Iglesia y movimiento social en El Salvador
20/10/2004
- Opinión
Deseo Agradecer la invitación de la Comunidad Cristiana
Mesoamericana para compartir con ustedes algunas ideas sobre el
camino recorrido como Consejo Nacional de Iglesias en nuestro
acompañamiento al Movimiento Social y Popular salvadoreño. El
período que voy a cubrir es el de estos últimos doce años, a
partir de la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 que pusieron
fin a la guerra.
Antecedentes.
Los doce años que van desde 1992 hasta nuestros días los
dividiremos en cuatro períodos a partir del criterio principal
que orientó las acciones de la iglesia comprometida y del
movimiento social. El primer período se relaciona con el
cumplimiento de los Acuerdos de Paz, el segundo con el debate
sobre la reconstrucción del país, el tercero con los desastres
naturales y el cuarto y último, con la globalización y los
tratados comerciales.
Debemos señalar como antecedente que como iglesias y movimiento
social iniciamos este nuevo período histórico de construcción de
la paz con una rica herencia de trabajo ecuménico y de lucha por
la justicia heredada del período anterior, del período del
conflicto armado, que se prolonga también por doce años, de 1980
a 1992 y que marcó a los actores básicos que seguimos actuando
en el escenario ecuménico y progresista de las iglesias
vinculadas al movimiento social. El gran referente ecuménico,
evangélico y profético de nuestro trabajo fue Monseñor Romero.
Y lo sigue siendo.
Como iglesias comprometidas durante esta etapa del conflicto
armado, de manera unificada construimos espacios y generamos
procesos para la humanización del conflicto armado, para la
atención humanitaria a las víctimas que iban desde torturados y
desaparecidos hasta población desplazada de sus lugares de
origen; y para la lucha por una solución política a la guerra y
las labores de denuncia de la represión y la ingerencia de
estados Unidos en nuestros asuntos internos. Es con estos
presupuestos que llegamos al 16 de enero de 1992, fecha de los
Acuerdos de Paz, a los que contribuimos desde el Comité
Permanente del debate Nacional por la Paz (CPDN).
Momento uno: el cumplimiento de los Acuerdos de Paz.
Como iglesias y sectores populares nos sentíamos muy felices de
haber conquistado la paz. Habíamos logrado la paz luego de doce
años de conflicto armado. Era un sentimiento generalizado.
Pensábamos que ibamos a construir un nuevo país. Y para eso era
necesaria una nueva institucionalidad. Definimos como tareas
prioritarias de nuestro trabajo la democratización, la
desmilitarización, la reconstrucción y la reconciliación. Eran
los cuatro pilares de nuestro esfuerzo en este momento post
Acuerdos de Paz.
Le apostamos con mucho entusiasmo a la creación de una nueva
policía: la Policía Nacional Civil. Totalmente diferente,
esperábamos, pensábamos, a los anteriores "cuerpos de
seguridad" existentes, a la Policía Nacional, la Policía de
Hacienda y Guardia Nacional que eran organismos profundamente
represivos, pilares de la dictadura militar que torturaban y
secuestraban. Fueron el núcleo de donde surgen los escuadrones
de la muerte.
También participamos en la configuración de la Procuraduría para
la Defensa de los Derechos Humanos, un organismo del Estado que
iba a tutelar, a vigilar para que se respetaran los derechos
humanos en nuestro país. En un país con sesenta años de
dictadura militar y de doce años de conflicto armado la creación
de esta institución era una conquista importantísima,
pensábamos.
Y fuimos testigos de otros procesos, de la creación de un
Tribual Supremo Electoral, de una nueva Corte Suprema de
Justicia, de la legalización del FMLN y su transformación de
fuerza político-militar en un partido político. Presenciábamos
la creación de una nueva institucionalidad democrática,
novedosa. Y pensábamos que el país iba a cambiar.
Fuimos testigos de la depuración y reducción de las fuerzas
armadas. El país se desmilitarizaba ante nuestros ojos. Y una
institución que dirigió los destinos del país por sesenta años
era obligada a jugar un papel subordinado, incluso con una nueva
doctrina militar, de naturaleza civilista. Había una nueva
institucionalidad. Esto nos llevó alrededor de dos años, del 92
al 94. Como iglesias acompañamos a los sectores populares en
este momento de transición. Lo fundamental era el cumplimiento
de los Acuerdos de Paz.
Segundo Momento: la lucha por la reconstrucción.
A medida que se iban agotando las tareas vinculadas a la
democratización y desmilitarización, iba surgiendo con fuerza
creciente el debate sobre la reconstrucción del país. La
discusión era entre dos posiciones: la gubernamental que
planteaba que la reconstrucción estaba vinculada a la creación
de una infraestructura-carreteras, aeropuertos- que permitiera
mayores niveles de inversión extranjera.
Y por parte de los sectores populares se discutía la necesidad
de poner como centro la satisfacción de las necesidades de la
población, proporcionando créditos para los sectores
agropecuarios. Dos visiones totalmente opuestas. Me acuerdo que
en 1993 hicimos una Consulta Nacional para el Desarrollo con
participación de ONGs, sectores rurales, sectores comunales e
iglesias. Al final predominó la visión neoliberal de sectores de
la ANEP, de ARENA y del GOES.
