El Imperio Estadounidense de las Bases
20/02/2004
- Opinión
A diferencia de otros pueblos, muchos estadounidenses no
reconocen- o no quieren aceptar- que los Estados Unidos
dominan al mundo por medio de su fuerza militar. Gracias al
secretismo del gobierno, nuestros ciudadanos con frecuencia
ignoran el hecho de que nuestras guarniciones rodean el
planeta. Esta vasta red de bases estadounidenses
establecidas en todos los continentes, con excepción de la
región Antártica, constituyen en realidad una nueva
modalidad de Imperio -un Imperio de bases con una geografía
propia del que existen pocas probabilidades de que se enseñe
en las clases de geografía en las escuelas de secundaria.
Sin comprender las dimensiones de este cinturón de bases que
rodean el globo, no se puede empezar a entender las
dimensiones y naturaleza de nuestras aspiraciones imperiales
o el grado en que el nuevo militarismo está minando nuestro
orden constitucional.
Nuestro ejército despliega más de medio millón de soldados,
espías, técnicos, instructores, auxiliares y contratistas
civiles en otros países. Para dominar los océanos y mares
del mundo hemos puesto en funcionamiento aproximadamente
trece destacamentos de fuerzas navales alrededor de
portaaviones cuyos nombres resumen nuestra carrera marcial-
Kitty Hawk, Constellation, Enterprise, John F. Kennedy,
Numitz, Dwight D. Eisenhower, Carl Vinson, Theodore
Roosvelt, Abraham Lincoln, George Washington, Harry S.
Truman y Ronald Reagan. Operamos en numerosas bases secretas
fuera de nuestro territorio para supervisar lo que las
gentes del mundo- incluidos nuestros propios ciudadanos-, se
dicen, se comunican por fax, o por correo electrónico unos a
otros.
Nuestras instalaciones en el exterior proporcionan
beneficios a las industrias civiles que diseñan y fabrican
armas para nuestros ejércitos o, como la ahora bien
publicitada compañía Kellogg, Brown & Root, una filial de
Halliburton Corporation de Houston, que ha obtenido un
contrato de servicios para construir y mantener nuestros más
lejanos puestos avanzados. Una de las tareas de tales
contratistas es el mantener a los miembros uniformados del
Imperio alojados en dependencias confortables, bien
alimentados, entretenidos, y facilitarles agradables y
económicas instalaciones de vacaciones. Sectores enteros de
la economía estadounidense han llegado a depender del
ejército para sus ventas. En vísperas de la segunda guerra
contra Irak, por ejemplo, al mismo tiempo que el
Departamento de Defensa hacía pedidos extra de misiles de
crucero y de proyectiles de uranio enriquecido anti-tanques,
compraba 273.000 envases de protector solar Native Tan, casi
el triple de sus pedidos de 1999 y, sin duda, un buen
negocio para el proveedor, la compañía Control Supply de
Tulsa, Oklahoma, y de su subcontratista, Sun Fun Products de
Daytona Beach, Florida.
Al menos setecientas Bases en el Exterior.
No resulta sencillo evaluar el tamaño y el valor de nuestro
imperio de bases. Los informes oficiales sobre estos asuntos
son engañosos, aunque instructivos. De acuerdo con el
anuario del Departamento de Defensa "Base Structure Report"
correspondiente al ejercicio de 2003, que detalla el
patrimonio inmobiliario del ejército de EE.UU. en el
interior y en el exterior, el Pentágono en la actualidad
tiene en propiedad o en alquiler 702 bases en el exterior en
cerca de 130 países y "TIENE" otras 6.000 en EE.UU y sus
territorios. Los burócratas del Pentágono calculan que se
necesitan por lo menos 113.200 millones de dólares para
sustituir sólo las bases en el exterior- seguramente una
estimación muy baja pero mucho más alta que el producto
nacional bruto de muchos países-, y estiman en 591,519,8
millones la cantidad necesaria para reemplazarlas en su
totalidad. El Alto Mando del ejército despliega en nuestras
bases exteriores a unas 253.288 personas uniformadas, a las
que hay que añadir un número similar de familiares y
funcionarios civiles del departamento de Defensa; asimismo
emplea además a 44.446 extranjeros contratados locales. El
Pentágono afirma que en esas bases existen 44.870 cuarteles,
hangares, hospitales y otros edificios de su propiedad y que
tiene 4.844 más en arrendamiento.
