Los movimientos sociales guatemaltecos en la era tecno-científica del capitalismo

31/08/2014
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Guatemala quedó atrapada en la globalización económica neoliberal. En efecto, con un Estado débil al servicio de las clases dominantes, con el “ajuste estructural” impuesto por los organismos financieros internacionales, con la ratificación de su dependencia en los tratados de libre comercio, en fin, con grandes dificultades para sacar beneficio de la globalización, este país, caracterizado entre otras cosas por su enorme riqueza natural, histórica y cultural, pero también por sus altos niveles de injusticia social, quedó sumido en una situación económica aprovechada exclusivamente por el gran capital nacional y transnacional.
 
Pero en Guatemala no todo es desolador. En ese contexto poco halagüeño para los guatemaltecos, una serie de movimientos sociales mantienen con sus luchas la esperanza de un cambio radical, no obstante la represión habitual de los aparatos del Estado, y no obstante el letargo provocado por los movimientos religiosos fundamentalistas surgidos en medio de la guerra de 1960 a 1996.
 
En Guatemala, en ese sentido, podemos hablar de la existencia de movimientos sociales de vocación revolucionaria susceptibles de transformar las relaciones humanas en su nivel fundamental, es decir, las relaciones neocoloniales entre “cosas” por relaciones libres de alienación entre personas, como es el caso del movimiento indígena que entre otras cosas plantea la refundación del Estado y el establecimiento de una sociedad libre de discriminación y racismo, el del movimiento de mujeres que lucha por la abolición de la sociedad patriarcal y el establecimiento de relaciones de igualdad entre hombres y mujeres, y, más recientemente pero no por eso menos importante, el movimiento contra la minería —de fuertes rasgos campesinos e indígenas— que, desde las mismas bases de las comunidades, está creando un sistema democrático local auténticamente representativo que pone en entredicho la legitimidad misma del Estado y sus autoridades.
 
Lo mismo podemos decir de los movimientos sindical, campesino y popular que, no obstante la represión a la que han estado sometidos en intensidades diversas desde la caída en 1954 del presidente democrático Jacobo Árbenz, siguen luchando muchas veces contra corriente por instaurar una sociedad con justicia social. Pero en Guatemala también existen movimientos de inspiración reaccionaria que, instrumentalizando la religión en favor del statu quo social, producen ideologías construidas sobre la base de visiones escatológicas de la realidad que, en un nivel individual, se traducen en aceptación, resignación o simple pasividad ante las injusticias del sistema.
 
Conozcamos algunas de esas expresiones.
 
I. Principales expresiones del movimiento social
 
1996 marca el fin de la guerra de 36 años que desgarró al país, y también el inicio formal de un período de la historia guatemalteca que se caracteriza entre otras cosas por la diversificación de los movimientos sociales y las identidades. Desde entonces, y aunque en Guatemala tal diversificación comienza con la guerra misma, se constata el surgimiento de nuevas organizaciones sociales, de nuevos movimientos sociales, que reivindican los derechos de la mujer, del niño, de los jóvenes, de los gay, en fin, de casi todo lo que pueda significar derechos específicos e identidades colectivas.
 
Aunque en Guatemala la cuestión de las “identidades” es un asunto que viene arrastrándose desde la colonia, hoy más que nunca ocupa un lugar de primacía en el debate académico, político y social, y hoy más que nunca plantea desafíos de alcance nacional: la identidad dicotómica guatemalteca “indio-ladino” de origen colonial, que a partir de la reforma liberal de finales del siglo XIX dividió a la sociedad en dos sectores sociales antagónicos (todo el que no era “indígena” era “ladino”), mutuamente excluyentes pero complementarios, y que por otra parte justificó las más horrendas prácticas racistas contra el “indio”, ha sido puesta en tela de juicio en los últimos años por la emergencia de nuevas identidades. Se habla ahora de la existencia de mayas y xincas en vez de indios o indígenas, de mestizos en lugar de ladinos, de garífunas en vez de negros, de criollos en lugar de ladinos o mestizos. Constatamos, pues, que las identidades étnicas que ahora reivindican los propios sujetos, desplazan poco a poco a las identidades impuestas por los grupos o instituciones dominantes.
 
En ese nuevo contexto, ¿cuáles son las principales expresiones de los movimientos sociales guatemaltecos?
 
1. Movimiento indígena
 
El movimiento indígena, que no es monolítico ni totalmente independiente de las instituciones que de una u otra forma lo tutelan (cooperación internacional, organizaciones no gubernamentales, gobierno, iglesias, partidos políticos), ha asumido con el tiempo posiciones menos clasistas y más etnicistas que, según las tendencias de sus diferentes expresiones, se plantean como objetivos fundamentales de su lucha el fin de la discriminación, el reconocimiento y respeto de su identidad étnica y cultural, la construcción de una nación intercultural y, en casos extremos, la autonomía regional dentro de la república de Guatemala, la construcción de una república federal compuesta por un Estado maya y otro ladino, o la fundación de un Estado maya independiente.
 
Podemos reagrupar esas expresiones del movimiento indígena en tres tendencias fundamentales: 1) la clasista-intercultural; 2) la etnicista-multicultural y; 3) la panmaya.[1]
 
Nacida en el contexto de las negociaciones por la paz y defendida principalmente por los indígenas formados en las organizaciones revolucionarias, la tendencia clasista e intercultural plantea la lucha de clases e integra un enfoque maya que se configura a partir de discursos y prácticas que combinan reivindicaciones ancestrales y el anhelo de un resurgimiento cultural del pueblo maya.[2] Sus discursos y propuestas apuntan en dirección de la construcción de un Estado y una nación intercultural en la que los distintos “pueblos” guatemaltecos (maya, garífuna, xinca y mestizo) puedan interactuar armónica y democráticamente en la sociedad. En lo que concierne a su concepción del Estado y la nación, así como a la forma de plantearse las relaciones entre los diversos grupos sociales que la integran, esta perspectiva se acerca a los planteamientos del proyecto de nación que proponen los Acuerdos de Paz, especialmente el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas. Aunque sus objetivos de lucha se construyen alrededor de reivindicaciones étnicas y culturales, su horizonte ideológico no se reduce a lo étnico. De hecho, la formación más o menos marxista de varios de sus elementos hace que cuestionen las estructuras económicas y se planteen la lucha de clases.
 