En este período surgen experiencias de autogestión comunitaria
realizadas por poblaciones vinculadas al FMLN, entre las que
sobresale las experiencias de la Comunidad Segundo Montes en
Morazán, Guarjila en Chalatenango y la Ciudadela Manuel Ungo en
las faldas del cerro de Guazapa. Existía la visión de un modelo
alternativo de desarrollo, superior al modelo capitalista. Como
iglesias acompañamos este proceso de búsqueda de nuevas formas
de organización social y económica.
Este momento va desde 1993-1994 hasta finales de 1998. En su
último tramo, y bajo el impulso de FUNDE, UNES, ASDI,
FUNSALPRODESE y el CNI se forma la red SAPRIN, vinculada a un
esfuerzo de cuestionamiento de las política del Banco Mundial.
Con este esfuerzo además de aglutinar a una gran cantidad de
ONGs y organizaciones sociales pudimos vincularnos orgánicamente
al movimiento mundial antiglobalización que se preparaba para la
batalla de Seattle. Alfonso Goitia y luego Roberto Rubio fueron
claves en este proceso.
Tercer momento: la lucha por la gestión de riesgos en las
comunidades.
A finales de 1998 se abrió una nueva coyuntura en las luchas de
los sectores sociales centroamericanos a partir de la tormenta
Mitch que golpeó duramente a la economía y a poblaciones enteras
de Honduras, Nicaragua y El Salvador. Esta tormenta nos reveló
la fragilidad de nuestros sistemas de protección frente a
desastres naturales y la necesidad que asumiéramos el reto de
denunciar esta situación, de supervisar la ayuda millonaria que
empezaron a recibir los gobiernos así como la urgente tarea de
capacitar a nuestras comunidades en la gestión y elaboración de
mapas de riesgo.
Este momento nos permitió coordinar a nivel centroamericano y
conformar la organización Centro América Solidaria (CAS) que
incluso realizó labores de cabildeo en Europa para gestionar
fondos de ayuda para damnificados y reconstrucción. A nivel de
nuestro país, como fruto de esta experiencia surge el Foro de la
Sociedad Civil, que posteriormente asume perfiles de coalición
popular contra el modelo neoliberal.
En enero y febrero de 2001 suceden dos terremotos que configuran
una nueva situación de emergencia nacional. Alrededor de esta
nueva situación se configura una nueva coalición de ONGs y
sectores populares, la Concertación Ciudadana para la
Reconstrucción. En este esfuerzo juega un papel orientador el
Obispo auxiliar de San Salvador, Monseñor Gregorio Rosa Chávez.
Cuarto momento: la lucha contra los tratados comerciales
La amenaza de tratados comerciales como el Plan Puebla Panamá y
el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (CAFTA)
abren un nuevo momento en el desarrollo de las coaliciones de
sectores populares y sociales, con presencia de la iglesia
comprometida.
Frente a estos tratados existen dos visiones: hay un sector del
movimiento social que rechazan los acuerdos pero consideran que
es posible y factible realizar modificaciones que reduzcan los
principales elementos de riesgo y que para esto hay que
participar en el proceso de discusión, mientras otro sector
piensa que hay que desplegar un rechazo frontal a tales tratados
porque son nocivos para nuestros pueblos y no se deben de
legitimar. En ambos sectores hay círculos de la iglesia
comprometida.
Asumen la primera visión diversos sectores no solo nacionales
sino a nivel centroamericano aglutinados en la Iniciativa
Mesoamericana CID. Por otra parte, los que se oponen
categóricamente a los tratados comerciales se aglutinan en
diversas coaliciones que todavía no logran unirse. Una de estas
es la Red de Acción Ciudadana Sinti Techan, surgida en el año
2000 y que aglutina a importantes ONGs como son la UNES, DIGNAS,
FESPAD y CDC.
En el año 2003 surgen dos agrupaciones populares con una clara
vocación de lucha contra los tratados comerciales. El Bloque
Popular Social y el Movimiento Popular de Resistencia 12 de
Octubre. Ambos con presencia de sectores religiosos
comprometidos con la paz y la justicia. En agosto de este año
surge el Movimiento Ciudadano por la Vida con Justicia Social,
una nueva coalición popular comprometida con la lucha por el
cambio social.
En todos estos esfuerzos hemos participado. Esta es la riqueza
de nuestra experiencia, de nuestra lucha. Somos una iglesia
comprometida con la paz, con la justicia, con la democracia, con
la verdad, con la confianza de la victoria de Jesús de Nazaret
sobre todo lo que esclavice a los seres humanos.
*Ponencia presentada por Rev. Roberto Pineda, a nombre del
Consejo Nacional de Iglesias de El Salvador en Taller de
Capacitación del Consejo Mundial de Iglesias y de la Comunidad
Cristiana Mesoamericana realizado este 21 de octubre de 2004 en
la Universidad Luterana, San Salvador, El Salvador.
https://www.alainet.org/es/active/6972?language=en
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