Estudiantes universitarios en Colombia

Se piensa la Universidad; se propone un nuevo país

22/07/2012
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 477: Juventudes en escena 06/02/2014
Miles de miles. Así, con una inmensa oleada de color, alegría, novedosas formas de comunicación y protesta, los estudiantes universitarios colombianos –como lo protagonizan los jóvenes en otras muchas partes del mundo desde 2010– se tomaron las calles de su país durante no menos de siete meses de 2011. El motivo: el rechazo a la pretendida total privatización de la educación pública universitaria, disfrazada en el proyecto oficial de reforma a la Ley 30 de 1992 o Ley que rige la educación superior en Colombia.
 
Con ingenio y contundencia. Una respuesta social alternativa que por su masividad y continuidad sorprendió a los sectores oficialistas, logrando propinar su primera derrota, de parte de un movimiento social desde abajo al gobierno de Juan Manuel Santos.
 
La provocación a las juventudes de las 32 oficiales universidades de todo el país y otros muchos centros de educación superior provino del gobierno posesionado el 7 de agosto de 2010. Pronto se sumarían a la protesta los estudiantes de centros de estudio privados, evidenciando el malestar acumulado por un modelo educativo que en la práctica se ha transformado en negocio. De parte de los estudiantes, la consigna era una sola: hacer efectivo el derecho a la educación, la cual debe ser pública, gratuita, universal, de calidad, que responda a un nuevo proyecto de país.
 
Calculando mal sus fuerzas aún frescas, el gobierno radicó en el Congreso de la República el proyecto para llevar a cabo la citada reforma, en uno de cuyos artículos se podía leer el estímulo al establecimiento de “universidades con ánimo de lucro”, tema negado en su esencia privatizadora de la educación universitaria por la ministra de Educación, María Fernanda Ocampo, que pagó con su puesto la derrota del gobierno.
 
Los cálculos oficialistas fueron mal realizados, toda vez que no se consideró el latente inconformismo que reina entre los estudiantes por los altos costos que tienen que sufragar para poder acceder y mantenerse en la educación pública. Pero tampoco se tomó en consideración el creciente anhelo que reina entre amplias capas sociales para que la educación universitaria sea un derecho universal.
 
No es para menos. Según el propio Ministerio de Educación, una matrícula en las universidades públicas tiene costos aproximados, según el estrato socioeconómico, así: 1: $394.001, 2: $483.849, 3: $702.412, 4: $1.222.667, 5: $1.469.057, 6: $2.016.095. (1) Mientras tanto, el salario mínimo mensual apenas se acerca a $600.000. Esto es mucho más lesivo cuando se trata de instituciones privadas. Según el mismo Ministerio, igual matricula en centro privados tiene costos que fluctúan así: Técnico profesional: $1.235.106, Tecnológico: $1.617.699, Universitario: $3.692.001, Especialización: $3.958.185, Maestría: $7.138.867, Doctorado: $10.040.839. No es casual que muchas familias tengan que embargar sus pocos haberes para poder garantizar la educación de los suyos.
 
Con un profundo descontento desprendido de esta realidad, pero además de la ausencia de autonomía universitaria, de la eliminación del bienestar universitario, por lo menos en aspectos tan importantes como residencias y restaurante, el bullicio callejero pronto haría caer en la cuenta al Gobierno de su error, pese a lo cual se tomó varios meses para dar el brazo a torcer. Con actitud altanera, mal disimulada, el presidente Santos repetía: “El proyecto va porque va”. O, dirigiéndose a los estudiantes: “No hay motivo para protestar”.
 
Pero la realidad lo bofeteó. De manera inmediata a que se conociera el proyecto de reforma a la educación superior, los estudiantes se tomaron las calles. La respuesta fue apabullante. “Entre mayo y noviembre, una oleada de estudiantes recorrieron las calles, unidos brazo con brazo, como un viento fresco y libre, cantando y gritando en jubilosa algarabía: 'A ver, a ver ¿quién lleva la batuta, los estudiantes o el gobierno hijueputa? A ver, a ver…', exclamaban a coro miles de muchachos en gozosa rebeldía” (suplemento desde abajo, enero 20 de 2012. ¿Cómo ha sido la vuelta?).
 
