“La mierda del diablo”

28/08/2013
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Así, crudamente, bautizaron al petróleo los venezolanos de ayer. Y es que esta sustancia oscura y maloliente, tóxica y pegajosa que brota de las entrañas candentes de la Tierra, tuvo para la patria del Libertador el efecto tenebroso de una evacuación de Satanás. El resultado de su masiva explotación por parte de los Siete Dinosaurios Petroleros (Standard Oil, Texaco, Shell, etc.) fue un cúmulo de males, como la ruina del campo, el crecimiento canceroso de las urbes, el desempleo masivo, la corrupción piramidal, las dictaduras disfrazadas o abiertas, el coloniaje del país por las compañías imperialistas y sus respectivos gobiernos, principalmente asentados en Washington.
 
Esta tragedia del hermano y valeroso pueblo duró más de un siglo, hasta que llegó el Comandante y mandó a parar. Solo entonces esa materia diabólica, que había servido para consolidar las incalculables fortunas de los amos extranjeros y de una burguesía entregada a su servicio, comenzó a ser benéfica, a servir a los pobres y permitir, por primera vez desde la Independencia, la construcción de una patria libre. Esto gracias al triunfo de la Revolución Bolivariana. Aun así hasta hoy son duros de romper los grilletes neocoloniales traídos por el petróleo, especialmente la corrupción que se heredó del pasado y que se ha convertido en el principal problema a combatir por parte del gobierno de Nicolás Maduro, en medio del sabotaje criminal y las tentativas de magnicidio implementadas por la CIA, ese otro excremento de Satanás.
 
Esa sustancia maloliente, tóxica y pegajosa, que brota de las entrañas candentes de la Tierra, tuvo el efecto tenebroso de una evacuación de Satanás¿Y qué decir de la suerte de otros pueblos del continente, como Bolivia y Paraguay, enfrascados en la Guerra del Chaco en los años 30 del siglo XX, solo para cargar más de 100 mil muertos y una miseria sin nombre, para gloria de la Standard Oil y la Shell, causantes de esa guerra? ¿Y qué agregar acerca de la suerte de México, que le hizo exclamar al poeta, en la época del saqueo incontrolado de su oro negro: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”? ¿Y qué hablar de África Negra, de los países árabes o asiáticos, muchos de ellos sumidos en desangraderos sin fin, como Libia, Irak o Siria, por las agendas secretas de las multinacionales del petróleo y sus gobiernos genocidas?
 
Pero no vayamos tan lejos, que la mierda del diablo también cubrió a la República del Corazón de Jesús -nuestro Ecuador- hasta hace poco. Podríamos recordar muchas historias sucias y tristes, como lo que ocurrió con la península de Santa Elena durante 60 años del siglo reciente, con la Anglo Ecuadorian Oilfields devorando todos los bosques peninsulares para dejarnos un desierto y pueblos empobrecidos, o peor aún la historia de la Texaco (hoy camuflada tras la Chevron) que devastó bosques amazónicos, contaminó ríos y lagunas, causó más de mil muertes por cáncer y que hoy, sentenciada a pagar 19 mil millones por los daños causados a los pueblos amazónicos y a su hábitat biodiverso, recurre a toda clase de presiones y amenazas a través de mafias parlamentarias y mediáticas de los Estados Unidos, sin que los ultraecologistas de nuevo cuño que proliferan en Ecuador ahora y derraman lágrimas de cocodrilo por Yasuní, recojan firmas ni alcen el gallo contra la infamia del siglo que constituyó la entrega de gran parte de nuestro Oriente a la Texaco por decreto de la Junta Militar impuesta por la CIA en 1963, llevándose a precio de gallina enferma más de mil millones de barriles de petróleo, para ella dulce y abundante manjar y no excremento alguno del demonio,
 
Sobre estas historias y otras pestilencias, sobre Yasuní y otros platos desagradables, volveremos a jueves seguidos las próximas semanas. Que por ahora no queremos recordar más de estas evacuaciones infernales, ampliamente descritas por nosotros en las páginas de “El festín del petróleo”.
 
Jaime Galarza Zavala
Escritor ecuatoriano
 
 
 
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