Golpe de estado de la colonia alemana

20/08/2013
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Bolivia es un país de paradojas. Un país increíble; pero cierto. Un país de novela surrealista, donde grupos absolutamente externos y extranjeros hicieron, con habilidades camaleónicas interesantes, que estos territorios sean para ellos. Y los nativos, nuestros pueblos indígenas y naciones, seamos los extraños y extranjeros. Migrantes en nuestros propios territorios. Esa habilidad social sigue mimetizada en el imaginario de los “mestizos” y gringoides. Creen que estos territorios son parte de sus países, son alargamientos de sus culturas, sobre todo gringas y europeas. Pero no les interesó en construir un estado moderno, o desarrollado, sino más bien algo parecido a sus estados, como hacienda o feudo para goce y beneficio de sus poblaciones. Con ese “derecho colonial” los miembros de la colonia alemana en Bolivia, iniciaron la aventura del golpe de estado, a la cabeza de Bánzer, el año 1.971. Las excusas de la época eran sacadas de los guiones norteamericanos: “peligro comunista”, patio trasero, guerra fría. Escenarios suficientemente claros, para el intervencionismo gringo; pero gracias a las colonias extranjeras en Bolivia. Los apellidos son elocuentes, y nos dan un diagnóstico muy claro sobre la sociología gringa en Bolivia: económica, social, educativa e institucional. En el oriente boliviano eso tiene una nitidez absoluta. Los dueños de partidos políticos, cámaras de comercio, bancos, comités cívicos, están en manos de estas colonias extranjeras, con carnet de bolivianos, por supuesto.
 
Estas colonias tuvieron la habilidad también de convencer a varias regiones del país, sobre todo en el oriente boliviano, de que ellos son los dueños y señores de esos territorios. Muy bien mimetizados y adueñados de sus estructuras económicas. Esos guetos coloniales son tan claros que no necesitamos ni siquiera realizar investigaciones profundas. Lo grave es que también son dueños de las estructuras políticas, y desde esas estructuras complotan contra el país, desde esas estructuras actúan contra nuestras culturas y costumbres, desde esas estructuras realizaron golpes de estado, oposiciones políticas, prensa, televisión y pagan mercenarios analistas de temas políticos; pero sus objetivos son claros. Su impunidad es parte de sus costumbres, malas costumbres.
 
El golpe de estado del año 1.971, encabezado por el alemán Bánzer, fue para emprender el proyecto más ambicioso de las colonias extranjeras, de establecerse en este país de manera más legal. Se inventaron miles de empresas con dineros del estado, con dineros de la minería en aquella época. Época en que despegaron las agroindustrias de todo tipo. Familias enteras de dichas colonias se convirtieron en empresarios exitosos, como los croatas Marincovich y otros. Refinerías para azúcar, industrias oleaginosas, madereras, etc. Regalos de Bánzer en millones de dólares, para hacerse “bolivianos”. Se regalaron millones de hectáreas de tierras para las haciendas de estas colonias. Fue en definitiva, el plan más ambicioso económico y político, que les lanzó hasta estos días como un polo de desarrollo muy poderoso; aunque eso mismo les da la fortaleza política y presentación nacional, como si fueran parte de un proceso nacional boliviano. Posteriormente, estas mismas colonias, se inventaron un partido político llamado ADN, para defender ese pasado y proceso colonial de Bánzer. Era necesario defender ese pasado de asalto económico al estado. Todos los gringoides y mestizoides se unieron en el proyecto durante la democracia. Y esa habilidad camaleónica se puso de manifiesto, jugando a los roles de demócratas “bolivianos”. Las sobras y los pedazos de ese proyecto, siguen sobreviviendo en las estructuras partidarias de los actuales opositores. Ahí también los apellidos son muy elocuentes.
 
 
Bolivia es un país de paradojas. De guetos extranjeros cerrados, que no quieren mezclarse con nuestros pueblos. Que creen que nuestras tierras son simples extensiones de sus culturas lejanas y extrañas. Que creen que tienen el derecho ilustrado de ser dueños de lo nuestro. Y esos guetos cerrados, racistas, tienen su propia vida social, económica y de imaginarios que no pertenecen a nuestras culturas. Tienen ciertamente habilidades extremas, con clubes incluso para atender pobres y desterrados de nuestros pueblos. Con tal que no sean molestados e invadidos en sus guetos. Alejados de nuestras sociedades. En estas paradojas donde las historias tienen vidas paralelas, distintas y contrarias. Pero que aparecen como por encantos unidas, bajo el manto y la bendición de estas colonias. Nada se dice de estos fenómenos, sino barnizados y encubiertos en todos los análisis sociológicos, como cuentos complejos con esquemas complejos de interesantes ejercicios mentales sofisticados. Que confunden lo real con lo imaginario. En estas paradojas que van más allá de las ideologías, porque muchas de estas colonias también se hicieron de izquierda, cuando se empobrecieron al perder privilegios en algunas broncas históricas como la reforma agraria. Paradojas de país ocupado, en la mentalidad y sus formas sociales donde los derechos son de pocos, es decir de aquellos que un día llegaron como extranjeros, y aprovecharon las estructuras coloniales y raciales para apoderarse de nuestros espacios. Bánzer sólo era la punta del iceberg, de ese conglomerado de grupos coloniales e impunes, con los objetivos claros de ocupación y colonización de nuestros territorios. En ese imaginario, incluso, Bánzer tenía planes de importar rodesianos blancos, desde África, para reforzar las colonias en el oriente boliviano.
 
 La Paz, 21 de agosto de 2.013
 
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