Las manifestaciones de junio de 2013 en la ciudad de São Paulo

04/07/2013
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Lo que sigue no son reflexiones sobre todas las manifestaciones ocurridas en el país, se refieren principalmente a las desarrolladas en la ciudad de São Paulo, aunque algunas consignas y algunas actitudes hayan sido comunes a las manifestaciones de otras ciudades (la forma de la convocatoria, la cuestión de la tarifa del transporte colectivo como punto de partida, la desconfianza en la institucionalidad política como punto de llegada), así como el tratamiento dado a ellas por los medios de comunicación (condena inicial y celebración final, con criminalización de los “vándalos”), permiten algunas consideraciones más generales a modo de conclusión.
 
La mecha que prendió las manifestaciones paulistas fue el aumento de la tarifa del transporte público y la acción contestataria de la izquierda con el Movimiento Pase Libre (MPL), cuya existencia data de 2005 y está compuesto por militantes de partidos de izquierda.  En su reivindicación específica, el movimiento obtuvo una victoria en dos aspectos.  Consiguió la reducción de la tarifa y colocó la cuestión del transporte público en la agenda de los derechos de los ciudadanos, y por lo tanto afirmó el núcleo de la práctica democrática, es decir la creación y defensa de derechos por medio de hacer explícitos (y no el ocultamiento) los conflictos sociales y políticos.
 
El infierno urbano
 
No fueron pocos los que, a través de los medios de comunicación, expresaron su perplejidad frente a las manifestaciones de junio de 2013: ¿de donde se originaron y por qué se originaron si los grandes problemas que siempre atormentaron el país (desempleo, inflación, violencia urbana y en el campo) están siendo bien solucionados y reina la estabilidad política? Las preguntas son justas, pero la perplejidad, no, si consideramos un asunto que fue siempre el punto de convergencia de los movimientos populares: la situación de la vida urbana en las grandes metrópolis brasileñas.
 
¿Cuáles son los rasgos más relevantes de la ciudad de São Paulo en los últimos años y, bajo ciertos aspectos, extensibles a las demás ciudades? En forma resumida, podemos decir que son los siguientes:
 
• Explosión del uso individual del automóvil.  La movilidad urbana se volvió casi imposible, al tiempo que la ciudad se estructura con un sistema vial destinado a los coches individuales en detrimento del transporte colectivo, pero ni aún así este sistema es capaz de resolver el problema.
 
• Explosión inmobiliaria con los grandes condominios (verticales y horizontales) y centros comerciales, que producen una densidad demográfica prácticamente incontrolable, además de no contar con redes de agua, electricidad y alcantarillado siendo evidentes los problemas, por ejemplo, cuando llueve.
 
• Aumento de la exclusión social y de la desigualdad debido a la expulsión de los habitantes de las regiones favorecidas por las grandes especulaciones inmobiliarias y la consecuente expansión de las periferias pobres y su creciente distanciamiento con relación a los lugares de trabajo, educación y servicios de salud.  (En el caso de São Paulo, como apunta Erminia Maricato, se dio la ocupación de las regiones pantanosas, poniendo en riesgo la salud de toda la población; en resumen: degradación de la vida cotidiana de las capas más pobres de la ciudad);
 
• El transporte colectivo indecente, indigno y mortífero.  En el caso de São Paulo, se sabe que el programa del metro preveía la entrega de 450 kilómetros de vías hasta 1990; de hecho, hasta 2013, el gobierno estadual construyó 90 kilómetros.  Además de eso, la flota de trenes de la metrovía no ha sido ampliada, está envejecida y apenas conservada; a la insuficiencia cuantitativa para atender a la demanda, se suman retrasos constantes por daños de los trenes y de los instrumentos de control de las operaciones.  Lo mismo se puede decir de los trenes de la CPTM, también de responsabilidad del gobierno estadual.  En el caso del transporte por autobús, bajo responsabilidad municipal, un cartel domina completamente el sector sin rendir cuentas a nadie: los autobuses se hacen con carrocerías destinadas a camiones, por lo tanto están hechos para transportar cosas, y no personas; las flotas están envejecidas y cuantitativamente desfasadas con relación a las necesidades de la población, sobre todo de las periferias de la ciudad; las líneas son extremadamente largas porque eso las hace más lucrativas, de modo que los pasajeros son obligados a tomar trayectos absurdos, gastando horas para ir al trabajo, a las escuelas, a los servicios de salud y volver a casa; no hay líneas para conectar diferentes puntos del centro de la ciudad ni líneas interbarriales, de modo que el uso del automóvil individual se hace casi inevitable para trayectos más pequeños.
 