La segunda tendencia se sustenta más bien en un modelo multicultural. Es decir, defiende la idea de un Estado federado donde coexistan una nación maya y otra ladina. Como este enfoque ignora el análisis de clase, su ideología se nutre de concepciones estrictamente étnicas de las relaciones sociales. En consecuencia, sus partidarios ven en el ladino a su adversario, asumen posiciones muchas veces radicales respecto a éste y no cuestionan la estructura de clases.
 
La tendencia panmaya, por su parte, se inspira de un multiculturalismo radical que ignora igualmente las diferencias de clase. Su visión social remarca con energía una línea divisoria entre mayas y “no mayas” que la lleva a plantear el establecimiento de un Estado maya independiente. Su adversario, por lo tanto, es la sociedad “no maya” en su conjunto —vista como una especie de “clase étnica” opresora y explotadora—, y no la clase económica y políticamente dominante. Se trata, pues, de un enfoque que se articula alrededor de ideas autonómicas, la voluntad de revitalizar la antigua tradición civilizadora maya y el reclamo de derechos ancestrales de los pueblos indígenas sobre el territorio nacional.[3] Pero su discurso maximalista en el plano étnico contrasta con la ausencia de perspectiva de clase. De hecho, el análisis de clase que en Guatemala es ineludible dada la polarización extrema de la sociedad no es tomado en cuenta por los sostenedores de esta tendencia.
 
¿Qué ha pasado con las organizaciones mayas e indígenas guatemaltecas que no obstante el dinamismo mostrado en los últimos años no han podido consolidar un movimiento sólido capaz de hacer valer sus principales demandas? ¿Qué provoca la división y dispersión del movimiento? ¿Cómo se explica que, a diferencia de Bolivia y Ecuador donde los movimientos indígena, campesino y obrero han logrado articularse para tomar el poder, en Guatemala, el país con mayor población indígena y campesina de América, su articulación pareciera irrealizable? ¿Cómo se explica la desarticulación y dispersión de este movimiento en el contexto de la globalización económica neoliberal caracterizado entre otras cosas por el desarrollo de la nueva tecnología de la información?
 
Podemos encontrar muchas respuestas que en verdad conciernen al movimiento social guatemalteco en su conjunto, sin embargo, y ante la imposibilidad de poder profundizar en esta cuestión en un trabajo cuyos límites están dados por sus objetivos, queremos avanzar algunos elementos que al desarrollarse pueden explicar mejor la situación de los movimientos sociales guatemaltecos.
 
En primer lugar advirtamos que la estructura de la sociedad guatemalteca, tal como fue creada por la colonia y que en buena medida ha sido reproducida por la República hasta hoy, ha favorecido la parcelación de la sociedad y la difícil comunicación entre sus distintos “segmentos”: la creación de “pueblos de indios”, “villas de españoles” y “villas de ladinos” durante la colonia, la segregación de las comunidades indígenas entre sí, no digamos en relación con los mestizos y ladinos ni mucho menos con los criollos, son también razones que sirven para explicar, entre otras cosas, la parcelación del movimiento social guatemalteco en general y del movimiento indígena en particular. Queremos decir con esto que, en mayor o menor medida para unos o para otros movimientos, la ideología colonial, es decir, la ideología de la segregación y parcelación de la sociedad en segmentos diversos, sigue pesando fuertemente entre los guatemaltecos.
 
Eso no es todo. Si a los efectos de la guerra de 36 años agregamos los efectos de la proliferación sorprendente de iglesias y sectas fundamentalistas, la acción desarticulada de las organizaciones no gubernamentales que de una u otra forma dan vida al movimiento social, en fin, la diversidad de ideologías en presencia (económicas, políticas, religiosas, étnicas), entre otros factores, forman parte de la compleja amalgama de experiencias, ideologías e intereses grupales e individuales que dificultan la estructuración de un movimiento social (indígena en este caso) con identidad, adversarios y visión social común en todas sus expresiones.
 
La desarticulación del movimiento indígena guatemalteco se hizo aún más evidente durante la celebración de la Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala, celebrada en Tecpán, Guatemala, entre el 26 y 30 de marzo de 2007. En esa ocasión, ciertamente, el movimiento indígena no sólo no actuó de manera unitaria, sino que posteriormente una fracción del movimiento traicionó las decisiones tomadas.[4] En efecto, después de que las distintas organizaciones del movimiento indígena presentes en la Cumbre decidieran no apoyar la candidatura a la presidencia de la República de Rigoberta Menchú,[5] la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC), bien conocida por su célebre estrategia de movilizar/presionar/negociar (es decir, movilizar a sus bases sociales para negociar financiamiento o cuotas de poder en el gobierno, o bien para justificar la adjudicación de financiamiento de la cooperación internacional), se vuelve contra lo pactado.
 
Lo anterior puso en evidencia las profundas divisiones del movimiento indígena y la lógica que domina a algunos dirigentes de las organizaciones sociales: por encima de los intereses del movimiento, de los objetivos de su lucha y en detrimento de una estrategia global de largo alcance, ciertos dirigentes instrumentan “sus” organizaciones en función de intereses más personales que sociales.
 
2. Movimiento contra la minería
 
En los últimos años, luego de la aprobación inusitada de concesiones mineras y petrolíferas a empresas transnacionales, se ha desarrollado otro tipo de movimientos sociales: las comunidades indígenas concernidas, movilizadas muchas veces espontáneamente, han organizado diversas “consultas comunitarias” que si bien no siempre respetan al pie de la letra la democracia formal, no dejan por eso de ser expresión democrática de participación ciudadana.
 
Así, frente al otorgamiento acelerado de licencias de exploración y explotación minera en 2005 y 2006, y en un contexto de criminalización de los movimientos sociales (acusándolos entre otras cosas de terroristas), las comunidades mayas afectadas recurren a la realización de referendos normalmente autogestionados para fijar su posición de cara a la decisión inconsulta de las autoridades de gobierno.
 
Basados en los preceptos del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, según el cual los pueblos indígenas deben ser informados sobre los proyectos de explotación de los recursos naturales de los territorios que ocupan, y cuya aprobación pueden aceptar o no, los pobladores han organizado desde 2005 más de cuarenta consultas. Con resultados contundentes en favor del no, las comunidades rechazaron los proyectos de explotación minera contaminantes que, a cambio de enormes beneficios para las empresas, sólo dejan el 1% de regalías para el país.
 
