La contra en su laberinto
11/03/2004
- Opinión
La oposición venezolana es incapaz de derrotar por medios
políticos al gobierno de Hugo Chávez. Su desprestigio ha llegado
a un grado inaudito con la constatación por el Consejo Nacional
Electoral del monumental fraude orquestado en la recolección de
firmas para solicitar el referendo revocatorio. El organismo ha
confirmado lo que fue denunciado en su momento en este espacio.
Las planillas se rellenaron con nombres de fallecidos, de menores
de edad, de personas ausentes del país, e incluso con la
usurpación de su identidad a cientos de miles de electores,
incluyendo las de dos mil militares en activo. Al hacerlo la
oposición aplicó el único repertorio político que conoce, réplica
de las fulleras prácticas instauradas por el duopolio oligárquico
adeco-copeyano, que Washington gustaba presumir como modelo
democrático para América Latina. De allí la frenética campaña
lanzada por los falsimedia locales e internacionales, antes para
presionar al órgano electoral a que convalidara el fraude y ahora
para deslegitimar su dictamen, pese a que 3 de sus 5 árbitros no
son partidarios de Chávez y a que la oposición lo aceptó y hasta
encomió vísperas de que se iniciara el proceso.
La contra venezolana defiende una causa que nunca tendrá
aprobación popular porque implica el regreso del país a la
subordinación al imperialismo del norte, a la represión bárbara -
entonces sí- de los inconformes y al latrocinio a manos llenas de
la renta petrolera en beneficio de una exigua minoría. De nada le
ha valido, por eso, tener a su entera disposición a los medios de
(des)información caraqueños -como los del clan Cisneros-, cuyos
dueños amasaron inmensas fortunas a costa del hambre y la
marginación de millones de venezolanos.
La contra sabía perfectamente que aun en el improbable supuesto
de que consiguiera las firmas exigidas por la Constitución para
convocar al referendo, no podría ganarlo frente a Chávez. Porque
este, que la ha derrotado en las urnas en varias oportunidades y
fue restituido en el cargo en abril de 2002 por un arrollador
movimiento de masas antigolpista, cuenta con un apoyo cada vez
mayor potenciado por eficaces programas sociales. Y también por
la radicalización política de sus partidarios, entre los que se
extiende una creciente orientación antimperialista y
anticapitalista y una clara vocación de participación. La
oposición, en contraste, ha perdido a muchos de sus simpatizantes
hastiados de su ejecutoria tramposa e inclinada a la subversión y
la violencia, que no desea la inmensa mayoría de los venezolanos.
Como sabe que por medios políticos no puede derrotar a Chávez, se
metió en la aventura del referendo con el único fin de utilizarlo
como otro medio de desestabilización del país que abriera las
puertas a una intervención de Estados Unidos. Este plan es que el
que hemos visto en ejecución con la escalada fascista
desencadenada a raíz de la cumbre del G-15 en Caracas. Marchas de
la burguesía y sectores de clase media combinadas con
desfachatadas y sangrientas provocaciones. Desde disparos
indiscriminados de sicarios pagados y cierre ilegal de calles al
uso de grupos armados y de choque, tanto de niños bien, como de
las policías controladas por los alcaldes antichavistas.
Dirigida desde la embajada yanqui y empujada por la mafia
anticubana de Miami, la contra lo apuesta todo a que el
presidente venezolano sea quitado del medio por una acción
concertada desde Washington que hace rato está en marcha. Qué son
si no los trajines antivenezolanos de los paramilitares
colombianos, las reiteradas amenazas de los bushistas a Caracas y
las presiones sobre Brasil para que se sume a los gobiernos
lacayos latinoamericanos listos a uncirse al carro
intervencionista con el pretexto de que Caracas bloquea el
referendo. Hechos que llevan a la contra al cálculo de que ha
llegado el momento por tanto tiempo esperado, cuando otro
conflicto bélico en el exterior pareciera el único recurso que le
queda a Bush II para impedir la derrota electoral.
Lo que pierde de vista es la debilidad moral del imperio frente a
la dignidad y determinación venezolanas. Chávez ha proclamado que
si Estados Unidos continuara alentando la subversión se vería
obligado a cortarle el suministro de petróleo. Y le ha advertido
el pantano en que podría caer -una guerra de cien años la
calificó- si persistiera en su curso agresivo contra la patria de
Bolívar.
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