Brasil, la locomotora de nuestra esperanza Iberoamericana
21/07/2013
- Opinión
En las últimas semanas Brasil ha saltado a la palestra. Imponentes manifestaciones, más o menos espontaneas o sin convocantes definidos, con brotes violentos en algunos casos, han recorrido el centro de una veintena de ciudades emblemáticas. Las manifestaciones parecían tener un único denominador común detonante: La protesta contra el alto coste del transporte público y las intenciones de diversas autoridades estatales, de Estados federados, de elevarlo aun más.
Poco después de iniciada la marea, y de ir tomando impulso y extensión, se sumaron otros móviles al del coste del transporte: La calidad y cobertura de los servicios públicos, la denuncia de la corrupción, el derroche que comportan los fastos futbolísticos y olímpicos del 2014 y el 2016, en contraste con los altos índices de desigualdad social extrema que aún persisten en Brasil, la pérdida del valor integral del Trabajo, etc.
Desde España, y en cierta medida desde Europa, las voces habituales se han apresurado a enjuiciar los problemas y acontecimientos de Brasil con el prisma de los de aquí. Incluso, los movilizacionistas a ultranza de aquí –los de la indignación y la rebeldía legítimas y, al mismo tiempo, la desorganización que las esterilizan- han venido a decir que lo de Brasil es una proyección de lo que sucede aquí… Cuanto ensimismamiento y cuanto eurocentrismo nos queda todavía por evacuar para poder entender lo que pasa por ahí y, sobre todo, lo que nos pasa a nosotros.
Por ello, me ha parecido oportuno verter algunas reflexiones sobre la naturaleza del proceso que vive Brasil y de la enorme importancia que el mismo tiene para nosotros en perspectiva de futuro. Y hacerlo ahora que han amainado las movilizaciones y que se celebró, con desigual resultado, la Jornada de Acción del pasado 11 de Julio convocada, entre otros, por todo el espectro sindical brasileño, con la CUT (Central Única de Trabajadores) al frente; la central promovida por Lula hace ya tres décadas largas, y próxima al PT (Partido de los Trabajadores) que, como todo el mundo sabe, es el partido que ejerce la gobernación de ese inmenso Estado Federal.
El objeto de las reflexiones que siguen es doble:
1) Probar que la simetría entre el Brasil de hoy y la España y la Europa, de hoy también, es prácticamente ninguna.
2) Llamar la atención sobre la enorme potencialidad de presente y de futuro que tiene Brasil y el interés que debiera merecernos a españoles, portugueses, otros europeos diversos y, por supuesto, a todos los latinoamericanos.
Vamos allá:
Un gigante en marcha
· Con sus 9 millones de kilómetros cuadrados, Brasil supone casi el 50% de la extensión territorial de toda América del Sur, y el 5º mayor país del mundo. Le cabe entera la Unión Europea y más, y unas 25 Españas.
· Allí, en la Amazonia, se produce una gran parte del oxígeno que consumimos la Humanidad, está la mayor reserva de agua dulce del planeta –el acuífero guaraní-, las mayores plantas de producción hidroeléctrica y un sinfín de materias primas y recursos estratégicos. Todo ello en un país con una población de 193 millones de personas que no viven apelotonados, ni mucho menos.
· Allí casi todo es “lo más grande del mundo” en el imaginario popular y en los hechos reales.
· Algunas otras magnitudes esenciales demuestran que el gigante está bien aseadito:
- Está entre la 6ª y 7ª potencia económica del mundo con un PIB en torno a los 2,40 billones de dólares.
- Dicho PIB ha venido creciendo a una media en torno al 4,5% anual en las últimas dos décadas; para el 2013 ese crecimiento se estima en el 5%.
- La renta per cápita es de 12.000 dólares; esta es una verdad estadística, es decir, una mentira notable dada la desigualdad social extrema y los profundos desequilibrios inter-regionales que caracterizan a Brasil.
