Para construir una alternativa

11/04/1999
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Al terminar marzo de 1999 Fujimori se acerca al 40% de aprobación, aunque la desaprobación sobrepasa el 50% y la intención de voto re-reeleccionista es mucho menor. No es poca cosa, pero no proviene del buen gobierno, sino del uso y abuso de todos los resortes del poder concentrado, incluyendo las estrategias para fragmentar opositores e impedir alternativas y el control casi absoluto de la televisión. El sistema electoral, combinación de distrito nacional único para el Parlamento y simultaneidad perfecta entre estas elecciones y las presidenciales, fragmenta y fuerza a los participantes parlamentarios a aferrarse a inviables candidatos presidenciales con tal de lograr algunos escaños. La unidad opositora es muy difícil. La dificultad no proviene de la imposibilidad de un programa alternativo: hoy hasta los más tercos neoliberales tendrán que ser heterodoxos en la oferta política, si quieren conseguir votos, porque la gran mayoría del país ya no tiene esperanzas en el modelo económico, y los iniciados saben que está cuestionado en todas partes del mundo. Proviene más bien de las estrategias particulares de los principales aspirantes a la presidencia. Andrade y Castañeda ningunean a los opositores, aunque hacen gestos de tales y saben que repitiendo el mismo disco que Fujimori no irán muy lejos. Sus estrategas insisten en aconsejarles que no se mezclen, y ese mensaje -que ya algunos de los suyos cuestionan- implica un componente antidemocrático básico, porque si se aíslan de todos los demás sólo podrán apoyarse, como Fujimori, en los militares y el SIN. El partido aprista reivindica el alanismo, y, junto con los olores del viejo populismo, eso no contribuye a formar un gran bloque alternativo. Los demás, entre reuniones y conversaciones, tenemos el reto de configurar coaliciones posibles que se conviertan en alternativa, pero ésta requiere una masa crítica mayor, si quiere vencer a Fujimori. Por tanto no hay que cerrar puertas. Es que no hay recursos, sobran voluntades, pero las articulaciones son débiles, y no se ha perfilado aún el contenido de la alternativa. No habrá alternativa sólo con caras, nuevas o viejas. Hay que llenarlas de contenido y persistir en buscar la más amplia coalición. No hay que limitarse a los políticos que estamos hoy en la escena, hay que renovar y ampliar con expresiones de todo el país, de sus frentes regionales y gremios, de nuevas instituciones y nuevos rostros. No hay que olvidar que la dispersión no sólo está en la política sino en la sociedad. Hay que articular nuevas y amplias redes en poco tiempo. Programa y compromisos Esta vez serán claves para constituir una alternativa las ideas fuerza, perfil del programa tantas veces despreciado. No es suficiente con ofrecer democracia, aunque la radical defensa del Estado de Derecho tiene que ser punto primordial. Hay que sustituir el modelo neoliberal sin tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Veamos. Sacar al fujimorismo del poder implica construir un Estado de Derecho renovado de raíz, descentralista y participativo, donde operen los mecanismos de participación directa y la transparencia de conductas y procedimientos permita acabar con la corrupción. Pero requerimos, en medio de una sociedad que se ha vuelto brutalmente excluyente y desigual, de un orden inclusivo que genere igualdad de oportunidades para todos. Hay que reemplazar el modelo neoliberal por una economía abierta capaz de hacernos un lugar en el mundo globalizado, que acepte la importancia de mantener sanas políticas macroeconómicas, que reconozca el rol estratégico de la empresa privada y las funciones del mercado, pero que reconozca, como se hace en muchas partes tras la quiebra del consenso de Washington, el rol del Estado para construir un orden inclusivo, para regular y promover sin reemplazar y que asuma como reto central la lucha por el empleo masivo, verdadera unidad de medida de cualquier programa alternativo. Una alternativa así no puede mantener a los trabajadores en la precariedad que los ha dejado la desaparición de casi toda la legislación laboral, y tiene que reivindicar la prioridad del agro y la industria frente a esta década de abandono total de la producción. Por eso, junto con la defensa de las instituciones democráticas, verdadera tarea de reconstrucción innovadora, y la descentralización radical del Estado y la inversión, se requieren compromisos nacionales muy precisos, al menos cuatro más: un compromiso de mantener una sana política macroeconómica, un compromiso nacional para priorizar la creación masiva de empleos, en el campo y la ciudad, un compromiso para promover la educación de calidad al alcance de todos, y un compromiso de lucha contra la pobreza que desarrolle racionalmente la salud y la seguridad social tan debilitadas. Algunos podrán inspirarse hoy en los debates europeos sobre la tercera vía, pero aunque debe ser común el reconocimiento de los cambios reales dados en la economía y en la sociedad actual, nos situamos en tiempos, etapas y situaciones diferentes, actuamos desde la precariedad, no desde la economía de la abundancia. No por eso podemos desconocer las reglas del juego en el mundo de hoy y menos dejar de buscar las rendijas que nos abran espacio a quienes no somos del mundo del poder internacional. En la médula de la alternativa está la centralidad del desarrollo del agro y de la industria en el Perú, a contrapelo de los dos grandes olvidos de Fujimori. Henry Pease García es parlamentario peruano.
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