Curación gay, modesta contribución

30/07/2013
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“Si una persona es gay, pero busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo, por caridad, para juzgarla? El catecismo de la Iglesia Católica explica eso muy bien. Dice que ellos no deben ser discriminados sino integrados a la sociedad. El problema no es tener esa tendencia. No. Debemos llevarnos como hermanos. El problema es hacer un loby”.
 
Son palabras de Francisco al dejar el Brasil, en el vuelo entre Rio y Roma. El mensaje es esperanzador, pero el problema en el Brasil es el loby antigay, liderado por el diputado federal Marco Feliciano (PSC-SP), presidente de la comisión de Derechos Humanos y Minorías de  la Cámara.
 
Diputados que consideran  la homosexualidad una enfermedad proponen la curación gay. Quieren alterar la resolución del Consejo Federal de Sicología, que impide a sus profesionales tratar a los homosexuales como enfermos. ¿Qué es un gay? Como indica la palabra inglesa, es una persona alegre. Si los homosexuales son felices, ¿por qué hay que someterlos a terapia?
 
La terapia está bien para los obsesivos, como es el caso de quien odia reconocer que el homosexual es una persona feliz. Eso sí es enfermedad: la homofobia, pues, es como toda otra fobia. Y las hay innumerables: desde la eleuterofobia, el miedo a la libertad, que con toda seguridad caracteriza a los fundamentalistas, hasta la malaxofobia, el miedo a amar, sobre todo al que difiere de nosotros.
 
Sugiero a los diputados cortar el mal de raíz: prohibir la promiscua narración de “Blancanieves y los siete enanitos”, el relato pedófilo entre “El lobo malo y caperucita roja”, y en la Biblia el relato de la relación íntima entre Jonatán y David, aquel a quien “él amaba como a su propia alma” (1 Samuel 18).
 
Según el censo del IBGE en el Brasil hay 60 mil parejas autoconsideradas  gays. Son por lo menos 120 mil personas que, en principio, debieran ser  “sometidas a tratamiento”. Considerando que el desfile del ‘orgullo LGBT’ reúne en São Paulo casi cuatro millones de personas, debiera construirse una clínica del tamaño de 50 Maracanás para acoger a toda esa gente.
 
El proceso terapéutico  debiera comenzar por un exorcismo, pues en el fondo la obsesión fundamentalista considera la homosexualidad algo más demoníaco que enfermedad.
 
Otra sugerencia es la de comprar un armario para cada gay y obligarlo a meterse dentro, pues dicen los moralistas que, aunque cualquiera tiene derecho a ser gay, no debe salir del armario.
 
Imagino que, terminado el proceso de la curación gay, habrá un gran desfile de exgays subiendo la rampa de la Cámara en Brasilia para agradecer a los diputados que, iluminados, aprobaron dicha medida.
 
Aunque todos los gays fueran confinados en la clínica de los diputados, de una cosa no se podrán quejar: será divertido contar allí con espectáculos de Daniela Mercury y de sir Elton Hercules John.
 
Sepa Feliciano que Alan Chambers, expresidente de la asociación Exodus International, dedicada a curar gays, declaró el pasado mes de junio que él también es gay, pidió perdón por los sufrimientos causados a los homosexuales y cerró dicha institución.
 
A la luz del Evangelio lo mejor es seguir el consejo de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. O, como dijo Francisco, seamos todos hermanos.
 
- Frei Betto es escritor, autor de “Lo que la vida me enseñó”, entre otros libros.
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