Oposición y EEUU usan estudiantes para derrocar a Maduro, dice cineasta

02/03/2014
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El periodista David Segarra afirma que jóvenes son usados en una estrategia de desestabilización de largo plazo
 
La actual ola de manifestaciones en Venezuela empezó a inicios de febrero, con una protesta estudiantil en contra de denuncias de violencia sexual en una universidad de San Cristóbal, capital del Estado de Táchira, en la frontera con Colombia. Allí, las manifestaciones ganaron fuerza, igual que los episodios de violencia. La casa del gobernador del Estado – el chavista José Gregorio Vielma Mora – llegó a ser atacada.
 
Poco tiempo antes, el 25 de enero, la cúpula opositora reunida alrededor de la MUD (Mesa de Unidad Democrática) había anunciado un nuevo plan de acción en contra del presidente Nicolás Maduro, llamado “La Salida”, que sugería un “cambio de gobierno”. Para los dirigentes opositores, como Maria Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López, solamente la desobediencia civil salvaría a Venezuela de los problemas que actualmente enfrenta el país, como la violencia, la escasez de alimentos y la inflación.
 
La fecha elegida para organizar una gran movilización de protesta fue el 12 de febrero, cuando Venezuela celebraría el Día de la Juventud. Tal como se esperaba, la comisión que se pondría al frente de esta movilización sería la de los estudiantes opositores, reunidos alrededor de grupos como JAVU (Juventud Activa Venezuela Unida).
 
En aquella tarde, luego de que parte de la marcha opositora decidiera dirigirse hacia la sede del Ministerio Público venezolano, en el centro de Caracas, empezaron los disturbios entre los manifestantes y la policía, que arrojaron un saldo de tres muertos (al menos un chavista) y más de 60 heridos. Luego, una ola de protestas en contra del gobierno se propagó por todo el país, produciendo escenas de destrucción y violencia noticiadas por medios de comunicación de todo el mundo, que generaron la conmoción mundial.
 
Hoy, el protagonismo estudiantil en las movilizaciones ha perdido fuerza, siendo reemplazado por un intenso debate entre el bloque opositor y el gobierno Maduro, que acusa los estudiantes de ser parte de un plan más amplio de desestabilización de Venezuela, con tentáculos en Washington y alimentado por los medios nacionales e internacionales.
 
Para el periodista valenciano Davíd Segarra, quien vivió por siete años en Venezuela y realizó varios documentales en asociación con la red multiestatal TeleSur, la teoría del gobierno es correcta. Segarra, quién filmó las manifestaciones estudiantiles en contra del gobierno del presidente Hugo Chávez en 2007, afirma que son situaciones prácticamente idénticas y que forman parte de una estrategia de desestabilización de largo plazo.
 
“La oposición venezolana y el gobierno de EEUU percibieron que la estrategia del golpe de Estado, hoy en día en Latinoamérica, y concretamente en Venezuela, es inviable. Eso ya lo intentaron en 2002 y han fracasado. Ya se dieron cuenta que la lucha es a largo plazo, con paciencia”, dice. Segarra subraya que, desde 2007, el plan de acción ha cambiado, lo cual se evidencia con el surgimiento de un nuevo movimiento estudiantil opositor en el país.
 
Cambio de estrategia
 
Como indica Segarra en su película "Nuevas caras: el mismo objetivo", la victoria electoral de Chávez en 2006 ha permitido una serie de cambios que se concretizaron en la propuesta de una reforma constitucional, reunidas alrededor de un plebiscito, refrendado en diciembre de 2007. El CNE (Consejo Nacional Electoral) declaró como vencedor el “No”. La propuesta del gobierno fue rechazada por una cantidad mínima de votos inferior al 2% (49,25% por el Sí y 50,71% por el No), resultado que fue aceptado por Chávez.
 
Es en este contexto que surgen manifestaciones del movimiento estudiantil opositor, que hicieron una intensa campaña por el “No”. La estrategia declarada por los estudiantes era pacífica, de desobediencia civil. Sin embargo, la violencia se desató en muchas de las movilizaciones, como se puede ver en las imágenes de 'Nuevas Caras'.
 
Entrevistada por el periodista, Naty Vázquez, del movimiento estudiantil de los 80, cuenta que la actuación de la policía fue bastante diferente de la presenciada por ella cuando era joven. El documental muestra escenas de helicópteros que disparaban balas de verdad en contra de los estudiantes de la UCV (Universidad Central de Venezuela) en los 80. “Hay una amplia lista de estudiantes que fueron asesinados entre los años 70 y 90 por la policía metropolitana”, afirma Vázquez. Este cuerpo policial, famoso por ser violento, fue extinguido por Chávez.
 
