Otra muerte anunciada: Caso Petro

19/03/2014
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Esta vez no mataron a Gaitán, mataron a la poca democracia que quedaba en pleno corazón de la vida política del país. Desde el palacio de Nariño en la plaza de Bolívar de Bogotá, en medio de una carrera electoral en la que el presidente candidato no mueve un dedo sin el cálculo político que lo reelija, anunció la destitución del alcalde Petro. Según las voces políticas de oposición, las oligarquías sellaron con una ráfaga jurídica y de injusticia las voces de toda expresión democrática que en adelante se niegue a aceptar los mandatos de las elites en el poder, sostenidas en interpretaciones acomodadas de las leyes y con la impunidad campante que fortifica a las mafias.
 
Se ha impuesto el modelo de la judicialización y destitución de adversarios políticos elegidos. Se ha sentado una ejemplarizante medida de escarnio frente a los gobernantes independientes o de la izquierda desarmada y se ha impuesto el modelo de despojo de lo poco que quedaba de respeto por el voto popular. El gobierno del presidente Santos no acató las reglas del Derecho Internacional, ratificó que no acata nada distinto a sus propias decisiones. El Estado dio muestras de su capacidad de articulación como un solo cuerpo para defender su territorio, su status quo.
 
No mataron otra vez a Gaitán, esta vez mataron lo poco que quedaba de democracia y participación popular para elegir a sus gobernantes. El gobierno envía con esta decisión, anunciada desde el día que Petro ganó la alcaldía, el peor de los mensajes a la mesa de conversaciones de La Habana y coloca una mina de desconfianza sobre el futuro cumplimiento de los acuerdos de participación política de la insurgencia. Anunció lo que entiende el gobierno por la paz que se negocia.
 
Fue un golpe de Estado a Bogotá, dijo el alcalde Petro en su último discurso desde el balcón de la plaza de Bolívar. Ha dicho que el presidente le mintió en público y en privado al haberle confiado que acataría las medidas cautelares por pérdida de derechos aplicada por la CIDH, pero no lo hizo. Petro invitó a no dejar caer una sola gota de sangre del pueblo inmerecida por quienes lo han destituido anulándole sus garantías políticas. Invitó a avanzar en las movilizaciones populares para crear otro poder en manos de la gente, sin oligarquías, con la fuerza de la indignación. 
 
 
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