En su XIV Congreso
El CRIC enaltece y reafirma la lucha del movimiento indígena en Colombia
16/06/2013
- Opinión
El Cauca es un territorio magno y mágico, cuyas gentes indígenas, campesinas y afros nos han abierto las puertas de su historia y sus vidas a quienes acompañamos sus procesos. En esta ocasión, 42 después que nació el CRIC y que desde hoy realiza su XIV Congreso hasta el 20 de junio en Kokonuko, ofrecemos un fragmento de la historia de la lucha y resistencia indígena del Cauca, que hoy vive una época dorada pero muy compleja dada la coyuntura actual que vive nuestro país. Hoy el CRIC no se puede desligar de la historia del país, toda vez que el sueño del pueblo colombiano de construir de un país justo, en paz e incluyente nació de las entrañas de esta organización indígena y cada toma cada vez más fuerza.
El 24 de febrero de 1971 surgió una de las experiencias más significativas del movimiento indígena del Abya Yala: el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, organización que ha reivindicado con sus tesoneras luchas la dignidad y derechos de los pueblos indígenas del Cauca y coadyuvó a que muchos otros pueblos del país y de Latinoamérica lo hicieran después y lo hagan hoy. Así 42 años después en una época dorada, pero compleja el CRIC realiza su XIV Congreso, “por el derecho al territorio ancestral y la gobernabilidad de los pueblos indígenas”, una premisa que ha mantenido latente en los años de su historia de luchas y de resistencia popular y humana. El XIV Congreso del CRIC se lleva a cabo en el resguardo indígena Kokonuko del 16 al 20 de junio de 2013.
Cabe destacar que el Congreso CRIC es de los eventos más concurridos a nivel continental y, para esta ocasión más 20 mil personas acompañarán este momento histórico y, a su vez, estarán resguardados por más de 5.000 guardias indígenas. En ocasión a esta celebración recordamos algunos mínimos fragmento de la historia del CRIC, como la dura persecución que sufrieron sus dirigentes y primeros impulsores, así como la destrucción de cabildos por parte de los terratenientes y politiqueros, especialmente en la época violenta de 1930 -1948 cuando la guerra partidista alcanzó su más tenebroso auge. Durante esta época la mayoría de resguardos indígenas fueron extinguidos, para el caso del Cauca la orden de abolir los territorios colectivos indígenas, provino de los mismos gobernadores del departamento, los alcaldes de los municipios e incluso por los jueces.
Previo al hito contemporáneo del CRIC surgieron experiencias reivindicativas también de grata recordación como las gestas del carismático Manuel Quintín Lame y su sucesor José Gonzalo Sánchez, quienes organizaron los pueblos indígenas para defender sus tierras del latifundio y que desde el pacifismo y los primeros litigios jurídicos pusieron en jaque a la rancia aristocrática payanes, la cual a su vez recurrió a métodos como la nefasta figura de los matones a sueldo, ‘pájaros’, en anuencia con las fuerzas del orden especialmente con la policía y años después el ejército y los grupos armados ilegales de izquierda o de derecha entraron a jugar en el sistemático etnocidio contra los pueblos del Cauca.
La lucha por la tierra, por recuperarla y liberarla de sus acaparadores -terratenientes antes, multinacionales y mineras hoy- fue y es uno de los pilares de la resistencia del CRIC, como lo son también el fortalecimiento cultural y la memoria histórica, reafirmar la autonomía y el control territorial y social desde la gobernabilidad propia ancestral de los pueblos del Cauca y, consolidar el propio proyecto educativo, aspecto en el cual se ha hecho un gran camino, hasta llegar a tener el manejo de la educación básica y la Universidad Autónoma Intercultural Indígena, que ya cuenta con programas y especializaciones propias.
Pero este proceso ha estado plagado de rencillas por parte de los ricachones caucanos, de la misma institucionalidad y la reciente incursión armada (legal e ilegal) que han volcado su furia contra la resistencia indígena y ha llevado a la tumba a miles de miembros de sus comunidades y al desplazamiento y despojo a muchos más de ellos.
