Lo que debe seguir al repudio al bloqueo
29/10/2013
- Opinión
Acciones concretas hacia la tolerancia y el acercamiento al país aislado por la obsesión norteamericana
Por veintidós años consecutivos la comunidad internacional, incluidos los países con sistemas de gobierno más opuestos al socialismo, se ha pronunciado por mayoría abrumadora por el cese al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba desde el comienzo de su Revolución. El rechazo a esa taxativa feroz que ha obstaculizado en buena parte el desarrollo de la Isla mayor del Caribe es universal.
Y sin embargo de esa evidencia mostrada una vez más en la reciente reunión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el bloqueo a Cuba sigue sin cambio por parte del gobierno de Barack Obama, de quien hubo quienes esperaron, en los comienzos de su primera administración, una nueva relación con aquellos a quienes no considera sus aliados y socios. Y no obstante esa condena internacional, gobiernos de países que votaron en contra del bloqueo siguen acatando la prohibición que las leyes derivadas del bloqueo les imponen, como la llamada Helms-Burton, la cual castiga a las empresas y a los gobiernos del mundo que establezcan relaciones económicas con Cuba. Y a pesar de la votación masiva en contra del aislamiento al que Estados Unidos ha relegado a Cuba, poco o nada ha cambiado en la relación de ese país con la mayoría de las potencias que giran en torno a la economía de mercado con Estados Unidos a la cabeza.
La inmovilidad que sigue a las votaciones en la ONU, tras de las cuales nada pasa ni nada cambia movería a concluir que las acciones de la Organización de las Naciones Unidas de nada sirven ni hacen mella en los oídos sordos de Estados Unidos frente a una resolución, que si bien no es vinculatoria para la gran potencia norteamericana, debería al menos ser escuchada en el concierto internacional. De nada, pues, sirven las condenas de la mayoría de la comunidad mundial, como no sea para que se ponga de manifiesto, año tras año, la inamovilidad de una política que Estados Unidos impone al resto de los países.
La historia alecciona sobre esta arrogancia del imperio. En los años sesenta, cuando la Revolución Cubana definió el camino del socialismo, Estados Unidos obligó a todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos a romper relaciones con el régimen de esa nación. Sólo México, bajo el gobierno de Adolfo López Mateos, se negó a hacerlo, en una brillante demostración de autodeterminación conforme a sus principios de no intervención y de respeto a la soberanía de todas las naciones. En América Latina han surgido gobiernos renuentes a seguir al pie de la letra los lineamientos trazados por Estados Unidos, lo que les ha valido la crítica hacia su política y la marginación en las relaciones comerciales. Destaca el caso de México, el país que se resistió a la expulsión de Cuba de la OEA y que mantuvo con el gobierno revolucionario vínculos de amistad y aun de cooperación hasta los virajes de dos gobiernos de la derecha de acción Nacional que lastimaron esa relación.
La administración de Enrique Peña Nieto, que marca el retorno del partido que se negó a romper con Cuba en los años sesenta, da nuestras de una rectificación en la política hacia el gobierno revolucionario de Cuba. Se intercambian visitas entre las cancillerías de ambos países; se escucha el pronunciamiento de rodos los partidos en la Cámara de Diputados para un acuerdo que inste al gobierno a condenar con energía el bloqueo a Cuba y se programan encuentros al más alto nivel que incluyan acuerdos para una mayor cooperación económica.
Es un comienzo que anuncia posibilidades ciertas de un acercamiento histórico entre Cuba y México, que debería trascender al ámbito de otras regiones del mundo, para demostrar que la postura de repudio al bloqueo norteamericano tiene un se nítido y un resultado práctico en el camino del entendimiento y la tolerancia aun en las diferencias políticas o ideológicas, único modo de alcanzar la difícil armonía y la verdadera paz en el convulsionado planeta.
Salvador del Río es periodista y escritor
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