Si es verdad que las consultas fueron declaradas “no vinculantes” por la Corte de Constitucionalidad, también es cierto que los procesos generados por la “minería a cielo abierto” crearon conciencia entre las poblaciones sobre la necesidad de organizarse, usar los mecanismos legales existentes y ejercer su poder de cara a un Estado y a unas autoridades que no las representan. Ahora bien, el movimiento contra la minería puso en evidencia un grave problema del movimiento social. Atrapados por sus luchas internas, los movimientos sociales de alcance nacional perdieron —o han perdido— la oportunidad de asumir la lucha de las comunidades como suya. En realidad, y a no ser por el apoyo más o menos discreto de ciertas organizaciones que se identifican abiertamente con las causas populares, el movimiento social en su conjunto no pudo ocultar la escasa relación que mantiene con ellas.
 
3. Movimiento de mujeres
 
Nacido a mediados de 1980 en el seno del movimiento popular y en el contexto de la “apertura democrática”,[6] el movimiento de mujeres ha crecido considerablemente en los últimos años.[7] Hoy, luego de esa primera experiencia con el movimiento popular, de la participación en las negociaciones por la paz, de un importante trabajo en el proceso de implementación de los acuerdos, especialmente en lo que concierne al tema de género, el movimiento de mujeres ha logrado desarrollarse notablemente dando saltos cualitativos en cuanto a la definición de su identidad, su adversario y la visión del movimiento. 
 
Aunque éste no es monolítico ni homogéneo —en él encontramos desde grupos feministas radicales que se aferran a los planteamientos teóricos ortodoxos de las feministas occidentales, hasta organizaciones de mujeres indígenas que luchan por la transformación de lo político entre hombres y mujeres desde su identidad— ni constituye por tanto un único movimiento de mujeres,[8] existen organizaciones feministas que, dando muestras de un importante avance en la manera de interpretar la realidad social guatemalteca y plantear las transformaciones sociales en la “nación multiétnica, pluricultural y multilingüe” que esbozan los Acuerdos de Paz, reconocen la impostergable necesidad de incorporar la cuestión indígena en los objetivos de lucha del movimiento de mujeres.
 
Aun cuando para algunas mujeres indígenas no debe tratarse solamente de integrar sus necesidades y demandas específicas sino de “repensar” la teoría feminista y su aplicación en el contexto de las sociedades no occidentales para crear un movimiento de mujeres guatemaltecas con identidad,[9] tales avances contrastan con los de otras feministas que, en flagrante contradicción con la realidad de la sociedad guatemalteca, todavía no se plantean el problema de las especificidades culturales de la nación.
 
Los adelantos, sin embargo, han sido importantes. Marcadas sin duda por los análisis de la realidad guatemalteca del comandante guerrillero Gaspar Ilom      —quien, en los planteamientos teóricos de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), integra el estudio del racismo en los análisis de la estructura general de la sociedad guatemalteca que los marxistas limitaban entonces al análisis de clase[10]—, ciertas organizaciones de mujeres salidas de la ex guerrilla defienden hoy un enfoque que combina las tres causas estructurales de opresión contra la mujer que si bien no ha abarcado a la totalidad del movimiento feminista, no deja de ser por ello revolucionario. Nos referimos al planteamiento que propugna por un movimiento de mujeres que tome en cuenta 1) la explotación económica en el marco de la estructura de las clases sociales; 2) el racismo y la discriminación étnica y cultural; 3) la opresión en contra de la mujer basada en el género.
 
Es loable que existan enfoques como los de estas organizaciones de mujeres que, contrario a los estrictamente feministas, clasistas, culturalistas o etnicistas de otros movimientos sociales, integran en sus análisis las tres causas estructurales de desigualdad e injusticia social de Guatemala. Estamos, pues, ante un planteamiento cuyos efectos en la sociedad podrían ser revolucionarios, ya que contiene en sí los objetivos de lucha para la transformación radical de la estructura social guatemalteca que funciona y reproduce sistemáticamente la opresión de clase, étnica y contra la mujer.
 
Si, como lo afirman las defensoras de este enfoque, el reto es fortalecer el poder de las mujeres organizadas para terminar con el sistema patriarcal que las oprime, uno podría esperar que en el camino hacia la construcción de una sociedad libre de dominación entre hombres y mujeres germine también una sociedad libre de racismo.
 
¿Hacia qué tipo de sociedad están apuntando los grupos feministas que se identifican con esta lucha?
 
Aunque no definen su horizonte social, y aunque sólo se plantean construir un movimiento de mujeres multiétnico, cae por su peso que si la perspectiva de clase orienta también sus objetivos de lucha, ellas anhelan construir cierto tipo de sociedad donde ni las diferencias económicas ni étnicas ni de género sirvan de justificación para oprimir, explotar o discriminar a cualesquiera de los individuos o grupos sociales que forman la nación guatemalteca. ¿Una auténtica utopía? Aun cuando uno podría alegar lo utópico de un movimiento social de esa naturaleza, uno no puede dejar de reconocer que esta expresión del movimiento de mujeres, al menos en teoría, propone una verdadera revolución para Guatemala.
 
Debemos decir también que en el seno del movimiento feminista guatemalteco existen además sectores que, en ausencia de una visión más completa y más compleja de la realidad, obvian la lucha de clases, niegan las especificidades culturales de las mujeres indígenas y no identifican adecuadamente a su adversario. Ciertamente, marcadas por experiencias personales poco alentadoras con “los hombres”, por visiones etnocentristas del mundo y la sociedad y por la ausencia de una clara conciencia de clase, muchas mujeres feministas guatemaltecas hacen del hombre su enemigo, pretenden hacer de las mujeres indígenas “mujeres como ellas” y olvidan la lucha contra la clase explotadora y opresora que, en Guatemala como en el resto del mundo, es inevitable.
 
Es ante esa visión etnocentrista de la lucha por la igualdad entre géneros de algunas mujeres feministas que emerge la voz de una mujer maya guatemalteca. Apelando a la especificidad de las representaciones sociales mayas, criticando a las mujeres feministas que aplican “literalmente” la teoría feminista en sus estudios sobre las mujeres indígenas, asumiendo una postura que si bien no siempre se inscribe en una visión dinámica de la identidad, la propuesta intelectual de Rosa Pu Tzunux[11] no deja de ser por eso expresión del sentimiento de muchas mujeres indígenas que, no obstante la certeza de vivir en un “sistema patriarcal”, se resisten como muchas otras personas en el mundo a dejarse absorber por el embate homogenizador de la globalización económica neoliberal. Tanto más para los mayas cuanto que la historia de su resistencia a la homogenización cultural comienza desde el momento mismo en que, en nombre del cristianismo y la civilización, los invasores buscaban someterlos.
 