Estos números, aunque asombrosamente altos, ni tan siquiera
se aproximan al total de bases que en realidad ocupamos en
el mundo. El Informe de 2003 sobre las situación de las
bases no menciona, por ejemplo, ninguna guarnición en
Kosovo- incluso cuando allí se encuentra el enorme Camp
Bondsteel, construido en 1999 y de cuyo mantenimiento se
ocupa desde entonces Kellogg, Brown & Root. El Informe
omite, también, las bases en Afganistán, Iraq, Israel,
Kuwait, Kirgizistán, Qatar y Uzbekistán, aunque el ejército
de EE.UU. ha instalado bases gigantescas a lo largo del
llamado arco de inestabilidad en los dos años y medio desde
el 11 de septiembre.
En el caso de Okinawa, la isla más meridional de Japón- que
ha sido desde hace 58 años una colonia estadounidense-, el
informe, engañosamente, sólo reseña una base de la Marina,
Camp Butler, cuando en realidad Okinawa acoge diez bases de
destacamentos de marines, entre las que se encuentra la
Marine Corps Air Station Futenma, que ocupa 1.186 acres en
el centro de la segunda ciudad más importante de esa pequeña
isla (el Central Park de Manhattan, en comparación, tiene
una superficie de 843 acres). El Pentágono, de forma
similar, oculta las instalaciones militares y de espionaje
en el Reino Unido que cuestan 5.000 millones de dólares, y
que desde hace mucho tiempo han sido convenientemente
camufladas como bases de la Royal Air Force. Si se hiciera
un recuento veraz, el tamaño de nuestro imperio militar,
probablemente, alcanzaría las 1.000 bases en otros países,
pero nadie- es muy posible que ni el propio Pentágono-
conoce el número exacto con seguridad, aunque es claro que
ha ido creciendo en los años recientes.
Para sus ocupantes, no resultan lugares desagradables para
vivir y trabajar. El servicio militar hoy que es voluntario,
apenas tiene relación con las obligaciones de un soldado
durante la II Guerra Mundial, o en las guerras de Corea o
Vietnam. La mayoría de las tareas rutinarias como la
lavandería, las cocinas militares, el correo, o la limpieza
de las letrinas han sido subcontratadas a compañías privadas
de servicios militares como Kellogg, Brown & Root, DynCorp,
y la Vinnell Corporation. Una tercera parte de los fondos
asignados recientemente para la guerra de Iraq (cerca de
30.000 millones de dólares), por ejemplo, ha ido a parar a
manos de empresas privadas estadounidenses por la prestación
de esos servicios. Se hace todo lo posible para hacerles la
vida diaria semejante a la versión que da Hollywood de la
existencia en casa. Según el Washington Post, en Fallujah,
al oeste de Bagdad, camareros con camisa blanca, pantalones
y pajarita negros, sirven las comidas a los oficiales de la
82 División Aerotransportada en su bien fortificado recinto,
y el primer Burger King se ha emplazado ya en el interior de
la enorme base militar que hemos instalado en el aeropuerto
internacional de Bagdad.
Algunas de esas bases son tan gigantescas que precisan de
más de nueve carreteras interiores para los autobuses de los
soldados y de los civiles contratados para desplazarse por
el interior y sortear los arcenes de barro y las alambradas.
Es el caso de Camp Anaconda, cuartel general de la 3ª
Brigada de la 4ª División de Infantería, cuya misión es la
de vigilar unas 1.500 millas cuadradas de Iraq al norte de
Bagdad, desde Samarra hasta Taji. Anaconda ocupa 25 km.2 y
al final acogerá a más de 20.000 soldados. A pesar de las
enormes medidas de seguridad, la base ha sufrido frecuentes
ataques de morteros, en particular el producido el 4 de
julio de 2003, mientras Arnold Schwarzenegger conversaba con
nuestros heridos en el hospital de la base.
