El dao y la búsqueda de armonía

11/02/2014
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Muchos años antes de que se construyera la fortaleza de Sacsayhuaman en el Cusco, Sun-zi escribió, en el lejano oriente, “El arte de la guerra”. Y nos dijo que para diagnosticar las posibilidades de alcanzar la victoria había que analizar varios factores. Entre ellos, el dao y el terreno en que se llevara a cabo la batalla. El dao garantiza la sintonía de la mentalidad popular con la de los gobernantes, esto es, si el dao coincide con la de quien gobierna el país, el pueblo estará dispuesto a seguirle hasta la muerte. Es senda y objetivo, camino que debe seguir el individuo y la humanidad para alcanzar la armonía. Por su parte, el que combate con conocimiento pleno del terreno y del entorno donde se producirá la batalla, lograra la victoria.
 
Considero que los periodistas que han interpuesto la demanda de amparo contra el Grupo El Comercio (GEC) por la adquisición de otro grupo periodístico y la concentración empresarial resultante, olvidaron el dao y han elegido mal el terreno para la batalla. Se trata de unos periodistas muy destacados que han dado en más de una ocasión muestras de su convicción democrática. Pero son una minoría dentro de su profesión. Los demás no ha hecho mucho durante décadas para que la opinión del pueblo coincida en esta materia con la de los gobernantes; más bien estos y la mayoría de los propietarios de los medios se han acomodado buscando sustituir al pueblo y convertirse en intermediarios frente al poder. Los periodistas demandantes han escogido el terreno de los jueces, en quienes no suelen confiar, y no el más propio de su actividad, que es el de la promoción de leyes que, comprensibles para el pueblo, hagan imposible la propiedad cruzada en los medios de comunicación. La armonía, entonces, no se producirá.
 
No es cierto que los constituyentes de 1992 no tuvieran presente el tema de los monopolios y los acaparamientos en materia económica y empresarial. De eso trata el artículo 61 de la Constitución vigente. Por el contrario, se refirieron en varias ocasiones a ellos, pero vinculándolos especialmente a las empresas estatales y obviando las referencias a los medios de comunicación. ¿Fue acaso desidia? No lo sabemos.
 
¿Quizás la ingenua creencia que ello no podría producirse? Hay que dudarlo, pues una ley posterior, la 28278 de Radio y TV, puso tímidos límites a la concentración en las actividades que regula.
 
Lo que el constituyente y la ley citada no trataron fue el de un tema abundantemente estudiado en las democracias capitalistas avanzadas, en especial en los Estados Unidos: la concentración de la propiedad en la radio y televisión y su conexión con la prensa escrita. Se le denomina “propiedad cruzada” o “cross-ownership”. Ella está prohibida en varios países, pero no en el Perú. Y ese es el verdadero meollo del asunto, ese es el terreno que hay que escoger para dar batalla, preparando el ambiente de los guerreros y el de sus soportes ciudadanos.
 
¿Por qué ese tema, que es el más importante, no ha sido mencionado en la demanda de amparo interpuesta por los periodistas vinculados principalmente al Grupo La Republica contra el GEC? Por un hipócrita olvido: porque tanto el GEC como el Grupo La República son accionistas del Canal 4 de TV abierta, que adquirieron a precio de regalo sustituyendo al acreedor principal, el pueblo del Perú. Y el canal 4 es hoy un estupendo negocio, mejor que el de la prensa escrita, y mucho más influyente en los contenidos y debates vinculados a la formación de la opinión pública. Y eso lo saben todos los periodistas y propietarios de medios, también la academia y los integrantes de las instituciones más representativas y actuantes del país. Pero, ¡faltaba más!, casi todos se lo han callado.
 
Las razones para prohibir la propiedad cruzada son sencillas de entender pero difícil de llevarlas adelante cuando la concentración ya se ha producido. Los medios de comunicación – diarios, revistas, radio, tv, etc – han tenido un desarrollo extraordinario por la revolución tecnológica en marcha; su influencia se ha incrementado. Si la propiedad se encuentra en varias manos será más factible que el número y calidad de los temas a tratar sean más variados y mejores, mas conectados con las necesidades de las mayorías. Esta es una exigencia democrática, es lo que hace realidad los valores de la libertad y la igualdad. Allí se asientan las razones de su regulación o prohibición. Ella no cuestiona la propiedad privada de los medios ni su libertad para emprender negocios. Solo dice: en materia tan importante como la formación de la opinión pública debe haber variedad, opciones para que el pueblo escoja lo que cree y más le conviene en limpios procesos electorales.
 
Durante los últimos años han aumentado los medios y mecanismos por los cuales nos expresamos, pero al igual que en otros sectores y países –en el Perú, por ejemplo, en la propiedad de la tierra agrícola – la propiedad se ha concentrado. Ello ha devenido en una menor cantidad de opiniones y enfoques analíticos; en otras palabras, los conglomerados periodísticos y mediáticos han generado “externalidades” negativas, privilegiando la rentabilidad sobre la diversidad. Ello hace que la expresión de lo local – no me refiero a comida, sino a las opiniones sobre asuntos públicos en un país tan diverso como el Perú- sea cada vez más difícil, y la “selección” de noticias se haga en forma cada vez más centralizada. La propiedad cruzada en los medios potencia esa falencia democrática. Espero que nadie se sorprenda por esta afirmación.
 
Debemos entonces al menos desconfiar, porque la concentración en la prensa escrita y en la publicidad hará más difícil contrarrestar los comportamientos volátiles y sesgados de los propietarios de medios y de sus subalternos, porque conforme el tiempo corra apreciaremos como se acrecienta sobre todo ello el silencio en el mundo académico, político y periodístico, permitiendo que los beneficiarios del negocio se asienten como intermediarios con el poder de turno. Y cuando ello se instrumenta con la propiedad cruzada en periódicos, revistas, radios y canales de televisión, entonces comprobaremos que a los ciudadanos se nos ha arrimado a la última trinchera. Que la imaginación y la historia te revelen y te adviertan, amable lector, lo que suele ocurrir para superar tan indeseado suceso.
 
 
Foto: OtraMirada
 
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