Mexican way to die

02/07/2014
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Su entrega no es para procurarles una vida, sino una muerte digna. No me refiero a la madre Teresa de Calcuta, sino a las madres que son solidarias con esos cuerpos sin nombre, yacentes en tierras mexicanas, a unos cuántos pasos del sueño americano (el american way of life). Ellas, organizadas en un colectivo de derechos humanos, lloran como si fueran sus propios hijos, gritan hasta desgarrarse el corazón. Nadie las oye, ni los uniformados.

 
Los zopilotes han comenzado ya su danza aérea. Se escucha el zumbido de las moscas cuando ellas toman aire antes de emitir otro gemido. No les permiten dar un paso más en esas áridas tierras donde el sol cae a plomo. Ninguna nube las consuela, ni el aire se asoma. Los escudos de la policía queman sus manos al cortarles el paso. Ahí golpean, empujan, se aferran al último adiós. No saben quiénes ni cuántos son. Sólo que al sur dejaron a sus familias y amigos, y que caminaron hasta encontrar la muerte.
 
Una de ellas se aleja un par de pasos, sólo para soltar el vómito. La pestilencia es inaguantable. El jefe de la cuadrilla se cubre nariz y boca con pañuelo blanco. Es un hombre gordo con pronunciada calva. Ordena que le den vuelta a ese cuerpo, al que le falta la cabeza. Aunque tiene amputados los senos, identifica a una mujer atada de pies y manos. El sudor le escurre a cántaros; las gotas se estrellan en el suelo, otras encajan en las grietas y se pierden como las primeras que lo hicieron en cosa de segundos.
 
Hombres, mujeres, niños y niñas, todos apilados, con ropas desgarradas y cuerpos torturados, mutilados; maquillados por la tierra y el polvo. Un militar se desvanece. No quiso saber más, no soportó encontrar el rostro destrozado, agusanado y sin oídos, al dar vuelta a ese hombre. No se sabe de dónde vinieron, no hay manera de saberlo. Sólo una esperanza queda para que algún día se conozca su origen: la prueba del ADN. Es lo que ellas gritan nauseabundas. Estas tres letras son la diferencia entre el abandono y el descanso de las víctimas y el de sus familias.
 
 
Más de cuatro mil víctimas en fosas clandestinas en México
 
El pasado 14 de febrero el periódico La Jornada dio a conocer que en los últimos ocho años el gobierno mexicano ha localizado a más de 400 fosas clandestinas a lo largo del país, con más de cuatro mil osamentas descubiertas. La Procuraduría General de la República (PGR) ha conformado una base de datos detallada: los lugares, el número de cadáveres y en los que casos con que se cuenta, la información genética. Se sabe que en 24 de las 32 entidades federativas de México -esto el 75% del territorio- se ha descubierto esta tragedia. Lo más dramático es que la información no es precisa en 22 de esos 24 lugares. Muchas veces no se informa y otras tantas las cifras se maquillan.
 
Estas matanzas se le atribuyen al crimen organizado. Muchas de las víctimas son delincuentes; otras, civiles secuestradas. También migrantes centroamericanos que quisieron cruzar este país de terror y que a su paso fueron capturados, torturados, violadas, asesinados y enterrados en cualquier rincón, como ocurrió con las dos masacres en el municipio de San Fernando, Tamaulipas: en 2010, 73 cadáveres encontrados en varias fosas clandestinas. 2011 fue peor, el número ascendió a 192 en otras fosas; la mayoría era migrante en su camino hacia Estados Unidos. Otras víctimas fueron secuestradas de autobuses de pasajeros; unas más, militares y policías.
 
Durante ocho años la PGR ha recolectado información genética de mil 273 víctimas halladas en fosas clandestinas. De éstas, lograron identificar a tan solo 142 personas, según La Jornada. Por su parte, el diario 24 Horas menciona que de 2006 a 2012 la PGR realizó tres mil 818 análisis del ADN (ácido desoxirribonucleico, que contiene instrucciones genéticas de todos los organismos vivos), con equipos de 10 a 22 peritos en distintos años. Ambos medios hacen referencia al informe de la PGR del 14 de febrero de 2014. No se sabe la dimensión real de lo que el suelo mexicano esconde.
 
Dos semanas tan sólo han pasado desde el conocimiento de otros migrantes asesinados en un tramo muy peligroso: Veracruz, entre Casas Viejas y Paso de la Virgen, rumbo a Córdoba. El 3 de julio el portal de noticias SinEmbargo informó que el 13 de junio, en Dobladero, hubo un asalto a los migrantes -en el tren La Bestia- para hacer el cobro de cuota a cientos de centroamericanos. A algunos los secuestraron para más adelante extorsionar a sus parientes en Estados Unidos. Hubo disparos, varios muertos. Pero la cifra oficial fue de uno y dos hondureños heridos. Uno de ellos, hospitalizado, denunció que fueron más los asesinados, que bajaron a mujeres y niños y se los llevaron. Tres Valles –cerca de Cosamaloapan- huele a tufo de fosas clandestinas. El olor acompaña las labores cotidianas de quienes habitan a su alrededor. Todos callan.
 
Hugo Augusto
pulsodi@rio
 
 
 
 
 
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