Si es cierto que la visión crítica de Rosa Pu Tzunux sobre la aplicación literal del feminismo en la sociedad maya ha sido considerada por algunas feministas como una forma de antifeminismo, también es verdad que, además de ofrecernos una perspectiva plausible para comprender las lógicas que articulan el sistema maya de representaciones, su estudio tiene el mérito de proponer un enfoque completamente novedoso que bien podríamos resumir en la pregunta que busca saber cómo pensar las relaciones libres de dominación entre géneros en una sociedad culturalmente distinta a las sociedades occidentales, sin que tal esfuerzo se traduzca en la imposición del sistema de valores occidental que da coherencia teórica a la teoría feminista.
 
4. Movimiento sindical
 
Nacido en los años 1920 con ideales comunistas, el movimiento sindical guatemalteco ha pasado por épocas de flujo y reflujo. Hoy, luego de los años más duros de la guerra interna y en un contexto poco favorable de cara a la marea neoliberal, el movimiento sindical, no obstante la persistencia de sindicatos más o menos fuertes, no logra coordinarse adecuadamente para hacer frente de manera conjunta a las nuevas políticas patronales inscritas en la lógica de la flexibilización laboral, ni para plantear en bloque sus reivindicaciones económicas y sociales.
 
Convaleciente de la guerra interna, atrapado por la descoordinación, dividido muchas veces por intereses y puntos de vista diferentes de sus dirigentes, con escasez de liderazgos y en un contexto poco favorable a la organización de los trabajadores (falta de libertad sindical, impunidad en la aplicación de la justicia, penetración masiva de la ideología neoliberal, desencanto de buena parte de trabajadores con el sindicalismo), el movimiento sindical guatemalteco pasa hoy por una de las etapas más inciertas de su historia. Pese a ello, su lucha no se ha detenido y su accionar desde la firma de la paz se ha traducido en protestas y movilizaciones que no por desarrollarse en un contexto nebuloso del sindicalismo guatemalteco dejan de ser importantes: el rechazo a la aprobación del TLC con los Estados Unidos, la lucha contra la ley de concesiones y la flexibilización y/o desregulación laboral, dan cuenta de ello. Pero, ¿cómo se explica la crisis actual del movimiento sindical guatemalteco? ¿Se explica acaso por los efectos de la globalización económica neoliberal?
 
En Guatemala, creemos, la situación actual del movimiento sindical debe explicarse desde una perspectiva que abarque el estudio de su historia reciente, de la estructura económica y del sistema capitalista neoliberal del cual la información es uno de sus aspectos técnicos.
 
Después del aumento de las luchas sindicales en 1978, el cual por otra parte ya había cobrado las primeras víctimas de un período sangriento que apenas se iniciaba (sólo en ese año se registraron 879 casos de asesinatos y desapariciones forzadas[12]), y después de que la dirigencia empresarial y la cúpula militar en el gobierno establecen un pacto para desarticular al movimiento popular cuyas luchas convergían cada vez más con las de las guerrillas, se desencadena la peor ola de represión en contra de las organizaciones.[13] Su saldo, cuyas cifras en víctimas humanas supera considerablemente a lo sucedido en cualquier otro país de América Latina durante las dictaduras militares, puede estimarse entre otras cosas por la enorme cantidad de dirigentes sindicales asesinados o desaparecidos, la desarticulación del movimiento sindical y la radicalización del lado de las guerrillas de una cantidad indeterminada de sindicalistas.
 
Independientemente del análisis de las estrategias y métodos represivos utilizados por el régimen militar del general Romeo Lucas García (1978-1982), en el cual se registra el mayor ataque de las fuerzas del Estado contra el movimiento sindical (en todas las formas conocidas hasta entonces: secuestro, tortura y desaparición; y en otras cuya aparición corresponde exactamente a este período: capturas y secuestros masivos de sindicalistas[14]), y con independencia del análisis de las lógicas y estrategias de acción del movimiento sindical de ese período (manifestaciones públicas masivas, alianzas con el movimiento campesino y popular, huelgas que paralizaron al país, alianzas tácticas y estratégicas con las guerrillas, participación de una parte de su dirigencia y bases sociales en la lucha por la instauración de “un gobierno revolucionario, democrático y popular” del lado de las guerrillas), lo que nosotros queremos resaltar es que, después de este largo período de violencia y represión en contra del movimiento sindical (esta afirmación también es válida para los otros movimientos sociales guatemaltecos), éste se encuentra en pleno proceso de recomposición.
 
Este proceso tiene lugar en un contexto totalmente desfavorable. Efectivamente, en un ambiente donde el Estado (o lo que queda de él) responde totalmente a los intereses del sector empresarial (nacional o extranjero), en un contexto donde lo que se impone en todos los niveles y ámbitos es el modelo económico y político neoliberal, las luchas del movimiento sindical guatemalteco se dan “cuesta arriba” y “contra la corriente”. Tanto más cuanto que el desarrollo incontenible de una ideología individualista en un sector no despreciable de la sociedad, ha hecho que la conciencia social que antes facilitaba la adhesión de los trabajadores a los sindicatos decaiga notablemente.
 
El problema del movimiento sindical en Guatemala tiene muchas aristas que deben ser analizadas para atrapar su complejidad, y su eficiencia o capacidad de movilización social no puede medirse sólo por el uso, adecuado o no, de la tecnología de la información. En Guatemala, ciertamente, muchos movimientos sociales —entre ellos el sindical— utilizan las técnicas actuales de la información, pero eso no es lo que determina ni la naturaleza del movimiento ni tampoco su situación actual. Al menos en Guatemala, la situación de los movimientos sociales es mucho más compleja y se explica como decíamos por su historia misma así como por el contexto en extremo adverso en que se desenvuelven.
 
5. Movimiento campesino
 
Por el hecho de que buena parte de la población indígena sigue ligada al trabajo de la tierra, y por el hecho de que gran parte de esa población lucha por su derecho a la tierra, el movimiento campesino se relaciona frecuentemente con el movimiento indígena, aun cuando aquél esté compuesto también por un contingente importante de población ladina y mestiza. De suerte que el estudio de ambos movimientos se ligue frecuentemente tanto en sus procesos como en sus objetivos de lucha. Sin embargo, el movimiento campesino, cuya historia moderna empieza con la Revolución democrática del 20 de octubre de 1944, se ha centrado fundamentalmente en la lucha por la tierra, el pago de mejores salarios y el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de los colonos y obreros agrícolas de las plantaciones bananeras, cafetaleras, cañeras —después de la firma de la paz las demandas de este movimiento se ampliaron al desarrollo rural y la seguridad alimentaria.
 
