Retorno a la normalidad, con bemoles y sostenidos
15/01/2014
- Opinión
Puede decirse que en el año 2013 el Paraguay volvió a la normalidad. No es un elogio, es una normalidad de poco voltaje y perfil bajo, pero es su estado de equilibrio. El Partido Colorado se reunifica con la declinación y, luego, la muerte de Lino Oviedo. El Partido Liberal volvió a ser lo que era, un partido conservador que solo a veces, y desde el llano, coquetea con el progresismo. La pequeña derecha Patria Querida se disuelve y la izquierda subiste, aunque en dosis muy pequeña. El país habitualmente conservador, colorado, católico y colonizado (en parte también corrupto, que es la cuarta ‘c’) vuelve a las suyas. El Paraguay retorna al sendero de sus hábitos que no son brillantes: desigualdad creciente, crecimiento desde afuera, paraíso fiscal. Esto es, un crecimiento dependiente y seguidista de las ondas del mercado mundial y de sus actores. Un tipo marginal de inserción internacional sin soberanía ni proyecto colectivo como nación.
Las relaciones internacionales se normalizan. El proyecto ‘soberanista’ pasó al olvido. Las posiciones ultra no sirven para gobernar. Eso lo entendió el presidente Cartes, y quizás también lo hizo su antecesor, Franco, pero a este último no le importaba porque nunca tuvo interés en gobernar, apenas quería mandar unos meses… En cambio, Cartes, apenas hizo las cuentas encontró la deuda con PDVSA de Venezuela, evaluó su proyecto de recibir inversores, lo mucho que iba a perder y la nada que iba ganar con sus concesiones al soberanismo. Todo hacía pensar que ‘París vale una misa’, como dijo un rey de Francia que quería gobernar apoyado en los poderes y recursos realmente existentes. Cartes se comportó como un empresario pragmático. Al fin y al cabo, habiendo sido el principal beneficiado del juicio político exprés, no necesitaba pagar los platos rotos, ni cargar con esa pesada factura local e internacional. Eso se lo dejó a los políticos del parlamento, sobre todo a los liberales, quienes, además del dudoso respeto a legalidad, faltaron a su lealtad con el electorado –ante el cual habían postulado un candidato ganador-- y hacia el presidente Lugo que ellos habían presentado. En esto de nombrar para conspirar luego hay una larga y triste memoria histórica que recorre gran parte del tiempo del predominio liberal, en el primer tercio del Siglo XX.
El cisma colorado termina. Un oviedismo sin Oviedo, un caudillismo sin caudillo, sin electores y sin futuro es un oviedismo en vías de extinción. No están dadas las condiciones para proseguir esa división que le costó la caída al Partido Colorado.
El partido oviedista es fruto de una coyuntura y de una persona que ya fueron superadas por las circunstancias de su origen. Dentro del Partido Colorado hay un lugar y un hogar para ese electorado oviedista, que nunca se había desafiliado de su partido de origen. El caudillo militarista había perdido gloria, el clientelismo no necesitaba un nuevo partido, los liberales no repitieron la hazaña de ganar elecciones aliados con oviedistas y, finalmente, UNACE ya tenía suficientes problemas internos para que encima se les muera el mayor y casi único líder. Las tendencias internas coloradas florecen, sobre todo en las bancadas, pero estas son tendencias del mismo partido.
El liberalismo continúa siendo el partido segundón, al acecho del gobierno. A pesar de haber ganado más votos que nunca con el usufructo no muy santo del gobierno, en su corta administración demostró no ser más íntegro ni tener mayor altura cultural, ni sensibilidad social, ni capacidad de gestión, ni responsabilidad política que el coloradismo, hermano enemigo y hermano al fin. Ahora el liberalismo volvió a la política azul-grana: un partido socio, acomodado al poder que espera el turno para asaltar el mando. Las disidencias liberales progresistas son, apenas, manchas del aparato nacido para sostener el orden establecido.
La izquierda es buena para perder oportunidades, como la de defender su gobierno o reclamar una violación constitucional cuando fue depuesto. Su fragmentación no es un síntoma, es la enfermedad. Porque es la infidelidad a la ciudadanía que puede ser suya, que requiere una mirada y un compromiso diferentes al clientelismo. Pero esta ciudadanía posible no será electorado ni pueblo progresista mientras los candidatos y jefaturas de izquierda prioricen intereses distintos a los más generales.
El 2013 fue el año en que la ciudadanía retomó su aliento. La clase media, un poco los estudiantes, los sindicatos y campesinos se pusieron a ‘armar lio’, en palabras del Papa. Esto es, retomaron la defensa de los derechos como cosa propia y con alguna ilusión.
Con la economía funcionando en forma magnífica, aunque en beneficio de muy pocos –que están eufóricos-- el gobierno tiene la conciencia tranquila. No ve necesario hacer más política de aquella que favorezca a la empresa privada, en particular al enclave agro-exportador, con alguna escasa concesión a los más pobres. El neo-liberalismo tardío de Cartes amenaza con traerle más problemas con los propios partidos tradicionales que con una contestación social o política más democrática. Y resulta admirable la capacidad de gobierno del presidente Horacio Cartes. En corto plazo demostró que sabe gobernar más que todos sus antecesores, y hacerlo a pesar de una política económica de austeridad llevada a cabo en tiempos de crecimiento económico, atacando innecesariamente al consumo interno.
El Paraguay funciona así, como es su costumbre, a contramano del subcontinente y del Mercosur, detrás de la economía mundial. Mientras América Latina hace esfuerzos y muestra resultados en el logro de igualdad y de formación ciudadana, nuestro país implanta en el Siglo XXI políticas que no funcionaron cuando tuvieron vigencia en la década del 80 del Siglo XX y que fueron abandonadas en la región una década más tarde. La política del Estado mínimo, de los paraísos fiscales, de la menor responsabilidad estatal posible: confianza en las alianzas con los empresarios para aumentar las inversiones y una mínima inversión en la gente.
Fuente: Economía y Sociedad, Nº 16°, Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP), Asunción.
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