Diálogo con Miguel Tinker Salas:

La relación entre cultura y petróleo

02/04/2014
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Miguel Tinker Salas
“El proyecto siempre se ha centrado en el papel del Estado en el petróleo y no en la cultura petrolera”

 
 El lanzamiento en la 10º edición de la FILVEN-2014 del libro «Una herencia que perdura. Petróleo, sociedad y cultura en Venezuela» del investigador y profesor de Historia Latinoamericana en Pomona College (California) Miguel Tinker Salas, ha servido de oportunidad para plantear un interesante diálogo con él sobre algunos temas que giran alrededor de la relación entre cultura y petróleo. Tinker Salas, un hombre nacido y criado en un campo petrolero en Venezuela, trabaja en este texto la forma histórica cómo la industria petrolera ha impregnado la consciencia y los imaginarios de varias generaciones de venezolanos, y las trascendentales implicaciones político-culturales de este proceso. Pensando estos temas desde el contexto actual de la Revolución Bolivariana, iniciamos una discusión que, a nuestro juicio, plantea elementos fundamentales para pensar nuestro presente y futuro como nación.
 
ETM: Cuando uno evalúa la coyuntura actual que vive Venezuela y la Revolución Bolivariana, no deja de preguntarse y de tratar de entender qué vínculos tiene esta coyuntura con una discusión de carácter histórico-estructural, muy importante y casi vital, como es la de la relación entre cultura y petróleo. ¿Cuál es tu visión al respecto?
 
MTS: Todavía hay “una herencia que perdura”, y es evidente en lo que estamos viviendo ahora. Creo que todavía existe mucho de lo que fue en un momento dado, la perspectiva de una empresa extranjera que posteriormente fue absorbida por la nueva industria petrolera venezolana “nacionalizada”; o sea, que la nacionalización no implicó un cambio en la cultura empresarial, más bien implicó una continuidad y también en cierta forma libró a los ejecutivos de la empresa a no pensar como una industria nacional, porque ya no tenían el criterio de ser extranjeros. Por el hecho de ser venezolanos, ya en cierta forma podían librarse de la preocupación sobre el nacionalismo, sobre el Estado, e incluso podían empezar a visualizarse o plantearse el reto de ser una industria petrolera internacional ligada o compitiendo con las grandes transnacionales, llegando a ser quizás una de las «Siete Hermanas» como meta o como proyecto.
 
Yo creo que hay varios factores a considerar, como el hecho de que algunos de los sectores de la oposición habían sido los anteriores empresarios de la compañía petrolera nacional. Con la renacionalización a partir del proyecto de Hugo Chávez Frías, pierden el control de la empresa, porque la empresa en sí era su guardián ante el Estado, era su forma de presionar al Estado. La empresa era un Estado dentro de un Estado, con sus propias normas, con sus propios criterios, su propio sentir de cultura, con los valores como la meritocracia, la clase técnica, la clase dirigente, con sus conceptos de valorizar lo extranjero y la relación con EEUU. Entonces pierden el aparato, y en cierta forma pierden la forma de ejercer presión o control, o extraer concesiones del Estado, lo cual los obliga a hacer eso ahora políticamente en un campo en que ahora también las condiciones de encuentro han cambiado, donde el discurso del gobierno toma el tema del petróleo en una forma que no había tomado anteriormente.
 
ETM: Hay un largo proceso en el cual se va gestando una especie de mezcla si se quiere “extraña”, una hibridación entre un nacionalismo petrolero que busca sus rasgos “endógenos” y un formato empresarial con un alto contenido extranjero, la cual se va haciendo cada vez más compleja. A tu juicio, ¿cómo se desarrolla esta particular hibridación?
 
MTS: Es muy interesante porque si ves en la etapa anterior a la nacionalización, por ser estadounidense, por ser extranjero, hay una preocupación de cómo bregar, cómo ligar con el tema nacional, con la presencia de una industria extranjera en Venezuela y como desarrollar prácticas que ligaran a la empresa extranjera con los llamados intereses nacionales. Como señalo en el libro, lo curioso del proceso que ocurre con las empresas estadounidenses y europeas, es que ellas se dan cuenta que no pueden contar con el Estado después de la muerte de Gómez. Gómez brindaba un apoyo completo. Aunque Gómez también manipuló un poco a las contradicciones. Por ejemplo, cuando estalla el Barroso II, Gómez juega a la contradicción y asegura a los campesinos de la zona, que van a recibir compensación por los daños ocasionados por el derrame del petróleo. O cuando se encuentra con el caso del primer incendio de Lagunillas de Agua, el utiliza la exigencia por parte de las personas en Lagunillas para extraer concesiones de la empresa petrolera. Las empresas se dan cuenta que con la muerte de Gómez, pierden ese escudo de protección, y no pueden contar simplemente con López Contreras y Medina, porque también saben que están sujetos a diversas presiones. Aunque inicialmente López Contreras le dio garantías.
 
