Construir la indispensable unidad sindical

12/03/2013
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“Soy sólo pueblo, puerta escondida, pan oscuro,
y cuando me recibes, te recibes
a ti mismo, a ese huésped
tantas veces golpeado
y tantas veces
renacido…..” (Pablo Neruda)
 
Desde Chile, escribo estas letras, con el afán único de atender a una inquietud que, desde hace un tiempo largo, viene causando lastra a la libertad sindical en nuestro país.
 
Reconocido es el hecho que nada de la actual institucionalidad local comulga con los postulados que, sobre derechos sociales, establecen las sendas Cartas que se han venido suscribiendo a contar desde inicios del siglo pasado.
 
Pero, ya, todos notificados de esta realidad, nos encontramos enfrascados en un conjunto de prácticas, que más que antisindicales, parecen ser demenciales. Distraen la atención, y retuercen los raciocinios de quienes están mandatados para esquivarlas, y más aún, denunciarlas fervorosamente.
Doloroso   -para todo el conjunto de quienes, desde este fin del mundo, labramos día a día, letras, frases, párrafos y foros, reforzando el sentido y alcance que tiene el poder de los trabajadores,- el asesinato de un sindicalista, dirigente sindical del subcontrato, Juan Pablo Jiménez Garrido, baleado al interior de su empresa, contratista de la española Chilectra.
 
 Este asesinato, cruel y cobarde, pareciera haberse querido ocultar, en las tinieblas distractoras de los profesionales expertos en enajenar las atenciones populares. Pero, no ha pasado desapercibido, y desde que surgió a la luz, no se ha vacilado en exigir justicia para el esclarecimiento de este nuevo asesinato.
 
No deben menguarse esfuerzos para seguir exigiendo justicia para Juan Pablo. Aunque muchos quieran acallar estas voces.
No dejemos que la atención popular siga siendo manipulada por el poder de las comunicaciones, que invisibiliza la realidad cruel que afecta a lo/as trabajadores/as chileno/as.
 
Este hecho, no puede ni debe pasar a constituir un eslabón más en la cadena de injusticias que ha sacudido a nuestro pueblo por ya cuarenta años.
No hemos de extrañarnos, que el manto de impunidad, que pretendió ceñirse sobre este atentado, fuera inicialmente intencionado.
No comparecieron al lugar los organismos técnicos especializados; ni la Fiscalía; ni la Dirección del Trabajo.
 
 Se limpió absolutamente el sitio del suceso.
 
Se habló irresponsablemente de una eventual “bala loca”, sin señalarse el tipo de bala homicida, ni el arma con que se efectuó el disparo, ni la distancia.
 
 No se efectuó inmediatamente el levantamiento planimétrico del sitio del crimen.
 
No se cerró la empresa.
 
En fin, muchas dudas quedan en el aire. Nadie responde.
 
Pero a riesgo de caer en exageraciones, no debemos dejar de atender las otras arbitrariedades que, hora tras hora, afecta a muchos y muchas trabajado/as chilenos.
 
La libertad  sindical se encuentra hoy capturada. No solo por la propia institucionalidad, sino también por las propias prácticas que emulan, una a una, las grandes y medianas empresas para destruirla.
 
El actual orden institucional, no pretende ceder ni un paso en reconocer los postulados de las Cartas Internacionales que, luego de grandes alocuciones comunicacionales, ratificó el Estado de Chile.
 
No puede parecer extraño que, en muchas de las empresas en Chile, se haya instalado la práctica de la creación de sindicatos de protección patronal, formados por esbirros y testaferros, que, bajo pequeñas granjerías personales, entregan a través de los denominados “Convenios Colectivos de Trabajo”, derechos irrenunciables de los trabajadores.
 
Que, las propias empresas afilian y vinculan, a su antojo, a sus trabajadores, a sindicatos e instrumentos patronales, como los Convenios Colectivos, que, constituyen verdaderas prácticas antisindicales, y que la institucionalidad se niega a erradicar.
 
Pequeñas luces de desarrollo auténtico de libertad sindical, son día a día, atacadas mediante demandas judiciales de desafueros de sus dirigentes, de denuncias de prácticas antisindicales en contra de los activistas sindicales.
 
Las instituciones chilenas, mandatadas para velar por su protección, no escatiman esfuerzos, en hacer entrega de documentación “confidencial” de las organizaciones de clase, a la patronal o a sus esbirros, para destruirlas. Lo anterior, delante de las propias narices de los Juzgados del Trabajo, violentando gravemente la autonomía sindical, elemento consustancial a la libertad sindical.
 
Y, por otro lado, pareciera ser, que los estamentos constituidos al amparo de la lucha por la defensa de los derechos laborales, no rompen el hielo de la fragmentación.
 
¿Qué nos ha pasado?
 
¿Hasta cuando debemos vivir esta miseria humana de desconcentración del poder popular, que ensalza a la libertad sindical, como el verdadero motor de la historia?
 
Miremos de frente nuestra historia, a nuestros padres y abuelos.
 
 Diversas vertientes de las corrientes obreras y de clase, antes de la creación de la Central Única de Trabajadores (creada en 1953), sacudiéronse de sus mezquindades para, con unidad, forjar una gran alianza fraterna, que hiciera frente a una gran política movilizadora, en vista de un interés único e inexorable: La función social del trabajo y su protección.
 
Aunemos nuestros esfuerzos en pos de la gestación de un nuevo destino para la clase trabajadora. Hoy es el día.
 
Porque el verdadero poder de lo/as trabajadores/as está precisamente en la libertad sindical, lo que entendió firmemente Juan Pablo, hasta su muerte. 
Que la conciencia del hombre y mujer nuevos, enarbole la lucha de una clase trabajadora férrea y unida, y que no desea seguir esperando.
 
Santiago de Chile, marzo 13 de 2013.
 
 María Estrella Zúñiga es abogada Laboral
 
 
 
 
 
 
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