Con explosivos y granadas
La nueva modalidad de disputa de las bandas criminales en Cúcuta
04/03/2013
- Opinión
En los últimos 28 días el área metropolitana, especialmente Cúcuta, ha sufrido 8 atentados terroristas. Es decir uno cada tres días y medio. Que han dejado treinta y seis personas afectadas, de las cuales cuatro han fallecido, según versiones oficiales.
Los ataques han sido bien coordinados y efectivos en su propósito de causar daño a los propietarios de los locales comerciales y pánico en la ciudadanía. Han utilizado granadas de fragmentación y artefactos caseros. Tres han sido ejecutados a plena luz del día, cuando se supone que el ojo de las autoridades está desplegado. De los seis atentados ocurridos en nuestra ciudad, la mitad fueron en sitios de alta concentración social, ubicados en las zonas de mayor control policial. La Central de Abastos, El Centro Comercial Alejandría –léase San Andresito- y El Centro. Es decir, quienes han cometido estos actos de barbarie, cuentan con estructuras de apoyo urbano que logran minimizar su riesgo o son profesionales que entran y salen de cualquier sector de la ciudad fuertemente armados, en vehículos o motocicletas, sin ser detectados por las autoridades.
Para garantizar esta eficacia del cien por ciento, pues en ninguno de los hechos sucedidos se presentaron capturas y en ninguno de los casos fue detectado a tiempo para detenerlo, se debió haber desarrollado previamente una labor de inteligencia. Es decir, dedicar hombres e infraestructura para conseguir las mejores ventajas y obtener el menor riesgo y el mayor daño posible. Para ello debieron determinar con antelación y precisión el objetivo, la mejor hora para cometer el acto terrorista, así como el impacto de este en la víctimas y en la ciudadanía. Realizaron un detallado análisis de las condiciones de seguridad de la zona y sus alrededores, de igual forma debieron calcular una posible reacción de las autoridades.
Esta labor y esta nueva modalidad de ejercer violencia en la ciudad, refleja que estos grupos criminales, cuentan no solo con hombres, armas y transporte –motocicletas y vehículos-, inteligencia y conocimiento de las operaciones militares, sino también un elemento que es fundamental en la actuación del terrorismo: la decisión de causar un daño indiscriminado.
Lo anterior representa un elevadísimo riesgo para todos y todas. Aún no entendemos como, ante la gravedad de este escenario, las autoridades no hayan tomado medidas extraordinarias de prevención y protección en la ciudad.
Lo peor de todo es que la actitud demencial de estas bandas, la sistematicidad de sus ataques, la sevicia y el estado de indefensión de las víctimas, permite interpretar que están dispuestos a cualquier cosa y a pagar cualquier costo por ganar o mantener sus multimillonarios ingresos producto del chantaje y la extorsión, principalmente a quienes han tomado como una forma de vida, dedicarse a diversas actividades ilícitas.
Estos ataques terroristas no tienen antecedentes en la región. No habíamos pasado por tal situación ni en los peores momentos de violencia paramilitar. Esta gravísima situación nos enfrenta en la actualidad a una realidad, que debemos estudiar a profundidad, y es que ya no nos enfrentamos a unos grupúsculos que luchan entre ellos por malos negocios o repartijas. Este fenómeno criminal es mucho mas serio de lo que muchos creen en el gobierno. Estamos hablando de un fenómeno que ha venido adquiriendo unas dimensiones exorbitantes, con expresiones de claro terrorismo urbano.
Esta seguidilla de atentados, han desatado una generalizada sensación de inseguridad y de miedo, sobre todo en los sectores donde estos han ocurrido; así las autoridades traten de dar explicaciones con perogrulladas en algunos casos y en otros difundiendo la idea de que estos atentados no van a volver a suceder.
Lo que el ciudadano del común no entiende, es como un mes después del primer atentado, aún no ha ocurrido una sola captura. Porque aquella alharaca de poner tras las rejas al cerebro de los atentados está por verse.
De grupos delincuenciales a empresas criminales
En estos ocho años estas bandas criminales han demostrado una gran capacidad para reaccionar rápidamente ante el accionar de las autoridades. Estos grupos han vivido diversos procesos de reacomodamiento y readaptación. Cada vez que necesitan agruparse o desagruparse lo han hecho. Un ejemplo claro de lo anterior es como en la actualidad al parecer actúan en el área metropolitana de Cúcuta tres grupos armados ilegales; los Urabeños, los Rastrojos y en una mezcla de cada uno de estos el recién creado ejército paramilitar de Norte de Santander.