Creo que en ese sentido van elaborando un proyecto para asociarse con la nación, para asociarse con lo que ellos consideran los valores nacionales. Y en eso tienen apoyo. Vemos cómo la empresa busca aliarse con sectores nacionales, tanto intelectuales como en el emergente sector político para los cuales la empresa representa la modernización. Es interesante la forma en que vinculan la empresa con modernización, con democracia, con la nueva posición de Venezuela en la región y a nivel internacional. Yo no creo que se le atribuye a ningún otro producto de exportación esa clase de atributos. O sea, no vemos a nadie en Honduras diciendo que la exportación de cambur va a cambiar completamente la sociedad hondureña, que va a traer democracia, que va a traer nuevos lazos con Estados Unidos, y relaciones de respeto. Pero con el petróleo si, ¿verdad? No vemos con el cobre, que en Chile dicen que “el cobre va a traer democracia”, más bien no. Pero con el petróleo sí. Le damos atributos al petróleo que es inconsiderable de cualquier otro producto de exportación. Le damos atributos de democracia, de modernización, de un impulso a una clase media, de progreso y civilización, que no se le da a ningún producto de exportación. Por eso es que está la coyuntura: el momento dado de una emergente y ambiciosa clase media, que se ve claramente en la generación del 28, que vuelve a expresarse de nuevo en las protestas contra López Contreras. ¡Que sí es una exigencia por democracia! Sin duda, de clase obrera y clase media también. Pero que también en un momento dado, quizás reconociendo su propia debilidad o también reconociendo la oportunidad que ofrecía la coyuntura, se liga a un proyecto nacional que también le permite a la empresa crear las condiciones para promover una cultura que lo favorezca, y asociarse con esos valores: modernidad, civilización, desarrollo, democracia. Aunque es importante aclarar, a la industria no le importa si es democracia o dictadura. Eso queda claro. Pero sí, vemos esa asociación, vemos esos atributos con el petróleo, y vemos la forma en que la empresa (Standard Oil) en su mesa directiva llegan a la conclusión que tienen que cambiar la relación de la industria con la sociedad y el estado, que hay que asociarse, hay que valorar conceptos nacionales, hay que ligarse a ellos, y hay que impulsarse como promotor de ese proceso. Y en eso la alianza incluye a una clase media ambiciosa que la empresa petrolera identifica como la aliada natural, porque además ese discurso cabe dentro de sus perspectivas y ambiciones. Y también la clase obrera empleada por la industria petrolera, que va a ser la mejor remunerada, y la que va a recibir los mejores beneficios. Y también un sector intelectual como mencionaba en discusiones anteriores, que en ese momento incluía desde Julián Padrón, Mariano Picón Salas, a Arturo Uslar Pietri, personas de izquierda como Miguel Acosta Saignes, etc. Intelectuales que influyen en un discurso nacional, Ramón Díaz Sánchez. Es muy interesante que la crítica de Ramón Díaz Sánchez, en los años 50, es absorbida por la propia Creole, que le publica su libro en forma seria en “El Farol[1]. O sea que la industria se siente tan segura de su nueva postura y su nueva posición, que puede criticarse a ella misma en el contexto de lo que fue el pasado, y usando ese pasado para demostrar que ahora no somos así.
 
Cuando se establece la empresa nacional algunos opinan que se pierden las preocupaciones sobre el nacionalismo y sobre el Estado, y en cierta forma les permite desasociarse de lo que es la realidad nacional, o de una agenda nacional. Pero en su trasfondo, eso implica también una continuidad con el sentido de una industria que estaba ligada a mercados internacionales, que tenía como proyecto ser la fuente de la modernización. Primero la fuente económica de recursos del país. Después el modelo hacia el país, de lo que ellos podrían llamar la modernidad, el ejemplo de lo que podría ser la tecnocracia, la tecnología, y una clase tecnócrata, y además también la supuesta “meritocracia”. Entonces creo que esos valores ellos se los autodefinen, y los utilizan, y los manejan con un lenguaje que les permite tratar de crearse como una entidad distinta, pero sin pensar a largo plazo como estaban en cierta forma repitiendo los errores de las empresa estadounidense en su primera etapa, que contaba con el apoyo del estado, contaban con Gómez y con una jerarquía política, y el hecho que debían haberse preocupado por esa relación. Creo que es interesante la forma en que ese proceso se vuelve a repetir.
 