En resumen: definidas y orientadas por los imperativos de los intereses privados, las ensambladoras de vehículos, empresas de la construcción civil y empresas de transporte colectivo dominan la ciudad sin asumir ninguna responsabilidad pública, imponiendo lo que llamo el infierno urbano.
 
La tradición paulista de luchas
 
Recordando: la ciudad de São Paulo (como varias de las grandes ciudades brasileñas) tiene una tradición histórica de revueltas populares contra las pésimas condiciones del transporte colectivo, es decir, la tradición del quiebra-quiebra cuando, desesperados y enfurecidos, los ciudadanos quiebran e incendian autobuses y trenes (a la manera de lo que hacían los obreros a inicios de la Segunda Revolución Industrial, cuando usaban los suecos de madera – en francés, los sabots, de donde se deriva la palabra francesa de sabotaje – para destruir las máquinas).  Sin embargo, no fue ese el camino tomado por las manifestaciones actuales y merecería la pena indagar porqué.  Tal vez porque, viniendo de la izquierda, el MPL politiza explícitamente la contestación, en vez de politizarla simbólicamente, como lo hicieron los quiebra-quiebra.
 
Recordando: en las décadas de 1970 a 1990, las organizaciones clasistas (sindicatos, asociaciones, entidades) y los movimientos sociales y populares tuvieron un papel político decisivo en la implantación de la democracia en Brasil por los siguientes motivos: introducción de la idea de derechos sociales, económicos y culturales más allá de los derechos civiles liberales; afirmación de la capacidad auto-organizativa de la sociedad; introducción de la práctica de la democracia participativa como condición de la democracia representativa a ser realizada por los partidos políticos.  En una palabra: sindicatos, asociaciones, entidades, movimientos sociales y movimientos populares eran políticos, valoraban la política, proponían cambios políticos y apuntaban a la creación de partidos políticos como mediadores institucionales de sus demandas.
 
Eso casi desapareció de la escena histórica como efecto del neoliberalismo, que produjo:
 
• Fragmentación, tercerización y precarización del trabajo (tanto industrial como de servicios), dispersando a la clase trabajadora, que se enfrenta al riesgo de la pérdida de sus referencias de identidad y de lucha. 
 
• Reflujo de los movimientos sociales y populares y su sustitución por las ONGs, cuya lógica es distinta de aquella que rige a los movimientos sociales;
 
• Surgimiento de una nueva clase trabajadora heterogénea, fragmentada, aún desorganizada que, por eso, aún no tiene sus propias formas de lucha y no se presenta en el espacio público y, por eso mismo, es atraída y devorada por ideologías individualistas como la “teología de la prosperidad” (del pentecostalismo) y la ideología del “emprendimiento” (de la clase media), que estimulan la competencia, el aislamiento y el conflicto interpersonal, quebrando formas anteriores de sociabilidad solidaria y de lucha colectiva.
 
Se levantan contra los efectos del infierno urbano, las manifestaciones conservaron de la tradición de los movimientos sociales y populares la organización horizontal, sin distinción jerárquica entre dirigentes y dirigidos.  Pero, a diferencia de los movimientos sociales y populares, tuvieron una forma de convocatoria que los transformó en un movimiento de masa, con miles de manifestantes en las calles.
 
El pensamiento mágico
 
La convocatoria se efectuó por medio de las redes sociales.  A pesar de la celebración de ese tipo de convocatoria, que derrumba el monopolio de los medios de comunicación de masas, es preciso mencionar algunos problemas derivados del uso de esas redes, que posee algunas características que lo aproximan a los procedimientos de la mídia:
 
• Es indiferenciado: podría ser para un show de Madonna, para un maratón deportivo, etc., y resultó ser a causa de la tarifa del transporte público.
 
• Tiene la forma de un evento, o sea, es puntual, sin pasado, sin futuro y sin saldo organizativo porque, aunque haya partido de un movimiento social (el MPL), a medida que creció pasó del rechazo gradual de la estructura de un movimiento social a convertirse en un espectáculo de masa.  (Dos ejemplos confirman eso: la ocupación de Wall Street por los jóvenes de Nueva York, que, antes de disolverse, se convirtió en un punto de atracción turística para los que visitaban la ciudad; y en el caso de Egipto, algo más triste, pues, al permanecer las manifestaciones como eventos y no traducirse en una forma de auto-organización política de la sociedad, posibilitaron que los poderes existentes pasaran de una dictadura a otra).
 
