Referéndum constituyente en medio de crisis económica
11/04/1999
- Opinión
Sólo una cuestión parece estar clara en el desarrollo del proceso
constituyente que se inició con la convocatoria presidencial a un referéndum
en el que se decidirá el llamado a una Asamblea Constituyente. El 25 de
abril será el día. Desde el 2 de febrero a estos días, todo cuanto se daba
por cierto ha quedado en entredicho. No hay claridad sobre si la asamblea
constituyente será plenipotenciaria o si sólo se limitará a escribir la
nueva constitución. No está claro si la última formulación de las preguntas
hecha por el Consejo Nacional Electoral (CNE) es legal o no, pues en el caso
de la pregunta número 2, centro de la controversia desde que se hizo la
convocatoria, se realizó una redacción genérica que refiere a unas bases de
convocatoria por publicarse. No está decidido si se debe establecer un
quórum para dar validez a la decisión que arroje la consulta, ni quién debe
establecerlo. Nada de esto está claro, pero el 25 de abril habrá
referéndum.
Ante la confusión, la población tiene claro que el proceso va y que el
acuerdo del ¿cómo? deberá resolverse entre los factores de poder. Mientras
esto ocurre, los sectores con capacidad de convocatoria hacen esfuerzos por
lograr generar propuestas para la asamblea. También los intelectuales y
personajes públicos han dado a conocer sus puntos de interés. La iglesia,
por orden directa del Vaticano, ha negado la posibilidad a sus ministros de
participar en la elección. El país calienta motores para un proceso que, al
margen de las discusiones legales, se terminará dando y en el que se prevé
una dura lucha entre los defensores del Estado fuerte garante de derechos y
los que prefieren un Estado disminuido, ordenador del juego económico. Los
derechos sociales serán el centro de esta lucha.
El país de hoy
Mientras las discusiones técnicas se desarrollan teniendo como centro a la
Corte Suprema de Justicia y al CNE, y las discusiones políticas sobre el
país que vendrá se dan en foros de distinto calibre a nivel nacional, el
país de hoy pasa por un momento de difíciles contradicciones.
En el plano económico, la decisión de los países miembros de la OPEP de
recortar la producción petrolera ha provocado un importante repunte en los
precios del crudo. Esto significa un ingreso mayor al fisco con su
consecuencia directa en el déficit fiscal, también una mejoría en las
expectativas de los inversionistas sobre el país, pero trae como
consecuencia negativa la disminución de las inversiones que como parte de la
apertura petrolera, tenían previstas las empresas internacionales que poseen
concesiones para exploración y explotación petrolera en territorio
venezolano. Bajo esta premisa, mayores precios equivalen a menos producción
y en consecuencia a menos inversión y empleos.
De esta ironía económica se desprende otro problema que se está tornando
alarmante. El desempleo no ha hecho más que crecer desde enero hasta hoy.
Las cifras varían según la fuente, pero todas coinciden en un aumento
importante del desempleo formal. La Oficina Central de Estadística e
Informática (Ocei) y la Oficina Asesoría Económica del Congreso de la
República lo ubican en 12% (2,06% en lo que va de año); el Consejo de
Economía Nacional y Datanálisis coinciden en 14%; los industriales en 16%;
la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) afirma que no baja de
22% (aproximadamente 2 millones de personas). Según cálculos del economista
Héctor Valecillos, 400 mil personas han perdido su puesto de trabajo desde
enero de 1998 hasta la fecha. De acuerdo al profesor y economista Domingo
Maza Zabala, la tasa de desempleo se encuentra cercana a 18%. Estas cifras
dan por descontado el hecho de que más del 50% de la población
económicamente activa trabaja en la economía informal.
El aumento del desempleo y la disminución del poder adquisitivo se ven
reflejados en otros indicadores importantes como el consumo de alimentos.
Según los cálculos de productores e industriales, entre febrero y marzo el
consumo cayó 5%, si se compara con las cifras de diciembre y 8% si se
validan con las cifras de enero de 1998. Añadamos ahora el déficit de
viviendas, que según cifras oficiales del Ministerio de Desarrollo Urbano
(Mindur), era para octubre de 1997 de 1.150.000 viviendas, mientras que para
Jesús Eduardo Ortega, Presidente de la Asociación Metropolitana de
Inquilinos, "en el país hay un déficit de 1.740.000 viviendas y (...) la
edificación de nuevas viviendas cayó 40% en 1998 con respecto a 1997". A
esto hay que agregar que más de 300 mil viviendas están cerradas sólo en la
capital, debido a la falta de garantías legales para su arrendamiento.
Para terminar de delinear el alarmante cuadro situacional del país habría
que añadir las cifras de deserción escolar. Según cifras del Ministerio de
Educación y de la Oficina Central de Estadísticas e Informática (OCEI) un
poco más de 1,5 millones de muchachos con edades entre 5 y 17 años, no
asiste a la escuela. De éstos, 800 mil son menores de 14 años. Entre las
causas están la pobreza, la desinformación de los padres y el fracaso
escolar, entre otras.
Así, podemos decir que tenemos un 85% de la población en condiciones de
pobreza, con dificultades para conseguir trabajo, alimentándose mal,
incapacitada de brindar educación a sus hijos, que en casi un 70% carece de
beneficios sociales como la seguridad social o las pensiones de retiro y que
en muchos casos carece de vivienda.
