La fiesta brava de una contrarreforma educativa aprobada de pazazo
02/09/2013
- Opinión
Hacia finales del siglo pasado, en mitad de una charla con las y los integrantes del grupo de teatro Ser Undocumented de la Universidad de California (UCLA), quienes habían visitado el estado de Morelos para tener una residencia artística con quienes entonces éramos parte del Grupo Cultural Zero dirigido por Eduardo López Martínez, salió a colación que ambos colectivos habíamos llevado a cabo sendas prácticas escénicas con un detalle en común: el uso de la corrida de toros como metáfora de la relación de dominación entre las clases dominantes y dominadas. En la performance de Ser Undocumented, el torero era la Estatua de la Libertad y el toro un migrante; en nuestro sketch de carpa callejera, el torero era un patrón y el toro un trabajador.
Quince años después, no puedo evitar pensar en la misma metáfora después del linchamiento mediático de que han sido diana las y los maestros que se manifiestan en contra de las llamadas “reformas estructurales”, especialmente las que significan una contrarreforma en términos educativos y laborales, y, sobre todo, después de la represión orquestada entre los desgobiernos federal y de la ciudad de México el pasado 1 de septiembre: el #1Smx. Sin embargo, lejos de suponer que el toro son las y los profes que una vez más salen a la calle para, como ellas y ellos dicen, dar lección de dignidad, el toro es la así llamada sociedad civil o, en su defecto, la ciudadanía.
En cuanto a la así nombrada fiesta brava, soy oriundo de Villamelón; no obstante, creo entender que cuando el torero cita al toro para que éste lo embista se dice que echa mano del engaño; el engaño, según entiendo, suele ser el capote o, posteriormente, la muleta y con éste se consigue que el astado entre a la jurisdicción del diestro las más de las veces humillado. A principios de 2012, Mexicanos Primero, cofundada y presidida por uno de los también cofundadores de Fundación Televisa, Claudio X. González Guajardo, citó a la sociedad civil para que ésta entrara en su jurisdicción y como engaño empleó un largometraje documental dirigido por Juan Carlos Rulfo y Carlos Loret de Mola: ¡De panzazo!
La película, con guión del mismo Loret de Mola, se erigía paladín a favor de una educación de excelencia y, por ende, lanzaba luz sobre una verdad incuestionable: la deficiencia de nuestro modelo educativo; solo que enfocaba sus baterías aparentemente críticas y supuestamente objetivas en contra de las y los maestros y se cuidaba de no decir absolutamente nada del papel de alienación y sujeción que Televisa, empresa de la que González Guajardo fue vicepresidente corporativo, ha jugado a favor de ésa misma deficiencia desde que “El Tigre” Azcárraga Milmo reconoció ser “un soldado del PRI”.
Para que ¡De panzazo! calara hondo en el ánimo ciudadano aprovechó el caldo de cultivo que prevalecía por la justa indignación tras la proyección, tres años atrás, de Presunto culpable, segundo documental del abogado Roberto Hernández con producción suya y de su esposa, la también abogada Layda Negrete, desvelando para quienes no suelen ver las uñas sucias de la miseria (Benedetti dixit) la podredumbre del aparato de justicia en México. Hoy por hoy, el linchamiento que iniciara con ¡De panzazo! el virtual secretario de educación de facto peñanietista, mientras el titular de jure debe estar echándose unos chincholes como cuando la firma de los Acuerdos de San Andrés, ya rindió sus frutos.
Para decirlo con Gramsci, esto se llama hegemonía cultural de la clase dominante: cuando “los propios intereses corporativos (…) superan los límites de la corporación de un grupo puramente económico y [se convierten] en los intereses de otros grupos subordinados”, se alcanza la fase más estrictamente política de la hegemonía; hegemonía que “no puede dejar de ser también económica [pues] no puede no tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica”.
¡De panzazo! fue para Mexicanos Primero el capote con el cual la clase dominante de este país metió a la informe sociedad civil, vuelta toro, al engaño de los intereses corporativos de sus productores, los mismos que desde los medios de “información” capitalista se aliaron con lo peor de la clase política para ocupar la Presidencia de la República, hasta hacer que su hipócrita discurso por una calidad educativa, bajo las directrices neoliberales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sirviera de ariete en la descalificación a ultranza de las y los trabajadores de la educación articulados en la CNTE y se volviera hegemónico.
La faena continúa y las y los cómplices de González Guajardo en el poder Legislativo hacen lo propio cual obediente y leal cuadrilla, aprobando las “reformas estructurales” en materia laboral y de educación que, abrigado por las Fuerzas Armadas, su cómplice (acaso su títere) en el Ejecutivo defendió de nuevo el pasado 1 de septiembre; claro que, como se dice desde unas escuelitas muy otras, zapatistas para mayor muina de algunos González y no pocos Guajardo, falta lo que falta.
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