Costa Rica y Cuba
29/03/2004
- Opinión
Mientras se multiplican las amenazas del gobierno de Bush contra
Cuba, en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se
reanuda la farsa anual que los Estados Unidos monta contra la isla
caribeña, en una estrategia que busca convertir los derechos humanos
en el brazo civil de las políticas criminales de los halcones de
Washington.
¿Qué puede importarle los derechos humanos a un gobierno que trata de
dominar el mundo con métodos pandilleros y mafiosos? ¿ Acaso no está
claro ya que ha invadido países y asesinado a miles de civiles,
justificando guerras preventivas con mentiras, chantajes y flagrantes
violaciones al derecho internacional? Un gobierno que secuestra
presidentes (Haití), que organiza golpes de Estado (Venezuela), que
levanta campos de concentración en el limbo de la legalidad
internacional (Guantánamo), que justifica y tolera los asesinatos
selectivos (Palestina), que invade, destruye y se apodera de los
recursos naturales de otros países (Afganistán, Irak), ¿puede ese
gobierno andar por ahí dando lecciones sobre derechos humanos?
Hasta un tipo de escasos escrúpulos morales como el multimillonario
Soros, ha comprendido que sacar a Bush de la Casa Blanca es una tarea
urgente para salvar al mundo de un desastre. Pues bien, ese gobierno
que debía estar sentado en el banquillo de la Corte Penal
Internacional , que ha sido condenado en repetidas oportunidades en
la Asamblea General de la ONU por el bloqueo contra Cuba, desarrolla
ahora en Ginebra una grosera presión para que de manera selectiva y
discriminatoria se apruebe una resolución anticubana.
Por lo visto el borrador de resolución redactado por los Estados
Unidos, podría ser presentado por el gobierno de Costa Rica. Por lo
menos, hasta el día de hoy, el gobierno costarricense no ha
desautorizado esa versión.
Es necesario y legítimo, hasta urgente diría, que haya un honesto y
efectivo debate sobre la situación de los derechos humanos en el
mundo, que se violan masiva e impunemente con la complicidad de las
grandes potencias y de los poderes que orientan y controlan una
globalización convertida en una fábrica mundial de pobres y
desheredados. Lo que constituye una vergüenza es el tratamiento
cínico que el gobierno de Bush le da a los derechos humanos,
incorporados a su nueva doctrina de globalización armada.
Bush persigue una condena contra Cuba que ayude a justificar su
escalada agresiva, que no descarta la intervención militar.¿ Pensará
el Presidente Pacheco, como lo hizo para justificar su apoyo a la
guerra inmoral contra Irak, que si tienen que morir niños
estadounidenses o cubanos, que mueran los cubanos?
Don Abel Pacheco sabe, y de eso conversamos en diversas oportunidades
cuando fuimos compañeros en la Asamblea Legislativa, que no existe en
Cuba ninguna situación de violación masiva de derechos humanos que
amerite un ejercicio discriminatorio en Ginebra. Las críticas y
discrepancias que existan, deberían afrontarse abriendo vías de
diálogo respetuoso, y no sumándose como peleles a la política de
Washington.
¿Qué razones puede esgrimir el gobierno para abstenerse de condenar a
Sharon por sus crímenes, mientras auspicia la indecorosa maniobra
contra Cuba? ¿ A qué se debe ese doble rasero que nos mantiene
todavía en la coalición que apoya la invasión y ocupación de Irak, y
cierra la boca ante el escándalo del campo de concentración de
Guantánamo?
Costa Rica tiene un bien ganado prestigio en defensa de los derechos
humanos de sus habitantes. No somos evidentemente el paraíso y cada
vez estamos más avergonzados de cómo se deterioran las condiciones de
vida y de trabajo de nuestros compatriotas, pero tampoco somos el
infierno de muchas sociedades de nuestro entorno más cercano. Ese
prestigio hay que recuperarlo y resguardarlo también en el campo
internacional, restaurando una política soberana que apueste por la
defensa del derecho internacional, por el diálogo y la paz, por el
respeto a la independencia y la autodeterminación de todas las
naciones.
Costa Rica no debe ser un peón de la política intervencionista y
guerrerista de la administración Bush. Debemos restablecer las
relaciones diplomáticas con Cuba, abstenernos de condenas injustas y
discriminatorias, enfrentar los problemas y las diferencias por las
vías de la crítica honesta, del diálogo constructivo y de la plena
incorporación de la República de Cuba a Nuestra América, rechazando
las políticas de bloqueo y aislamiento impuestas por el imperio.
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