- La tensión inflacionaria se sitúa en los márgenes del 4%, algo muy meritorio teniendo en cuenta el recalentamiento perpetuo de una macro-economía en crecimiento sostenido durante un largo periodo.
- El desempleo se mueve en la banda del 4,5 al 5%; otro dato matizable si reparamos en los altos índices de exclusión, precariedad y terciarización laboral que no refleja fielmente la estadística.
- Este vastísimo territorio se vertebra en un modelo de Estado Federal, con 26 Estados federados y 1 distrito federal que se corresponde con la capital nacional, Brasilia.
· En términos cualitativos, Brasil goza de una gran cohesión nacional, pese al carácter federal de su Estado –o tal vez a causa de ello- y al crisol infinito de etnias multicolores de su población.
· Tal vez esto último sea uno de los mayores potenciales de Brasil: Sus recursos humanos, la juventud, dinamismo, entusiasmo vital, de sus valiosos y abundantes recursos humanos (la pirámide demográfica de Brasil es claramente expansiva; nada que ver con la española o europea).
Tal vez fue Jorge Amado, el insigne escritor y poeta nacional brasileño, quien mejor definió esa realidad y potencialidad del Brasil humano, cuando escribió:
“El mestizaje convirtió a Brasil en un inmenso lecho de amor en el que se mezclaron sangres, dioses, ritmos y gustos para formar un pueblo de inmensa dulzura, de una cordialidad poco vulgar, pacífico, inteligente a más no poder, con un extraordinario don para la creación artística. Un pueblo que puede ser ejemplo de amor a la paz y de resistencia a la miseria”.
· Y, para que no le falte de nada, Brasil tiene un gobierno nacional o federal, como quieran, de izquierdas; así, como suena. De izquierda real, no de esa que se la pasa diciendo no a todo -muchas veces desde el sofá del salón- mientras la derecha hace y deshace a su antojo desde el poder, real también.
Lula, el gran salto adelante
· Obviamente, el Brasil contemporáneo no arranca con Lula; viene de antes. Pero es indiscutible que el gran momento de inflexión, el gran salto adelante, lo marca la victoria de Luiz Inacio Da Silva, Lula, un obrero metalúrgico, negro, de humildísimo origen social en las periferias de Sao Paulo… que en 2003, al frente del PT (Partido de los Trabajadores), que fundara años antes, fue elegido Presidente de la República Federativa de Brasil con el mayor número de votos en una elección directa en la historia de las democracias: casi 60 millones de sufragios.
· Las políticas y prioridades estratégicas de Lula y sus gobiernos en los dos mandatos que ejerció el poder, 2004 a 2012, supusieron un fortísimo impulso al desarrollo del país pero, al mismo tiempo, generaron contradicciones y limitaciones que son la causa objetiva del malestar de fondo que expresan las recientes movilizaciones extendidas por casi todo el país y que culminaron en la Jornada del pasado 11 de Julio. Veamos:
- Lula comprendió enseguida el escenario latinoamericano y mundial en el que debía insertar la gobernación de Brasil. Por ello, las coordenadas geopolíticas y económicas orientaron una intensa acción nacional e internacional desde el primer momento:
1) Presencia en Davos sin complejos, hablando de tú a las elites mundiales del peor capitalismo en nombre de su propio proyecto, el de Brasil, y no como títere del neo-liberalismo rampante.
2) Apoyo a tope al Foro Social Mundial de Porto Alegre, como contrapunto inequívoco a lo anterior.
3) Apoyo estratégico al proyecto de integración latinoamericana a partir de su primera expresión, MERCOSUR.
4) Fomento de un cambio en la fisonomía socio-politica latinoamericana; para políticas más sociales y menos neo-liberales son necesarios partidos, sindicatos y gobiernos nacionales más progresistas y democráticos… como en Brasil.
