Justicia ambiental y educación

26/02/2012
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 472: Educación, justicia social y ambiental 06/02/2014
Para entender lo que es la justicia ambiental es preciso entender lo que es el ambientalismo como discurso y como práctica social. El movimiento ambientalista está conformado por un conjunto muy diverso de entidades – muchas de ellas internacionales – grupos y asociaciones locales, movimientos diversos no necesariamente “ambientales”, sindicatos, movimiento sin tierra, afectados por las  represas, seringueiros, movimiento indígena, etc., todos comprometidos en la defensa del medioambiente sin desligar la lucha ambiental de las luchas sociales (hambre, pobreza, desigualdad social, empleo, vivienda, salud, educación, etc.).
 
La diversidad del movimiento ambientalista es una de sus principales características y le confiere un carácter multisectorial de actuación en el campo de la justicia social, la educación, la ciudadanía, la democracia y además en el campo de la protección ambiental. El movimiento ambientalista hoy es muy amplio y diversificado. En común, sólo tiene la crítica al modelo de desarrollo dominante.
 
El nuevo ambientalismo está conectado a los movimientos sociales, que asumen las luchas ambientales asociando luchas sociales y luchas específicas, a diferencia de lo que sucedía en los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando la cuestión ambiental era más sectorial, más limitada al movimiento ambientalista. Actualmente, la agenda ambiental dejó de ser una cuestión sólo de ambientalistas. Ya no es posible separar las luchas sociales de las luchas ambientales. De ahí la fuerte conexión entre la cuestión ambiental y la cuestión económica, entre medioambiente y justicia social. Esta vinculación se hizo aún más evidente desde el final de la década de los 80 y particularmente con la creación del Foro Brasileño de ONGs y Movimientos Sociales para el Medioambiente y el Desarrollo y la aprobación del Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global en la Río-92. La injusticia social y la degradación ambiental tienen la misma raíz: el modo de producción capitalista. Por eso, el movimiento ambientalista – defendiendo el medioambiente y la justicia social – es muchas veces visto como un “obstáculo” para el desarrollo económico, un obstáculo para el “progreso” y para la generación de empleo y renta.
 
El movimiento por “justicia ambiental” fortaleció aún más el vínculo entre medioambiente y derechos humanos. La cuestión ambiental ocupa cada vez más un lugar destacado en la lucha por otro mundo posible, como lo demostró el Foro Social Temático, realizado en Porto Alegre a finales de enero de 2012, en el que la preparación de la Río+20 (Cumbre de los pueblos) fue un eje central de sus debates.
 
El tema de la justicia ambiental se refiere particularmente a los riesgos que son asumidos en forma desproporcionada por los grupos sociales más vulnerables como consecuencia de la degradación ambiental. El desarrollo afecta desigualmente a la población. Hay injusticia ambiental cuando una persona o comunidad son perjudicadas en nombre de un mentado bienestar de la sociedad en general. Confrontar esa injusticia requiere la participación social y el empoderamiento de las comunidades.
 
Hay injusticia ambiental cuando se imponen riesgos ambientales desproporcionados a las poblaciones más empobrecidas, cuando hay imposición desigual de daños ambientales. Hay injusticia ambiental cuando la mayor carga de daños ambientales del desarrollo afecta principalmente a las poblaciones de baja renta.
 
Injusticias causan conflictos
 
Podemos llamar conflictos socio-ambientales a aquellos conflictos sociales que tienen elementos de la naturaleza como objeto. Podemos llamar conflictos ambientales a aquellos conflictos que involucran a grupos sociales amenazados por impactos indeseables – suelo, agua – derivados de prácticas de otros grupos, en los cuales hay disputa por la apropiación de los mismos recursos. ¿Dónde pueden ocurrir? Pueden ocurrir en la construcción de represas hidroeléctricas y de vías de tráfico masivo (carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, puertos, etc.); construcción de centrales nucleares, fábricas contaminantes, de incineradores, depósitos de basura, de complejos turísticos, de mega-edificios concentradores de población, etc.
 