El movimiento campesino, como el movimiento sindical y popular, se inscribe en una tradición de lucha fuertemente arraigada en las luchas sociales de la revolución democrática y fuertemente reprimida por los gobiernos que, desde 1954, implementaron una política contrarrevolucionaria abiertamente anticampesina. De modo que para comprender la situación actual de este movimiento debemos también tomar en cuenta su historia reciente, la especificidad de la estructura agraria y del sistema capitalista neoliberal en el cual desarrolla su lucha.
 
Después del período de represión, radicalización y consecuente desarticulación del movimiento campesino liderado en los años de la guerra por el Comité de Unidad Campesina (CUC), el movimiento campesino contemporáneo también está sujeto a procesos de recomposición de sus organizaciones, los cuales se desarrollan en medio de un contexto de postguerra aparentemente favorable para éstas y en medio de un contexto económico y político que condiciona tanto su identidad como sus objetivos.
 
Así, las expectativas creadas en la sociedad por la firma del Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria, se fueron desvaneciendo poco a poco en la medida en que sus proyectos 1) no se realizaron (ante la falta de voluntad política de los gobiernos de turno y el bloqueo de los terratenientes); 2) su realización sólo fue un paliativo para los problemas de una reducida minoría de campesinos (mercado de tierras, arrendamiento de tierras, microcréditos, compra de fertilizantes baratos); y 3) su realización favoreció especialmente a los terratenientes (legalización de los excesos de tierra a través del catastro, seguridad jurídica, venta de tierras no agrícolas o agotadas en el mercado de tierras). 
 
Aunque uno podría argumentar que hubo “avances” y que éstos significaron un adelanto en la solución de la problemática agraria, los resultados obtenidos hasta ahora demuestran que ellos sirvieron más bien para consolidar el modelo agrario neoliberal pregonado por el Banco Mundial.[15] Hoy, doce años después de la signatura del Acuerdo de Paz Firma y Duradera, y no obstante la persistencia de las luchas campesinas en todo el país, nos encontramos con un movimiento campesino dividido por las pugnas entre los dirigentes de las principales organizaciones sociales, incapaz de formar un solo bloque para enfrentar las políticas neoliberales del gobierno y supeditado en gran medida a los designios de los organismos financieros internacionales. Es en ese contexto que operan libremente los movimientos religiosos de vocación reaccionaria que mencionábamos.
 
6. Movimientos religiosos fundamentalistas
 
La guerra interna vivida en Guatemala durante más de tres décadas contribuyó considerablemente al desarrollo especialmente en el mundo indígena de sectas e iglesias evangélicas neopentecostales. Hoy, lo sabemos, de la misma manera como existió una alianza implícita entre la Iglesia católica y las guerrillas, también existió otra entre los grupos protestantes y el ejército. Esta alianza, que se reforzó grandemente durante el período 1982-1983 en que el general José Efraín Ríos Montt dirigió el país siendo al mismo tiempo “anciano” de la iglesia Verbo (rama guatemalteca de la iglesia Gospel Outreach fundada por el ex agente inmobiliario y autoproclamado apostol Jim Durkin en Eureka, California), fue la que hizo posible que las iglesias y sectas fundamentalistas cumplieran un papel de primer orden en la lucha por contener la expansión de las guerrillas (eran evangélicos quienes en su mayor parte dirigieron las Patrullas de Autodefensa Civil que el ejército implantó en los poblados indígenas para contener la acción de la guerrilla y que en el momento de más auge llegaron a movilizar cerca de 900.000 personas).
 
Este fenómeno no se detuvo allí. Después de la firma de la paz una enorme cantidad de iglesias y sectas fundamentalistas difunden por todo el país una ideología religiosa que se opone de hecho a la acción de los movimientos sociales. Pero esa tarea no ha sido encomendada únicamente a las iglesias y sectas protestantes más conservadoras que, como las iglesias Elim, Príncipe de Paz, Shadai y otras que a la fecha han logrado mayor crecimiento y expansión en el país, difunden visiones y posiciones netamente reaccionarias. Ese es el caso igualmente de la Renovación Carismática Católica de los años ochenta que, desde una ideología y métodos neopentecostales, sirvió de muro de contención del movimiento radicalizado de Acción Católica de los años setenta-ochenta.[16] Hoy, completamente establecida en las comunidades, se ha constituido en factor de división y neutralización de las luchas sociales de los grupos comprometidos de la Iglesia católica, lo cual la coloca también como un adversario más de las luchas de los movimientos sociales que, tanto a nivel local como nacional, trabajan por la transformación del orden social imperante.
 
Ante esta realidad, y frente a la alarmante expansión de los movimientos religiosos fundamentalistas que en sus estrategias de conversión por saturación utilizan los más diversos medios y técnicas de información, uno es conducido a preguntarse sobre el papel que juega la tecnología de la información en el desarrollo o mediatización de las luchas de los movimientos sociales.
 
II. Papel de la nueva tecnología de la información en el desarrollo o mediatización de las luchas de los movimientos sociales
 
Uno no puede sino quedar sorprendido al escuchar hablar sobre la posibilidad de que las nuevas tecnologías de la información (Internet, canales por cable, etc.) puedan jugar un papel de mediatización de las luchas de los movimientos sociales, pero la verdad es que las nuevas tecnologías de la información, aunque aparentemente disponibles para todos los que tengan la posibilidad de abrir una cuenta de Internet en un café, son en realidad el privilegio de los grandes poderes mundiales (económicos, políticos, religiosos, culturales) de la nueva era tecno-científica del capitalismo. En otras palabras, y aunque las clases populares puedan hacer uso de una parte insignificante de las nuevas tecnologías de la información, es decir, enviar mensajes por correo electrónico, “chatear” o bien recurrir eventualmente a otras técnicas de información como las redes de telecomunicación interactivas, nosotros consideramos que la ventaja que sobre ellas tienen los grandes poderes mundiales (organismos supranacionales, estados, empresas transnacionales, iglesias y sectas fundamentalistas), pone en entredicho la existencia de un posible equilibrio en su uso entre esos poderes y el conjunto de la humanidad, no digamos de los movimientos sociales.
 
¿Acaso nos hemos preguntado alguna vez quiénes son los propietarios de esa nueva tecnología de la información? Cuando divagamos o cuando trabajamos concentrados en el Internet, ¿nos hemos preguntado acaso qué poderes están  detrás de la pantalla de nuestra computadora, quién o quiénes son los propietarios de las centrales de información que hacen posible la existencia del Internet? En otras palabras, ¿quiénes son los capitalistas propietarios de esa nueva tecnología de la información?
 
