El juicio de Bagua y lo deleznable
14/05/2014
- Opinión
Entre algunos hechos deleznables del primer gobierno de Alan García en Perú (1985 - 1990), estuvo la hiperinflación que sumó hasta cuatro dígitos, la malhadada estatización de la banca (por lo mal que se hizo), los negociados con el tipo de cambio y el cambio de moneda que se tuvo por pocos años (el famoso “Inti”) y, como no, algunos hechos de violencia que tuvieron su máxima expresión en la llamada “matanza de los penales” con algunos cientos de integrantes de Sendero Luminoso que, estando presos, fueron muertos a sangre fría (1986).
El señor García, acusado de diversos hechos punitivos, tuvo la “paciencia” de dejar que los plazos de sus juicios expiraran después de 10 años y volvió a intentar de subirse al coche del gobierno, cuestión que logró en reincidencia el 2006. Fue más sencillo ganarle ese año a Humala que a Toledo (2001), ya que pudo presentarse como el mal menor para la estabilidad y orden de los grandes empresarios, cuestión que buscó cumplir desde su primer día en su segundo gobierno (2006 – 2011). Parte de ello fue rebajar las exigencias de cargas impositivas diversas a las grandes empresas mineras y petroleras, reduciendo dicho punto a la buena voluntad de las mismas, a cambio de desarrollar hasta un discurso (la del llamado “perro del hortelano”) para legitimar la lotización extractiva del país, aún a costa, de las poblaciones que eran residentes en ellas.
Los hechos deleznables que resaltan de García en su segundo gobierno giran en torno a demostrar que uno puede manejar como elástico las políticas con tal de asegurarse en el poder y ser tan “consecuente” con sus mentores, aún a costa de mentir al país con argumentos que no estaban en la balanza. Como aquella afirmación que se dijo por la entonces primera ministra Mercedez Araoz: poner mano dura contra las poblaciones indígenas en el reclamo de sus legítimos derechos llevaba a garantizar la firma del TLC con EE.UU. (!!). Y así otros acuerdos y convenios en la selva (y en otras zonas del país) que, además, permitieron nuevas formas de corrupción en las más altas esferas de su gobierno (conocidos con los llamados “petroaudios”). Por cierto, no fue lo único del menú de la corrupción a ese nivel, ya que estuvo recorrida por metidas de mano en variados ámbitos, como los del narcotráfico, dando facilidades (y cobrando por ellas) a varios miles de presos acusados por tales actividades y que vieron la luz de la calle “matriculándose” con más o menos billetes verdes. A propósito, esto último debía dar lugar a un juicio, el cual se ha desestimado en el Poder Judicial por simples patrañas formales, desestimando el asunto como si con ello se disolviera el grave delito de fondo y por el cual debiera ir preso el mismísimo “ex presidente” García.
Pero ocurre que otro de los hechos deleznables de su 2do Gobierno fue lo también vinculado con nuestra querida selva. El llamado “Baguaso” del 5 de junio de 2009, hecho en el cual murieron 34 personas (principalmente policías e indígenas). En una circunstancia de huelga indefinida y bloqueo de carreteras en la llamada “curva del diablo” (Bagua, Departamento de Amazonas), en el nor oriente peruano. Fue una real conmoción ese día, como si uno hubiera estado presente, implicado, intentando detener la violencia que amenazaba con desatarse, pese a la propuesta conversada de levantar la huelga esa misma mañana. Cómo no sentirnos Santiago Manuin, líder indígena que en ese intento fue baleado y hasta se le pensó muerto, cuestión que sería uno de los desencadenantes de la confrontación que vino después, dejando hasta la impotencia de un desaparecido (policía en éste caso) del que nunca se volvió a saber nada más (su familia sigue en la esperanza de que alguna vez se les entregue su cuerpo).
Nada de ello debió ocurrir. Incluso el obispo local, Santiago García de La Rasilla, había llamado varias veces la atención sobre el conflicto, dando razón a los pueblos Awajun y Wampis en sus reclamos, en su exigencia de diálogo y necesidad que se respete la integridad de sus territorios, su cultura y modo de vida. Pero, nos hace pensar, si lo que ocurrió trece años antes (en 1986) con los penales que fueron objeto de masacre, no importó que estuvieran situados en el mismo Lima y Callao (y se produjo el desenlace de entonces), con Congreso simultáneo de la II Internacional Socialista en dicho momento (y el Apra uno de sus anfitriones), ¿por qué iba a preocupar demasiado las ocurrencias (y muertes que se pudieran producir) con indígenas “ignorantes” que no entendían supuestamente las buenas intenciones del gobierno y, además, se encontraban en la casi frontera con el Ecuador, bastante lejos de la opinión pública (muy limeña por cierto).
Ocurrió el “Baguaso”. Inevitable pero evitable. Y como somos parte de las reglas del orden democrático y hay que hacer que prevalezca el “principio de derecho”, estamos asistiendo al juicio penal de lo acontecido hace 5 años y dónde sólo hay pobladores mestizos e indígenas entre los juzgados, con la amenaza de penas que podrían alcanzar la propia cadena perpetua. De parte de los otros responsables, es decir, las autoridades políticas del gobierno, de las fuerzas policiales y armadas, brillan por su ausencia. ¿Quién dio la orden de atacar a la población civil? ¿No habría que llegar hasta el autor o autores intelectuales de ella y ser pasibles de sanción drástica, ejemplificadora?
¿Qué está en juego en un juicio como el que hacemos mención? Seguimos haciendo evidente los desencuentros entre el “Perú oficial” y nuestro “Perú profundo”, por cierto, con otras características a como se ha visto en décadas o épocas anteriores. No sólo ello, también es muestra de nuestra debilidad profunda en el plano institucional y el injusto desbalance con que se mueve la justicia (la política, la economía y la cultura en nuestro país), donde la boca del embudo es ancha para los controladores del poder y muy angosta o nula para los “de abajo”.
Qué decir de la comprensión que se puede dar de mundos culturales distintos confrontados en hachos que no pueden tener sólo un color de vidrio o tamiz desde el cual mirarlo e intentar juzgarlo. Estamos ante un acontecimiento histórico por cuanto nos puede empezar a abrir nuevas rutas de comprensión y compromiso con nuestra sociedad toda y no sólo la que alcanzamos a apreciar lejanamente y mientras no nos afecte. Nos recuerda mucho los valiosos aportes a los que nos abrió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Existe un Perú más complejo al que a veces decimos conocer. Que lo deleznable no nos lo impida verlo y actuar.
Magdalena del Mar, 14 de mayo de 2014
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