México, Estados Unidos y Canadá:

Que 20 años no es nada...

19/02/2014
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El 1° de enero de 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y Canadá, entró en vigor. Han pasado 20 años desde aquella iniciativa que buscaba no sólo eliminar obstáculos a un comercio de suyo intenso –en particular entre México y Estados Unidos, y entre Estados Unidos y Canadá- sino generar una concertación política entre las tres naciones, de cara a la globalización y a procesos de regionalización que se estaban generando y/o consolidando en otras partes del mundo –i. e. Europa Occidental, América del Sur, Asia-Pacífico, etcétera. El TLCAN prometía incrementar las inversiones entre los tres países, e, inclusive, sentar las bases para, una vez transcurridos los 15 años para los que el tratado comercial fue pactado, negociar una etapa superior de interacción, quizá una unión aduanera, o bien, un mercado común.
 
Sin embargo, a pesar de que el comercio entre los “tres amigos” creció, al igual que las inversiones en las tres naciones norteamericanas, los beneficios estimados están muy lejos de ser satisfactorios. Tras 20 años, México no ha logrado concertar con Estados Unidos un acuerdo migratorio, y lo que es peor, los mexicanos que desean viajar a Canadá –sea en tránsito, para hacer una escala, por negocios, por turismo, etcétera- requieren una visa, siendo que cuando el TLCAN entró en vigor, ésta no era necesaria. En éste último caso, pareciera que, a 70 años de relaciones diplomáticas, los vínculos entre mexicanos y canadienses están experimentando una involución.
 
Ciertamente Estados Unidos es una preocupación común para México y Canadá -debido al predominio que Washington tiene en los asuntos mexicanos y canadienses. De ahí que se esperaba que gracias a la inercia generada por el TLCAN, se concretara una alianza estratégica entre México y Ottawa vis-a-vis Estados Unidos, la cual, desafortunadamente, no prosperó. Canadá, sobre todo durante el gobierno de Harper, ha estado más cerca de Washington, por ejemplo, en las operaciones militares que éste realiza en el mundo, y muy lejos de un México promotor del desarme y la distensión en el mundo. Lo que es más: hoy el gobierno conservador de Stephen Harper ve en México un obstáculo para que Canadá pueda tener una relación privilegiada, exclusiva y “especial” con Estados Unidos.
 
Estados Unidos, por otra parte, no pasa por su mejor momento. Humillado tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, decidió enfrascarse en una costosa cruzada global contra el terrorismo, misma que si bien le permitió capturar y dar muerte a quien se señaló como autor intelectual de los citados atentados –Osama Ben Laden- no ha logrado hacer del mundo un lugar más seguro, posiblemente porque la atención que le ha prodigado al terrorismo ha ido en detrimento de agendas tanto o más importantes, tanto a nivel global como internamente. Para hacer las cosas más complicadas, desde 2008 Estados Unidos ha venido padeciendo una recesión económica de la que no logra recuperarse, la cual no sólo ha contribuido al desempleo y pérdida de competitividad en aquél país, sino que ha creado en su población una actitud contraria a cualquier negociación en materia migratoria, no sólo por razones de seguridad –dado que se considera que los inmigrantes “podrían ser terroristas”- sino también económicas -¿por qué recibir a otros, cuando los ciudadanos estadunidenses requieren apoyos para mejorar sus condiciones de vida?
 
Hay también un actor, no invitado originalmente al TLCAN, que ha logrado una presencia más que notable, a costa de los vínculos entre los tres países norteamericanos: la República Popular China. Beijing, que no posee ningún tratado de libre comercio ni con México, ni Estados Unidos, ni Canadá, es el segundo socio comercial de México, Estados Unidos y Canadá. Así, para México, Beijing figura en el segundo lugar, sólo detrás de Estados Unidos y con una relación comercial sumamente desfavorable para los mexicanos. Para Canadá, la República Popular China es también su segundo socio comercial, detrás de la Unión Americana –y una alta autoridad del país de la hoja de arce confió a quien esto escribe, que los canadienses temen que Beijing se convierta en el principal socio comercial de Washington en breve. Por cuanto hace a Estados Unidos, la República Popular China es se segundo socio comercial, detrás de Canadá, y México ha quedado confinado a la tercera posición.
 