El movimiento por justicia ambiental – integrando luchas sociales y ambientales – ha denunciado la grilagem (1) de tierras, la explotación maderera, la deforestación, basurales, depósitos de basura tóxica, etc. El movimiento dio un salto importante a partir de la creación de la Red Brasileña de Justicia Ambiental (RBJA) que fue lanzada en el Foro Social Mundial de 2002 y reúne a representantes de movimientos sociales, sindicatos, ONGs, entidades ambientalistas, organizaciones afrodescendientes e indígenas, e investigadores universitarios. La Red Brasileña de Justicia Ambiental fue creada en 2001 en el Seminario Internacional Justicia Ambiental y Ciudadanía (realizado en Niteroi, Río de Janeiro). Para esta Red, justicia ambiental designa un conjunto de principios y prácticas. Entre ellos podemos destacar: que ningún grupo social, étnico, racial o de clase social sufra las consecuencias negativas provenientes de proyectos económicos, planes y programas gubernamentales; que se asegure el acceso justo y equitativo a los recursos ambientales del país; que todos tengan acceso a las informaciones sobre posibles daños sociales y ambientales de tales programas y proyectos; que los procesos democráticos y participativos sean creados antes de tales políticas y planes.
 
Otro concepto importante es el de la justicia climática. El concepto de “justicia climática” es una derivación del concepto de “justicia ambiental”. Aunque aún es un concepto  poco presente en los medios brasileños, podemos decir que también en Brasil se verifican injusticias climáticas en el caso de eventos climáticos extremos como nuestras frecuentes avalanchas e inundaciones, sin hablar del creciente fenómeno de desertización, falta de lluvia, olas de calor etc., que ocurren en Brasil y se constituyen en un faz concreta de los cambios climáticos. Ellas afectan de forma diferente a ricos y pobres, ya que los ricos poseen mejores condiciones materiales para resistir a los impactos ambientales.
 
Soluciones falsas
 
Justicia climática tiene que ver con el pago de la deuda de los que contribuyeron y contribuyen con la crisis climática global. Así, por ejemplo, existe una deuda social, histórica y ecológica de los países más ricos (del Norte), que durante siglos acumularon riquezas degradando el medioambiente. Hoy, los países más pobres (Sur) no pueden pagar por lo que hicieron los países ricos. Lo que esos países y su portavoz, el Banco Mundial, están ofreciendo hoy como solución para la crisis climática es el capitalismo verde, que apunta como solución a la investigación de nuevas tecnologías, entre ellas la investigación sobre la captación de carbono de la atmósfera para su almacenamiento y el llamado “mercado de carbono”. El capitalismo verde quiere hacer buenos negocios con la crisis climática. La película de Al Gore, Una verdad incómoda, es muy bonita, didáctica y nos alerta de los riesgos de la crisis climática, pero no hace ninguna mención sobre el papel de la educación y contribuye a difundir la creencia de que el mercado, por sí solo, encontrará los medios financieros y tecnológicos para enfrentar la crisis del calentamiento global, creada, en parte, por un sistema económico que siempre ignoró los costes ambientales de su expansión.
 
Son soluciones falsas que tienen por objetivo mantener el mismo sistema. Es la solución de poner a la raposa a cuidar las gallinas: usted toma a las mayores empresas contaminantes del planeta y les entrega (con financiación del Banco Mundial) el mercado de carbono, o mejor, la licencia para continuar contaminando, a condición de que “compensen” las emisiones de los países ricos, creando sumideros de carbono baratos como, por ejemplo, la plantación de árboles con fines industriales. Ellas mismas acaban por establecer las reglas –la llamada “autorregulación” del mercado– y los mecanismos para reducir las emisiones de carbono.
 
El comercio de carbono no va a detener la crisis climática pues sigue la misma lógica capitalista de crear de nuevas mercancías para obtener más lucros: ahora es el turno del carbono. No toca la cuestión de las desigualdades. El comercio de carbono puede hasta empeorar el calentamiento global en vez de “mitigarlo” pues crea la ilusión de que el patrón de producción y consumo del norte puede ser mantenido sin dañar el clima.
 