• Asume gradualmente una dimensión mágica, cuyo origen se encuentra en la naturaleza del propio instrumento tecnológico empleado, pues éste opera mágicamente, una vez que los usuarios son, exactamente eso, usuarios, y por lo tanto no poseen el control técnico y económico del instrumento que usan, o sea, desde este punto de vista, se encuentran en la misma situación que los receptores de los medios de comunicación de masas.  La dimensión es mágica porque, así como basta apretar un botón para que todo aparezca, así también se cree que basta querer para hacer que algo suceda.  Además de la ausencia de control real sobre el instrumento, la magia repone uno de los recursos más profundos de la sociedad de consumo difundida por los medios de comunicación, cual es la idea de satisfacción inmediata del deseo, sin ninguna mediación. 
 
• El rechazo a las mediaciones institucionales indica que estamos frente a una acción propia de la sociedad de masas, por lo tanto indiferente a la determinación de clase social; o sea, en el caso presente, al presentarse como una acción de la juventud, el movimiento asume la apariencia de que el universo de los manifestantes es homogéneo o de masa, aunque, efectivamente, sea heterogéneo desde el punto de vista económico, social y político, bastando recordar que las manifestaciones de las periferias no fueron sólo de la “juventud” ni de clase media, sino de jóvenes, adultos, niños y ancianos de la clase trabajadora.
 
Al final del camino, las manifestaciones introdujeron el tema de la corrupción política y el rechazo a los partidos políticos.  Sabemos que el MPL está constituido por militantes de varios partidos de izquierda y, para asegurar la unidad del movimiento, evitó la referencia a los partidos de origen.  Por eso fue a las calles sin definirse como expresión de partidos políticos, y en São Paulo, cuando, en la conmemoración de la victoria, los militantes partidarios comparecieron a las calles fueron detestados, agredidos y expulsados como oportunistas: sufrieron represión violenta por parte de la masa.
 
La crítica a las instituciones políticas no es infundada, posee una base concreta:
 
• En el escenario conyuntural: el infierno urbano es, efectivamente, responsabilidad de los partidos políticos gobernantes. 
 
• En el escenario estructural: en Brasil, sociedad autoritaria y excluyente, los partidos políticos tienden a ser clubes privados de oligarquías locales, que usan lo público para sus intereses privados; la calidad de los Legislativos en los tres niveles es la más baja posible y la corrupción es estructural; como consecuencia, la relación de representación no se concretiza porque predominan relaciones de favor, clientela, tutela y cooptación;
 
• La crítica al PT: de haber abandonado la relación con aquello que determinó su nacimiento y crecimiento, es decir, el campo de las luchas sociales auto-organizadas, y de haberse transformado en una máquina burocrática y electoral (cómo han dicho y escrito muchos militantes a lo largo de los últimos veinte años).
 
Eso, sin embargo, aunque explique el rechazo, no significa que éste haya sido motivado por una clara comprensión del problema por parte de los manifestantes.  De hecho, la mayoría de ellos no expresa en sus testimonios un análisis de las causas de este modo de funcionamiento de los partidos políticos, ya sea, la estructura autoritaria de la sociedad brasileña, de un lado, y, de otro, el sistema político-partidario montado por los casuísmos de la dictadura.  En lugar de luchar por una reforma política, buena parte de los manifestantes rechaza la legitimidad del partido político como institución republicana y democrática.  Así, bajo esta consideración, a pesar del uso de las redes sociales y de la crítica a los medios de comunicación, la mayoría de los manifestantes adhirió al mensaje ideológico difundido por años por los medios de comunicación de que los partidos son corruptos por esencia.  Como se sabe, esa posición de los medios de comunicación tiene la finalidad de que se les confiera el monopolio de las funciones del espacio público, como si no fueran empresas capitalistas movidas por intereses privados.  De esa manera, el rechazo de los medios de comunicación y las críticas a ellos endosadas por los manifestantes no impidieron que gran parte de ellos adhiriera a la perspectiva ética de la clase media conservadora difundida por la mídia. 
 
De hecho, la mayoría de los manifestantes, reproduciendo el lenguaje mediático, habló de la ética en la política (o sea, el traspaso de los valores del espacio privado al espacio público), cuando, en verdad, se trata de afirmar la ética de la política (es decir, valores propiamente públicos), ética que no dependa de las virtudes morales de las personas privadas de los políticos, y sí de la calidad de las instituciones públicas en tanto instituciones republicanas.  La ética en la política, en nuestro caso, depende de una profunda reforma política que cree instituciones democráticas republicanas y destruya de una vez por todas la estructura dejada por la dictadura, que obliga a los partidos políticos a hacer coaliciones absurdas si quieren gobernar, coaliciones que comprometen el sentido y la finalidad de sus programas y abren las puertas a la corrupción.  En lugar de la ideología conservadora y mediática de que, por definición y por esencia, la política es corrupta, se trata de promover una práctica innovadora capaz de crear instituciones públicas que impidan la corrupción, garanticen la participación, la representación y el control de los intereses públicos y de los derechos por los ciudadanos.  En una palabra, una invención democrática. 
 