Lo anterior llevó, en su momento, a que las comunidades vivieran condiciones indignas y de ignominia social; los comuneros servían de terrajeros al servicio de terratenientes y sus jóvenes esposas sometidas a la servidumbre en cocinas y fincas de los tiranos patronos, que a su vez y en anuencia con instituciones como la Iglesia católica despojaban a los viejos de sus saberes y de su lengua materna para evitar cualquier acto de resistencia.
Pero como reza el viejo refrán, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, los indígenas del Cauca, dieron la lucha de emancipación y la ganaron, como lo recuerdan hoy sus protagonistas. “La orientación del CRIC parte de un análisis del estado de vida que estábamos viviendo las comunidades… Un referente muy importante fue la recuperación o toma de tierra que venía realizando la organización de usuarios campesinos, ANUC, a nivel nacional; muchos líderes participaron en toma de tierras y adquirieron experiencia para aplicarlas luego al Cauca”, recuerda Guillermo Tenorio, un indígena nasa que participó en la conformación del CRIC y, uno de los pocos sobrevivientes que vivió aquella época que sin duda marcó un hito importante en los procesos organizativos de los pueblos indígenas y en la historia de Colombia
Tenorio recuerda cómo el 24 de febrero de 1971 en Toribio, donde se reunieron 7 cabildos (Toribio, San Francisco, Tacueyó, Jambaló, Totoro, Guambia y Chinaya), se determinó la plataforma política del CRIC que consiste en 7 puntos:
· Recuperación de tierras que habían usurpadas por los terratenientes.
· Constitución y ampliación de resguardos, fortalecimiento de cabildos y formas tradicionales de gobierno.
· Recuperar y asumir la autonomía indígena
· No más pago de terraje; suministrar pago en trabajo a cambio de uso de la tierra.
· Dar a conocer la legislación sobre indígenas y asegurar su aplicación.
· Defensa de la historia, la cultura, idioma y costumbres
· Preparación de maestros indígenas bilingües; formar profesores que enseñen a las comunidades el uso de sus costumbres, sus culturas y recuperar lo que se ha perdido,
Esta plataforma de lucha se conserva con algunas modificaciones y complementaciones como el control social, el aporte a la paz, la participación política y otros aspectos básicos que se consolidan en los cuatro pilares: territorio, autonomía, cultura y unidad.
Cuando comenzó la organización indígena del CRIC en el Cauca hubo mucha persecución, encarcelamientos y asesinatos. Los primeros en caer fueron Gustavo Mejía y Avelino Ull del resguardo de Totoro quienes fueron perseguidos y asesinados por los pájaros pagados por terratenientes. Muchos líderes indígenas y no indígenas fueron sistemáticamente diezmados, como Héctor Cuchillo, del Tacueyó; Benjamín Dindicue de Tierradentro, el padre Ulcué del norte y muchos líderes indígenas destacados.
Pero la violencia desatada contra cabildos indígenas y sus líderes en vez de amedrentarlos les fortalece como organización; “tenemos un muerto, pero el espíritu vivo”, manifestaron las mujeres nasa en 2007 cuando cayó asesinado el joven nasa Lorenzo Largo Dagua, en la hacienda la Emperatriz, un ícono de la lucha nasa por la recuperación de tierra y que aún sigue usurpada por los terratenientes del Cauca.
Las comunidades no se amilanan ante persecuciones y asesinatos, sino que apoyan a sus autoridades y líderes con más ímpetu, pese a que la violencia continua y en estas cuatro décadas han caído líderes destacados como Cristóbal Secue, el mismo padre Álvaro Ulcué, y diversos comuneros como Rodolfo Maya y niños y niñas indefensas como la compañerita y querida hijita del compañero comunicador Abel Coicue. “Cada muerte de uno de nuestros comuneros nos deja una tristeza profunda, pero a su vez enaltece nuestras luchas”, dice la carismática líder Aida Quilcue Vivas, quien ha visto y vivido muy de cerca la persecución tan de cerca que tuvo que sepultar a su compañero Edwin en 2008, víctima de las balas del ejército y ha sufrido persecuciones sádicas contra su hija.
