La Iglesia contra el desempleo
24/02/1999
- Opinión
Desempleo es el tema de la Campaña de la Fraternidad de este año, que dio
inicio el Miércoles de Ceniza. Uno de cada cinco trabajadores brasileños se
encuentra desempleado. Promovida por la Conferencia Nacional de Obispos de
Brasil (CNBB por sus siglas en portugués), la campaña busca sensibilizar a
la nación sobre la grave amenaza que acecha sobre todos quienes dependen de
un empleo o se preparan para ingresar al mercado de trabajo.
El documento de la conferencia episcopal se titula "La Fraternidad y los
Desempleados". Su actualidad fue lamentablemente confirmada por el IBGE
(Instituto Brasileño de Estadísticas) el pasado 27 de enero: en 16 años, es
la más alta tasa de desempleo de 7,6%, que abarca 1.3 millones de personas
en las seis mayores regiones metropolitanas del país. En el Gran Sao Paulo,
el índice medio durante el año pasado alcanzó el 18% de la fuerza de
trabajo, según el Dieese (Departamento Intersindical de Estadísticas
Socio-económicas).
El desempleo se duplicó en los primeros cuatro años de gobierno de Fernando
Henrique Cardoso. Los más perjudicados fueron los jóvenes, los negros y las
mujeres. En 1996, entre los hombres desempleados en el Gran Sao Paulo, 77%
eran negros, de acuerdo con la Fundación Seade. Hoy, según el IBGE, 10.3
millones de familias viven con menos de 1/2 salario mínimo por mes, o sea, ¡un
tercio de la población brasileña! ¡Y sobreviven con una renta mensual
inferior a R$ 30 reales cerca de 25 millones de personas!
De julio de 1994 a diciembre de 1996, el sector bancario despidió al 54% de
su personal; el textil, 33,4%; el del caucho, 29%; el del vestido, 28.1% En
el campo, cerca de 200 mil trabajadores perdieron sus empleos en la zafra de
1997. La industria automotriz cuenta despedir, en este año, 30% de su mano
de obra.
En el sector formal, cerca del 50% de los trabajadores queda menos de dos
años en el mismo empleo. Cuenta más para la empresa despedir y readmitir
que asegurar estabilidad. Eso en un país donde la mano de obra es casi
gratuita. En la industria brasileña, la hora de trabajo cuesta en promedio,
para la empresa, US$ 2.68; en Corea, US$ 4.93; en España, US$ 11.73; en los
EE.UU.,US$ 16.40; en Alemania, US$ 24.87.
Consecuencias del desempleo
No es el costo del trabajo que causa desempleo en Brasil. Es la ganancia de
lucro de las empresas, favorecida por la falta de criterios en las
importaciones (ahora estancadas), que obsoletiza nuestro sector productivo.
El candidato que prometio (FHC), de ser electo, crear 7 millones de nuevos
empleos, hasta ahora ni siquiera ha presentado un proyecto de política
antidesempleo.
Otrora el trabajo era considerado un castigo divino. "Comerás el pan con el
sudor de tú frente"... Hoy es una bendición. Para muestra, la lucha de los
metalúrgicos de la Ford para asegurar sus puestos de trabajo.
Aunque deberíamos trabajar (poco) para vivir (bien), la desigualdad social y
la competencia desenfrenada nos obliga a vivir para trabajar. Es cada vez
más exiguo el tiempo dedicado a la familia, a la cultura y al reposo. Sólo
se puedan dar el lujo de no ser esclavos del trabajo el 10% de la población
-cerca de 16 millones de personas- que concentra en sus manos el 47% de la
renta nacional. Aún así, veneran de tal modo las enormes cifras de sus
fortunas que, con frecuencia, sucumben con infarto bajo la montaña de dinero
que cargan en sus espaldas e impiden que sus relaciones humanas sean inmunes
al valor de cambio.
La Campaña de la Fraternidad señala al desempleo como principal factor de
desintegración de la familia, como declaró el papa en su visita a Río, en
1997. Se pierden, con el desempleo, autoestima, identidad social, los
medios indispensables para la sobrevivencia digna. La sensación de fracaso
favorece la ruptura de vínculos familiares, la dependencia química (alcohol
y drogas), la pérdida de raíces culturales, la violencia, obligando al
desempleado a encarar el espectro de la pobreza.
Todavía son tímidos los programas de renta mínima de gobiernos estaduales y
municipales. La tijera del FMI, por las manos del gobierno de FHC, cortó
los propósitos del Planalto en el sentido de destinar R$ 54 millones de
reales para atender 237 mil familias. Estados y prefecturas ya atienden
58.7% de la abortada meta federal.
El freno en el flujo de las importaciones, debido al píe quebrado del Plan
Real, no significa rescate para nuestra capacidad productiva interna. El
balón ascendente de los intereses, soplado por los vientos de Washington,
asegura altos rendimientos a los especuladores extranjeros que apostaron en
el casino Brasil, y hace se hunda en la tierra la infraestructura nacional.
Después de privatizar nuestras empresas (y perder el dinero recaudado en la
ruleta de la especulación internacional), ¡el gobierno FHC ahora acepta que
el FMI instale una oficina dentro del Banco Central! Es el náufrago
tratando de ser salvado por quien le tiró al mar.
El fondo del problema
La CNBB enfatiza que, dentro del actual modelo económico, no hay salida para
el desempleo. Es preciso centrar la producción en bienes socialmente
necesarios, adoptar políticas de renta mínima y de distribución de la renta,
invertir en educación y salud.
El Dieese calcula que, si se suprimiera las horas extras, millares de nuevos
empleos serían creados. Entre 1985 y 1996, se trabajó cerca de 265 millones
de horas extras, lo que impidió la apertura de 1.5 millones de puestos de
trabajo. Otra medida, adoptada en Europa, es la reducción de la jornada de
trabajo sin perjuicio del salario y de los derechos sociales. En Brasil, la
reforma agraria cesaría el éxodo rural y la "favelización" urbana, reduciría
la violencia, aumentaría la productividad rural y libraría al país del
estigma de la miseria.
La causa de todo ese desorden social, ahora agravado por el fracaso de la
política económica del gobierno, fue señalada por Juan Pablo II en sus
recientes viajes: "Una forma de neoliberalismo capitalista que subordina la
persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas
ciegas del mercado" (La Habana, 21-01-98).
Neoliberalismo que, ahora en México, Juan Pablo II calificó de "pecado
social", pues "se basa en una concepción economicista del hombre, valorando
el lucro y las leyes del mercado, en detrimento de la dignidad y respeto de
la persona y del pueblo". Acotó que "la globalización es dirigida tan sólo
por las leyes del mercado, aplicadas según las conveniencias de los más
poderosos". Es el papa haciendo eco a la Teología de la Liberación.
A la luz de la Campaña de la Fraternidad, un cristiano no puede aceptar el
desempleo como algo inevitable, amargo precio a pagar por la modernización.
En su carta apostólica sobre el Tercer Milenio (Tertio Millennio
Adveniente), Juan Pablo II convoca a los cristianos "a hacerse voz de todos
los pobres del mundo" (no. 51). Por tanto, son imperativos evangélicos
solidarizarse con los desempleados y luchar contra el desempleo. Y, sobre
todo, empeñarse en el cambio del sistema que lo torna crónico.
https://www.alainet.org/es/active/686
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