Así, al entrar en escena el pensamiento mágico, los manifestantes dejan de lado el hecho de que, hasta que surja una nueva forma de la política en un futuro distante, cuando, talvez, la política se realizará sin partidos, de momento, en una república democrática (al contrario de una dictadura), nadie gobierna sin un partido, pues es éste el que crea y prepara cuadros para las funciones gubernamentales para que concreten los objetivos y las metas de los gobernantes electos.  Bastaría que los manifestantes se informaran sobre el gobierno Collor para entender eso: Collor partió de las mismas afirmaciones hechas por una parte de los manifestantes (partido político es cosa de de potentados y es corrupto) y se presentó como un hombre sin partido.  Resultado: no tuvo cuadros para montar el gobierno ni directrices y metas coherentes y se inclinó por una forma autocrática de gobierno, es decir, “el gobierno soy yo”.  Sucedió lo que sucedió. 
 
Además de eso, un sector de los manifestantes está adoptando la posición ideológica típica de la clase media, que aspira a gobiernos sin mediaciones institucionales, y, por lo tanto, dictatoriales.  He ahí porque surge la afirmación de muchos manifestantes, cobijados en la bandera nacional, de que “mi partido es mi país”, ignorando, talvez, que esa fue una de las afirmaciones fundamentales del nazismo contra los partidos políticos.
 
Así, en lugar de inventar una nueva política, de ir rumbo a una invención democrática, el pensamiento mágico de gran parte de los manifestantes se dirigió contra la política, reducida a la figura de la corrupción.  Históricamente, sabemos a donde conduce esto.  Y por eso no nos deben sorprender, aunque si alarmar, las imágenes de jóvenes militantes de partidos y movimientos sociales de izquierda agredidos y heridos durante la manifestación de conmemoración de la victoria del MPL.  Ya vimos esas imágenes en Italia de los años 1920, en Alemania de los años 1930 y en Brasil de los años 1960-1970.
 
Conclusión provisional
 
Desde el punto de vista simbólico, las manifestaciones poseen un sentido importante que contrabalancea los problemas aquí mencionados.
 
No se trata, como se dijo en los medios de comunicación, de que finalmente los jóvenes abandonaron la “burbuja” del condominio y del centro comercial y decidieron ocupar las calles (ya podemos prever el número de novelas y miniseries que usarán esa idea para incrementar el programa High School Brasil, de la Red Globo).  Simbólicamente, a pesar de ellos mismos y a pesar de sus afirmaciones explícitas contra la política, los manifestantes realizaron un evento político: dijeron no al statu quo, rechazando a las acciones de los Poderes Ejecutivos municipales, estaduales y federal, así como las del Poder Legislativo en sus tres niveles.  Practicando la tradición del humor corrosivo que recorre las calles, modificaron el sentido trivial de las palabras y del discurso conservador por medio de la inversión de las significaciones y de la irreverencia, indicando una nueva posibilidad de práxis política, una brecha para repensar el poder, como escribió un filósofo político sobre los acontecimientos de mayo de 1968 en Europa.
 
Justamente porque una nueva posibilidad política está abierta, algunas observaciones merecen hacerse para que estemos alertas frente a los riesgos de apropiación y destrucción de esa posibilidad por la derecha conservadora y reaccionaria.
 
Comencemos por una obviedad: como las manifestaciones son de masa (de juventud, como propala la mídia) y no aparecen en su determinación de clase social, que, sin embargo, es clara en la composición social de las manifestaciones de las periferias paulistas, es preciso recordar que una parte de los manifestantes no vive en las periferias de las ciudades, no experimenta la violencia cotidiana experimentada por la otra parte de los manifestantes.  Así, podemos hacer algunas preguntas.  Por ejemplo: ¿los jóvenes manifestantes de clase media que viven en los condominios tienen idea de que sus familias también son responsables del infierno urbano (el aumento de la densidad demográfica de los barrios y la expulsión de los habitantes populares hacia las periferias distantes y pobres)? ¿Los jóvenes manifestantes de clase media que, el día en que cumplirán 18 años, ganarán de regalo un automóvil (o están en la expectativa del regalo cuando completen esa edad) tienen idea de que también son responsables del infierno urbano? ¿No es paradojal, entonces, que se pongan a luchar contra aquello que es resultado de su propia acción (es decir, de sus familias), pero atribuyendo todo eso a la política corrupta, como es típico de la clase media?
 
