Maduro y la sabia sentencia clásica

06/03/2014
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Estados Unidos, desde luego, no ha renunciado ni va a renunciar a su propósito imperialista de derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Y exactamente lo mismo puede decirse de la oligarquía criolla. Esta última vez los aprestos golpistas no han funcionado como esperaban sus promotores nacionales y extranjeros. Las protestas prefabricadas y financiadas por Washington no lograron crear el clima social que colocara a Maduro contra la pared para obligarlo a renunciar a la Presidencia o para conducirlo por la fuerza de los hechos a una negociación con EU y la oligarquía, negociación que en sí misma sería una derrota y la liquidación del chavismo.

 
Ya decía el Che Guevara que al imperialismo no se le puede hacer ni la más mínima de las concesiones, pues esas concesiones son la semilla de la derrota. Nicolás Maduro no tiene más alternativa que la firmeza jurídica y política. Si quieren sacar al chavismo de Miraflores, pues que le ganen en las urnas las elecciones presidenciales.
 
Ejemplos de concesiones ruinosas abundan. Ahí está el caso de Muammar Gadafi. Traicionándose a sí mismo, a su revolución y a su pueblo, entró al camino de las concesiones al imperialismo y terminó indefenso, derrocado, linchado, violado y asesinado.
 
Y ahí está, más recientemente, el caso del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich. El hombre no tuvo la entereza para soportar las presiones de Estados Unidos  y de la Unión Europea y entró en negociaciones con ese par de canallas que, por supuesto, no cumplieron lo pactado, lo destituyeron y ahora hasta pretenden llevarlo a juicio en un tribunal imperialista.
 
Caso muy distinto el del presidente de Siria, Bashed Al Assad. Le crearon una oposición armada, nacional y extranjera, que en el intento de derrocamiento del gobierno llevó a Siria hasta la guerra civil. Pero Al Assad no se entregó. Decidió defender su gobierno y, si bien a un costo altísimo en sangre y sufrimientos para el pueblo sirio, derrotó la insurrección y venció la invasión extranjera y mercenaria.
 
En sus propósitos de derrocamiento de Nicolás Maduro, EU volverá a intentarlo todo: la satanización internacional, el magnicidio, el sabotaje económico, el golpe de Estado y, llegado el caso, la guerra civil y la invasión militar extranjera, ya con tropas estadounidenses, ya con soldados colombianos o con mercenarios y paramilitares. O creándole a Maduro una contra como la que Ronald Reagan le creó al sandinismo en la Nicaragua de los años ochenta del siglo pasado.
 
Maduro tiene de su lado la ley, la justicia, la democracia, el ejército y, lo que es más importante y decisivo, a las masas movilizadas. Éstas ya lograron derrotar el golpe de Estado de abril de 2012. Ahí está la receta antigolpista. Y Maduro la sabe bien.
 
Es cierto que en un movimiento de masas como el chavismo puede haber sectores asustadizos, proclives, ingenuamente, a fumar la pipa de la paz con sus inmorales y poderosos adversarios. Por eso Maduro debe mostrar firmeza. Poner el ejemplo de intransigencia democrática, de principios y revolucionaria. Y seguir puntualmente el sabio consejo de la sentencia clásica: Si vis pacem, para bellum: Si quieres la paz, prepárate para le guerra.
 
Porque a Maduro, al chavismo y a la Venezuela popular, nacionalista y democrática Estados Unidos le ha declarado la guerra. Una guerra hasta ahora de baja intensidad, pero que puede tornarse mucho más cruel, sangrienta y devastadora. Una reedición de la experiencia chilena de 1973.
 
Está bien hablar de paz, ofrecer la paz, buscar la paz, como hace Nicolás Maduro. Pero sabiendo que frente a los nuevos fascistas las señales de debilidad y las concesiones son el camino seguro de la derrota. ¡Ah, Gadafi!, ¡ah, Yanukóvich!
 
 
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