No a la formación de posiciones dominantes

29/04/2014
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El gran jurista italiano Luigi Ferrajoli ha afirmado que, en materia de prensa y televisión, la privatización de la esfera pública se materializa en la apropiación de la libertad de información. Y que esa es la novedad de la que ahora debemos los demócratas hacernos cargo. Y continúa diciendo que la concentración de los medios viola la libre competencia entre ellos y el pluralismo informativo.
 
Para defender la concentración se apela a la ley del mercado, asumiéndose que la libertad de información es un corolario de ella. Pero esa libertad no es una variable dependiente del mercado, sino un derecho fundamental de la persona. Y conviene recordar que los derechos de información y a la información pueden ser suprimidos mediante la represión o la confiscación de los medios por el Estado, lo que suele ser el método escogido por los gobiernos autoritarios. Pero también por la concentración de la propiedad privada en ellos. Nos referiremos a esta última, porque es la que puede darse en una democracia.
 
La concentración no sólo limita el pluralismo informativo, sino también provoca un debilitamiento del espíritu público y un incremento en la corrupción. De ahí también la necesidad de prohibir la propiedad cruzada (entre prensa escrita, radio y TV), pues es la única manera de asegurar una efectiva diferenciación en las noticias y opiniones. Ya no se trata únicamente de prohibir el abuso de las posiciones dominantes, tal como ocurre en las regulaciones sobre la competencia económica, sino la misma formación de posiciones dominantes, pues los medios de comunicación operan en espacios públicos, lo que no se da en el mundo de los detergentes, los muebles y otras mercancías, en el que es lícito tener una posición dominante por mayor productividad o ventajas tecnológicas.
 
La democracia debe respetar algunos principios fundamentales para su correcto funcionamiento, como por ejemplo el control popular sobre el gobierno de turno o la separación de poderes. En consecuencia, es preciso resguardarse si surge un poder superior a los demás que influye en el mercado de tan grande manera que hace difícil o imposible cumplir con el ideal democrático. El poder excesivo rompe la ecuación fundamental de un ciudadano, un voto; pues intensas campañas publicitarias concentradas tienden a generar desigualdades, vinculadas a la mayor riqueza o poder adquisitivo, pero también a la muy desigual formación intelectual de las personas.
 
Más aún cuando, en un país como el nuestro, amplias capas de la población (recordar encuestas en materia educativa) carecen de una dosis mínima de ilustración para comprender a cabalidad intrincados problemas vinculados a la administración pública o a propuestas legislativas. Es aquí cuando aparece con claridad la preocupación porque el discurso público no debe estar determinado únicamente por factores de mercado, que es lo que sucede cuando se concentra la propiedad privada en los medios de comunicación y se utiliza un porcentaje altísimo de la totalidad de la publicidad.
 
- Baldo Kresalja es Ex ministro de Justicia
 
Ideele Revista Nº 237
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