Allende: ¿asesinato, inmolación o suicidio?

22/09/2013
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Como suele suceder, no faltó un desadaptado que con ignorancia agresiva me reclamó por haber dicho (en mi nota del lunes 2 de set.) que Salvador Allende había sido asesinado el 11 de setiembre en el bombardeo y asalto del Palacio de la Moneda, cuando el traidor, asesino y corrupto Pinochet, asesorado por la CIA, cometió el zarpazo contra la democracia.
 
Era obvio que el equipo de traidores manipulados por sus asesores, dijeran haber hecho la autopsia del Presidente Allende en un cuartel y no en la morgue de un hospital, y montaran la “patraña oficial” para desprestigiar al heroico defensor de la soberanía de Chile, sosteniendo que se había suicidado, como que un combatiente de esos arrestos, no estuviese dispuesto a inmolarse en defensa de la revolución, de su ideología y de la historia.
 
 
Allende. “Yo no me rendiré”
Habría que recordar ¿cuántos luchadores como el Che Guevara, Camilo Torres, Eloy Alfaro, Vargas Torres y miles revolucionarios más, en todas las épocas, se inmolaron para defender su patria y sus ideales a favor de sus pueblos: Como ellos hay quienes están dispuestos a entregarlo todo ¡hasta su vida! por la causa en que creen y por la que luchan.
 
 
Esto no lo conciben los traidores, los vende-patria, los asesinos, los corruptos.
 
 
El 9 de septiembre acaban de lanzar en Santiago el libro “Allende: yo no me rendiré” del médico forense Luis Ravanal y del periodista Francisco Marín quienes, con suficientes argumentos, pruebas y testimonios, denuncian la patraña de los pinochetistas para tergiversar la historia.
 
 
“Yo no me rendiré” fue la frase que, fusil en mano y con un casco militar en su cabeza, le escucharon decir a Allende con energía terminante y convicción, todas las mujeres (incluyendo sus hijas) y algunos jóvenes a los que prácticamente los botó del Palacio de la Moneda, sin dar lugar a ninguna alternativa.
 
Todos los compañeros que estaban con él murieron igual y no iba a ser que se suicidaran colectivamente.
 
Y si así hubiera sido, inmolarse es un recurso heroico que deja escrita una página de supremo sacrificio y entrega de la propia vida para la historia.
Y esa historia es de Allende, Neruda, Jara y los miles de víctimas.
 
El fenómeno de Chile tiene que analizarse con severidad, porque la impunidad y el olvido han tolerado que después de 40 años ese país hermano siga regido por la Constitución de Pinochet y los torturadores y asesinos mueran de ancianidad, sin purgar los crímenes que cometieron.
En el Aniversario 40 de llegar al poder y 43 de su asesinato, Salvador Allende       ocupa su lugar propio entre los forjadores de la Patria Grande que hoy se construye con tanta firmeza.
 
Alfredo Vera, escritor, periodista ecuatoriano, ex ministro de Educación
Publicado en El Telégrafo 2013-09-23
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