En México se dice que el retroceso que ha tenido entre los mayores socios comerciales de Estados Unidos, obedece fundamentalmente a la recesión que aqueja al vecino país del norte, puesto que su sociedad tiende a reducir el consumo. Sin embargo, la realidad de las cosas es que México se ha venido rezagando como exportador a la Unión Americana, pese a la aparente ventaja que le representa la vecindad geográfica, sobre todo por lo que los mexicanos han dejado de hacer, no tanto por lo que haga o no la República Popular China. Desafortunadamente las pequeñas y medianas empresas mexicanas no se han logrado integrar plenamente al sector exportador, lo que deriva en que México deba adquirir una enorme cantidad de insumos de importación para poder conformar los productos de mayor valor agregado que vende en los mercados internacionales. México es competitivo en la exportación de productos primarios y agroindustriales, pero eso es todo. Asimismo, además de la pérdida de competitividad por su pobre oferta exportadora, México cuenta con un tipo de cambio que tampoco favorece su participación en el comercio internacional.
 
Mientras tanto, cada uno de los socios del TLCAN parece estar mirando en otra dirección. Estados Unidos, por ejemplo, está gestionando un importante tratado de libre comercio con la Unión Europea, el cual tendrá un impacto sistémico en la economía global, dada la importancia de ambos mercados. Canadá, por su parte, concluyó, en octubre pasado, una negociación con la Europa comunitaria en el mismo sentido. Como se recordará, México ya cuenta con un ambicioso Tratado de Libre Comercio, Cooperación y Concertación Política con la Unión Europea. Lo cierto es que llama profundamente la atención la descoordinación existente entre los tres socios norteamericanos, toda vez que cada uno, en lo individual, ha venido negociando sendos TLCs con la Europa comunitaria, mientras que ésta lo hace como bloque.
 
Pero además de las iniciativas comerciales que, por separado, desarrollan Estados Unidos y Canadá con la Unión Europea y otros países, no hay que perder de vista que México ha venido impulsando activamente un bloque regional con Chile, Colombia y Perú, la Alianza del Pacífico, que, desde su creación, ha celebrado ocho cumbres, la última de las cuales tuvo lugar hace unos cuantos días en Cartagena de Indias. Para algunos, la Alianza del Pacífico es sinónimo de una suerte de coalición latinoamericana que muy bien podría denominarse “todos contra Brasil.” Sin embargo, un análisis más profundo revela que entre socios de esta iniciativa hay una profunda empatía económica, política y cultural, y que esas coincidencias las están capitalizando los cuatro países latinoamericanos para insertarse de manera decisiva, como bloque, en la economía mundial, justo en momentos en que las economías capitalistas más avanzadas no dan señales de una pronta recuperación.
 
Así, a final de cuentas, a 20 años de la entrada en vigor del TLCAN, hay muy poco que celebrar, y mucho es lo que se debe replantear. Los “tres amigos” norteamericanos parecen muy lejos de concretar objetivos comunes que los beneficien colectivamente. Un TLCAN 2.0, o bien la negociación de una unión aduanera, parecen lejanos en el horizonte. Cuando el TLCAN entró en vigor, se comentaba que en realidad, el acuerdo comercial seguiría favoreciendo la bilateralidad en la trilateralidad. Hoy, tal parece que es la unilateralidad la que se impone y México, Estados Unidos y Canadá, después de un ménage à trois muy accidentado, parecen estar disfrutando su soltería, sin que existan planes de una reconciliación, mucho menos de un noviazgo.
 
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
etcétera, 19 de febrero, 2014
 
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