Lo cierto de todo esto, es que estos grupos que el gobierno nacional decidió llamar Bandas Criminales, vienen funcionando en la ciudad desde el año 2005, con distintas caretas, nombres o franquicias, puestas en funcionamiento semanas después de la famosa desmovilización del bloque Catatumbo de las AUC, en diciembre del 2004. Estos herederos del paramilitarismo, no solo han reproducido métodos criminales como el sicariato, la desaparición forzada de personas, sino que han ampliado las fuentes de financiación pues ya no dependen exclusivamente de los negocios alrededor del narcotráfico, sino que han generalizado actividades ilegales como la extorsión y el chantaje.
Este fenómeno de violencia urbana presente en nuestra ciudad no ha parado un solo día, en los últimos ocho años. Al contrario, estas empresas criminales avanzan de manera desproporcionada, en el control de las zonas urbanas y ruarles en donde se presentan actividades ilícitas. En nuestros estudios y análisis, hemos encontrado que estos grupos participan en alrededor de veinte actividades ilícitas en la frontera.
Algunas de estas han logrado descentralizar el control de sus operaciones criminales. Y para enfrentar la persecución policial se adecuan de manera permanente desarrollando una gran capacidad de recambio de sus jefes y su tropa. Operan aquí y desde la frontera. Utilizan cada vez más a menores de edad. Y últimamente recurren a los explosivos para presionar los pagos a las ya generalizadas extorsiones.
Además estos grupos ilegales han desarrollado una especie de poderes territoriales. Fácilmente se distribuyen regiones enteras del departamento, sin que medien pactos o acuerdos, como ha ocurrido con la provincia de Ocaña, el municipio de Tibú y algunos municipios del área metropolitana. Para el caso de Cúcuta, la distribución se vuelve más compleja, pues además de los sectores o comunas en reparto, entran a jugar como objetivos de gran valor sectores económicos que son controlados por unos y otros, o por ambos, encontrándose en constante disputa como la Central de Abastos, los San Andresito, los contrabandistas y por supuesto el circuito del narcotráfico.
La fractura y los enfrentamientos ocurridos en algunas regiones del país entre los grupos Los Rastrojos y Los Urabeños, se mantiene en la región. Esta situación caótica, para la delincuencia, ha llevado por ejemplo a que miembros de unos y otros decidan conformar nuevos grupos ilegales, como ocurrió recientemente con las “Autodefensas del Norte de Santander” ANS y desde el año 2012 con el “Ejército Paramilitar del Norte” EPN.
Jugando a que te cazo ratón
Lo anterior debiera llevar a las autoridades policiales y a los organismos de seguridad a pensar seriamente en hacer una revisión a fondo de la estrategia que actualmente se esta utilizando en el área metropolitana de Cúcuta para combatir estos grupos ilegales.
Entendemos que hay una estrategia de carácter nacional de lucha contra las bacrim, pero no podemos olvidar que nuestra región presenta unas características muy particulares, generadas principalmente por una ubicación geo estratégica de frontera. Además, si se enfrenta a un fenómeno cambiante en sus métodos y formas de operar, no se puede cometer el error de aferrarse a una sola estrategia. En estos casos la rigidez y el esquematismo, alejada de la realidad de los hechos criminales, es fácilmente descifrable y previsible por estos. Con el agravante de que quien ejerce la autoridad legítima, no ha logrado recomponer y recuperar los lazos de confianza ciudadana, perdidos hace algunos años, ante las actuaciones presentadas de connivencia y corrupción al interior de estas instituciones.
Los resultados mostrados hasta ahora, a pesar de su importancia, no han sido suficientes. La realidad de violencia diaria que vive la ciudad así lo demuestra. En la actualidad no solo hacen presencia los “Urabeños” y los “Rastrojos”, sino también el “EPN” que dicen llamarse ejército paramilitar de Norte de Santander, conformado al parecer por paramilitares que hacían parte de los Urabeños y los Rastrojos.
Conocemos de decenas de operaciones policiales realizadas, que han arrojado cientos de miembros de estas organizaciones capturados. Así mismo la ciudad ha logrado avances importantes en el fortalecimiento y modernización de la fuerza pública. Desde el año 2008, cuando se creó la Policía Metropolitana de Cúcuta, se ha aumentado de manera significativa su pie de fuerza.
En el año 2008 la MECUC, fue presentada como la salvación al fenómeno de violencia urbana. Nos vendieron la idea de que con esta nueva institución, se solucionarían los problemas de inseguridad y violencia. Más tarde repitieron la misma historia con la creación de la Regional Cinco de la Policía y luego con la Trigésima Brigada del ejército.
