Imperio al descubierto

18/09/2013
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Las interceptaciones a la intimidad, la vigilancia sobre cada habitante del planeta, la interferencia de la información producida en el mundo de la política o los negocios, la creación de ambientes propicios para actuar militarmente, la defensa permanente de sus crímenes en nombre de la humanidad y la manera infame de llamar paz al sometimiento, hace parte de las características del Imperio made in U.S.A., que ejerce el poder para destruir y mantener bajo control a territorios y poblaciones, asaltar sus riquezas y culturas e imponer otros modos de vida, de bienestar y de pensamiento en nombre de la  triada de Libertad, Derechos, Democracia, desprovistos de su contenido original y convertidos en un tridente que cuando mata produce riqueza para sí. 

 
U.S.A. inició su ascenso imperial hace un siglo con la célebre frase de Monroe de América para los Americanos, contraria a la voz de independencia bolivariana de que para los pueblos la patria es América y los Estados Unidos su desgracia. Medio siglo selló con las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki la entrada al modelo único de democracia y de mercado conducido por él y que hoy tiene en la ruina la vida de la mayor parte del planeta. Y hace solo un cuarto de siglo sentenció para el mundo entero que para gobernar a Egipto –o a cualquier otra nación del mundo- bastaba con gobernar sobre sus gobernantes.
 
La política exterior U.S.A., sigue siendo el terror y está vigente y fortalecida. Ha sido apropiada por decenas de gobiernos a su servicio, bien en ejercicio de poderes de facto o de privatizadas democracias constitucionales. Las técnicas de control, destrucción y eliminación de adversarios son más eficaces pero menos visibles. En nombre dela triada de libertad, derechos, y democracia,  se acomodan las reglas del mundo y  por conveniencia se asigna al otro como amigo o enemigo, depende del grado de lealtad y sumisión. Los enemigos de hace medio siglo eran tildados de comunistas y agentes del mal, los de hoy son tildados de terroristas que encarnan el mal. Poco ha cambiado en la política imperial, basta comparar los informes oficiales de Colombia de hace 40, 20, o 10 años con los de hoy, respecto a crear y eliminar enemigos para producir resultados, que terminan en cifras frías del olvido: más de 50.000 desaparecidos forzosos y más de 200.000 muertos después del fin de la guerra fría y otros 300.000 durante la guerra fría.
 
Para ser amigo del imperio basta estar dispuestos a ser gobernados por él y acatar sus órdenes. Para él no hay reglas del derecho, de la ética o la política, solo cuentan lealtades y medios, legales, ilegales, propios o ajenos. Todo vale para obtener el resultado, desde cárceles de tortura como Abu Grahim, Guantánamo, hasta falsos judiciales o grandes mentiras universales como la de las armas de destrucción masiva de iraq, que ahora se tiende a repetir en Siria. En los países el imperio tiene rostros, algunos famosos como Uribe, Pinochet, Videla, Fujimori, los primeros ministros de Israel y los dictadores africanos, cuyo común es haber sido gobernados por la cabeza del imperio. Para todos ellos no importan las víctimas, -nunca han importado-, son cínicos. A Obama no le importó desteñir su recién alcanzado Nobel de Paz y en directo dirigió el asesinato de Bin Laden, en cambio de pedir su captura o causarle el mínimo daño como lección de humanidad.
 
 El imperio destruyó la voz institucional de alcance global que tenían los pueblos en la ONU que quedo convertida en otro instrumento útil a la guerra y el capital y las víctimas pasaron a ser simples daños colaterales. El imperio inventa adversarios y opositores -reales o figurados- que son presentados como los enemigos del género humano y en tal condición pueden ser eliminados. El imperio también ha creado para sí mismo inmunidades, que resultan ser
 
impunidades de alcance global como definir qué es la democracia; qué son los derechos (aunque no firman pactos, convenciones ni tratados); emitir papel moneda (dólares) sin vigilancia alguna; fabricar listas de amigos y enemigos de la humanidad; hacen pruebas atómicas; experimentar con armas químicas y biológicas; imponerse militarmente en cualquier lugar; crear territorios detortura sin leyes ni garantías.
 
El Imperio se esfuerza en convencer al mundo de que cualquier tipo de oposición, cuestionamiento u objeción contra él es una afrenta contra la humanidad y por tanto significa irracionalidad, retraso moral e ilegitimidad y que la organización de la vida humana solo es viable, permitida y posible siguiendo sus reglas, sus normas, sus modos de justicia. Sin embrago las realidades muestran a diario otra cosa. Los hechos señalan que los pueblos tienen dignidad, interpelan su poder para señalarle que democracia no son elecciones libres, que libertad no es una opción de compra en el mercado y que derechos no son un conjunto vacío. Los pueblos indican con sus luchas otras formas para resistir, usan la solidaridad y reconstruyen culturas propias. La hegemonía del imperio se mantiene, pero cada vez son más fuertes las fisuras de los cascarones que soportan sus secretas estrategias de terror. Los pueblos ya descubrieron sus prácticas de espionaje, de tortura, sus acciones para derrocar presidentes, sus derrotas militares, su pérdida de legitimidad y no abandonan sus luchas a mitad de camino, las juntan, las alientan, las preparan.
 
 
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