Nacionalismo, Soberanía y Derechos Humanos
07/12/2013
- Opinión
El próximo 10 de diciembre se cumple el 65 aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, trascendental documento y acuerdo entre los Estados, incluida la República Dominicana. Este hecho coincide con toda una campaña que trata de colocar muros entre la aplicabilidad de los derechos humanos y la soberanía, apelando en un ultranacionalismo proyectado a partir del invento del Dr. Joaquín Balaguer sobre un supuesto plan de “unificación de la isla”, con lo cual, y como era su costumbre, trató de salir de una encrucijada política. Dicha campaña está motorizada por sectores ultraconservadores del patio, unos procedentes del balaguerismo en connivencia con sectores del PLD y el PRD, muy alejados del boschismo y del peñagomismo.
Incluso, algunos en el PLD han llegado hasta la más absurda descalificación de posiciones fundamentales de Bosch, acorde con las enseñanzas de Duarte, frente a la problemática haitiana, como fue su carta de 1943, citamos; "Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos”. Quien quiera considerarse boschista verdadero, esta sentencia de Bosch debería bastar, aunque sabemos que Juan Bosch nunca pensó en el dinero.
Está muy claro para quien quiera entenderlo: somos una isla que comparten dos naciones organizadas en dos estados independiente, diferentes pero obligados a vivir uno al lado del otro, y a mantener una relación de amistad y cooperación a la que debemos contribuir todos los dominicanos y haitianos de buena voluntad. Esa realidad ha permitido que Haití sea el segundo más importante socio comercial de República Dominicana, después de Estados Unidos.
No abundaré sobre la cuestión de la migración, pues aunque es uno de los temas fundamentales en la discusión, el 20% de la población haitiana ha emigrado por razones económicas a otros países, una muy importante a la República Dominicana, igualito que lo que pasa aquí en nuestro país. Históricamente la gente ha emigrado hacia lugares que le ofrecen mejores condiciones económicas o garantías políticas y humanas respecto al territorio donde han nacido. Tenemos que querer para los extranjeros en nuestro país y sus descendientes, lo mismo que queremos para ese 15 o 20% de los dominicanos y dominicanas que han emigrado desde aquí. Si se les discrimina, se les niega o quita la nacionalidad, u otros derechos, de seguro nos vamos a indignar, y con nosotros toda la gente y las organizaciones en el mundo que sean sensibles, pues los derechos humanos no tienen frontera ni patria.
Hay una realidad histórica de la cual no tenemos parte los que atribuirnos responsabilidad como pueblo dominicano, son responsables de ello los que Duarte calificó como “malos dominicanos”. Algunos se han dedicado a vivir del trabajo de los haitianos de la manera más vil y cruel, y de ello han sido cómplices la mayoría de los gobiernos desde Trujillo hasta nuestros días. Hay abundantes datos de quienes están implicados en ello.
Estas prácticas criminales van desde el contrabando, lo que sirvió de base a motorizar el golpe de Estado contra el Presidente Bosch por la cúpula militar corrupta de entonces, y una verdadera trata de los braceros traídos ilegalmente, sometidos al trabajo esclavo con bajos salarios y sin el goce de seguridad social ni prestaciones en cañaverales, recolección de café y cacao. Hoy la presencia de la mano de obra haitiana en la construcción es vital, pero son muchos los empresarios que cumplen y dan un trato humano, que es lo que debíamos procurar todos los dominicanos y dominicanas.
Todos los hombres y mujeres de bien, no importa la condición económica o social, debemos aspirar a que todos los estamentos estatales y empresariales den un trato humano a todos los trabajadores, nacionales y extranjeros, sin discriminación, y quien incurra en esas prácticas no nos debemos sentirnos representados. Obviamente, si el Estado Dominicano es quien debe garantizar que todos los derechos humanos sean garantizados, y si permite que alguien los viole o si son instituciones que están llamados y comprometidos por convenios, pactos, tratados o acuerdos a hacerlos cumplir, el Estado tiene que responder ante los órganos establecidos a nivel internacional, y ser llamado o advertido sobre el cumplimiento, ya sea por estados afectados, o por los organismos instituidos colectivamente y de los cuales se es parte, sin que tal exigencia pueda considerarse injerencia ni menoscabo a la soberanía de los países.
Pese a las advertencias hechas por mucha gente juiciosa del pais, el Tribunal Constitucional y un grupo de funcionarios públicos, exceptuando al Presidente Medina quien ha lucido solitario, pretenden deslucir el país, ante la visita de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Ellos además han pretendido atribuirse el derecho de trazar la política internacional del Estado Dominicano, dado el poder que detectan en varias instituciones.
Estos representantes de la ultraderecha nacionalista nos hacen recordar la historia reciente de Sudáfrica y el Apartéis, y a todos aquellos que creyeron que podían instaurar un sistema de vejación y discriminación al margen de toda la normativa internacional.
Todavía quedan los remanentes y adoradores del nazi-fascismo en el mundo, del Ku Kus Klan norteamericano, el Tea Party en acción en varios países, así como a quienes en nuestro medio adoran a Trujillo y vuelven a llamarlo “jefe” y hasta reivindican la matanza 1937 contra los haitianos en nombre de “la patria”. Ese patriotismo y nacionalismo trasnochado no es humano, tampoco cristiano, y no puede ser reivindicado por ninguna persona de bien.