Los militares prefieren bases que recuerdan a las pequeñas
ciudades fundamentalistas del Bible Belt [Estados
protestantes ultra conservadores, N. del T.] en lugar de a
las grandes ciudades de los Estados Unidos. Por ejemplo,
aunque más de 100.000 mujeres viven en nuestras bases en el
exterior- incluidas las mujeres que prestan servicio
militar, las mujeres y familiares del personal militar-, el
aborto en un hospital militar está prohibido. Aunque
anualmente se producen unas 14.000 agresiones sexuales-o
intentos- en el ejército, las mujeres que quedan embarazadas
en el exterior y quieren abortar no tienen otra elección que
recurrir a los servicios locales, lo que no resulta fácil ni
agradable en Bagdad o en otros lugares de nuestro Imperio en
la actualidad.
Nuestros misioneros armados viven en un mundo cerrado,
autosuficiente, que dispone de su propia línea aérea- la Air
Mobility Command con su flota de gran autonomía de vuelo,
compuesta de los C-17 Globemasters, los C-5 Galaxies, C-141
Starlifters, KC-135 Stratotamkers, KC-10 Extenders y C-9
Nightingales que enlazan nuestras más alejadas avanzadillas
desde Groenlandia a Australia. Para los generales y
almirantes, el ejército proporciona setenta y un Learjets,
trece Gulfstream III, y diecisiete Cessna Citation jets de
lujo para transportarles a lugares como el centro de
vacaciones y esquí de las fuerzas armadas en Garmisch, en
los Alpes bávaros o a cualquiera de los 241 campos de golf
que el Pentágono ofrece en todo el mundo. El Secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld vuela a todas parte en su propio
Boeing 757, denominado C-32 en la Fuerza Aérea.
Nuestra "huella" en el mundo
De todas las metáforas faltas de sensibilidad pero gráficas
que hemos incorporado a nuestro vocabulario, ninguna es
comparable a "huella" para describir el impacto militar de
nuestro Imperio. El presidente de la Junta de Personal,
General Richard Myers, y miembros destacados del Subcomité
de Construcciones Militares del Senado como Dianne Feinstein
(Demócrata por California) son aparentemente incapaces de
completar una frase sin usarla. Dejar una huella todavía más
impresionante se ha convertido en parte de la nueva
justificación para ampliar más nuestro Imperio -y la
anunciada redistribución de nuestras bases y fuerzas en el
exterior- aprovechando la estela de nuestra conquista de
Iraq. La persona responsable de este proyecto es Andy Hoehn,
subsecretario de Defensa para asuntos de estrategia. Él y
sus colegas se supone que van a diseñar los planes para
poner en marcha la estrategia bélica del presidente Bush
contra los "estados canalla", "los tipos malvados" y los
"hacedores del mal". Ellos han identificado algo que
denominan "el arco de inestabilidad", es decir: el que va
desde la región andina (léase: Colombia), atraviesa el Norte
de África y desde allí recorre el Oriente Próximo hasta
llegar a Filipinas e Indonesia. Por supuesto, coincide más o
menos con lo que se acostumbra a denominar el Tercer Mundo-
y, quizás lo que no menos importante, cubre las reservas
principales de petróleo del mundo. Hoehn afirma : "Cuando se
superpone nuestra huella sobre esa zona, no parece que nos
encontremos bien situados para ocuparnos de los problemas
que ahora tenemos que afrontar".
En otro tiempo, se podía trazar la extensión del
imperialismo contando las colonias. La versión
estadounidense de las colonias son las bases militares.
Observando los cambios políticos en términos mundiales, se
puede aprender mucho acerca de nuestra actitud imperialista
y del militarismo que crece con ella. El militarismo y el
imperialismo son hermanos siameses unidos por la cadera.
