Democracia y referendo revocatorio
26/05/2004
- Opinión
Con la aprobación en 1999 de una nueva constitución, Venezuela
es el único país de América Latina en el cual sus ciudadanos
tienen la facultad, cumpliendo con determinados requisitos, de
revocarle el mandato a cualquier de sus funcionarios públicos
electos. Este nuevo derecho es resultado de una sentida
aspiración por la ampliación de los espacios de participación
que permitiera ensanchar y profundizar la democracia.
Luego de un fallido golpe de Estado y un derrotado paro
petrolero que procuraron derrocar al presidente Chávez por vías
extra constitucionales, sectores mayoritarios de la oposición
política han venido concentrando sus esfuerzos en alcanzar, a
toda costa, la realización de un referendo revocatorio
presidencial. Para la conquista de este objetivo en no pocas
ocasiones esos sectores se han colocado en el umbral que separa
lo legal de lo ilegal, creando además, gracias al masivo apoyo
de los principales medios privados de comunicación, una matriz
de opinión que exitosamente ha terminado por confundir a la
opinión pública nacional e internacional. Según esta matriz de
opinión, es el gobierno quien se coloca continuamente fuera de
la ley obstaculizando y en definitiva impidiendo que los
venezolanos ejerzan su legítimo derecho al referendo
revocatorio.
Pese a las intensas tensiones y conflictos característicos de la
honda polarización política que vive la Venezuela actual, hasta
la fecha todo el proceso del revocatorio se ha desarrollado
dentro de las pautas contempladas por la normativa vigente. En
el segundo semestre del 2003 fueron designados los integrantes
del Consejo Nacional Electoral (CNE), poder público responsable
de conducir los procesos electorales en el país. Esas
designaciones fueron reconocidas y bien recibidas tanto por las
organizaciones simpatizantes del gobierno, como por las de la
"Coordinadora Democrática" que agrupa a las fuerzas de
oposición. Siendo el referendo un mecanismo de democracia
participativa inédito, entre las primeras tareas que tuvo que
cumplir el CNE fue la elaboración de un reglamento que pautara
los procedimientos que permitiesen su implementación. También
contó este reglamento, aprobado por unanimidad, con un muy
amplio respaldo de las partes.
La recolección de firmas para solicitar los referendos
revocatorios de diputados y del Presidente se realizaron en dos
fines de semana consecutivos, entre noviembre y diciembre, en
sana paz. Las firmas para el referendo presidencial fueron
entregadas con retraso. Lo que se suponía que se haría en días,
terminó demorándose tres semanas, coincidiendo con las
festividades navideñas. Cuando le correspondió al CNE comenzar
a ejercer sus funciones de árbitro se desencadenaron los
problemas.
En el reglamento aprobado quedó claro que cada solicitante
debía, de su puño y letra, completar sus datos. También
establecía los casos excepcionales en los cuales el solicitante
podía ser asistido y que en tal situación, debía colocarse una
nota. Esto fue publicitado tanto por el mismo CNE, como por la
organización Súmate, encargada por la CD de las actividades en
torno a la recolección de firmas. Sin embargo, al revisar el
CNE las firmas entregadas, se encontró con decenas de miles de
datos y firmas de caligrafía similar sin nota alguna. Esta
situación se presentó tanto en las firmas recogidas para el
referendo presidencial como para los referendos de diputados
oficialistas o de oposición.
En estricto apego a lo estipulado por el reglamento, el CNE
hubiese debido eliminar la totalidad de datos y firmas de
caligrafía similar, cosa que fue pedida por las organizaciones
que apoyan al gobierno. El CNE, sin embargo, optó por una
solución más salomónica. Las firmas fueron agrupadas en tres
categorías: Aprobadas, rechazadas y en observación. Para estas
últimas se diseñó un proceso de ratificación o "reparo". Este
proceso, luego de muchas presiones y turbulencias, terminó
siendo acordado por los principales actores, contando con el
respaldo del Centro Carter y de la OEA. Tendrá lugar a fines de
este mes de mayo y estará bajo el control directo del CNE.
El resultado de este nuevo proceso todavía es incierto. Es
posible que terminen siendo validadas el número necesario de
firmas, algo más de 2.400.000, con lo cual el CNE llamará a la
realización del referendo revocatorio presidencial, que se
efectuaría en agosto de este año. Pero también es posible que
el número de solicitantes no sea alcanzado. En este caso, más
del 80% de los venezolanos inscritos en el registro electoral
estarían manifestando que no tienen interés en que el referendo
se lleve a cabo. Las instituciones democráticas requieren para
su buen funcionamiento, y para la pervivencia del sistema
democrático mismo, que sus decisiones sean acatadas por todos,
independientemente de que nos sean o no favorables. En
democracia a veces se gana y otras se pierde. Los venezolanos
esperamos que quien no sea favorecido por el fallo del árbitro
lo respete.
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