A propósito de este trabajo, y con el fin de responder a estos interrogantes, conversé con varias personas sobre esas inquietudes y muy pocas se habían planteado el problema. De cara a un servicio “electrónico” totalmente impersonal, la gente que lo usa, salvo raras excepciones, no piensa siquiera sobre quiénes son los dueños de esa tecnología puesta a su servicio. Es como si se tratara de un servicio sin propietario o, en el mejor de los casos, como que si ese servicio, es decir, la tecnología de la información utilizada para enviar correos electrónicos, chatear o ver a nuestros amigos y familiares en el extranjero a través del Internet, fuera propiedad del dueño del café a donde acudimos o propiedad nuestra simplemente porque tenemos el servicio en casa. Y olvidamos que quienes nos alquilan sus máquinas en un café Internet para que enviemos nuestros mensajes o nos comuniquemos con otras personas son, al igual que las personas que tienen el servicio en su hogar, simples arrendatarios de un sistema de alta tecnología cuyos propietarios no podemos ni siquiera imaginar dada su lejanía o, mejor dicho, su anonimato. Aunque no podamos ni siquiera imaginar el lugar de residencia de los capitalistas propietarios de la nueva tecnología de la información, lo cual de hecho importa poco, lo cierto es que ellos existen y están obteniendo beneficios de miles de millones de dólares por la renta de “su” tecnología.
 
A lo que quiero llegar con este preámbulo es a hacerlos caer en la cuenta de que la tecnología de la información, como cualquier otra tecnología de la primera o segunda era industrial, tiene propietarios y ellos son ni más ni menos que los grandes capitalistas del mundo. Ya sea que se trate de empresarios multimillonarios del tipo de Bill Gates, Carlos Slim, Georges Soros, u otros; o bien que se trate de los Estados más poderosos del mundo o del mismo Imperio; la nueva tecnología de la información es propiedad de los capitalistas del mundo, y su funcionamiento se da dentro del sistema capitalista. De modo pues que cuando hablemos de las “sociedades de la información” o de la “era de la información”, debemos tener claro que se trata de sociedades capitalistas o de la era tecno-científica del capitalismo. Dicho esto, veamos ahora cuáles pueden ser las ventajas y desventajas para los movimientos sociales del uso de las nuevas tecnologías de la información.
 
Las ventajas, lo sabemos, residen en el hecho de que con la nueva tecnología de la información los habitantes del planeta (especialmente los que poseen los recursos necesarios para acceder a su uso) tienen la oportunidad de contar con medios y técnicas instantáneas de comunicación e información. Esto, de hecho, se traduce en el achicamiento de los espacios, en la puesta en contacto inmediata de realidades sociales, económicas, políticas y culturales, similares o distintas, lo cual ha provocado el encuentro generalizado con el “otro”, es decir, la toma de conciencia de la pluralidad, la alteridad y la identidad por todos los habitantes del planeta.
 
En el caso concreto de los movimientos sociales, el encuentro a través de la nueva tecnología de la información con la realidad de otros movimientos sociales ha provocado precisamente eso: la toma de conciencia de la pluralidad de movimientos, de la especificidad de los otros movimientos y de la particularidad del movimiento al que se pertenece. Ha sido en ese proceso de toma de conciencia de la realidad de los otros movimientos y del movimiento al que se pertenece que se han encontrado también aspectos del otro que son comunes al nuestro, es decir, se han identificado problemas y objetivos comunes a ambos, los cuales han generado un proceso de asociación de las luchas sociales que han dado lugar a la conformación de movimientos sociales de alcance regional, continental y mundial.
 
Gracias a la nueva tecnología de la información, es decir, a la existencia de cadenas noticiosas televisivas del tipo de CNN o TeleSUR, al uso del Internet y de los nuevos y poderosos medios de comunicación tecnológicos tales como las redes de telecomunicación interactivas, las luchas sociales y políticas de una parte del planeta anteriormente percibidas como lejanas se han vuelto cercanas. Además del levantamiento zapatista en Chiapas que en 1994 llama la atención del mundo sobre la realidad de esta región, casos más recientes en Latinoamérica como el levantamiento de Oaxaca, la llegada al poder de Evo Morales en Bolivia o las luchas políticas de la Revolución Bolivariana en Venezuela, dan cuenta de la forma como las nuevas tecnologías de comunicación e información han achicado los espacios planetarios, pero también de la manera como ese achicamiento ha favorecido el encuentro de los movimientos sociales del mundo.
 
En América, para sólo citar dos ejemplos, fueron las nuevas tecnologías de la información las que favorecieron que el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales, fuertemente arraigado en las luchas de los pueblos indígenas bolivianos, propicie un nuevo acercamiento entre los movimientos indígenas del continente. De hecho, fue en la ya citada Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala donde los representantes de los movimientos sociales presentes, en clara alusión a la victoria de Evo Morales en Bolivia, acordaron pasar “de la resistencia al poder”.
 
Ese es el caso también de las luchas sociales y políticas venezolanas de los últimos años. Conocida y seguida por buena parte de la población del planeta a través de los medios de comunicación e información existentes, la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez se ha vuelto el nuevo referente político e ideológico de buena parte de los movimientos izquierdistas latinoamericanos, y ha generado también por esa vía grandes expectativas para los movimientos izquierdistas del mundo, principalmente europeos, que guardan no pocas esperanzas en el “socialismo del siglo XXI”. Lo mismo podríamos decir del caso del levantamiento de Oaxaca en el 2007, como el de los zapatistas en Chiapas en 1994, los cuales han despertado también grandes expectativas en diversas partes del mundo, y eso gracias a la existencia de la nueva tecnología de la información.
 
Efectivamente, debido a los nuevos y poderosos medios de comunicación tecnológicos, las distancias entre las sociedades se han acortado y la comunicación entre los individuos se ha acentuado, al extremo de crear “causas comunes” entre individuos y grupos y entre los diversos movimientos sociales del planeta. Esto, por supuesto, es una ventaja de la era tecno-científica del capitalismo que los movimientos sociales deben aprovechar. ¿Qué hubiera sucedido, me pregunto, si las comunidades indígenas guatemaltecas masacradas por el ejército entre 1982 y 1983, hubiesen tenido la posibilidad de hacer uso de la nueva tecnología de la comunicación e información? ¿Qué hubiera sucedido si hubiesen tenido la posibilidad de instalar redes de telecomunicación interactivas, en lugares estratégicos de su aldea o caserío (parroquia, edificio municipal, casa comunal), para denunciar las atrocidades del ejército antes de que llegasen a masacrarlos? ¿El ejército hubiese podido actuar impunemente, en la oscuridad de las selvas, sin que la reacción del mundo lo obligase a contener su saña contra las comunidades indígenas “sospechosas” de apoyar a las guerrillas? ¿El genocidio contra los mayas hubiese sido posible?
 