 
ETM: Hay un carácter de rescate del nacionalismo petrolero en el Gobierno Bolivariano con respecto a su pasado próximo de “Apertura petrolera” en la década de los 90. ¿Cómo se expresan estos elementos en el debate social y cultural, en los vínculos que tiene el pueblo con el tema petrolero?
 
MTS: Es importante señalar que en el 76 cuando se nacionaliza el petróleo, no hubo una profunda discusión a nivel nacional sobre lo que implicaba la nacionalización. Lo que me llama la atención a mi es la forma en que el petróleo en cierta forma después del 2000, se va democratizando. Ya no son los expertos que pueden opinar sobre el petróleo. Ya la población en general comienza a discutir, a debatir, y plantearse el petróleo, aunque no se profundice en todos los términos y en todos los aspectos, y menos en lo social y lo cultural. Al menos hay un debate, una forma de discutirlo que va democratizándolo, que va sacándolo de la órbita del sector tecnócrata, que anteriormente lo había manejado, e incluso se van discutiendo y desmontando esos valores que antes se exaltaban como la meritocracia, la clase técnica, la clase dirigente, la relación con EEUU, porque hay que recordar que el petróleo naturaliza las relaciones con los EEUU, el petróleo inserta a Venezuela dentro de la órbita política, cultural y social de EEUU, el «american way of life». Eso ahora, en cierta forma, está convulsionado, no hay un proyecto completamente nuevo, hay uno que todavía comparte algo de lo viejo, pero que crea un desequilibrio para esos sectores, y creo que eso también polariza a esos sectores, que ahora ven la defensa de sus privilegios, de sus posturas y posiciones, como algo que van a ejercer políticamente aun cuando se encuentran en un ámbito político muy distinto.
 
 
ETM: Cuando se piensa en los imaginarios sociales, en las capas de la cultura social y popular, ¿cómo piensas que esto que cuarenta años atrás llamó Rodolfo Quintero la «cultural del petróleo», aún opera sobre los imaginarios sociales, sobre la formas de construcción de subjetividad, en la forma de pensarnos los venezolanos, de proyectarnos en el tiempo presente y futuro, y también en un proyecto de país?
 
MTS: El proyecto llego a incluir mucho más de lo que Rodolfo Quintero se imaginaba. Aprecio mucho el trabajo de Quintero, pero el planteaba lo de la cultura de una manera muy mecánica. Que el petróleo crea el nuevo hombre petrolero o la mujer petrolera —no dice mujer, pero dice hombre—. Me parece que eso es un aspecto muy mecánico, porque el proceso de cultura en realidad no es siempre tan automático. La cultura es algo muy fluido, algo siempre en proceso de transformación, algo siempre evolucionando. Incluso lo que ocurría en el campo petrolero era algo que estaba en proceso de formación, y que el individuo participa a la vez que también participa la empresa y estaba evolucionando, y da la apariencia bajo el viejo paradigma que el individuo de «cultura del petróleo» va a actuar de una forma determinada. No creo que vaya a actuar de una forma determinada. Hay resistencias, hay cooperación, hay inclusión y exclusión, el proceso es mucho más complejo. Yo trato de llegar un poco a esa complejidad para entender que es lo que es la cultura del petróleo, porque no siempre es un proceso lineal, no siempre va a ir de punta en punta, hay altibajos, hay procesos, hay negociación.
 
Pero creo en cierta forma que Quintero tenía razón: la industria tenía valores que quería impulsar, la industria quería crear un nuevo hombre y una nueva mujer, y una nueva sociedad. Se logran imponer algunos preceptos que van desde rehacer el espacio tradicional urbano, rehacer conceptos de tiempo y de percepción de vida, conceptos de socialización, dentro de un contexto como es el campo petrolero en el cual todas las personas son de distintas partes de Venezuela, donde hay ese encuentro social también, en el cual el hecho de que todas las personas son de diferentes partes crea cierta condición para poder imponer también una cultura nueva. Y también por su puesto, se normaliza la presencia de extranjeros en posiciones de autoridad, e incluso de tecnócratas en posiciones de autoridad, se identifica ese conocimiento con esa clase tecnócrata, y también con la relación con Estados Unidos, naturaliza a Venezuela operando en la órbita de Estados Unidos. No se puede descartar las relaciones de asimetría que existían en los campos y que los campos son resultados de esas relaciones de poder.
 