El lema de las manifestaciones anti-globalización de Seattle en la década del 90 era: “Cambiemos el sistema, no el clima”. Es preciso cambiar el sistema que contribuye a la crisis climática. El lema del FSM es “Otro mundo es posible”. Es necesario cambiar el sistema que genera más crisis. Es necesario cambiar el mundo, no cambiar el clima.
 
De ahí la centralidad del tema de la crisis ecológica y de las cuestiones suscitadas por el movimiento popular global por la justicia climática hoy. Cambio climático implica cambiar el sistema, es decir, cambiar el actual modelo de producción, distribución y consumo. Cambiar el sistema que alimenta una industria bélica y militar estúpida. Según datos de la UNESCO, lo que se gasta en guerras en una semana, alcanzaría para ofrecer educación para todos en todo el mundo.
 
Nosotros educadores, a veces, también caemos en la falsa solución de que bastaría cambiar nuestro estilo de vida. Sí, es preciso cambiar nuestro estilo de vida, pero sin olvidarnos de que él no cambia mientras no cambiamos también –paralela y simultáneamente– el sistema que lo produce y lo reproduce. El cambio de actitudes individuales debe ser asociado a los cambios estructurales en el modo de producción, como nos enseñó un viejo barbudo ya en el siglo XIX: Karl Marx.
 
Crece la idea de un tribunal internacional (ONU), como el Tribunal de La Haya, para juzgar los crímenes ambientales (justicia climática) y evitar abusos. Evo Morales propuso en un foro social en Cochabamba (2010) una consulta mundial por los derechos de la Madre Tierra para llegar a un “Acuerdo de los Pueblos” sobre esos derechos.
 
Uno de los temas de la agenda de la cumbre de Río+20 es la “gobernanza planetaria”. En realidad, el único gobierno planetario es el de las corporaciones (1.140 corporaciones controlan el 65% del PIB mundial). No hay un gobierno civil planetario. El público (países) está desorganizado y el privado está organizado. La ONU no tiene poder de implementación de sus resoluciones de cara al Banco Mundial, la OMC y el FMI y las grandes corporaciones que dictan las políticas mundiales: aumentar la riqueza con reducción de riesgos ambientales, nuevas formas de crecimiento con eco-eficiencia, nuevos nichos de crecimiento y de negocios, empleos verdes (no empleos decentes). En la cumbre Río+20 va a discutirse la “erradicación de la pobreza”, pero ¿las Naciones Unidas discutirán también la cuestión de las desigualdades a ella asociada?
 
La devastación ambiental y la desigualdad social caminan juntas: la desigualdad es el principal desafío de hoy, junto a la degradación ambiental. Por eso, la respuesta debe ser conjunta: socioambiental. La justicia ambiental es también social. La justicia ambiental por si sola no existe porque la sustentabilidad tiene que ver con el buen vivir de las personas, de todos. No podemos decir que una sociedad es justa ambientalmente si ella es socialmente injusta.
 
La educación puede jugar un papel importante en este contexto si cuestiona el estilo de vida consumista impuesto por el modelo económico dominante, si politiza la cuestión ambiental, si pone en discusión el modelo de desarrollo y moviliza las comunidades en favor de la justicia ambiental. Las escuelas tienen un gran potencial movilizador que no ha sido aprovechado. Nuestra materia prima es la información y podemos utilizarla en favor de la justicia ambiental. La lucha por la justicia ambiental implica la defensa de los derechos. En esto la escuela puede contribuir. El concepto de justicia ambiental es agregador y movilizador y también puede ayudar a la escuela a ser más activa políticamente.
 
¿Qué prácticas educativas serían necesarias para la construcción de otro mundo posible?
 