El verdadero patriotismo
Patriotismo tuvo Durarte quien, sin odios ni fanatismo alguno, justificó la separación e independencia frente a Haití, España, los Estados Unidos o cualquier otra potencia de la tierra.
Para no dejar dudas Duarte escribió en las páginas de la historia la siguiente frase: “Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores y veo cómo los vence y sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes: el amor a la libertad y el valor.” Ese es el verdadero patriotismo, no los cantos de sirena de los ultranacionalistas que se escuchan a ambos lados de la isla.
Esos desinformadores usan los medios de comunicación, algunos su influencia en los cargos públicos para desinformar, fomentar el odio, la división, o tomar medidas acordes con sus propósitos, incluso para desviar la atención sobre problemas graves internos.
Reiteramos que esto esta cotidianamente presente tanto en Haití como en nuestro país, en virtud de que sus promotores fundamentales comparten la misma concepción ultranacionalista, sean ellos haitianos o dominicanos y quieren arrastrar a la población de ambos países a la confrontación. Quien quiera dejarse manipular o desorientar tiene derecho.
A la sazón, qué pena con gente que debería ser considerada peñagomista o boschista quienes en este caso se unen a la prédica ultranacionalista, con ello no solo se alejan de Duarte y de quienes debían ser sus ideólogos, sino que se colocan en franco transito al ultraderechismo.
Pero qué bueno que tanta gente está en el camino correcto, no solo en el PLD, el PRD, en la izquierda como es natural, sino incluso algunos que se reivindican reformistas.
Por encima de esta “santa alianza ultraderechista” tenemos que contribuir para evitar el aislamiento internacional de nuestro país, teniendo presente como el aislamiento ha provocado estragos en economías como la de Paraguay y Honduras con grandes sufrimientos y retroceso en todos los órdenes para sus pueblo, para no mencionar otros muchos ejemplos conocidos.
Trujillismo y aislamiento
En Duarte tenemos base fundamental para avanzar sin temores ni prejuicios, en cuyas ideas y prácticas debemos edificar verdadero patriotismo y la convivencia pacífica entre nuestros dos estados, y el alto a la especulación ultranacionalista. Junto a las enseñanzas de generaciones siguientes, nos bastan suficientemente para que nadie tenga que dictar cátedras a nuestro pueblo sobre el verdadero patriotismo. Estos ejemplos los encontramos en hechos relevantes como los de la revolución de 1965, que los seguidores de Juan Bosch llamaban “nacionalismo revolucionario”, en los ejemplos de Luperón y los restauradores que en coordinación con el Gobierno, los cuales buscaron apoyo en Haití para dar pie a la gran gesta de la restauración de la independencia nacional, una inolvidable enseñanza, lo propio de la lucha durante la primera intervención militar norteamericana de 1916, y en el ejemplo del comando haitiano y la inmolación del poeta Jacques Viau Renaud combatiendo al yanqui invasor, al lado de los coroneles Fernández Domínguez, Francis Caamaño, Juan Miguel Román, y otros combatientes.
Trujillo, en el aspecto ideológico hizo un gran daño a nuestra nación, no solo porque con el apoyo de Balaguer y otros intelectuales desarticulo la escuela hostosiana, sino también porque desvinculo a nuestra isla del Caribe. Para el trujillismo el Caribe era fundamentalmente Cuba y Puerto Rico. Se inventaron el color “indio” como forma de que miráramos hacia Europa y Estados Unidos, lo caucásico, el color blanco, considerado como superior…y llevaron a que hasta los propios negros, sin considerarse negros sino “indios”, consideraran que “el negro es comida de puerco”.
Desde esa concepción trujillista consideraban a los negros como raza inferior, y acuñaron frases perversas y deformadoras, como aquellas de rezaban “te va a comer un haitiano”, “cuidado con el cuco”, “y el haitiano, es gente?, entre muchas otras cosas que es vergonzoso compartirla con gente de otras latitudes. Lo cierto es que Trujillo, si bien modernizo el aparato productivo nacional a fines a sus propios intereses, creo una barrera con el entorno caribeño, de tal manera que nuestra gente no se considerara caribeña y Haití fue percibida como “una amenaza” para la existencia de nuestro Estado, algo superado en el siglo 19, tras la guerra restauradora.
Es innegable que en las dos últimas décadas habíamos avanzado sobre este aspecto y que el sector ultranacionalista había fallado en todos sus intentos, pero tras la correlación de fuerzas creada tras el proceso electoral del 2010, la inconsecuencia política de amplios sectores que se creían liberales pero que ideológicamente han emigrado hacia la ultraderecha, tenemos la actual situación que hoy enfrentamos, cuando se quiere despojar de la nacionalidad a una cantidad enorme de dominicanos y dominicanas nacidos de descendientes extranjeros ilegales, mayoritariamente haitianos, nacidos desde 1929. Los Estados y los Poderes Públicos tienen que respetar los derechos humanos de todas las personas que estén en su territorio. Nadie podrá justificar una sentencia como la TC, que aunque se dice constitucional, viola la constitución del 2010. Los dominicanos y dominicanas de bien sabemos pues a qué atenernos.
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