Hoy, veinticinco años después de las operaciones militares que aniquilaron 440 aldeas y caseríos y mataron alrededor de 35,000 personas en el altiplano guatemalteco, uno no puede sino conjeturar sobre lo que hubiese sucedido en los años ochenta si las comunidades indígenas guatemaltecas, como sus hermanas chiapanecas doce años después, hubiesen contado con los poderosos medios de comunicación e información que hicieron de la guerrilla zapatista la “primera guerrilla informacional”.[17] Aunque la historia represiva del Estado guatemalteco hace difícil la comparación con el Estado mexicano, y aunque el contexto geopolítico mundial en que se libró la guerra de guerrillas guatemalteca no era el mismo que el de la guerrilla zapatista, lo que salta a la vista cuando se cotejan esas dos realidades es que el aislamiento internacional de Guatemala durante la guerra explica en buena medida la impunidad del ejército contra la población civil.
 
Se deduce, pues, que en la era tecno-científica del capitalismo los movimientos sociales tienen en la tecnología de la información un instrumento de lucha como nunca antes lo habían tenido, y se colige igualmente que ese instrumento es uno de los más importantes beneficios que los movimientos sociales pueden tener en la era tecno-científica del capitalismo. Imaginemos, por ejemplo, a las sociedades con regímenes represivos como el guatemalteco, organizadas por barrios o a nivel comunitario y dotadas de tecnología de información; informando, denunciando, atacando y defendiéndose de manera coordinada, en redes sociales, a través de las técnicas actuales de la información como lo hicieron los zapatistas; o como lo hacen actualmente los movimientos sociales bolivianos, venezolanos, ecuatorianos, oaxaqueños… Seguro que el panorama de las luchas sociales guatemaltecas comenzaría a cambiar favorablemente.
 
Pero no todos los movimientos sociales utilizan las técnicas actuales de la información y, sobre todo, no todas las poblaciones de la Tierra tienen acceso a las nuevas tecnologías. Porque si es cierto que la tecnología de la información está disponible para todas las sociedades del planeta, también es verdad que no todos los habitantes de la Tierra tienen la misma posibilidad de acceder a ella. Y esto sencillamente porque la era tecno-científica del capitalismo no trata ni a todas las sociedades ni a todas las personas por igual. De modo pues que los movimientos sociales del planeta tienen en las técnicas actuales de la información un instrumento más de lucha, pero no todos pueden valerse de ellas en igual grado.
 
¿Por qué decíamos que las técnicas de comunicación e información pueden ser contrarias a los objetivos de lucha de los movimientos sociales?
 
Como todo en la vida, depende de quién use qué y para qué. Cuando llamaba su atención sobre la propiedad de la tecnología de la información, lo hacía precisamente pensando en este punto. Mi tesis es sencilla: si las técnicas actuales de la información son una expresión del desarrollo tecno-científico del capitalismo, y si el capitalismo como sistema económico privilegia incluso la propiedad privada del conocimiento, es evidente que la tecnología de la comunicación e información tiene uno o varios propietarios que funcionan en la lógica del capitalismo, y que son por tanto capitalistas.
 
Si los dueños de las técnicas actuales de la comunicación e información son capitalistas, y si éstas son usadas por los movimientos sociales como instrumento de lucha para su liberación, cae por su peso que en medio de esa lucha los capitalistas propietarios de la tecnología la utilizarán para mantener el sistema económico y político que les favorece. En consecuencia, si el capitalismo se ve amenazado por la acción de los movimientos sociales antisistema, los poderes que sostienen al capitalismo actuarán contra ellos utilizando entre otros instrumentos y formas de lucha las técnicas de la comunicación e información.
 
Queda claro, pues, que las técnicas actuales de la comunicación e información sirven al sistema para su reproducción y que ellas pueden ser usadas por los capitalistas o los poderes que sostienen al capitalismo para desinformar y confundir o bien para alienar y enajenar, si el sistema se encontrara amenazado por las luchas informacionales de los movimientos sociales. ¿Estamos hablando de una eventual pero no imposible “guerra de información”? ¿Podemos pensar en una “lucha de clases informacional” entre las oligarquías mundiales que buscan mantener su dominio y los movimientos sociales que quieren liberarse de él?
 
Todo es posible en un mundo dominado por la lógica capitalista de explotación y opresión, donde los grandes poderes nacionales, regionales o mundiales mantienen su dominio a cualquier precio, y donde, afortunadamente, existe aún buena parte de la humanidad que se resiste a los embates del capitalismo. Cualquiera que sea la forma que tome en el futuro la “lucha informacional”, en el presente existen ya algunos poderes mundiales que utilizan la tecnología de la información en sentido contrario al de los movimientos sociales.
 
El debate queda abierto. Antes de terminar, y para argumentar en favor de la tesis que acabo de presentar, deseo comentarles que en las últimas décadas poderes ligados al Imperio han desplegado gigantescas y exitosas campañas de conversión por saturación al protestantismo, a través de sectas e iglesias fundamentalistas que propagan una ideología religiosa contraria a la de los movimientos sociales, y que en esas campañas millonarias se han utilizado los nuevos y poderosos medios de comunicación tecnológicos, tales como los canales de cable y el Internet. Por otra parte, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha utilizado recientemente la tecnología de la comunicación e información para presentar su versión sobre la guerra contra Irak, pero también con el propósito de crear la ideología pro imperialista necesaria para penetrar las mentalidades de los espectadores que día a día se enajenan con el “sueño americano”.
 
Conclusión
 
Vemos que si el movimiento social guatemalteco ha sido siempre fuertemente reprimido, sus bases, es decir, el pueblo, siempre ha sabido reorganizarse para continuar la lucha. Eso es lo que demuestra la batalla librada por el movimiento obrero, campesino y popular en medio de la guerra de 36 años que tuvo lugar luego de la represión de las fuerzas contrarrevolucionarias de los años cincuenta, y eso es lo que manifiesta igualmente el proceso de recomposición de las organizaciones sociales salidas de la guerrilla inmediatamente después de las masacres rurales y urbanas perpetradas por el ejército en la década del ochenta.
 
