Kerry o Bush

19/02/2004
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John Kerry, el casi seguro candidato demócrata a la presidencia, ganaría según encuestas las próximas elecciones del 2 de noviembre a George W. Bush, si se celebraran en este momento. Los sondeos dan a Kerry como favorito en temas como educación, salud, empleo y economía y seguridad social. Más de la mitad de los estadounidenses opina ahora que el presidente mintió o manipuló sobre la real amenaza que representaba Irak. Sin embargo, preguntados sobre su liderazgo en la "guerra contra el terrorismo" y la seguridad del país aún son más los que lo aprueban que los que lo censuran. A la vez, goza de un apoyo "más firme" entre sus simpatizantes que Kerry. La alta popularidad alcanzada por Bush después del atentado terrorista del 11 de septiembre se basó en la sensación de agravio y desprotección sin precedentes experimentada entonces por los estadounidenses, convenientemente magnificada y manipulada por una abrumadora maquinaria mediática. Aprovechando ese estado de ánimo fueron impuestos de inmediato la llamada ley patriótica y un clima de represión neomacarthista contra los discrepantes. El fomento del terror devino norma mediante las dudosas alertas de diferentes colores y se apeló a la mentira para lanzar un ciclo sin fin de aventuras coloniales, iniciado con las agresiones a Afganistán e Irak. La operación se remató cultivando la imagen de Bush como la de un "presidente de guerra", como él mismo se autodefine. En esa tónica se montaron escenografías como el aterrizaje en el portaviones Roosevelt disfrazado de piloto de combate y la del pavo plástico en la fugaz visita a Irak, que lograron conservarle hasta hace poco una adhesión mayoritaria. El problema para mantener esa imagen triunfalista virtual es que contrasta con el saldo de un gobierno obsesionado por privilegiar a los más ricos, que no crea puestos de trabajo y acumula cerca de 3 millones de desempleados, que ha deteriorado de manera insólita los servicios de educación, salud y seguridad social mientras eleva de forma inédita el presupuesto de guerra. Añádasele el descrédito por la conducta inmoral e irresponsable en la ya muy costosa aventura iraquí. De allí que las primarias demócratas hayan servido de válvula de escape al descontento contenido, objetivado en el apoyo a Kerry porque era el favorecido por la maquinaria de su partido. Pero no hay aún razones para pensar que Bush será fácilmente desalojado de la poltrona. Los demócratas deberán sortear de aquí a noviembre escollos como los golpes bajos a su candidato y otros trucos a los que seguramente apelarán los bushistas, cuyo objetivo es quedarse a perpetuidad en la Casa Blanca. No debería descartarse que intenten fabricar un incidente similar al 11 de septiembre, pero parece más probable el recurso a un conflicto bélico que les permita reforzar la sicología de país en guerra y unir a la ciudadanía en torno a la presidencia. Este está gestándose ya con las agresivas medidas e injerencistas y provocadoras declaraciones contra Cuba de personeros de la actual administración, que sería ingenuo reducir a mera retórica electoral. John Kerry es un hombre raigal del sistema, de origen en una acaudalada familia patricia como Bush, depositario también al parecer de jugosos fondos electorales de las corporaciones en su larga ejecutoria como senador. Cuenta con el respaldo de importantes segmentos del establishment que han sido marginados de los negocios y del poder o temen que la actual política empeore la grave crisis del imperialismo del norte. Su aceptación popular podría continuar subiendo en la medida en que siga siendo visto como el que puede derrotar a Bush. Su eventual victoria no augura ningún cambio sustancial en las estructuras económicas y sociales pero sí implicaría el fin de la hegemonía de la pandilla bushista y tal vez de la concepción nazi que prevalece en la política exterior de Washington. Quienquiera que se alce con la presidencia de Estados Unidos en noviembre de 2004 deberá enfrentar problemas estructurales que amenazan a corto plazo su supervivencia misma como superpotencia. La economía especulativa alimentada por el saqueo neoliberal del tercer mundo provoca una rebeldía ascendente y no parece ya financieramente viable. De ello dan cuenta la debilidad del dólar, el desempleo, los desmesurados déficit presupuestario y comercial y un endeudamiento externo record. Menuda tarea.
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