Las invasiones
Quizá esto explique el que desde los primeros días del nuevo gobierno se
haya desatado un proceso de invasiones de terrenos y edificaciones que puso
al gobierno ante su primera gran crisis de opinión pública. Según los
medios, miles de invasiones se desataron en todo el país, producto de la
mala interpretación que la población hizo de algún discurso presidencial.
La situación puso en estado de alerta a los gobernadores, quienes exigieron
al Presidente la intervención de las Fuerzas Armadas para desalojar a los
invasores y evitar nuevas invasiones.
La respuesta gubernamental no pudo ser más inusual. Chávez manifestó, por
segunda vez en su corta gestión, que las Fuerzas Armadas no tienen la misión
de reprimir las manifestaciones de descontento de la población, que su
misión va más allá del control del orden público. Según el presidente, el
proceso de invasiones debía resolverse con el diálogo, y cada gobernador y
alcalde debía demostrar su capacidad de negociación y su liderazgo
enfrentando personalmente y con sus fuerzas policiales el proceso que se
había desatado. Ya anteriormente se había negado a sacar a la calle a la
Guardia Nacional cuando se produjeron disturbios con motivo de la muerte de
un estudiante en una manifestación en la ciudad de Cumaná.
La respuesta del presidente fue apoyada por todo el sector oficial. No más
peinillazos y bombas lacrimógenas para resolver los problemas de orden
público. Se ordenó la realización de un censo de invasiones, y el propio
presidente se trasladó a algunos de los asentamientos para dialogar con las
personas involucradas. Mientras empresarios y partidos de oposición
llamaban a tomar acciones tajantes contra los delincuentes y en favor de la
recuperación del estado de derecho.
El Gobierno Nacional conformó una Comisión de alto nivel para implementar un
programa de dotación de tierras que repartirá 1,5 millones de hectáreas para
ubicar a los invasores de diferentes regiones del país. "Porque no se trata
de ladrones, sino de necesitados de viviendas y otros servicios públicos
indispensables, que les ha negado el sistema democrático de los últimos 40
años". Así lo expresó Julio Mora Contreras, nuevo presidente del Instituto
Agrario Nacional, ente encargado de ejecutar los lineamientos de la reforma
agraria. Según Mora, en la primera información recabada en el censo por las
Fuerzas Armadas, de 15.000 ocupantes censados cerca de la mitad tienen casa
propia, o son menores de edad o son personas solas. El resto, 7.800, son
los verdaderamente necesitados.
Además de la dotación de tierras el gobierno anunció un programa de
construcción de viviendas para comenzar a solventar la escasez. A partir de
estos anuncios gubernamentales las invasiones se detuvieron.
Ley Habilitante
Sin embargo, a pesar de haber mostrado buena capacidad de maniobra ante
crisis como la de las invasiones, el nuevo gobierno ha sido acusado con
insistencia de no tener una política económica clara, e incluso de no tener
un proyecto de país. Una prueba de ello fue el publicitado anuncio del plan
económico. Hasta ahora el nuevo gobierno venía ejecutando la política
económica del pasado régimen, incluso había dado continuidad en el cargo a
la Ministra de Hacienda Maritza Izaguirre, una especialista proveniente del
BID. El 25 de marzo, sin embargo, el presidente mostraría al país el nuevo
proyecto económico. En dos horas y media de discurso el proyecto nunca
apareció. Chávez apenas definió, como lo resumió un importante periódico,
cinco frentes de batalla.
Todas las expectativas del nuevo gobierno parecen centrarse entonces en la
Ley Habilitante solicitada al congreso para legislar de forma extraordinaria
en materia económica y financiera. Según el jefe de la fracción
parlamentaria del primer partido de oposición, Henry Ramos Allup, se trata
de la Ley Habilitante más amplia jamás concedida en la era democrática, pues
implica la reformulación de 50% del universo legislativo del país en materia
económica.
La Habilitante, aprobada por el Congreso el 27 de marzo, incluye la reforma
a las leyes que rigen a los trabajadores de la administración pública, con
el fin de facilitar la reducción del personal del Estado. El
establecimiento de un impuesto al débito bancario, que pechará con 0,5% cada
transacción financiera y que se extenderá por un año. La transformación del
Impuesto al Consumo Suntuario y a las Ventas al Mayor en un Impuesto al
Valor Agregado que probablemente tendrá una alícuota de 15,5%. La Reforma
de la Ley de Impuesto sobre la Renta para ampliar la base de recaudación.
La ley incluye además modificaciones al régimen minero, la creación de un
fondo único social, la unificación de los entes financieros de la pequeña y
mediana industria, modificación de leyes relacionadas con la tenencia y
propiedad de las tierras del Estado para favorecer el desarrollo agrario y
el respeto de los derechos de los indígenas. Aunque no son todos los
aspectos de la Ley, podemos ver que se trata de modificaciones que apuntan
al aumento de los impuestos, al abaratamiento del despido en el sector
público, al impulso del sector agropecuario y posiblemente de la industria
minera.
Las reformas han sido pensadas para reducir el déficit fiscal e iniciar la
reactivación de la economía, sin embargo, llevan consigo la cruz de los
despidos y del aumento de impuestos. Además, salvo las medidas impositivas,
son difíciles de aplicar a corto plazo, por lo que se prevé que los decretos
leyes se irán aprobando en el transcurso de seis meses. Es así que resulta
poco probable entonces que la situación económica mejore a corto plazo,
aunque indicadores como el valor de la moneda o el índice de inflación se
mantengan estables.
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