Sin nada que esconder

21/08/2004
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Caracas En el reciente evento llevado a cabo en Venezuela, el Referendo Revocatorio Presidencial, acudieron más de 300 observadores internacionales, invitados por el propio país, quienes participaron activamente en el complejo proceso de observación. Los medios de comunicación privados, siguiendo una clara estrategia comunicacional impuesta desde los EEUU, sólo le dieron cobertura a la labor de dos de ellos: el Centro Carter y la OEA. Repetidas veces, y con un claro desdén hacia el resto de los observadores internacionales, los más calificados voceros de la oposición señalaban que sólo reconocerían los resultados del Referendo si el Centro Carter y la OEA. En esto también seguían la línea impartida desde el Gobierno Estadounidense, quien expresaba exactamente lo mismo. ¿Qué pasó con el resto de los observadores internacionales? Pues sufrieron en carne propia la exclusión que viven los venezolanos por parte de los medios de comunicación privados. Si se le pregunta a cualquier venezolano que nombre a tres observadores internacionales, con seguridad podrá nombrar sólo a dos (ya sabemos cuáles), los otros trescientos observadores permanecerán en la más completa ignorancia. Y eso a pesar de que los miembros de esta observación abarcaban un amplio espectro ideológico lo que garantizaba la pluralidad de la observación misma. El monopolio de la observación fue una consecuencia premeditada de un mal cálculo en el Departamento de Estado Norteamericano. Allí pensaron que la oposición podía ganar, o que en el caso de que perdiera (posibilidad que manejaban) el margen sería tan pequeño que un "árbitro" claramente parcializado podía torcer el resultado. Siendo dueños del monopolio de la información, y teniendo el apoyo de los medios de comunicación privados de Venezuela, podían acallar las voces del resto de los observadores y proclamar al Centro Carter y a la OEA como tribunales electorales. Se equivocaron, no sólo perdieron, sino que además el margen de la derrota fue de 20 puntos porcentuales. Demasiados votos como para que estos dos observadores internacionales empeñaran su precario prestigio y prefirieran no embarcarse en el despeñadero de una argumentación tan débil como la del supuesto fraude. Dejaron solo al Departamento de Estado y dejaron sola a la incoherente oposición venezolana. El Consejo Nacional Electoral convocó a la oposición, luego de conocidos los resultados del referendo, y en un gesto de transparencia sin igual, para que se hiciera una auditoría adicional. Para esto se apoyó en los más de trescientos observadores internacionales, quienes se sumaron a la invitación hecha a la oposición y dieron muestras de total imparcialidad y garantías de pulcritud en el desarrollo de la nueva auditoría. En una pataleta triste y bochornosa, el vocero de la oposición, el Sr. Enrique Mendoza, se negó a asistir a la misma. Pues bien, con un margen de error del 0,02% la auditoría confirmó de manera inequívoca los resultados, los cuales fueron nuevamente avalados por la totalidad de los observadores. Todo este proceso de la observación internacional dejó varias enseñanzas. En primer lugar se le demostró al mundo, la naturaleza profundamente democrática de la Revolución Venezolana. Sin nada que esconder, se accedió a que participara activamente un nutrido grupo de observadores internacionales, quienes con total imparcialidad pudieron comprobar la legalidad y la pulcritud de los resultados electorales. En segundo lugar, el Gobierno Nacional, en defensa de nuestra soberanía, dio señales de que la observación internacional tenía como finalidad mostrar la transparencia del proceso pero que en ningún momento, se le podía concebir como fiscalizadora o aprobatoria de los resultados, recalcando sistemáticamente que el único árbitro autorizado para dar los resultados y declararlos como válidos era el Consejo Nacional Electoral. Es decir se fue enfático en mantener el carácter soberano de nuestras instituciones. En tercer lugar, se le mostró al pueblo venezolano, que ese numeroso grupo de venezolanos que viven engañados por los grande medios de comunicación privados, son bastantes pero no son la mayoría. Se les enseñó que son una fuerza y que como tal son necesarios en el contrapeso de la política venezolana, pero que quienes la dirigen son tan sólo viles lacayos del imperialismo estadounidense. Es urgente, por tanto, que ellos construyan una oposición democrática que le de espacios de participación y de expresión a esos cuatro millones de venezolanos que no coinciden con la Revolución. ofgomez@espacioautogestionario.com www.espacioautogestionario.com
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