El voto oculto
18/08/2004
- Opinión
Hay quienes asocian cultura con el espepitar en tres platos las
obras de Platón; o en un canto la crítica a Kant; o sueñan
dentro de sus enrejadas prisiones con las Fugas de Bach. Yo
estoy muy de acuerdo con eso. Yo me aprendí de memoria "La
República" de Platón y la recitaba todos los Año Nuevo para
hacerle competencia a mi adeco favorito, Don Andrés Eloy Blanco,
y a las "Uvas del Tiempo". Eso me hacía, ante algunos ojos,
culto; ante otros, loco de perinola; y ante los menos, un hombre
de memoria prodigiosa perdiendo el tiempo.
Están quienes aprecian a Ludwig por su posición política, motor
de sus obras y su revolución musical, y al mismo tiempo se nos
agua el ojo con una canción del maestro Eduardo Serrano:
Camurí, mi preferida. Eso es cultura y eso es identidad. Tener
una biblioteca robusta y con libros rojos y azules -para que se
vea bonito- también es cultura: la cultura del consumismo, la
cultura de la pretensión.
Ahora, cuando de elecciones se trata la única cultura válida es
la cultura democrática. Uno, con buena voz de barítono, puede
pasar el rato cantando un Arias de la Cardenata en la cola para
depositar el voto, y esa cultura musical y de teatro de La Ópera
no hará mi voto más culto que el que canta, por dar un ejemplo,
La Múcura. Puedes ir leyendo a Dostoievsky, u "Obras Completas
de Sofía Imber", y eso no te hace mas culto que aquel que va con
un periódico clandestino (por aquello de la tiranía, digo...)
como El Universal. Todo lo contrario. Quizá leyendo a los
columnistas de El Universal, el lector pueda sacar más provecho
que a las obras de Sofía. Y además le dan chance de leer la
misma cosa todos los días. Puedes, incluso, memorizar y
competir conmigo en mi espipeteao de la República: ¿Qué os
parece un bien aderezado rosario de "flores sin gusano" de La
Bruzual; escritora clandestina por excedencia (sic)?
Las venezolanas y venezolanos, por nacimienta y nacimento, por
Naturalización a y naturalización, han dado muestras -en su
mayoría- de cultura democrática. Todavía el mundo, y otros
muchos vespertinos internacionales, recuerdan como un pueblo
impuso la constitución ante el golpismo. El fin de semana
pasado, una vez más, comparecieron a dirimir diferencias en
urnas electorales (!Cuanta falta le hace el adjetivo "electoral"
a esta urna, Miguel Hernández!).
El voto es culto cuando con gallardía se acepta la derrota y
cuando con humildad vinculante se acepta la victoria. Hay por
supuesto minorías incultas. Para ellos la democracia y las
libertades democráticas son pantallas aceptables, siempre y
cuando sean ellos quienes mandan y las masas sumisas y
enajenadas obedezcan. La gran "sorpresa" en estas elecciones no
fué el cacareado voto oculto de SUMATE, es decir la incógnita de
la que ahora - por obra y gracia del "señor y dador de vida"-
tienen una certeza que espanta al Power Point. La gran sopresa
la recibió James Carter con el cacerolazo a manos de los
representantes de lo mas granado del voto inculto. A mí, estas
cosas, no me sorprenden porque yo tengo cultura beisbolera;
magallanera para más señas.
Yo a ellos les veo las costuras, que algo queda...
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Del mismo autor
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