Cada uno se desarrolla con el otro. Ya muy avanzados en
nuestros país, ambos están a punto de dar un salto cuántico
que, casi con seguridad, extenderá nuestro ejército más allá
de su capacidad, causando una insolvencia fiscal y muy
posiblemente produciendo un daño mortal a nuestras
instituciones republicanas. El único medio de tratarlo en
nuestra prensa es mediante reportajes sobre los muy secretos
planes para cambiar las políticas en materia de bases y la
situación de nuestras tropas en el exterior- y esos planes,
tal como se han anunciado en los medios de comunicación, no
pueden juzgarse por las apariencias.
El General de Brigada de Marina, Mastin Robeson, que está al
mando de nuestros 1.800 soldados en la antigua base de la
Legión Extranjera Francesa Camp Lemonier en Djibuti, a la
entrada del Mar Rojo, afirma que para poner en marcha
"guerras preventivas" necesitamos una "presencia mundial",
lo que quiere decir obtener la hegemonía en los lugares que
todavía no se encuentran bajo nuestro dominio. Según el
ultra-derechista American Enterprise Institute, se trata de
crear una "caballería mundial" que pueda arremeter desde
"lugares fronterizos" y "barrer a tiros" a los "tipos malos"
en cuanto dispongamos de información sobre ellos.
"Nenúfares" en Australia, Rumania, Mali, Argelia...
Con el fin de situar a nuestras fuerzas armadas cerca de los
puntos calientes o zonas peligrosas de este recién
descubierto arco de inestabilidad, el Pentágono ha propuesto
-generalmente lo denomina "reposicionar"- nuevas bases, que
incluyen al menos cuatro o quizás seis bases permanentes en
Irak. Algunas de ellas están ya en construcción- en el
aeropuerto internacional de Bagdad; la base aérea de Tallil
cerca de Nasariya; en el desierto occidental al lado de la
frontera con Siria, y un aeródromo en Bashur en la región
kurda del norte. (No se cuenta la antes mencionada de
Anaconda, que en la actualidad se considera una "base de
operaciones", aunque es muy previsible que pueda
establecerse con carácter permanente). Además, planeamos
mantener bajo control el cuadrante norte de Kuwait - 1,600
millas cuadradas del total de 6,900 millas cuadradas del
país- que usamos ahora para el abastecimiento de nuestras
legiones en Irak y como Zona Verde para el descanso de los
burócratas.
Otros países que Colin Powell ha mencionado como sedes de
nuestra nueva "familia de bases" son: en las zonas
empobrecidas de la "nueva" Europa: Rumania, Polonia y
Bulgaria; en Asia: Pakistán (donde ya tenemos cuatro),
India, Australia, Singapur, Malasia, Filipinas e incluso,
por increíble que parezca, Vietnam; en el Norte de África:
Marruecos, Túnez y, especialmente, Argelia (escenario de la
matanza de unos 100.000 civiles desde 1992, cuando, para
anular las elecciones, los militares tomaron el poder con el
apoyo de nuestro país y de Francia); en África occidental:
Senegal, Ghana, Mali y Sierra Leona ( aunque ha sido
destrozada por la guerra civil desde 1991). El modelo para
esa bases nuevas, de acuerdo con fuentes del Pentágono, lo
constituye la cadena que hemos establecido alrededor del
Golfo Pérsico durante las últimas dos décadas, en
autocracias tan antidemocráticas como Bahrein, Kuwait,
Qatar, Oman y los Emiratos Árabes Unidos.
