La economía campesina, más que agricultura familiar

20/02/2013
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El 30 de enero de 2013 apareció en las primeras páginas de un diario matutino una entrevista al nuevo Ministro de Agricultura, donde éste traza las líneas principales que impulsará su cartera (http://www.elperiodico.com.gt/es/20130130/pais/224057/ ), situadas en el marco de apoyar a la economía campesina. El funcionario expone que su cartera tecnificará el campo mediante el impulso de la agricultura de precisión, establecimiento de invernaderos y la expansión del riego en sitios dedicados a la agricultura familiar.
 
Asimismo, en distintas partes de la entrevista, el nuevo Ministro devela su comprensión sobre la economía campesina, enfatizando que ésta debe entenderse como agricultura familiar. Afirma que el sujeto priorizado es el agricultor y que hay que visualizarlo como generador de riqueza. Advierte, que una ley no puede cambiarle la mentalidad a quien está acostumbrado a sembrar maíz y frijol pero que se debe motivar a hacerlo.
 
No puedo dejar pasar por alto, al menos dos aspectos que me parecen cruciales en la discusión de las políticas y programas dirigidos hacia el campo guatemalteco:
 
El primero de ellos está relacionado con el lugar desde dónde el Ministro está leyendo la realidad del campo. Me interrogo sobre cuál es su referencia para evaluar las prácticas campesinas y su horizonte de desarrollo. Considero que el funcionario tiene como visión principal el capitalismo agrario y la modernización. Desde hace más de un siglo se ha venido afianzando el paradigma del capitalismo agrario y de un tipo de modernidad. Entre los supuestos que guían este paradigma destaca creer que la economía capitalista es la única y mejor forma de organizar los distintos factores de producción guiados por el objetivo único de maximizar la ganancia. Asimismo, reconoce que su estructura es desigual y considera que el campesinado presenta una economía incompleta y que la única manera de que éste mejore en sus condiciones de vida es que transite hacia una economía capitalista, por la vía de los agronegocios. Casi en los mismos términos que el capitalismo agrario, la modernización divide a las sociedades en tradicionales y modernas y el desarrollo lo asocian con el paso de una sociedad tradicional a una sociedad moderna. En otras palabras, es el paso de una economía de subsistencia a una economía mercantil, seguido por procesos de urbanización y de industrialización.
 
El segundo aspecto está relacionado con el desafío que tiene el titular del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de profundizar en su entendimiento sobre las economías campesinas. Es necesario reconocer el mérito del Ministro de contribuir en colocarlas en el debate de la política sobre desarrollo rural. Un mérito compartido con la Universidad de San Carlos y la Universidad Rafael Landívar, quienes suscribieron una propuesta metodológica de abordaje del desarrollo rural y que sugiere revitalizar a la(s) economía(s) campesina(s).
 
Sin embargo, el debate requiere profundizarse, más aún cuando se asume un compromiso de formular programas de fomento y dinamización de las economías campesinas. Una de las distintas maneras para avanzar en esta dirección es organizar espacios para conocer los estudios realizados por entidades de investigación, investigadoras independientes y organizaciones indígenas y campesinas, quienes han indagado sobre la complejidad de estas unidades económicas y sociales y sus racionalidades. Así, él podría nutrirse de otras miradas fundamentadas en largos procesos investigativos. El soporte y virtud de las políticas públicas es su capacidad de integrar a distintos actores en distintos niveles y planos, tal como lo afirmó en su momento Ricardo Stein.
 
Para concluir, quisiera destacar que uno de los principales retos que tiene el Estado guatemalteco es trascender el enfoque centralizado y homogeneizante que tienen las políticas dirigidas hacia las áreas rurales, que contrasta con la multiplicidad de territorios y estrategias campesinas, en su mayoría guiadas por una racionalidad fundada en la vida, lo cual no presupone despreocuparse por ampliar sus capacidades de acumulación. De hecho, la diversidad o poliactividad es el mecanismo que le ha permitido persistir en un contexto de pobreza crónica. Ya Sol Tax, en su trabajo sobre la economía indígena de Panajachel, a mediados del siglo pasado, recomendaba desistir de impulsar programas preestablecidos y únicos y en cambio proponía que el Estado ofreciera una multiplicidad de opciones para que cada quien, de acuerdo a sus propias características, experiencias y condicionantes, elija la que mejor le convenga.
 
También resulta crucial que el Estado revise su inclinación por promover el capitalismo agrario. La profundización de la pobreza y el deterioro ambiental no son sólo datos, representan un asunto ético ineludible. Este esfuerzo, más complejo es un asunto de nación y por lo mismo es un deber que nos involucra a todas y todos. Un aporte en esta dirección lo hizo la Conferencia Episcopal de Guatemala, al finalizar su Asamblea Plenaria Anual, el pasado 25 de enero de 2013 en donde expone la creciente necesidad de fundar un nuevo modelo de desarrollo y una nueva visión de la economía… y alcanzar un desarrollo integral, solidario y sostenible. Otra contribución en este mismo sentido la dio una coalición de profesionales del desarrollo sostenible, empresarios, artistas, promotores de derechos humanos, periodistas y ciudadanos preocupados por la situación ambiental, quienes firmaron y publicaron en enero de 2013 en varios medios una carta abierta al Presidente de la República , alertándolo de los procesos de agotamiento, degradación y contaminación que afectan el patrimonio natural y cómo esta situación compromete la salud y calidad de vida de vastos sectores sociales y territorios, genera mayor fragmentación social e ingobernabilidad y reduce las oportunidades de un desarrollo digno para todos los guatemaltecos.
 
Y por último, confieso que frases como las siguientes: “No saben cómo conservarlos”; “Una ley no puede cambiar la mentalidad”… “Debemos motivarle a hacerlo” me hicieron recordar al fundador de la escuela de los fisiócratas, François Quesnay. Él afirmaba que “el campesino pobre carece de riquezas para realizar un buen cultivo y está condenado a la descampesinización. El mal cultivo exige mucho trabajo, pero como el agricultor [pobre] no puede realizar los gastos necesarios, sus trabajos son infructuosos y sucumbe”.
 
Guatemala, 19 de febrero del 2013.
 
 
Eugenio Incer Munguía.
Economista e investigador social.
 
Fuente: Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
 
 
https://www.alainet.org/es/active/61746
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