El clima de confrontación social fue creciendo en demanda al Gobierno para que retirara el proyecto del Congreso, pero su negativa no daba espacio para nada distinto: en octubre de 2011, los estudiantes, reunidos en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), votaron un paro nacional. Su eje era el mismo que habían levantado desde el comienzo de las jornadas de protestas, sintetizado en su programa mínimo una herencia conceptual retomada de las luchas estudiantiles de los años 70 del siglo XX, cuando lograron por unos meses en algunos centros de estudio el soñado cogobierno: financiación, autonomía, democracia universitaria, bienestar universitario, calidad académica, libertades democráticas y relación Universidad-Sociedad.
 
Acatando sin demora la decisión de paro, los centros de estudio cerraron puertas para las clases pero no para las reuniones y debates de los jóvenes. Por todas partes fluyó el ingenio: besatones por la educación pública, abrazatones (con los cuales se rodeaba a los campus universitarios en defensa de lo público), abrazos con la fuerza pública (en muestra de que la pelea no es contra ella), pupitrazos (sacando los pupitres a la calle y realizando en ella charlas explicativas sobre lo que estaba sucediendo), marchas de antorchas, desfiles de decenas de estudiantes desnudas, en fin, nada faltó para llamar de manera novedosa la atención sobre una problemática que no debe ser ajena a nadie.
 
Consecuentes son sus decisiones, entre el 11 y el 12 de octubre los estudiantes se desplazaron por todo el país para llenar el centro de Bogotá. Según los cálculos de su Alcaldía, unos 100 mil jóvenes se movilizaron por toda la ciudad, copando avenidas, parques, plazas, bloqueando el transporte, gritando por un derecho que les es negado.
 
De esta manera, una disputa que por años estuvo encerrada en los claustros universitarios se abrió a todo el país. En miles de hogares se hizo conciencia de que la educación universitaria en Colombia es un negocio, lo que debe terminar dando paso a un derecho universal, garantizado por el Estado.
 
Los restantes días de octubre fueron de una inagotable actividad juvenil: el 15 y el 16 sesionó en Bogotá la MANE, que ratificó el paro nacional. El 19 participaron de una audiencia pública en el Senado de la República. El 20 llevaron a cabo un pupitrazo nacional. El 26 abrazaron a las universidades, para marchar a continuación hacia los centros políticos y administrativos de cada una de las ciudades. El 26 asistieron a la Cámara de Representantes a una audiencia pública sobre la reforma a la educación superior en Colombia.
 
En noviembre no dieron tregua: el 3 realizaron un carnaval nocturno que terminó con besatón diverso y amplio. El 5 sesionó el Comité Operativo de la MANE en Bogotá. El 10 llevaron a cabo una marcha con carácter social y popular para vincularse con otros sectores sociales. El auge era inocultable.
 
En esta forma, la fuerza de los hechos quebró la terquedad oficial: El 9 de noviembre, tragándose sus palabras, el mandatario colombiano anunció que retiraba el proyecto de nueva ley de educación superior. A pesar de tal anuncio y los llamados para evitar la movilización, el 10 de noviembre los estudiantes efectuaron una multitudinaria e histórica toma de Bogotá. El 12 y 13 realizaron su encuentro nacional programático con el fin de profundizar y darles contenido a sus reivindicaciones mínimas, como insumo para la construcción de una ley alternativa de educación que responda a las exigencias del pueblo colombiano.
 
Su fuerza daba para todo. Condicionaron el levantamiento del paro al retiro efectivo por parte del gobierno del proyecto de ley radicado en el Congreso. Y así sucedió. Además, le demandaron voluntad real para construir una ley de educación universitaria y superior, alternativa y democrática (no sobre la base del articulado anterior), y finalmente comprometerse con las garantías políticas y civiles para el desarrollo de la protesta, la movilización y la organización en curso en el país.
 
En proyección a este compromiso, los estudiantes se comprometieron a presentar en 2012 su propuesta de reforma para la educación universitaria y superior. Es así como durante lo que va de este año han llevado a cabo diversos encuentros para darle cumplimiento al compromiso contraído con el país.
 