La mayoría de estas nuevas bases constituirán lo que el
ejército, en una deliciosa metáfora, denomina "nenúfares" a
las que nuestras tropas podrán saltar como ranas muy bien
armadas desde la patria, desde nuestras bases en la OTAN, o
desde las situadas en dóciles satélites como Japón y el
Reino Unido. Para contrarrestar los gastos que ocasiona
semejante expansión, el Pentágono ha filtrado sus planes de
cerrar muchas de las enormes reservas militares de la Guerra
Fría situadas en Alemania, Corea del Sur y, quizás, Okinawa
como parte de la "racionalización" de nuestras Fuerzas
Armadas que propone Rumsfeld. En vísperas de la victoria en
Iraq, los Estados Unidos retiraron virtualmente todas sus
fuerzas de Arabia Saudí y Turquía, en cierta manera como
castigo por no apoyar la guerra con fuerza suficiente. Se
quiere hacer lo mismo en Corea del Sur- quizás, en estos
momentos, la democracia más anti-americana de la tierra,
desde la que se podría liberar a la 2ª División de
Infantería situada en la zona desmilitarizada con Corea del
Norte para su probable despliegue en Iraq donde nuestras
fuerzas se encuentran significativamente sobrecargadas.
En Europa, las previsiones incluyen el abandono de algunas
bases en Alemania, también como respuesta al desafío popular
del Canciller Gerhard Schröder en relación con Irak. Pero el
grado que seamos capaces de alcanzar puede tener sus
límites. En un primer nivel, los planificadores del
Pentágono no parece que conozcan con exactitud cuántos
edificios ocupan sólo en Alemania los 71.702 soldados y
pilotos, y cuánto costaría recolocar a la mayoría de ellos y
construir bases ligeramente comparables, junto con las
infraestructuras necesarias, en los antiguos países
comunistas como Rumania, uno de los países más pobres de
Europa. Amy Ehman, teniente coronel destacada en Hanau,
Alemania, ha declarado a la prensa que en Rumania, Bulgaria
o Djibuti "no hay sitio para llevar a esta gente", y predice
que el 80 % permanecerá, finalmente, en Alemania. También es
cierto que los generales del Alto Mando no tienen intención
de vivir en remansos de paz como Constanza en Rumania, y
mantendrán el Cuartel General en Stuttgart, conservarán las
Bases de la Fuerza Aérea en Ramstein y Spangdahlem así como
el área de entrenamiento de Grafenwöhr.
Una de las razones por las que el Pentágono está estudiando
el abandono de democracias ricas como Alemania y Corea del
Sur, y mira codiciosamente hacia las dictaduras militares
muy pobres es por las ventajas de lo que el Pentágono llama
sus "leyes ambientales más permisivas". El Pentágono siempre
impone a los países en los que despliega nuestras fuerzas
armadas los llamados Acuerdos sobre el Estatuto de las
Fuerzas estadounidenses, en los que normalmente se exime a
los Estados Unidos de la obligación de limpiar o pagar los
daños que causa al medio ambiente. Este es un agravio
permanente en Okinawa, donde el historial medioambiental ha
sido abominable. Una razón de esta actitud es sencillamente
el deseo del Pentágono de situarse al margen de cualquier
control de los que rigen la vida civil, actitud que también
va incrementándose en "casa". Por ejemplo, el proyecto de
ley de Defensa con un total de 401.300 millones para 2004,
que el Presidente Bush convirtió en ley en noviembre de
2003, exime al ejército de la obligación de respetar la Ley
de Especies en Peligro de Extinción y la Ley de Protección a
los Mamíferos Marinos.
Mientras hay razones para creer que el impulso de establecer
más "nenúfares" en el Tercer Mundo permanece in cuestionado,
existen varios motivos para dudar de que alguno de los
proyectos más grandiosos, bien sean de expansión bien sean
de reducción de tamaño, puedan llevarse a la práctica o, si
se hace, no sirvan sino para empeorar el problema del
terrorismo. En primer lugar, Rusia se opone a la expansión
del poder militar de EE.UU. hacia sus fronteras y ya está
tomando medidas para evitar el establecimiento de bases en
lugares como Georgia, Kirguizistán y Uzbekistán. La primera
base aérea rusa de la era post-soviética en Kirguizistán se
ha instalado a cuarenta millas de la base estadounidense de
Bishkek, y en diciembre de 2003, el dictador de Uzbekistán,
Islam Karimov, declaraba que no permitiría un despliegue
permanente de fuerzas estadounidenses en su país, aunque ya
tenemos una base allí.