5) Inserción en los escenarios internacionales globales, económicos, políticos e institucionales, en base al reclamo de la fuerte potencialidad de crecimiento de Brasil como destino inversor. Incentivado ese reclamo, además, con unas políticas espectaculares de lucha contra la pobreza y la exclusión, llamadas a ensanchar un mercado interno y una capacidad de consumo ya de por sí muy grandes.
6) Políticas fiscales progresivas y flexibles, a la vez, al servicio de ese doble objetivo estratégico: Combate local contra la pobreza y la exclusión y convocatoria a la inversión internacional a ese “inmenso lecho de amor”, también de rentabilidades y beneficios… pero todo bajo la égida de un fortísimo poder político puesto al servicio de un inmenso país ávido de crecer para y con su gente, no sólo y exclusivamente con sus inversores internacionales.
· Sin la menor duda, Lula, en su periodo de gobierno logró varias cosas:
1) Reducir notablemente la tasa de pobreza y exclusión con la incorporación a niveles básicos de consumo y demanda interna de unos 15 millones de brasileños, en torno a la mitad del total.
2) Un importante saneamiento de las coordenadas macroeconómicas y las balanzas fiscales, con fuerte impacto en los sectores medios de la población, es decir, segmentos de la clase trabajadora y la pequeña burguesía y empresariado urbanos.
3) Una indudable contribución, por acción directa y efecto de contagio, a una mayor cohesión latinoamericana más allá de MERCOSUR, y a la presencia de gobiernos mayoritariamente progresistas en la región.
4) Colocar a Brasil en la escena internacional como una de las potencias emergentes más sólidas y solventes, y a su PIB como el 6º o 7º del mundo en importancia. Palabras mayores. Tanto es así que la sigla que identifica a esas potencias emergentes –las BRICS- empieza con la “B” de Brasil y sigue con las del resto: Rusia, India, China, Corea del Sur y Sudafrica. Yo añadiría en favor de Brasil que, además de los factores cuantitativos, hay factores cualitativos como la cohesión nacional y el respeto básico por la Democracia y los Derechos Humanos, por los que Brasil es líder de esos BRICS.
· Reflejo de todo lo anterior, y despedida de Lula del poder, ¿hasta cuándo?, fue el doble éxito para Brasil de organizar el Campeonato Mundial de Futbol del 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Dos eventos enormemente dinamizadores de la economía y el empleo, de beneficios fabulosos y de aumento del prestigio internacional.
· No obstante tanta luz, el mandato de Lula arrojó sombras que resumo en cuatro:
1) El aumento notable de la corrupción, el enchufismo, el nepotismo partidario, el engorde artificial y mastodóntico de instituciones y parlamentos, fruto de la concentración de poder federal y estatal en manos del PT y del fuerte desarrollismo que generan las políticas y los estímulos inversores.
2) Precarización y terciarización laboral como cruz de la moneda del desarrollismo.
3) El malestar creciente en amplios sectores medios que no perciben los beneficios del desarrollismo dadas las limitaciones redistributivas del mismo. Ese malestar crece y se hace explícito hasta comprometer la reelecion de Lula para su segundo periodo de gobierno, 2008-2012; lo logra pero con un resultado más apretado que en el primer periodo.
4) Fortísimo impacto ecológico del desarrollismo, tanto en la Amazonia como en vastas extensiones agrarias de cultivos sojeros y transgénicos exhaustivos.
· Dilma Russeff, actual Presidenta de Brasil, hereda las luces y sombras de Lula. Pero lo que no hereda es su carisma popular, su autoridad y ascendiente sobre esa maquinaria fabulosa que es el PT, el afecto y respeto que Lula tiene entre el poderosísimo Movimiento Sindical y los Movimientos Sociales brasileños, ni su prestigio en los ámbitos latinoamericano e internacional.
· Dilma Russeff hereda, además, sin solución de continuidad, la implementación de los macro-desafíos que suponen el Mundial de Futbol y las Olimpiadas. Es cierto que se trata de escaparates fabulosos y fuertemente dinamizadores como hemos visto. Pero son, también, escaparates envenenados que producen perjuicios graves en sectores de la población, como expropiaciones, desalojos masivos y otros, y una sensación de derroche y especulación.