Después, Segarra cuenta que en 2007 se podían ver símbolos que nada tenían que ver con las manifestaciones estudiantiles, como la cruz céltica, que ha reemplazado la cruz gamada o suástica. El periodista también investigó nuevos símbolos, como la mano blanca, referencia que luego dio el nombre al movimiento estudiantil opositor “Manos Blancas” y que además hace paralelo con el símbolo del JAVU. Un joven revela que la idea se remonta al movimiento serbio Otpor, hoy llamado Canvas, que usa un puño cerrado como símbolo.
 
Fundado en 2000, Otpor (Resistencia, en serbio) ha desempeñado un rol muy importante en el derrocamiento del presidente serbio Slobodan Milosevic. Luego, el grupo se transformó en una especie de "transnacional de la subversión”, dando asesoría a distintos movimientos de jóvenes en el mundo, como en Georgia en 2003, Rusia en 2005 y Venezuela en 2007.
 
Ronel Gaglio, de la Universidad Monteávila de Caracas, confirma en el documental que estudiantes venezolanos viajaron a Serbia para recibir entrenamiento. Además, afirma que ganaron apoyo de sectores de la iglesia venezolana y de la derecha estadounidense y europea, como el PP (Partido Popular) español.
 
Según Segarra, el discurso antichavista, que antes estaba cargado de clasismo y racismo, fue reemplazado por otro que prácticamente copia el lenguaje chavista, con la intención de alcanzar las camadas más populares. Sin embargo, “ellos siempre hablan de la clase media, mientras ninguno de los líderes del antichavismo es de clase media. Son de clases muy altas, de familias que vienen gobernando Venezuela desde hace siglos”, apunta.
 
“Empiezan entonces un discurso que busca generar un nuevo sujeto político. Y para eso es fundamental no usar líderes empresariales, corruptos, y encuentran un nuevo filón político en el uso de los estudiantes de las universidades de élites”, que tienen más posibilidades de empatía con periodistas extranjeros, la población europea, estadounidense e incluso, con las clases medias privilegiadas de las grandes ciudades latinoamericanas.
 
Guerra suave
 
Internamente, el enfoque es hacia la generación de histeria y pánico a través de los medios de comunicación y de la Internet, dice. Él subraya que la reciente proliferación de fotomontajes diseminados en la web son un ejemplo de eso. “Se puede pensar que nadie puede ser tan inocente para ser engañado por algo tan evidentemente falso, sin embargo, eso es fácil desde la frialdad de la distancia, por estar lejos del conflicto”, recuerda.
 
La penetración de las redes sociales en Venezuela es muy efectiva, ya que el 80% de los usuarios de internet tiene una cuenta en Facebook. Además, Twitter se ha vuelto a lo largo de los años en una de las principales plataformas de disputa política en el país. Son datos que no pasan desapercibidos por los EEUU, puntúa Segarra.
 
Según el documentalista, se trata de una estrategia usada en decenas de países del Este Europeo, Asía y América Latina, con combustible financiero e intelectual estadounidense. “Son estrategias diseñadas en los EEUU por distintas instituciones, como la NED (Fundación Nacional para la Democracia) y USAID (Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional), organizaciones cuya función es apoyar política y logísticamente en varios campos", como, por ejemplo, el de la "estrategia comunicativa, mediática, de relaciones públicas, además de capacitar y asesorar a movimientos políticos de derecha”.
 
A partir de este know how comunicacional estadounidense, afirma Segarra, es evidente que las redes se vuelven un vector esencial. “Es una estrategia mucho más sutil e inteligente y no es casualidad que esté siendo llevada a cabo por la administración de Barack Obama, porque históricamente el Partido Demócrata mantuvo una postura de ataque indirecto, mientras los republicanos eran mucho mas frontales ”, dice, enfatizando que la apuesta actual es "por una guerra de largo plazo, suave, fundamentalmente de desgaste”.
 
En este contexto, estarían presentes el sabotaje económico, la generación de histeria colectiva y, al mismo tiempo, una presión política traducida en protestas – un paquete de acciones que generaría una sensación de ingobernabilidad en Venezuela. “Ningunos de estos factores solos pueden derrocar a un gobierno, pero a largo plazo, el objetivo es desgastarlo lo suficiente para que el chavismo” sea derrotado en las próximas elecciones, “entonces, los EEUU y las élites tradicionales recuperarían el control del petróleo”.
 