Bueno, yo creo que obviamente hay una ruptura en la actualidad. Porque entre 2000 y 2002, existe una ruptura sobre lo que sería ese imaginario, primero por parte de lo que fue la empresa, de lo que fue el sector empresarial. Su proyecto obviamente era situar a PDVSA como una de las grandes empresas petroleras extranjeras, operando a nivel internacional. Quizás residen en Venezuela, pero operaban a nivel internacional –el proyecto de CITGO, el propio proyecto del Orinoco−, situar entonces a PDVSA como una de las grandes empresas petroleras internacionales, con el simple hecho de que operaba en Venezuela. Pero estas políticas lo separan, incluso de la nación, y plantearse ser una empresa dentro de un Estado, un Estado dentro de un Estado, se va separando, se va aislando, y va asumiendo un proyecto que en cierta forma todavía continua para su propia clase interna, y para un sector de la clase media, esa idea de la meritocracia, esa idea de la clase tecnócrata, esa idea de la relación con los EEUU, y creo que existe entonces una ruptura, en que ya hay otra visión a nivel político que todavía no logra reemplazar la anterior, o sus bases fundamentales, pero que poco a poco va cobrando importancia dado el hecho que el gobierno utiliza a PDVSA como su principal fuente de recursos para una serie de programas sociales, de misiones sociales, etc. Comenzamos a ver, aun con todas sus contradicciones y con todos sus problemas, comenzamos a ver una ruptura muy clara, muy concreta, donde la empresa no es simplemente el estandarte de un solo sector, o de un solo grupo político, o de una visión política, o de un noción de modernización y civilización, pero se va ampliando y se va extendiendo, y me parece muy interesante la forma que también se va a democratizar el discurso petrolero y el sentir petrolero aun cuando falta profundizarse y falta entrar a otros temas. Pero ya deja de ser simplemente el tema dominado por un solo sector.
 
ETM: Después de 15 años de proceso de transformaciones, si se quiere de proceso revolucionario, en términos culturales, ¿cuáles son las transformaciones podríamos resaltar? Pensar no sólo en avances y logros, sino también echar una mirada a los aspectos en los cuales no hemos quedado atascados culturalmente. ¿Qué piensas al respecto?
 
MTS: Tengo una cita en mi libro, es de Arturo Uslar Pietri, en el cual dice que el petróleo se había convertido en una identificación “irracional de nuestra identidad”, y termino mi libro diciendo que yo creo que el petróleo dejó de ser esa identidad irracional venezolana. No quiere decir por supuesto que todavía no existe una herencia política y social, que aún no se ha logrado desmontar. Creo que todavía existe esa cultura petrolera porque en realidad no se ha bregado con lo que implica eso, se bregó con lo político: control de la empresa, control de la industria, control del poder político, económico, pero nunca se bregó con lo que implicó esa cultura y su legado, todavía falta profundizar sobre ese tema. Todavía está vigente, todavía existe entre grandes sectores de la población esa noción, y todavía el gobierno también en cierta forma lo usa para decir que el petróleo es ese instrumento que nos va a llevar a ese cambio, en este caso ahora socialista, pero que antes era capitalista y “modernizador,” ahora sigue siendo el petróleo todavía ese vínculo, y aún seguimos dependiendo más y más del petróleo, o sea que todavía está el reto de impulsar industrias nacionales, impulsar esta noción de poder ser autoproducentes en varios aspectos, y creo que todavía estamos viviendo esas contradicciones de la cual hablaba Quintero, y que yo también humildemente he tratado de expresar.
 
ETM: Tomando esta última idea que acabas de plantear, ¿Por qué piensas que no se ha bregado para sortear nuestra herencia de cultura del petróleo en este proceso revolucionario? Y además, ¿por qué históricamente en la literatura y la teoría política y social venezolana se ha escrito tanto del petróleo desde el punto de vista político, desde el punto de vista social, pero tan poco sobre el tema cultural y antropológico del petróleo? ¿Por qué crees que hay ese sesgo y se dan esos dos fenómenos?
 