Estas indagaciones no son gratuitas ni expresión de mala voluntad con respecto a las manifestaciones de 2013.  Ellas tienen un motivo político y un aporte histórico.
 
Motivo político: señalamos anteriormente el riesgo de apropiación de las manifestaciones rumbo al conservadorismo y al autoritarismo.  Sólo será posible evitar ese riesgo si los jóvenes manifestantes toman en cuenta algunas preguntas:
 
1.  ¿Están dispuestos a luchar contra las causas que provocan el infierno urbano, y por lo tanto enfrentar el poder del capital de las ensambladoras, empresas y carteles de transporte, que, como todos saben, no tienen relaciones pacíficas (por decir lo mínimo) con las demandas sociales?
 
2.  ¿Están dispuestos a abandonar la suposición de que la política se hace mágicamente sin mediaciones institucionales?
 
3.  ¿Están dispuestos a involucrarse en la lucha por la reforma política, a fin de inventar una nueva política, libertaria, democrática, republicana, participativa?
 
4.  ¿Están dispuestos a no reducir su participación a un evento puntual y efímero y a no dejarse seducir por la imagen que de ellos quieren producir los medios de comunicación?
 
Aporte histórico: cuando Luiza Erundina, partiendo de las demandas de los movimientos populares y de los compromisos con la justicia social, propuso la Tarifa Cero para el transporte público de São Paulo, ella explicó a la sociedad que la tarifa necesitaba ser subsidiada por el ayuntamiento y que el subsidio no implicaría recortes en los presupuestos de educación, salud, vivienda y asistencia social, es decir, de los programas sociales prioritarios de su gobierno.  Antes de proponer la Tarifa Cero, ella aumentó en un 500% la flota de la CMTC (explicación para los jóvenes: CMTC era la antigua empresa municipal de transporte) y forzó a los empresarios privados a renovar su flota.  Después de esto, en incontables audiencias públicas, presentó todos los datos y planillas de la CMTC y obligó a los empresarios de las compañías privadas de transporte colectivo a hacer lo mismo, de modo que la sociedad quedó plenamente informada en cuanto a los recursos que serían necesarios para el subsidio.  Ella propuso, entonces, que el subsidio viniera de un cambio tributario: el IPTU progresivo, es decir, el impuesto predial y territorial sería aumentado para los inmuebles de los más ricos, que contribuirían al subsidio junto con otros recursos del ayuntamiento.  En la medida que los más ricos, como personas privadas, tienen empleados/as domésticos que usan el transporte público y, como empresarios, tienen trabajadores usuarios de ese mismo transporte, una forma de realizar la transferencia de renta, que es la base de la justicia social, sería exactamente hacer con que una parte del subsidio viniera del nuevo IPTU.
 
Los jóvenes manifestantes de hoy desconocen lo que pasó: comerciantes cerraron calles enteras, empresarios amenazaron lockout de las empresas, en los “barrios nobles” se llevaron a cabo manifestaciones contra el “totalitarismo comunista” de la alcaldesa y los poderosos de la ciudad “negociaron” con los concejales la no aprobación del proyecto de ley.  La Tarifa Cero no fue implantada.  Discutida en la forma de la democracia participativa, presentada con sinceridad y ética política, sin ninguna mancha posible de corrupción, la propuesta fue rechazada.  Este recuento histórico muestra el límite del pensamiento mágico, pues no basta la ausencia de corrupción, como imaginan los manifestantes, para que todo acontezca inmediatamente de la mejor manera y como se desea.
 
Cabe una última observación: si no tienen en consideración la división social de las clases, es decir, los conflictos de intereses y de poderes económico-sociales en la sociedad, los manifestantes no comprenderán el campo económico-político en el cual están moviéndose cuando imaginan estar actuando fuera de la política y contra ella.  Entre los varios riesgos de esa imaginación, conviene recordar a los manifestantes que se sitúan a la izquierda que, si no tienen autonomía política y si no la defienden con mucha garra, podrían, en Brasil, llevar el agua al molino de los mismos poderes económicos y políticos que organizaron grandes manifestaciones derechistas en Venezuela, en Bolivia, en Chile, en Perú, en Uruguay y en Argentina.  Y la mídia, empoderada, agradecerá por los altos índices de audiencia.  (Traducción ALAI)
 
- Marilena Chaui es filósofa, profesora en la FFLCH de la Universidad de São Paulo
 
Teoría y Debate, Edición 113, 27 junio 2013
 
https://www.alainet.org/es/active/65416
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