Cuando se trata de recortes, por otra parte, la política
interna puede entrar en juego. Por ley, la Comisión del
Pentágono para el Realineamiento y Cierre de Bases debe
enviar a la Casa Blanca su quinta y última lista de bases
domésticas antes del 8 de septiembre de 2005. Como medida de
racionalización, el Secretario de Estado de Defensa Rumsfeld
ha afirmado que le gustaría desprenderse de, al menos, una
tercera parte de las bases de las Fuerzas Armadas en el
interior del país y una cuarta parte de las pertenecientes a
las Fuerzas Aéreas interiores, lo que con toda seguridad va
a producir una tormenta política en la colina del Capitolio.
Con el fin de salvaguardar las bases sitas en sus estados,
las dos gallinas-cluecas del Subcomité del Senado para la
Financiación y Construcción Militar, Kay Bailey Hutchison
(Senadora por Texas) y Dianne Feinstein, exigen que el
Pentágono cierre en primer lugar bases en el exterior y
traslade las tropas destacadas allí a las bases en el
interior, que podrían entonces continuar abiertas. Hutchison
y Feinstein han incluido en la Ley de Financiación Militar
para el ejercicio 2004 un presupuesto para crear una
comisión independiente que investigue e informe sobre las
bases en el exterior que ya no son necesarias. La
Administración de Bush se opuso a esta provisión de la Ley,
pero fue aprobada y promulgada por el Presidente el 22 de
noviembre de 2003. El Pentágono, probablemente, es
suficientemente experto para obstaculizar la Comisión, pero
una oleada de protestas internas por el cierre de bases
asoma claramente por el horizonte.
El mayor defecto, con mucho, en la estrategia de "caballería
mundial", no obstante, es que acentúa el impulso de
Washington de aplicar soluciones militares irrelevantes
contra el terrorismo. Como ha indicado el destacado
historiador militar británico, Correlli Barnett, los ataques
de EE.UU. a Afganistán e Irak sólo han servido para aumentar
las amenazas de al-Qaeda. Desde 1993 hasta los atentados del
11 de septiembre de 2001 se produjeron cinco grandes
atentados de al-Qaeda en todo el mundo; en los dos años
transcurridos desde entonces, ha habido diecisiete atentados
con bomba, incluidos los atentados suicidas en Estambul
contra el Consulado británico y el Banco HSBC. La solución
contra los terroristas no pasan por operaciones militares.
Según ha dicho Barnett, "En lugar de ir destrozando a
patadas las puertas de las casas y de atentar contra
sociedades antiguas y complejas con la panacea simplista de
'democracia y libertad' necesitamos tácticas astutas y
sutiles, que se basen en un conocimiento profundo de los
pueblos y de las culturas con las que estamos tratando- una
comprensión de la que hasta ahora carecen totalmente los
artífices de las políticas de alto nivel en Washington, y de
forma particular en el Pentágono".
En su notorio memorando sobre Irak del 16 de octubre de
2003, titulado "Un largo y costoso trabajo", el Secretario
de Defensa, Donald Rumsfeld, escribía: "Hoy carecemos de
baremos de referencia para conocer si estamos ganando o
perdiendo la guerra mundial contra el terror". Los que tiene
Correlli Barnett indican lo contrario. Pero la "guerra
contra el terrorismo" es, en el mejor de los casos, sólo una
pequeña parte de los motivos de nuestra estrategia militar
total. La razón verdadera para construir este nuevo anillo
de bases americanas a lo largo del Ecuador es la de expandir
nuestro Imperio y reforzar nuestro dominio militar sobre el
mundo.
Copyright 2004 Chalmers Johnson
- Título original: America's Empire Bases
- Autor: Chalmers Johnson
- Origen: TomDispatch, 15 de enero de 2004.
- Traducido por Felisa Sastre y revisado por Marga Vidal
https://www.alainet.org/es/active/5773
Del mismo autor
- El Imperio Estadounidense de las Bases 20/02/2004