· De esa acumulación de factores y desequilibrios antedichos, que tienen su detonante inmediato en la implementación del futbol y las olimpiadas, se derivan las movilizaciones in crescendo que se producen en Brasil semanas atrás.
Crecimiento económico con redistribución social
· Una interpretación somera, y tal vez abusiva, sería que las movilizaciones contestaban un modelo de desarrollo inconcluso y obstruido a efectos redistributivos a los ojos, y el bolsillo, de esas capas medias de la población. Dicho con una imagen más coloquial: Al traje del fabuloso desarrollo económico de Brasil le han empezado a saltar las costuras propias de un desarrollo social insuficiente y deficiente.
· No es casual que las manifestaciones hayan tenido un ámbito exclusivamente urbano y una reivindicación detonante típicamente urbana también: el alto coste del transporte público y las previsiones de aumento de un servicio caro, deficiente, incomodo, de limitada cobertura… e imprescindible para esos sectores medios de las grandes urbes brasileñas.
· Bien es cierto que, a esa primera reivindicación sobre el precio del transporte, se sumaron enseguida otras de similar naturaleza sobre la escasa calidad y cobertura de servicios públicos vitales como la sanidad y la educación, o el agudo problema de la vivienda en un país en el que la demanda desborda ampliamente a la oferta. También la denuncia de la corrupción y la desigualdad endémica y extrema, se incorporaron enseguida a la agenda de los manifestantes.
· Es decir, y esta es una diferencia radical con lo que sucede en España o en buena parte de la Unión Europea, el movimiento reivindicativo en Brasil tiene un carácter eminentemente ofensivo y de progreso: “Reclamamos un traje social en el que nos sintamos cómodos, con arreglo al traje económico y financiero en el que se sienten comodísimos los sectores de elite y también, aunque en menor medida, los sectores sociales más bajos favorecidos por las políticas de subsidios contra la pobreza y la exclusión…”, parecían decir con nitidez los centenares de miles de personas que participaron en las movilizaciones.
· O sea, la clase trabajadora y las capas medias no se movilizaron para defender lo poco que les queda, como aquí, sino para participar en forma mucho más justa y progresiva de este inmenso festín que es Brasil.
· A diferencia de lo que sucede aquí, el gobierno de Brasil no se encastilla en políticas suicidas de austeridad ni hace oídos sordos a las demandas de la calle. Con todo el retraso que se quiera, y teniendo en cuenta la descentralización y diversificación ideológica del poder en un Estado federal, que eso es Brasil, la Presidenta Dilma Russeff confirmó la estrategia de crecimiento económico y redistribución social, progresión de la fiscalidad, lucha contra la corrupción y contra la pobreza y por el acortamiento de las agudas desigualdades que aún persisten. Y confirma programas inversores mastodónticos en carreteras y trenes –dar alas al crecimiento- y en vivienda, educación y sanidad –dar destino más justo al crecimiento-. Un pequeño dato de todo esto llegó hasta España: Brasil busca 7000 médicos en nuestro país, con un contrato multianual y una retribución mensual en torno a los 3500 euros.
· No es casual, por lo tanto, que Dilma Russeff mantenga pese a todo niveles de aceptación popular próximos al 60%. ¿Cuántos mandatarios españoles o europeos pueden exhibir esas políticas y esos apoyos?.
· Asímismo, a diferencia de lo que ocurre por aquí, las organizaciones políticas y sindicales brasileñas han jugado un rol pese a no haber previsto movilizaciones espontaneistas y autoconvocadas. El PT no ha sido el típico partido oficialista, atrincherado y acobardado tras el poder, como aquí,. Ha mediado, opinado, reclamado, recogido la naturaleza de las reivindicaciones populares para influir en las instancias de poder. Algo así han hecho otras fuerzas progresistas que ejercen el poder en diversos Estados federados. Cierto que otros han querido meter la cuchara en las movilizaciones como forma de desgastar el sólido prestigio de Dilma Russeff, de sus políticas y su gobierno. Algunos, incluso, han ensayado sin éxito aplicar la violencia a las movilizaciones, supuestamente para radicalizarlas y realmente para deslegitimarlas y aislarlas de las amplias mayorías.