Con la firma de la paz en 1996, comienza un proceso completamente inédito en la historia de los movimientos sociales guatemaltecos. En medio de la alarmante proliferación de las iglesias y sectas protestantes fundamentalistas que tuvieron la misión de mediatizar las luchas sociales de las Comunidades de Acción Católica afines a las guerrillas, y en medio de la globalización económica neoliberal que deja a la sociedad guatemalteca a merced de los intereses económicos, políticos y geoestratégicos del gran capital nacional e internacional, el movimiento social guatemalteco, ahora sectorizado según las identidades e intereses colectivos de sus miembros (campesinos, obreros, indígenas, mujeres, jóvenes, lesbianas, gay) y no obstante su difícil situación, encuentra un instrumento más de lucha en la nueva tecnología de la comunicación e información que le permite, a diferencia de los años de la guerra, romper con el aislamiento internacional que favoreció la impunidad del ejército en el campo y la ciudad e iniciar relaciones estrechas y plantearse objetivos comunes con otros movimientos sociales del planeta. 
 
Los procesos sociales y políticos que impactan al mundo tales como la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, la toma del poder de Evo Morales en Bolivia, el levantamiento de Oaxaca y, anteriormente, las luchas informacionales de las guerrillas zapatistas en Chiapas, entre otros acontecimientos continentales, crean nuevos referentes políticos y causas comunes entre los movimientos sociales de Guatemala y el mundo. Todo esto, gracias a las técnicas actuales de la comunicación e información de la era tecno-científica del capitalismo.
 
Si es cierto que la nueva tecnología de la información constituye un instrumento de lucha para los movimientos sociales que se oponen al sistema, también es verdad que ella puede ser usada en su contra por los poderes que sostienen al capitalismo (estados, empresas transnacionales, oligarquías mundiales, iglesias y sectas fundamentalistas). De hecho, la utilización por las iglesias y sectas protestantes fundamentalistas de canales de cable, Internet y demás técnicas de comunicación e información para producir y reproducir ideologías religiosas opuestas a las ideologías de los movimientos sociales, el uso por el Imperio de los más modernos y poderosos medios de comunicación e información para difundir y consolidar su ideología, confirman tal suposición. Ante esa constatación uno es conducido a reflexionar sobre la existencia en el futuro de una eventual lucha de clases informacional entre las oligarquías mundiales que buscan mantener su dominio y los movimientos sociales que quieren librarse de él.
 
- Jorge Murga Armas, guatemalteco,  es Doctor en Antropología y Sociología de lo político. Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (IIES-USAC).
Conferencia dictada por el autor en el XXII Encuentro internacional de ciencias sociales celebrado del 3 al 5 de diciembre de 2008 en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, México.
Revista Economía No. 183, enero-marzo 2010
 


[1] Pan: del griego pan, pantos, que significa todo. Panmaya = todos los mayas.
[2] Véase Sergio Mendizábal, Interculturalidad democrática. La discusión sobre Estado, nación, sujetos sociales, etnicidad y praxis, Informe de investigación, Programa IV Dirección de Investigaciones Democracia intercultural y Nación. Universidad Rafael Landívar, Guatemala, junio de 2004, p. 9.
[3] Ibid., p. 9.
[4] Véase Kajkoj (Máximo) Ba Tiul, Una radiografía del movimiento indígena en el 2007, en Simona Violetta Yagenova (comp.), Guatemala: una aproximación a las luchas sociales de 2007, Cuaderno de debate No. 8, FLACSO, Guatemala, 2008, pp. 27-34.
[5] En 2007, Rigoberta Menchú y una decena de personas reagrupadas en el Movimiento Winaq, deciden participar en las elecciones generales en alianza con el partido Encuentro por Guatemala de la ex dirigente izquierdista Nineth Montenegro y con financiamiento de un sector de la oligarquía guatemalteca. Fue eso, seguramente, lo que provocó el rechazo del movimiento indígena a la candidatura de la premio Nóbel de la Paz, desde hace muchos años alejada de los movimientos sociales guatemaltecos. Véase Jorge Murga Armas, Relación oligarquía-Rigoberta Menchú, Boletín Economía al día, No. 5, IIES-USAC, Guatemala, 2007.
[6] Así llaman no pocos analistas al período en que se da el pasaje de dictaduras militares a gobiernos civiles electos popularmente.
[7] Véase Luz Méndez, Las luchas del movimiento de mujeres. Hacia la igualdad de género: avances y retos estratégicos del movimiento de mujeres, en Simona Violetta Yagenova (comp.), op. cit., pp. 13-18.
[8] Véase Ana Silvia Monzón, Los movimientos de mujeres y los partidos políticos: una relación tensa, conflictiva y desigual, en Simona Violetta Yagenova (comp.), op. cit., pp. 19-25.
[9] Rosa Pu Tzunux, Representaciones sociales mayas y teoría feminista. Crítica de la aplicación literal de modelos teóricos en la interpretación de la realidad de las mujeres mayas, Iximulew, Guatemala, 2007.
[10] “El racismo, su existencia y funcionamiento, no es ajeno a las contradicciones de clase que se presentan dentro de la estructura general de la sociedad. Teniendo a la vez la doble calidad de producto e instrumento del sistema, actúa en función de ellas, incidiendo fundamentalmente para caracterizarlas. Sin determinarlas, influye de manera precisa e innegable en sus relaciones, proyectándose a esferas que exceden lo ideológico de tal manera que en cualquier análisis de la sociedad guatemalteca es indispensable establecer toda la interrelación y efectos que ello produce”. Véase Organización del Pueblo en Armas, Racismo I, ORPA, Guatemala, 1989, p. 9.
[11] Rosa Pu Tzunux, op. cit.
[12] Carlos Figueroa Ibarra, El recurso del miedo. Ensayo sobre el Estado y el terror en Guatemala. Citado por: Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, Guatemala Nunca Más: El Entorno Histórico, volumen III, ODHAG, Guatemala, 1998, p. 84.
[13] Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, op. cit., pp. 87-88.
[14] Ibid., p. 122.
[15] Véase Jorge Murga Armas, La cuestión agraria diez años después de la firma de la paz en Guatemala, en Revista Economía, No. 172, abril-junio, IIES-USAC, Guatemala, 2007, pp. 73-108.
[16] Véase Jorge Murga Armas, Iglesia católica, movimiento indígena y lucha revolucionaria (Santiago Atitlán, Guatemala), IIES-USAC, Guatemala, 2005, pp. 151-160.
[17] Manuel Castells, La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Volumen II: El poder de la identidad, Siglo Veintiuno Editores, México, 2004, p. 101. 
https://www.alainet.org/es/active/76699
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