MTS: El enfoque siempre había sido el reivindicar el papel de Venezuela y el Estado en el petróleo. O sea, que el enfoque había sido político siempre, tanto por parte de la izquierda como ahora por parte de la oposición. O sea, el esfuerzo, el proyecto, la dirección había sido reclamar, reclamar algo políticamente, sin entender que todo proceso político viene con su cultura, con su proyecto, con su propia visión. Incluso cuando hablamos de nacionalizar el petróleo en el 76, hablamos de recobrar el petróleo para la nación, nunca bregamos con el tema de la cultura empresarial, cómo se controlaba, cómo se manejaba, quién lo operaba, qué valores todavía impartía la industria, en todas sus formas, todavía tenemos que bregar con eso, no se le hadado la atención, porque no se entendía profundamente. Se veía en el trabajo de Quintero, se pensaban que al Estado recobrar la industria, de alguna forma mágica esa cultura desaparecería, lo cual es un error. La cultura no opera de esa forma, por eso decía que hay un aspecto mecánico en entender cómo trabaja la cultura, cómo funciona la cultura, cómo se penetra y cómo uno reacciona. No soy un gran admirador de Clifford Geertz, pero Geertz discute la importancia de la cultural como un programa social que opera dentro de la órbita social de la cual poco cuestionamos en el quehacer diario. Y creo que todavía tenemos ese reto en lo que se refiere a la cultura petrolera, para poder bregar con ella primero hay que entenderla, y entender cómo informa nuestros valores, y procesos sociales, y si no la entendemos no podemos bregar con ella.
 
ETM: Hablando de imaginarios, hay un concepto que ha regido en muy buena medida nuestro ideario social sobre el proyecto nacional, sobre la idea de «progreso» y «desarrollo», un concepto que toca toda la representación sociopolítica del venezolano, que es esta idea de “sembrar el petróleo”. ¿Se puede “sembrar el petróleo”?
 
MTS: Dentro de la realidad económica si se pueden usar recursos del petróleo puntualmente para impulsar desarrollo no petrolero. Pero hay que entender cuál fue la meta inicial de “sembrar el petróleo”: fue el sueño de crear una burguesía venezolana, o sea, no fue un proyecto socialista, fue un proyecto capitalista. La idea bajo Medina Angarita, y hay que entender que no viene solamente de Arturo Uslar Pietri, venía de una generación en la cual se incluía a Alberto Adriani, y otros individuos, cuyo énfasis venía de una sociedad agrícola que miraba la importancia de crear, al igual que en el resto de América Latina, de crear una industria de sustitución de importaciones para poder crear así una burguesía venezolana y darle auge y espacio para que pudiera producir. Esa era la intención fundamental de “sembrar el petróleo”. Ahora el gobierno le ha dado otro giro, otro aspecto. En este contexto creo que se puede hacer, pero puntualmente. Creo que hay que entender también que vivimos en una economía globalizada y que en el contexto regional, cuando existe un Mercosur, cuando existe un CELAC, cuando existe un UNASUR, existen también recursos regionales y que ningún país en sí puede desarrollar todo, que vamos a tener que depender en cierta forma de ese contexto regional. La cuestión es cómo regular, cómo manejar y cómo contribuir a que eso no cause condiciones de asimetría.
 
ETM: Hay una relación antropológica que has resaltado en tus trabajos, que expresa la relación entre el ordenamiento del espacio y el tema de la reproducción de la cultura. Cuando uno ve los análisis que haces sobre la relación entre campo petrolero y cultura, entonces surgen preguntas. Estamos reproduciendo en la Faja del Orinoco nuevos campos petroleros. Tal vez pensados de otra forma, e insertados en otros tiempos, pero ¿cómo evalúas las implicaciones que tendrían estas nuevas implantaciones petroleras en el norte del río Orinoco?
 
MTS: Definitivamente ese es el reto, cómo se están fundando, qué cultura están reproduciendo, qué valores reproducen, cual es la jerarquía que reproduce, qué factores de asimetría están representando, qué relación tienen con la comunidad local. Lo que he visto por ahora, hay cierta separación, y siempre existe el temor de que esta nueva experiencia tienda a recrear parte de lo que se criticó tanto en el proceso anterior. Admito obviamente que no he examinado tan profundamente los nuevos campos, pero siempre existe ese temor de que en ese proceso donde se crea una comunidad o una clase obrera apartada, se puede caer en los mismos errores del pasado.
 