· El Movimiento Sindical brasileño, liderado por la CUT, Força Sindical, UGT y la CNPL, la poderosa organización de los profesionales y autónomos, tan fuerte como atomizado a nivel organizativo, ha hecho propias las movilizaciones y las reivindicaciones populares, bien es cierto que con algo de retraso y lentitud, queriendo contribuir a unificarlas y darles así mayor fuerza en tanto que esas reivindicaciones son la base de la apuesta estratégica del propio Movimiento Sindical: Un Brasil que equilibre la calidad e intensidad del crecimiento económico con los imperativos ambientales y de redistribución social, sin los cuales el propio crecimiento o se colapsa y deviene recesión y regresión social o mero desarrollismo autodestructivo.
Hasta aquí una breve aproximación a la magnífica realidad y potencialidad, de hoy y de futuro, de Brasil. Ambas se han vistos sorprendidas e interpeladas por las importantes movilizaciones de Junio, que no desmerecemos como aviso pero no debemos sublimar tampoco como síntoma febril de fondo. En los momentos más álgidos de la protesta se habló de un millón de manifestantes en unas veinte ciudades punteras de Brasil; un país, recuerden, con 193 millones de habitantes. Pero, al margen de especulaciones estériles, lo importante es que la tendencial histórica de Brasil no se tuerza y que sus actores fundamentales –sociales, políticos, sindicales, culturales, económicos, etc.- no la malogren con errores y estrecheces de planteamiento y perspectiva. Hay mucho en juego. Aunque, como se dice por allí, Brasil es indestructible pero sus elites han sido muy tenaces en el intento a lo largo de la historia de uno de los países “mais grandes do mundo”.
Construir y liderar un bloque iberoamericano alternativo a esta globalización
Para concluir, unas someras reflexiones sobre el título de estas líneas, es decir, sobre la importancia decisiva de Brasil para la vasta comunidad iberoamericana –América Latina más Portugal y España- y en no poca medida para toda la Europa del Sur.
Cabría pensar que hay oportunismo en esta formulación: Arrimémonos a esta hermosa potencia emergente que es Brasil, y por extensión toda América Latina, pues Portugal y España se caen a pedazos, en buena medida porque la Unión Europea naufraga por agotamiento de su proyecto histórico –eficiencia económica para la justicia social- ante la ofensiva de la globalización ultraliberal de un capitalismo toxico y especulativo.
Pues no, no hay oportunismo alguno por mi parte. Desde muy temprano, mi trayectoria militante ha estado determinada por una fuerte impronta clasista, solidaria e internacionalista, concretada en el triple ámbito de la construcción de una América Latina integrada y de una Unión Europea integrada también, ambas sobre valores y proyectos históricos comunes. Y en la perspectiva, a su vez, de una integración estratégica de ambos continentes: El proyecto Euro-Latinoamericano como contrapeso decisivo a un modelo de globalización ultraliberal y capitalista que se manifiesta con toda su agresividad y arrogancia desestabilizadora del escenario mundial tras la caída del bloque soviético a finales de los 80 y principios de los 90.
Mi posicionamiento en la CMT, en la relación siempre preferente y estratégica con la CLAT, en el empeño por una CES en esa misma perspectiva, pese a estúpidos sectarismos, el más reciente proceso de unidad sindical internacional con la constitución de la CSI a nivel mundial y de la CSA en las Américas… han estado siempre orientados en esa triple perspectiva que es en sí misma una mirada alternativa a la globalización imperante:
1) Integración de América Latina, con la fuerza que supone integrar países emergentes tan importantes como Argentina, Colombia, Venezuela, Méjico, Chile, Bolivia, Perú, además de Brasil, claro.