Hoy se tienen unas instituciones más fuertes que cubren la inmensa mayoría de nuestro territorio, mejor dotadas y con un mayor presupuesto. Nadie puede negar los esfuerzos de inversión de recursos públicos que ha hecho sobre todo el gobierno nacional, para ser invertidos en nuevos vehículos, nuevas motocicletas, nuevas comunicaciones y más armas. Así mismo en la entrega de equipos electrónicos para mejorar la inteligencia, y la asignación hecha recientemente por la Fiscalía General de la Nación, de un equipo de fiscales e investigadores judiciales, especializados en la lucha contra las bacrim. Pero de manera contradictoria el fenómeno de criminalidad no solo no cede, sino que pareciera contar con más bríos que nunca.
Hay que entender que estos grupos no son organizaciones homogéneas y mucho menos monolíticos. No presentan jerarquías estables y algunas pueden ser coyunturales. No acatan un orden cerrado de mando, estos los mueve mas los intereses delictivos, los negocios y las oportunidades que generan las actividades ilegales de la frontera, las “vueltas” etc. Algunas actividades criminales como el cobro de vacunas y el sicariato, lo pueden llegar a tercerizar. No les gusta exponerse o hacerse visibles, en la mayoría de casos, muchos de sus hombres no conocen a su comandante.
Es posible que las dificultades para ser exitosos en la lucha contra este fenómeno, radique en que se les continua viendo como estructuras rígidas, con orden jerárquico de mando, estables y con control territorial férreo. Con intereses comunes que responden a dinámicas nacionales o supranacionales.
Pero lo anterior es solo una parte de lo que puede ser una efectiva forma de abordar la criminalidad en la ciudad. Esta que tienen que ver con la persecución y neutralización es necesaria e importante, pero como hemos demostrado durante todo este análisis, no es ni ha sido suficiente.
Este escenario de violencia y criminalidad, viene demostrando hace rato, que hay un agotamiento en la aplicación prioritaria de la estrategia de individualización y judicialización de los comandantes de estos grupos ilegales. Así como también no es posible que aún en la actualidad el principal indicador para el direccionamiento de las decisiones estratégicas de las autoridades, sigan siendo los homicidios, a pesar de que este es solo un indicador más de las múltiples variables que hay que estudiar.
Es necesario entender el fenómeno en toda su dimensión, pues nadie ni en el gobierno nacional y mucho menos en las autoridades regionales, nos han contado como van a detener el avance silencioso pero firme de actividades ilegales y algunas socialmente aceptadas en la ciudad, como el lavado de activos, el testaferrato, la extorsión, el gran contrabando de la gasolina y la corrupción; actividades que sean convertido en el combustible de la criminalidad y la violencia.
Las cuatro patas de la mesa
Este análisis no pretende otra cosa que llamar la atención no solo a las autoridades, sino también a la ciudadanía, de lo que a nuestro parecer está ocurriendo en la ciudad. Esto producto de la paciente labor que realizamos al observar diariamente los hechos, de acompañar a las víctimas de esta forma de violencia y de tratar de entender la respuesta del estado.
Como conclusión proponemos cuatros escenarios para avanzar en una efectiva estrategia de lucha contra la criminalidad: i) ha quedado claro que a pesar del fortalecimiento de la fuerza pública, el aumento del pie de fuerza y la asignación de funcionarios judiciales, no hemos logrado avances determinantes, que nos lleven a pensar que esta cerca, el fin del fin de las bacrim. Pero ello implica también continuar el trabajo de individualización y judicialización, ii) es necesario atacar el fenómeno en su integralidad, esto incluye la lucha contra el testaferrato, el lavado de activos y la corrupción de todo tipo y es aquí donde encajan tal vez los dos elementos mas importantes: iii) la recuperación de la confianza ciudadana no solo en las autoridades policiales sino también en nuestra autoridades civiles y iv) erradicar de una vez por todas la pobreza y la miseria de nuestra ciudad.
Wilfredo Cañizares Arévalo
Director Ejecutivo – Wilcan91@gmail.com
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 341
Semana del 1º al 7 de marzo de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/es/active/62122
Del mismo autor
- Las guerras y otros demonios en la frontera colombo-venezolana 10/11/2017
- Homicidios y criminalidad urbana en Cúcuta 24/03/2013
- La nueva modalidad de disputa de las bandas criminales en Cúcuta 04/03/2013
- Un proceso electoral marcado por sobrevuelo de águilas, aviones de guerra y crisis humanitaria 19/10/2007
![Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS](https://www.alainet.org/misc/feed.png)