ETM: Dado que la Revolución Bolivariana ha entrado en un proceso de disyuntiva, una bifurcación, entre un camino reivindicador y uno regresivo, ¿cuáles crees tú que son los horizontes en términos culturales que pudiésemos tener como referencias dados los antecedentes que hemos examinado? ¿Cómo lo ves tú sobre todo en este momento tan complicado para el proceso de cambio?
 
MTS: Es interesante el debate en que existe entre gobierno y oposición. Fundamentalmente lo que está en juego, son distintos modelos de nación. No quiero decir con esto que en todo existe esta contradicción pero en cierta forma un modelo que apuesta a una integración regional, a un proceso más autóctono, y que impulsa una visión internacional muy distinta, y otro que por el momento no se define, y no aclara si va a ser neoliberal, o va a ser rentista, y creo que esa es la disyuntiva. Porque en realidad no existe una oposición con la cual se pueda debatir, negociar o discutir, y creo que hace falta en Venezuela una oposición democrática, hace falta una oposición con la cual se pueda negociar. No creo que vayamos a resolver temas tan profundos como la economía, o el crimen o los temas sociales que enfrentamos, simplemente con una sola postura. Creo que es importantísimo el diálogo, y creo que la falta de diálogo, la falta de espacios para ese dialogo, y la falta de una oposición que se ponga como reto participar en ese proceso, sin perder su postura, sin perder su visión daña al país. Pero interesantemente lo que yo mantengo es que la oposición en Venezuela se está pareciendo más y más a la situación política que existe en los Estados Unidos: en cierta forma la oposición enfrenta el reto del Tea Party en EEUU, porque tiene en su seno una facción para la cual cualquier debate o discusión implica la traición, y otro que todavía no se define y tiene miedo de definirse porque si lo hace perdería espacio dentro de lo que es la oposición. Entonces eso indudablemente causa una situación que es difícil de resolver ante esa realidad.
 
 
ETM: ¿Crees que esos dos grandes proyectos nacionales producen actualmente identificación en las multiplicidades de la cultura social y popular, en esas identidades políticas compartidas que se generan en la población? ¿En general las personas se sienten identificadas con esos proyectos nacionales en disputa? ¿Puede haber otro proyecto cultural popular que no sea exactamente el que ofrecen estos dos grandes actores nacionales?
 
MTS: Falta mucho más para poder profundizar sobre esos temas. Sin duda están los parámetros, está el esquema, está el discurso político, pero yo creo que todavía nos encontramos en una posición donde los planteamientos no ha penetrado completamente, no se ha logrado debatir todas sus implicaciones. Creo que falta profundizarlo mucho más. Rompiendo los dos esquemas gobierno-oposición, el país necesita tener un espacio para esa discusión y aun no se ha logrado. Insisto, que también esa discusión es difícil en un país como Venezuela el cual históricamente ha sido un país fragmentado donde algunos sectores actúan como si el país les pertenece, y creo que todavía eso es evidente en el discurso político.
 
ETM: Para cerrar, plantéanos un par de tesis polémicas de tu libro que puedan aportar al debate para pensar alternativas a los problemas que tenemos como país rentista.
 
MTS: Uno de los argumentos más aceptados en Venezuela es que el petróleo acabó con la agricultura. Yo creo que no fue así. La agricultura estaba postrada cuando llegó el petróleo. Más bien, la llegada del petróleo, le ofrece nuevos mercados al sector agrícola. La agricultura no tenía la capacidad de desarrollo, no había la inversión, estaba monopolizada por algunas familias, y por lo tanto, traemos esa deuda todavía para poder alimentar al país. Desde 1935 hemos sido un país importador de comida, y es algo que todavía hasta el momento no hemos logrado superar.
 
Otro tema está ligado al proyecto nación en Venezuela, impulsado en gran parte por las empresa petroleras, y el aspecto cultural y social que promovió ese proyecto, sus implicaciones, tema que no se ha debatido profundamente, y por lo tanto no entendemos sus repercusiones, su impacto, y el hecho que aún sigue siendo, “una herencia que perdura”.
 
Emiliano Terán Mantovani es sociólogo de la Universidad Central de Venezuela e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).
 

 
[1]“El Farol” era una revista mensual publicada por la Empresa Creole Petroleum Company desde 1936 hasta 1973 en Venezuela, la cual nació como un órgano de difusión interna de eventos sociales y movilidad de los empleados en los campos petroleros, hasta convertirse en un medio de propagación de alcance nacional de los valores que las compañías petroleras consideraban importantes para sus objetivos políticos y económicos.
 
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