2) Culminación socio-política e institucional de la Unión Europea para que ésta no sea sólo una casa monetaria y mercantil sin techo democrático.
3) Alianza estratégica entre América Latina, la deseable Comunidad Latinoamericana Caribeña de Naciones, y una Unión Europea plena.
Cierto que esa triple perspectiva, con el inicio del siglo, se ve acosada en su flanco europeo por el neo-liberalismo global y sus secuelas de especulación financiera e insolidaridad social. No es menos cierto que, a sensu contrario, América Latina crece, combate la injusticia y la pobreza, afirma progresivamente su soberanía e integración. Si Europa es un inevitable reflejo de su avanzada edad, América Latina, con Brasil al frente, es el joven continente del futuro.
En todo caso, desde el lado hispano-luso, sureuropeo o europeo de conjunto, no hay grandes márgenes para el optimismo histórico, si bien luchamos y hemos de seguir haciéndolo por ensanchar esos márgenes, pues no podemos dejar de ser europeos, siquiera sea por razones geográficas…
Pero lo que hemos de ensanchar, sobre todo, es nuestra mirada iberoamericana respecto a una Europa norteña y enriquecida, que no rica, que nos desprecia porque nos desconoce. Desconoce nuestras lenguas, nuestras culturas, nuestra alma, y no comparte ni remotamente nuestra sangre… Y por ello nos quieren asignar, vía austeridad destructiva de lo mejor de nuestros países, un papel subsidiario de fabricantes de paellas, tapas y sol –y sus equivalentes en Portugal, Grecia o Italia- para que esa Europa enriquecida y norteña se refocile en vacaciones con todo aquello que ignora y desprecia el resto del año.
Yo creo que esas ignorancias y desencuentros de sensibilidades, lenguas y culturas, hacen inviables Uniones de verdad. A lo sumo, uniones mercantiles y de intereses cortos.
Por el contrario, en el ámbito iberoamericano tenemos superávit de esos factores subjetivos y humanistas de encuentro, aparte el hecho aquí descrito de que en el lado americano de ese ámbito hay abundancia de recursos, territorio, juventud, ganas de vivir y de construir el presente y el futuro con soberanía y libertad.
No hace mucho yo expuse esa mirada iberoamericana en sendas conferencias. Una en Lisboa y otra en Bogotá, en Febrero y Noviembre del 2012 respectivamente. Propuse sin ambages un proyecto de confederalidad fuerte entre Portugal y España para proyectarnos unidos, con decisión histórica, sin arrogancia alguna, no hay caso, todo lo contrario, hacia América Latina-Caribe, a través de reforzar relaciones con países de fuertes afinidades y proximidades históricas, empezando por Brasil. “Seamos geográfica y mercantilmente europeos, no hay más remedio; pero seamos substancialmente iberoamericanos como proyecto apasionante de hoy para mañana…”, vine a decir en esas conferencias.
Para mi sorpresa, nadie me tachó de loco o ilusorio. Mucho menos los amigos portugueses. Tal vez por ello escribí estas líneas sobre la esperanzadora importancia de Brasil.
En todo caso, concluyo con algo que dije en esas conferencias y en ocasiones anteriores desde hace muchos años: Si es usted español, italiano, francés, griego, o de cualquier nacionalidad latinoamericana, mi consejo es que aprenda cuanto antes portugués –a poder ser con la musicalidad brasilera-. Les será mucho más útil en un futuro próximo que el inglés y que, incluso, el chino. Si lo sabrán los miles de muchachos y muchachas españoles que toman cada día el camino de Brasil, adelantándose por imperativos de supervivencia a esta gran esperanza iberoamericana.
- Manuel Zaguirre, Ex Secretario General de la USO
(Julio 2013)
https://www.alainet.org/es/active/65887?language=en