Aprendizaje juvenil
 
La lucha juvenil universitaria, sus demandas y propuestas, están a la orden del día. Las discusiones abordadas de cara al país durante todo 2011 les dejaron como resultado un paquete de análisis y propuestas en torno al tema educativo. Son análisis y propuestas aún por sistematizar con toda profundidad.
 
Para redondear las mismas, y producir un proyecto de educación universitaria y superior para entregarle al país y discutir con el gobierno nacional, el pasado 8-11 de junio se llevó a cabo en Bogotá el Primer Encuentro Social y Popular “Por una nueva educación, para un país con soberanía, democracia y paz”.
 
Citado por la MANE, el Encuentro sesionó en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, con la presencia de estudiantes, docentes, trabajadores, padres-madres de familia y delegaciones de etnias. Su objetivo: producir la exposición de motivos del proyecto de educación en elaboración.
 
El debate, abordado con toda amplitud a través de 10 mesas (Autonomía universitaria, Bienestar, Universidad y sociedad, Libertades democráticas, Financiación, Calidad académica, Educación propia, Diagnóstico de país y educación en Colombia, Ejes rectores, Modelo de país/modelo de educación), arrojó como síntesis la sustentación filosófica, política, económica, histórica, educativa, etcétera, que le permitirá a la juventud universitaria conservar y profundizar su contacto con el país, confrontando con todo rigor la propuesta oficial para el sector universitario y de la educación superior.
 
Sin duda, las deliberaciones le entregan a estos sectores sociales muchos elementos para proyectarse no sólo como líderes de su sector sino, además, como líderes de un país que requiere recambio generacional. Así deberá sentirse en las nuevas jornadas de lucha que se han proyectado desde la MANE para octubre próximo, cuando deben entregarle al país su propuesta de universidad, que ahora también es de país.
 
(1) 1 dólar estadounidense = 1800 pesos colombianos, aproximadamente.
 
- Consejo de redacción del periódico desde abajo
 
Fuentes
 
Periódico desde abajo, www.desdeabajo.info
 
 
* Artículo publicado en la revista América Latina en Movimiento Nº 477, Juventudes en escena, julio de 2012 http://alainet.org/publica/477.phtml
 
Universidad. Entre lo público y lo privado
 
En Colombia, con una inversión que no alcanza sino al 0,49 por ciento del PIB, la educación siempre ha sido la cenicienta del país. Como simple espejo, se debe recordar que el conflicto armado –para los cálculos más conservadores– consume el 4,8 por ciento del PIB.
 
No es casual, por tanto, que el negocio de la educación privada haya ganado tanto espacio en todas las ciudades. Y produce inmensos ingresos. No hay ciudad capital en Colombia que no haya presenciado cómo parte de sus centros urbanos se transforma al ritmo de la compra de casas, hasta juntar manzanas, por parte de los negociantes de la educación. Algunas de esas instituciones, llamadas “de garaje”, ahora han edificado o adecuado grandes edificios, ingresando a la disputa por la llamada “calidad educativa”, exigiéndoles a sus docentes una calificación de posgraduados y doctorados. Son hoy una inversión y un negocio reunidos hoy en 48 universidades privadas, mientras las públicas apenas suman 32.
 
Estos datos del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior también reportan la existencia de 12 instituciones tecnológicas oficiales, 42 privadas. Además, hay nueve instituciones de técnica profesional públicas y 30 privadas.
 
De los 4.236.000 jóvenes entre los 17 y 21 años que habitan el país, 1.743.907 se matricularon en pregrado 2011, el 70 por ciento de ellos en instituciones de educación técnica y tecnológica que diploman con uno o dos años de estudio. Así y todo, la tasa bruta de cobertura en Colombia solamente bordea el 40,3 por ciento. Es decir, el 59,7 por ciento de los jóvenes en edad de estudios universitarios no puede cursar estudios, sumándose pronto a la población que se rebusca en la calle –subempleo o desempleo disfrazado– o simplemente ingresando a las estadísticas del desempleo. Sin duda, para millones de jóvenes, una pronta y violenta frustración.
 
A estos millones se suma cada año otra cantidad que inicia estudios pero que por distintos motivos no puede proseguir. Para 2011, la tasa de deserción universitaria fue del 11,8 por ciento.
 
https://www.alainet.org/es/active/56717
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