En primer lugar debemos educar para la conciencia del riesgo que vivimos hoy. Educar para la ciudadanía desde la infancia. Una práctica esencial es la de hacer visible lo que fue y es escondido para oprimir. Es lo que hicieron y están haciendo las feministas, el movimiento gay, el movimiento ecológico, el movimiento zapatista, el movimiento de los sin tierra y otros: hicieron visible lo que estaba invisibilizado por siglos de opresión.
 
En la realidad, nuestra tarea continúa siendo la misma: concienciar, desalienar, desfetichizar. El fetichismo transforma las relaciones humanas en fenómenos estáticos, como si fueran imposibles de ser modificados. Fetichizados, somos incapaces de actuar porque el fetiche quiebra la capacidad de hacer. Fetichizados sólo repetimos lo ya hecho, lo ya dicho, lo que ya existe. Debemos continuar educando para otros mundos posibles que es educar para la emergencia de lo que aún no es, el aún-no, la utopía.
 
La creciente mercantilización de la educación es uno de los desafíos más decisivos de la historia actual, porque ella sobrevalora lo económico en detrimento de lo humano. Sólo una educación emancipadora podrá invertir esa lógica, a través de la formación para la conciencia crítica y para la desalienación. Educar para otros mundos posibles es educar para la calidad humana para ir “más allá del capital”, como nos dijo István Mészáros en la apertura de la cuarta edición del Foro Mundial de Educación, en Porto Alegre, en enero de 2005. Educar para otros mundos posibles es también educar para cambiar radicalmente nuestra manera de producir y de reproducir nuestra existencia en el planeta, por lo tanto, es una educación para la sustentabilidad.
 
No se puede cambiar el mundo sin cambiar las personas: cambiar el mundo y cambiar las personas son procesos interrelacionados. Cambiar el mundo depende de todos nosotros: es preciso que cada uno tome conciencia y se organice. Educar para otros mundos posibles es educar para superar la lógica deshumanizadora del capital que tiene en el individualismo y en el lucro sus fundamentos, es educar para transformar radicalmente el modelo económico y político actual, para que haya justicia social y ambiental. (Traducción ALAI)
 
- Moacir Gadotti es integrante del Instituto Paulo Freire (Brasil)
 
Referencias
 
ACSELRAD,Henri,Ambientalizaçãodaslutassociaisocasodomovimentoporjustiçaambiental.SãoPaulo,RevistaEstudosAvançados,USP,24(68),2010,pp..103-119. 
ACSELRAD,Henri,CecíliaCampelloAmaralMelloeGustavodasNevesBezerra.Oqueéjustiçaambiental.RiodeJaneiro:Garamond,2008.
ACSELRAD,Henri,J.A.PáduaeSeleneHerculano(Orgs.).Justiçaambientalecidadania.RiodeJaneiro:RelumeDumará,2004.
GADOTTI,Moacir,2007.Educarparaumoutromundopossível:oFórumSocialMundialcomoespaçodeaprendizagemdeumanovaculturapolíticaecomoprocessotransformadordasociedadecivilplanetária.SãoPaulo,PublisherBrasil.
GADOTTI,Moacir,2009.Fórummundialdeeducação:pro-posiçõesparaumoutromundopossível.SãoPaulo:InstitutoPauloFreire.
GADOTTI,Moacir,2010.FórumSocialMundialemprocesso.SãoPaulo:PublisherBrasil.
IBASE/CUT-RJ/IPPUR-UFRJ,2000.SindicalismoeJustiçaAmbiental.RiodeJaneiro.(Sérieemtrêsfascículos).
MÉSZÁROS,István,2005.AeducaçãoparaalémdoCapital.SãoPaulo:Boitempo.
 
(1) NDLT: Grijalem: Se refiere a la apropiación de tierras ajenas mediante falsas escrituras de propiedad.
 
* Este texto es parte de la revista América Latina en movimiento, No 472, correspondiente a febrero del presente año y que trata sobre "Educación, justicia social y ambiental" (http://alainet.org/publica/472.phtml)
 
https://www.alainet.org/es/active/56779?language=es

Del mismo autor

Publicado en Revista: Educación, justicia social y ambiental

 alai 472w
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS