La distribución del excedente nacional
08/04/2014
- Opinión
La semana pasada el Vicepresidente Álvaro García Linera, en el auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas de la UMSS, expuso el tema “modos de acumulación y usos del excedente en la economía boliviana”.
La exposición de un tema de semejante trascendencia que tiene que ver con el tipo de sociedad y el modelo económico nacional, no pueden pasar desapercibidos, máxime cuando el propio vicepresidente se encargó de señalar que en el plazo de una década “el país debería tener otra voz en el contexto internacional”. No es para menos, porque dependiendo del uso y destino que se dé al excedente o la riqueza nacional que produce el país, se habrá conformado un tipo de sociedad y una determinada noción de patria que deberían corresponder al imaginario nacional perfilado en la Constitución.
En esa perspectiva, destacaron los siguientes planteamientos que vale la pena revisar. En primera instancia, llamó la atención que el referente utilizado por el vicepresidente García Linera para emular y “producir una riqueza similar hasta el año 2025”, sea nada menos que Chile. Es decir, un tipo de sociedad y un tipo de economía, fuertes sí, pero sobre la base de un régimen económico neoliberal, la desnacionalización de sus recursos y una muy agresiva privatización y extranjerización de sus empresas, que ha embargado a ese país a los intereses transnacionales e imperialistas, hasta el punto que inclusive su sistema educativo depende y ha sido copado por la lógica empresarial.
Pero al margen de sorprender la imagen referencial sobre el tipo de sociedad que tiene en su mente el vicepresidente para Bolivia, y que se encuentra precisamente en la antípoda de un modelo antineoliberal, anticapitalista y antiimperialista que se encuentra como mandato en la Constitución; también llama la atención el carácter lineal y mecánico del razonamiento. Se da por supuesto que en diez años será posible “la tarea de conseguir que se llegue a una relación de 1 a 1 con la economía chilena”, como si dicha sociedad fuese a mantenerse estática lo mismo que su economía.
El segundo aspecto que vale la pena mencionar sobre la exposición realizada, está referido a la distribución de la riqueza nacional. Coincidimos con el criterio que la distribución de la riqueza nacional producida constituye un factor fundamental para el futuro de la nación, porque evidentemente dependiendo de la forma cómo se haga, no solo pueden abordarse y mitigar los problemas de pobreza y desigualdad que existe en el país, o sentarse las bases para el bienestar y la satisfacción de las necesidades básicas del pueblo; sino principalmente transformar la sociedad y su economía.
Al respecto, no es posible ignorar y mucho menos olvidar lecciones históricas de coyunturas económicas similares a la actual, pero que evidente y muy penosamente han discurrido (como la misma riqueza generada) como si nunca se hubiesen producido. Es el caso emblemático de Potosí que, como todo el mundo recuerda, bien pudo haber construido un puente de oro y plata hasta España con el producto de la explotación de sus riquezas, pero que ciertamente no dejó prácticamente nada para su población que aun hoy se debate en la pobreza. Pero lo peor es que no se trata del único caso. Lo mismo podría decirse de otras poblaciones mineras como Llallagua, Colquiri, Huanuni, Pulacayo, etc., que hoy están como están a pesar de haber tenido minas y vetas muy promisorias. O es el caso de Riberalta y Cobija en el norte amazónico, que también vivieron el “esplendor” de la época de goma y la castaña y sin embargo persisten en una situación que no es precisamente de bonanza.
Podríamos continuar con la enumeración de casos similares, empero lo que se quiere resaltar es que el asunto de la apropiación y destino de la riqueza nacional, no tiene que ver únicamente con el objetivo o la necesidad (según plantea el vicepresidente) de construir una “potencia” en el contexto internacional, o de que “nos hayamos aburrido de ser el más pequeño, el más abusado, el más desorganizado” y que debamos constituirnos en “una economía media”. Es más, ni siquiera tiene que ver con la superación de viejas demandas de injusticia que continúan presentes, o que el excedente económico se quede en el país para que sea destinada al área productiva, según lo que (supuestamente) está sucediendo actualmente. En realidad, todo ello y aun cuando todos los bolivianos pudiésemos gozar de la bonanza económica y el excedente económico producido, no nos haría diferentes y más bien nos igualaría al tipo de sociedades capitalistas, extractivistas y neoliberales que no solo se encuentran en crisis, sino que forman parte de un sistema decadente que ya no encuentra nuevas recetas para reciclar su agonía.
En realidad lo que NO ha dicho el vicepresidente García Linera, es que el asunto estratégico de la apropiación y distribución del excedente sea destinada a la transformación y diversificación del aparato productivo (incluyendo la generación y apropiación de la tecnología) y al cambio en las relaciones de producción, de tal modo que no solo se cumpla la tarea de liberación nacional, sino también la construcción de un modelo alternativo al capitalismo extractivista y neoliberal todavía imperantes, y que al parecer el vicepresidente pretende perpetuar.
Finalmente y como corolario, la tercera idea que vale la pena discutir es la relacionada a que el país estaría viviendo “una economía de transición del régimen capitalista hacia el socialismo”. Al respecto, el concepto de transición ya delata la intencionalidad de perpetuar un capitalismo que aún persiste y que continuará siendo (no se sabe por cuánto tiempo más), el sistema que enrutará la transición. Si a ello añadimos el propósito señalado por el vicepresidente de que en la próxima década los bolivianos debemos hacer los mejores esfuerzos para constituirnos “en una potencia de economía media”, en realidad ya no habría ningún motivo para hablar de ninguna transición al socialismo. Se afirma esto, puesto que al consolidar y reforzar los mecanismos de crecimiento económico, mejoramiento y optimización de la producción (y por tanto de las relaciones de explotación de la fuerza de trabajo y la naturaleza), y la distribución de la riqueza para mitigar la pobreza y las desigualdades sociales (pero sin resolver las causas que originan esta situación), en realidad lo único que se estará consolidando y construyendo es aquel “capitalismo andino” que el propio vicepresidente defendió en algún momento. Peor aún, si se toma en cuenta que no ha existido ni siquiera una mención tangencial a la necesidad de impulsar y promover el cambio en las relaciones de producción, o la transformación del sistema productivo en los términos señalados anteriormente y que, efectivamente, podrían conducir a la construcción de ese socialismo que el vicepresidente deja hacia una transición indefinida.
Por lo demás, también es claro que cuánto más potencia económica capitalista seamos, más difícil será y mayores resistencias sociales se tendrán para transitar al socialismo, ya que los antiguos sectores populares y clases explotadas (reconvertidas en nuevas clases medias aburguesadas que tanto se ha resaltado), menos voluntad tendrán en impulsar ningún tipo de cambio que afecte su propiedad y su nuevos intereses. En fin, de socialismo nada, todo lo contrario.
Cochabamba, Bolivia. 9 de abril de 2014
Arturo D. Villanueva I.
Sociólogo boliviano
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