Es en este contexto de los convulsos años 70 del siglo pasado, cuando la discriminación y la servidumbre contra comunidades indígenas y étnicas se agudiza, que surge el CRIC, previo a una conformación de varias cooperativas comunitarias como la Central Cooperativa indígena del Cauca y otras en Puracé y norte, como resultado de la lucha de las autoridades indígenas del Cauca, quienes con mucho entusiasmo y ánimo llevaron a cabo la misión de conformar y fortalecer la organización CRIC y sus nueve (9) zonales que dieron vida con el tiempo. “Pienso que todo ese sufrimiento y obstaculización que había cuando iniciamos valió la pena; entonces no teníamos derecho a la educación, no teníamos acceso a la salud, hoy en día tenemos esos derechos y otros logros arrojados por la organización a nivel del Cauca. Ya contamos con programas de salud, como la empresa AIC que es de la Asociación de los cabildos indígenas del Cauca y atiende población indígena no sólo del Cauca, sino de otros departamentos que lo han pedido. Tenemos el programa de educación bilingüe, que enseña nuestro dialecto Nasa Yuwe, pero a su vez se ha ampliado a zonas campesinas. Las diferentes asociaciones de Cabildos están administrando educación por medio de contratos de oferentes, por eso considero que a pesar de las dificultades nuestro proceso ha arrojado resultados muy positivos”, destaca el mayor Tenorio.
También se resalta que hoy la mayoría de resguardos tienen guardia indígena, toda una institución indígena, reconocida a nivel mundial, que asume el control interno territorial, brindando seguridad a sus comunidades y autoridades. “La guardia evita tanta persecución y ataques que han sido víctimas las comunidades. El aporte de la resistencia indígena ha sido muy valioso; uno siente ese orgullo…” manifiesta con satisfacción Tenorio.
Hoy cuando el XIV Congreso CRIC está por iniciarse, se recuerdan sus primeros dirigentes, entre ellos, Manuel Transito Sánchez de Totoro; Antonio Mestizo del resguardo Huellas Caloto; de la Zona Sur Julio Tunubala, Juan Gregorio Palechor y Trino Morales como primeros dirigentes. Algunos de ellos sufrieron la persecución que les llevó a exiliarse en otras zonas del país; también se destacaron líderes como Benjamín Dindicue, Héctor Cuchillo, Antonio Sánchez de Guambía y Avelino UII.
Hoy cuando los caminos del CRIC y de este Congreso conducen a Kokonuko no podemos dejar de resaltar su trascendencia en la lucha indígena de este magno territorio, donde se dieron grandes luchas por la recuperación territorial, especialmente la hacienda Cobaló, de unas 350 hectáreas, que hoy pertenece al resguardo, pero que antes el pueblo Kokonuko tuvo que librar una dura faena. “El 13 de noviembre de 1972 entró un grupo por primera vez a trabajar a Cobaló y desde entonces más de treinta veces otros grupos, grandes o pequeños, volvieron a la carga, hasta que la hacienda se entregó el 5 de diciembre de 1973. Ningún miembro de esta comunidad de 517 familias, se quedó sin poner su granito de arena: hombres, mujeres y niños desafiaban al agua y al sol, los golpes de la policía o las vejaciones de las autoridades, para participar de la lucha común”, como lo refieren los documentos para la historia del movimiento indígena colombiano contemporáneo.[1] Larga Vida al CRIC y a sus dirigentes salientes y por entrar mucha sapiencia para librar este complejo momento histórico para la pervivencia de sus pueblos y sus cultura.
La Consejería del CRIC en cabeza de su consejero Mayor, Jesús Chávez, su programa de Comunicaciones y sus más de 5.000 guardias indígenas les esperan en Kokonuko.
Junio 16 de 2013.
- Ismael Paredes es comunicador Social Periodista.
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