Lo crítico de la previsión social privada en Chile Las AFP a la hora de la verdad
27/02/2005
- Opinión
- El sistema se impuso en el país durante la dictadura “con la
obligatoriedad de afiliación” para los chilenos.
- A pesar de estar cotizando, cientos de miles de chilenas y
chilenos podrían no recibir jubilación o de un monto bajísimo.
- Los ahorros de la población se canalizan a empresas y proyectos
privados.
La Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones
(SAFP) es el organismo contralor que representa al Estado al
interior del sistema chileno de pensiones, basado en la
capitalización individual.
En mayo de 1981 se inició el sistema de previsión a cargo de las
Administradoras de Fondos de Pensiones, con la obligatoriedad de
afiliación y sin permitir a los afiliados el más mínimo control
del manejo de sus ahorros. Los trabajadores debieron traspasarse
de las Cajas a las AFP, eliminándose el aporte patronal y
reduciéndose el porcentaje mensual de retención previsional de un
30 a 20%, lo que significó un aumento del sueldo líquido de los
afiliados al nuevo sistema.
Si un trabajador tenía 30 años al momento del traspaso a una AFP,
habiendo transcurrido 24 años, está a 6 u 11 años de la edad para
jubilar, según sea mujer o varón. Según datos de la SAFP, a
diciembre de 2003, la cantidad de afiliados era de 7 millones, con
4 millones de varones y 3 millones de mujeres. Las personas en
edad de jubilar en los próximos 12 años son, aproximadamente, 380
mil.
Esto refleja que para el 2011 el sistema previsional estará en el
momento culminante, la prueba de la blancura, cuando un enorme
contingente de afiliados deba jubilar. Y he aquí la gran amenaza
que advierten los trabajadores: las Administradoras, hayan
administrado con éxito o fracaso los fondos previsionales, han
cobrado sus comisiones con cargo a los fondos de capitalización de
los afiliados (Arts. 28 y 29 D.L. 3.500).
La médula de la Concertación
El capital acumulado en el sistema, que se estima bordea los 45
mil millones de dólares, constituyó una de las bases financieras
para el crecimiento económico de las grandes empresas. Cuando el
sistema partió se autorizó invertir en títulos públicos de renta
fija.
Posteriormente, a medida que se recomponía la economía después de
la caída de 1982, se autorizó a las AFP invertir en empresas en
proceso de expansión, lo cual era certificado por firmas
Calificadoras de Riesgo, con lo cual los grandes grupos económicos,
dueños de las principales Administradoras, pudieron canalizar esa
energía financiera hacia proyectos privados.
Los grupos obtuvieron la ventaja de un capital fresco, emitiendo
bonos o acciones que eran adquiridas por las AFP. Posteriormente,
se eliminó este requerimiento de certificación previa y las AFP
quedaron libres de invertir en los proyectos que eligieran. Como
medida de mínima precaución, la Superintendencia de AFP fijó tres
opciones de fondos para que los afiliados pudieran elegir, en
función de su riesgo-beneficio, la canasta más segura o la más
rentable, para la colocación de sus ahorros.
Paralelamente, las AFP fueron autorizadas a invertir en los
mercados de capitales fuera del país en porcentajes que
actualmente están en el 12% de los fondos acumulados. Esto, que en
teoría diversificaba el riesgo, hoy puede aumentarlo por la
tendencia deficitaria de los Estados Unidos y las experiencias de
fraude de conglomerados norteamericanos en el mercado bursátil.
Colapso anunciado
El Instituto de Normalización Previsional dio el alerta el año
2004, sobre la Proyección Previsional de la población afiliada y
cotizante a las AFP. En un acabado estudio sobre los beneficios y
coberturas que daría el sistema a las personas que jubilen en los
próximos 10 años, se señala que para obtener el derecho a una
pensión mínima el afiliado debe tener 240 cotizaciones.
El drama masivo proviene de una realidad de inestabilidad laboral
y desempleo, que se traduce en que casi el 60% de los afiliados
cotiza con una densidad de menos de 4,2 meses por año y si esto se
mantiene en el tiempo, esa mitad de afiliados al sistema de AFP no
alcanzará la cantidad mínima requerida de cotizaciones para
alcanzar la pensión mínima. Peor será la situación de las mujeres
cotizantes que son aproximadamente 3 millones de trabajadoras y de
las cuales 2 millones no van a lograr la meta para la garantía
estatal.
En el mismo sentido, en el sector público, se ha creado la
Agrupación de Funcionarios Públicos por Daño Previsional, que ha
determinado a través de un estudio encargado a CENDA, Centro de
Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, el deterioro de las
jubilaciones de los funcionarios que fueron obligados a
traspasarse a las AFP, los cuales están obteniendo un 30% menos de
jubilación que los que se mantuvieron en le sistema antiguo, hoy
INP. Esto fue producto del retraso de las remuneraciones respecto
al IPC y de los escuálidos bonos de reconocimiento que se otorgó a
estos trabajadores durante el régimen militar.
Acciones correctivas
La CUT y la ANEF han manifestado su preocupación por el daño
previsional que afectará a los trabajadores y exigen que sea
corregido y evitado ahora por el gobierno. En vista de los
brillantes resultados de crecimiento obtenidos por el país en su
sector externo, desmantelar esta amenaza para las proyecciones
económicas, es un asunto de Estado.
Las soluciones correctivas pueden ser de variada índole, como por
ejemplo la inclusión de representantes de los trabajadores en los
Directorios de las AFP. La ley sólo establece la estructura de las
comisiones que pueden cobrar las AFP para financiar sus
operaciones, pero el nivel de las comisiones es fijado libremente
por cada Administradora; frente a esto es necesario la fijación de
un límite para las comisiones y gastos de las Administradoras,
prohibiendo que los perciban en caso de malos resultados en su
cometido. Sería un factor de reactivación si el afiliado pudiera,
por una vez al menos, durante su período de ahorro, disponer, en
calidad de préstamo, de parte de su fondo individual para
utilizarlo en la adquisición de bienes inmuebles o bienes de
capital. Una medida de este tipo reorientaría el capital acumulado
hacia las personas, con un efecto multiplicador indudable para la
economía.
Se ha calculado en estudio de CENDA que, con una esperanza de vida
de 78 años para los hombres y de 82 para las mujeres, compensar la
pérdida previsional de los funcionarios públicos alcanzaría a un
bono de 977 millones de dólares. Debe considerarse que la
permanencia de los trabajadores públicos después de cumplida la
edad de jubilar, para evitar la pérdida de ingresos, ha llevado a
un envejecimiento de las dotaciones del sector público,
significando un freno para una sana carrera funcionaria.
Para el caso de las mujeres, se podría autorizar que pudiesen
cotizar, aun siendo cargas de sus maridos, dejándolas llenar
períodos de lagunas que las afectan, asegurándoseles por ley
especial una pensión mínima a los 60 años de edad. Esto evitaría
un gran costo social por una población femenina anciana sin
cobertura. Esta solución es viable porque serían las propias
mujeres las que pagarían sus lagunas, evitando el desamparo en la
vejez, hacia donde confluye un enorme número de mujeres solas.
Sin duda un tema crucial para la agenda social, que demanda
decisiones urgentes.
* Hernán Narbona Véliz. “Portal del Pluralismo” ANCHI
Santiago de Chile
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