras cosas leyendo lo que esas producciones audiovisuales revelan, estimulando la producción académica sobre el tema, impulsando la consistencia de las políticas con el proyecto de la Revolución Bolivariana, relanzando la Gran Misión “A Toda Vida” que es parte del legado de Chávez y que fue incorporada al Plan de la Patria. La inclusión de esos jóvenes con quienes tenemos una deuda (unos más de nosotros, que a lo mejor andan confundidos, como dice Anamilé), con programas masivos, capilares y eficaces; la radicalización de la Reforma Policial (previa evaluación, ampliación, calendarización y relanzamiento) y; una reforma garantista de todo el sistema de justicia penal, son parte de los retos que tienen las políticas públicas en el campo de la seguridad. El final distinto es posible, con políticas de largo plazo, capilares, eficaces, sostenidas, evaluadas y consistentes.
 
Antonio J. González Plessmann
 
Director de la Línea de Investigación sobre convivencia, derechos humanos y seguridad ciudadana de GIS XXI


[1] Después de una década haciendo videos subterráneos, Jakson llegó a la gran pantalla, con apoyo del Estado.
 
https://www.alainet.org/es/active/77733?language=en
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