Niñez víctima de las guerras

25/05/2014
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¿Habrá situación más dolorosamente injusta?
 
La encomiable actitud del Gobierno uruguayo de traer niños sirios de los campos de refugiados, si bien no es remedio total para la gravísima problemática de las personas que huyen por miedo a los conflictos bélicos y sus efectos, al menos ayuda, brinda esperanzas, no se sentirán tan dejados, tan solos…
 
La guerra es un miedo que no llegamos a imaginar de tanto que lastima. Un precipicio infinito por el que se cae eternamente.
 
De los casi dos millones de personas que han huido de Siria a través de las fronteras para escapar de la sangrienta batalla interna que envuelve al país; un millón son niños, según las cifras de Naciones Unidas.
 
Obligados a abandonar sus hogares, se han refugiado en países vecinos, y más de cien mil de ellos viven en el campo de refugiados de Zaatari, ciudad improvisada de tres kilómetros cuadrados en medio del desolado desierto jordano.
 
La vida allí puede ser dura.
 
Los residentes enfrentan una serie de desafíos, principalmente el de la seguridad.
 
Las pandillas son conocidas por operar en todo el campamento y las mujeres y los niños, son particularmente vulnerables a la violencia.
 
Estas son historias de algunos de sus habitantes relatadas por la BBC.
 
Al igual que muchos otros niños del campamento, Haram, de 5 años, ha quedado traumatizado por lo que vivió en su ciudad natal.
 
"Se escondía regularmente bajo la cama", cuenta su madre.
 
Sidra, de siete años, llegó a Zaatari después de huir de su hogar en Deraa. Su hermano y su tío murieron en los combates y fue testigo de los interrogatorios a los que fue sometida su madre.
 
Mientras Sidra y su familia se preparaban para salir, su casa fue bombardeada.
 
"Salimos esa noche", dice la niña. “No tuvimos que llevar nada con nosotros, porque no quedó nada"
 
Hanadi, de 17 años, y su familia huyeron de Damasco.
 
La vida en el campo es difícil, ya que no hay mucho para hacer en medio del desierto.
 
Sin embargo, ella asiste a una de las escuelas de Zaatari y todavía sueña con convertirse en arquitecta cuando vuelva a su país. "Lo que más extraño son mis amigos, mi casa, las calles... Extraño a mis tías, familiares, amigos y a todo el mundo", dice. "Mi principal esperanza es poder volver".
 
Ibtisam fue herida de bala en Siria y dio a luz a su hija en Zaatari.
 
Sufrió cuatro abortos involuntarios antes de llegar al campamento y estaba encantada con la llegada de su hija Dala'a en un lugar seguro. "Cuando estaba en trabajo de parto pensaba en todas las personas que he perdido, todos aquellos que han perdido la vida, y me preguntaba si mi pequeña Dala'a lograría llegar a este mundo”.
 
"Ahora estoy tan feliz que no puedo describir mis sentimientos con palabras. Este es el mejor regalo de la vida”.
 
Es un gesto de solidaria humanidad traer al Uruguay algunos niños de países en conflicto armado. Viajar con familiares les permitirá mantener su identidad cultural y memoria histórica, además de sus afectos, los que les queden. Aunque no solucionemos el horror completo e irreversible de la guerra, al menos hacemos algo. ¡Axé de paz!
 
Susana Andrade- Atabaque
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