Votar contra el peor de todos los males
28/05/2014
- Opinión
Votar contra el fascismo, no es votar por el menos malo, sino votar contra el peor de todos los males
Mi contribución al debate (1)
Durante la campaña presidencial que culminó su primera parte el 25 de mayo, al igual que lo hicimos muchos colombianos, no caímos en especulaciones sobre el qué hacer en la segunda vuelta. Teníamos la confianza que nuestro pueblo había madurado lo suficiente como para asegurar que a este nuevo escenario llegarían las únicas candidatas que podían garantizar el tránsito a un nuevo estado de paz con justicia social: Clara López y Aída Avella, por lo tanto la decisión estaba tomada y las tareas por hacer disponían de toda nuestra voluntad.
Pero la realidad nos sigue siendo adversa en sus resultados finales. Como izquierda el Polo y la Unión Patriótica, nos continuamos consolidando, aumentamos nuestra votación con relación a la obtenida hace cuatro años con Gustavo Petro, y también con respecto a las recientes elecciones parlamentarias, inclusive a pesar de la decisión caprichosa del actual alcalde de Bogotá que prefirió apoyar a sus verdugos en esta primera vuelta, o de otros sectores de izquierda y democráticos que se ilusionaron con el voto en blanco.
Indiscutiblemente, para un elevado porcentaje de la población, las decisiones trascendentales para la vida nacional, aún son secundarias frente a los campeonatos de fútbol o los “reality” de las cadenas nacionales e insisten en la contraproducente abstención; otra franja, peor aún, prefieren seguir las rutas señaladas por las conductivas encuestas; mientras que el voto en blanco, expresión válida y consciente, tampoco alcanza resultados importantes, a pesar de sus promotores.
Hoy a escasas tres semanas de la definición en segunda vuelta, solamente quedan dos opciones. Independientemente de nuestras apreciaciones políticas, ninguno de los dos candidatos son garantía de bienestar social, eso lo conocemos por sus actuaciones durante toda su vida pública y por los partidos e intereses de clase que ellos representan.
Se plantea como ganador en primera vuelta, la opción terrorífica de volver a ser gobernados por la peor de las delincuencias nacionales, la que instauró el ex presidente Uribe y de cuyas consecuencias aún somos víctimas. En ese escenario estarían a la orden del día nuevamente las prácticas de represión extrema y abierta a la oposición política, la violación cínica de todos los derechos humanos, el fortalecimiento del capital transnacional, acompañado por las prácticas violentas con las que se establecieron multinacionales como Pacific Rubiales, Anglo Gold y todas las demás, que con su prosperidad económica cobran miles de víctimas desplazadas, huérfanos, viudas y un reguero interminable de pobreza, hambre y tierra arrasada con crímenes contra el medio ambiente. Los paramilitares que ya están cumpliendo sus jocosas penas tendrían un segundo aire, su impunidad estaría más que garantizada por un nuevo gobierno de “seguridad democrática” y “confianza inversionista”; y el verdadero patrón del mal, contaría con la seguridad que su impunidad seguirá siendo protegida por la estructura de un Estado puesto a su servicio, con sus incondicionales generales guerreristas.
Y lo más catastrófico, que el candidato marioneta de Uribe no lo ha negado, estriba en que la aspiración de ver consolidado el proceso de negociación en la Habana, será archivado, lo que garantizaría que nuestro estado de violencia se prolongue hasta cumplir un siglo sin solución. Todo lo anterior sin contar con el fortalecimiento de la contra revolución en Venezuela, los sabotajes al Ecuador y continuar siendo la avanzada militar de los Estados Unidos contra los procesos latinoamericanos.
Por otra parte, para la mayor parte de la izquierda nacional, es claro que Juan Manuel Santos tampoco es ni será el presidente de la paz con justicia social, su mayor logro en este aspecto será la desmovilización de los grupos guerrilleros, quienes se debaten entre una negociación decorosa que reivindique sus años de lucha, pero sin el suficiente acompañamiento social para sacar adelante los puntos, que con tanto esfuerzo intentan negociar, y que son fundamentales para iniciar la consolidación de la paz que todos aspiramos y la alternativa de tener que volver al accionar de las armas, en condiciones desfavorables para su proyecto político y totalmente nefastas para toda la nación.
Con Juan Manuel Santos no habremos superado el conflicto político, social y armado que vivimos hace doscientos años y que se agravó desde la década de los años cuarenta del siglo pasado, pero tendremos la posibilidad de luchar por mayor democracia sin los fusiles del fascismo apuntando sobre nuestras cabezas, como ocurrirá si reconquistan su “Casa de Nari..” y la vuelven a convertir en el tenebroso antro que fue durante los gobiernos de Álvaro Uribe.
Entonces ¿Cómo definir nuestra actuación el próximo 15 de junio?. Nos enfrentamos a dos propuestas neoliberales, solamente que una de ellas fortalecida por sus concepciones neo fascistas y delincuenciales, que al igual que lo hicieron en sus oscuros ocho años de gobierno profundizarían aún más las causas del conflicto social y armado de Colombia, y la otra que ofrece un escenario de negociación, que hoy está más obligado que nunca a refrendar públicamente.
Pero una posible negociación con las fuerzas democráticas, que podrían avalar la reelección de Santos, ante la amenaza fascista del otro candidato, no debe quedar solamente en este punto. Los dos millones de votos deberán entrar a exigir como condición al menos tres puntos adicionales: renegociación de los TLC, freno total a las privatizaciones que ya están agendadas y concertación con las organizaciones sociales en la elaboración de por lo menos la reforma a la salud, la reforma a la educación y la constitución de los estatutos del trabajo y de la oposición.
En definitiva no se trata del argumento facilista de votar por el menos malo, sino de votar contra el peor de todos los males. Pero negociando el avance político y social que nos permita consolidar un verdadero proceso de paz, más allá de los acuerdos de La Habana.
P/D. Espero que hayan argumentos suficientemente más convincentes, desde las necesidades de nuestro pueblo y del Estado mismo, que me señalen la abstención o el voto en blanco como una opción mejor.
Popayán, mayo 26 de 2014
Luis Ernesto López R.
Afiliado al Polo Democrático Alternativo.
(1) Como ya lo he hecho en otras oportunidades, defiendo el derecho individual a participar en el debate, aunque infortunadamente algunos militantes de la izquierda clásica, pegados a los métodos clásicos, no compartan estos procedimientos y siempre esperen la orientación incontrovertible de sus direcciones.
https://www.alainet.org/es/active/74151
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