Agresiones imperiales

A 24 años de la invasión estadounidense

24/12/2013
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El 19 de diciembre de 1989, mientras los panameños se preparaban para las fiestas navideñas, Estados Unidos movilizaba a 26 mil soldados para un ataque sorpresa que comenzó pasada la medianoche del día siguiente. Con el argumento de llevar la democracia y la lucha contra el narcotráfico, Washington intervino Panamá dejando entre tres mil y cinco mil muertos.
 
La historia de las intervenciones de Estados Unidos en Panamá no comenzó el 20 de diciembre de 1989, sino desde su propia “independencia” de Colombia, la que fue alentada por la burguesía criolla y Washington. Ya consolidado ese Estado nación, la República del istmo sufrió 13 intervenciones militares norteamericanas, que marcaron a fuego y sangre la historia de Panamá.
 
Uno de los motivos esenciales de esas intervenciones injerencistas fue el Tratado Hay-Buneau Varilla de 1903, que permitió a Estados Unidos la construcción, uso y control a perpetuidad del Canal de Panamá. Desde entonces, la presencia militar y la intervención en los asuntos internos del país por parte de Washington se hicieron cada vez más fuertes, llegando a picos de alto conflicto como la masacre de estudiantes por policías y soldados estadounidenses acantonados en la zona del Canal de Panamá el 9 de enero de 1964.
 
Con la llegada del general Omar Torrijos a la presidencia panameña en 1969, los intereses norteamericanos y de la oligarquía criolla fueron perdiendo terreno paulatinamente, hasta que en un accidente de avión el presidente perdió la vida al encontrarse a bordo de un helicóptero, el 31 de julio de 1981.
 
En 1977 se logró la firma de los Tratados Torrijos-Carter, que señaló una fecha puntual de entrega del Canal a manos panameñas y programa la salida sistemática del ejército de Estados Unidos del Canal, que se mantenía bajo la administración estadounidense desde 1903.
 
La muerte de Torrijos en 1981, aún sin aclarar, cambió totalmente el rumbo del país. El proceso revolucionario fue degenerando rápidamente y la lucha por el poder dentro de las Fuerzas de Defensa aumentó los niveles de conspiración y corrupción, a tal grado que era imposible sostenerla o justificarla. Esto hace crisis y su protagonista, Manuel Antonio Noriega, fue creando el camino que llevaría a la hora más trágica y oscura de su historia: la invasión de Estados Unidos a Panamá.
 
En su gobierno, Noriega se había convertido en un dictador sumamente astuto que gozaba de enormes riquezas gracias al negocio del narcotráfico. De esta forma, el mandatario formado en Perú y agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA, por sus siglas en inglés), pierde terreno con sus aliados, en un mundo donde se había caído el muro de Berlín y la lucha contra el sandinismo en Nicaragua cobraba relevancia para los planes hegemónicos estadounidenses.
 
El pretexto aparente de la intervención armada de Estados Unidos en territorio panameño era apresar al dictador Noriega, antiguo agente de la CIA, que se había transformado en un personaje más que incómodo para la Casa Blanca.
 
La orden de la invasión de Panamá fue impartida por el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), y a la intervención se le dio el nombre irónico de “Operación Causa Justa”.
 
El ejército invasor empleó en Panamá armas de un poder destructor aplastante, combinando recursos tecnológicos que les daban precisión para demoler edificios, puentes, barricadas, carreteras y cualquier tipo de obstáculo que las tropas encontraran a su paso (que dos años después utilizaron en Irak).
 
Al no encontrar una resistencia fuerte del ejército regular panameño, los marines norteamericanos actuaron sin compasión, aniquilando focos de resistencia, rematando heridos y fusilando a ciudadanos desarmados que protagonizaron heroicos actos simbólicos de rechazo contra el invasor.
 
El barrio El Chorrillo (ciudad de Panamá) llegó a ser tapa de todos los diarios del mundo por la fuerte resistencia popular que protagonizaron sus vecinos y fue por esas calles donde la crueldad invasora dio lugar a una matanza humana de gran escala.
 
Con ejemplos como ese se formaron los llamados Batallones de la Dignidad que contestaron el fuego estadounidense, pero sin tener una estrategia general.
 
El ejército de Estados Unidos empleó en la invasión de Panamá un sistema de eliminación de cadáveres hasta el momento desconocido, que impidió tener una cifra aproximada de la cantidad de muertos causados a su paso. Por eso nunca se supo con exactitud la cantidad de muertos que dejó al pueblo agredido.
 
A 24 años de esa salvaje y desproporcionada intervención estadounidense, diferentes gobiernos populares del continente transforman las realidades de sus pueblos, lo que es mal visto por la administración de Barack Obama, quien hace ya un lustro puso en función a la IV flota del ejército estadounidense para monitorear a esta región.
 
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