Un “enjambre” de matrices, con el uso incluso de formadores de opinión influyentes y hasta famosos - recientemente artistas internacionales, como las cantantes Madonna y Cher, se posicionaron favorables a las protestas en Venezuela – es activado, dice el periodista. “Estos nodos están aparentemente desconectados, parecen espontáneos, democráticos, apolíticos, pero tienen un núcleo central, que es Washington”, que los usa no de una “forma vertical, sino como un ejército, mas horizontal, en red”.
 
No violencia
 
Además, subraya el documentalista, la estrategia viene traducida también por el discurso de la “no violencia”, inspirado en los movimientos de la izquierda de los años 60, 70 y 80 en la lucha en contra de los gobiernos neoliberales. Lo que antes era usado en contra los EEUU, ahora irónicamente estaría a favor de ellos.
 
Según Segarra, uno de los centros dedicados al análisis de estos discursos es el Albert Einstein, del estadounidense Gene Sharp, cuya propuesta es básicamente “usar las técnicas de conducta como las de Martin Luther King, o de la izquierda anticolonial, para alimentar la dominación. Es algo verdaderamente maquiavélico, sin precedentes. Así que la gente se sorprende o se confunde con las nuevas caras del fascismo; que no sean como [Augusto] Pinochet o [Jorge Rafael] Videla, pero jóvenes modernos”.
 
El reclutamiento de estos jóvenes venezolanos, como los de otras naciones, dice, es sutil, y sigue métodos desarrollados durante la Guerra Fría. “Los EEUU y, también, la URSS en su momento, no nos engañemos, monitorean y analizan conflictos en el mundo y buscan líderes para poder dirigir o controlar las sociedades”, afirma. “No es que aparece un hombre de gris con un maletín y te pregunta: 'quieres trabajar para la CIA?”, pero si algún instituto que lucha por la libertad de expresión, derechos humanos, que te dan becas de estudios, premios, apoyan tu periódico y, sutilmente, te atraen hacia su cancha”.
 
Estudiantes venezolanos
 
Y eso es lo que habría sucedido con los estudiantes venezolanos, como explicita el contacto de algunos de ellos con instituciones estadounidenses en documentos que aparecen en el documental Nuevas Caras. Sin embargo, en la raíz de este movimiento, dice Segarra, está también el tema de la democratización de la enseñanza en Venezuela, algo que genera descontento entre las camadas más altas del país.
 
Según él, antes de la llegada de Chávez al poder, había menos de 500 mil estudiantes universitarios en Venezuela – la gran mayoría de clases altas, que representaban menos de 20% de la configuración social del país. Una de las prioridades del nuevo gobierno fue la democratización del sistema educativo, con la interrupción de las privatizaciones y el impulso del sistema educativo público, en todas las esferas. Hoy, ya son más de tres millones los jóvenes en las universidades venezolanas, muchas de ellas nuevas.
 
Hay un doble problema para estos estudiantes que antes eran privilegiados, dice Segarra. Si por un lado perciben que los que antes “trabajaban en sus casas, los atendían en la cafetería, ahora están en las universidades”, por otro lado, la gran mayoría es chavista, y por lo tanto, defiende aquellos que están en el poder y controlan las riquezas del país. “Es un atropello, un insulto” para ellos, afirma.
 
Además, muchos han nacido en el chavismo y tienen la imagen “mítica” de una Venezuela de los años 50, 60, cuando del boom petrolero, de una Venezuela 'saudita', donde todo estaba bien, que no había barrios, delincuencia. Según Segarra, piensan que “fue Chávez y los chavistas los que destruyeron Venezuela”, mientras que fue la “decadencia política y social, generada en los gobiernos como el de Carlos Andrés Pérez, que hizo nacer el proprio chavismo", afirma.
 
De hecho, destaca, la ausencia de discursos más alineados con las demandas estudiantiles internacionales, como en Chile, dónde exigen la educación gratuita en las universidades, evidencia las problemáticas del movimiento venezolano que, por otra parte, se concentran en temas que de hecho perjudican la vida del ciudadano común – principalmente el mas pobre –, como la violencia y la escasez de alimentos.
 
“Es impresionante verlos quejándose de problemas que los pobres vienen enfrentando desde hace décadas, y que te digan sin ningún tipo de vergüenza: 'mira como está el país, lleno de barrios, mientras producimos petroleo'. Claro que hay  pobreza. ¿Cómo no va a haber en un país que ellos mismos han destruido? Pero ellos creen que esa porción de la sociedad no esta capacitada para gobernar. Solamente ellos. Piensan que hay dos clases de seres humanos: los de arriba y los de abajo”, concluye  Segarra.  
 
- Marina Terra | Opera Mundi
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