El complejo concepto moderno de la independencia nacional

10/07/2012
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Argentina celebró su independencia el 9 de julio. San Pablo, el principal estado de Brasil, también celebró su independencia el mismo día. El escenario geopolítico mundial, dentro de los casi 200 años posteriores a estos hechos históricos ha cambiado en procesos muchas veces vertiginosos en los que aparecieron y desaparecieron imperios, colonias, dominios y emergieron países que reclamaron para sí la libertad como herramienta para erigirse con una identidad propia. Actualmente, la globalización emerge como una palabra bendecida o maldita, según la ideología con que se la mire, y se interpone con el tradicional concepto de independencia de las distintas culturas presentes en el concierto de naciones.
 
El concepto de independencia es un concepto que con el curso de la historia adquiere un perfil más complejo, más difícil de explicar, especialmente en los últimos tiempos en los que se registra la creación de bloques regionales motorizados por razones políticas y comerciales en Europa, Asia, América del Norte y América del Sur.
 
Hay un concepto nacional de la independencia y un concepto asociativo de naciones -que interactúan, superponen y hasta contradicen sus reglas nacionales-, en procesos que tienden a preservar la integridad política o económica de un conjunto de países que sienten necesidad de agruparse para protegerse, concientes de sus propias debilidades.
 
La independencia nacional se inspira en el sentimiento de supervivencia individual de un pueblo, país o nación. Y la asociatividad por bloques políticos o económicos se basa en la necesidad de uniones permanentes o transitorias para buscar una segunda forma de supervivencia o protección económica exigida por las características del nuevo entramado de la economía globalizada de las sociedades modernas.
 
La Defensa, como política de Estado, también es una razón para constituir bloques regionales con una lógica geopolítica que también se basa en las fortalezas y debilidades de cada Nación.
El Mercado Común del Sur (Mercosur) es nuestro ejemplo más próximo de asociación de países en Sud América como bloque comercial. Y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) es otro ejemplo muy claro de asociación de países por razones geopolíticas en las que se incluyen necesidades democráticas y republicanas tanto como defensivas.
 
Anteriormente, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, se perfiló de modo más clara la necesidad de los países de combinar identidades nacionales diferentes con la existencia de bloques regionales en que esas individualidades nacionales se limitan por propia voluntad de las naciones.
 
Así han surgido ejemplos dispares en distintos momentos históricos de los últimos 50 ó 60 años: desde la Unión Europea, a la ya disuelta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; de la Asociación Económica de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, según su sigla en inglés); la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); la Comunidad Andina; el NAFTA (Acuerdo de Libre Comercio de Norte América); o el Mercosur y la UNASUR.
 
El concepto de independencia siempre estuvo asociado a connotaciones políticas y económicas. En el sentido histórico tradicional, la independencia implicaba autonomía nacional plena en lo político y económico. En el sentido moderno, ese concepto está expuesto a relaciones dinámicas entre las nacionales en los que por momentos prevalece la identidad nacional y por momentos se incorpora un interés común a un conjunto de países y que se refleja inclusive en normas supranacionales, como claramente se puede identificar en la cláusula democrática del Mercosur y de la Unasur, o el Tratado de Maastricht, que marcó para la Europa moderna un acuerdo consensuado para definir políticas fiscales nacionales supeditadas a los objetivos comunes de los países europeos que confluyeron en la creación de una moneda supranacional como el Euro.
 
El concepto de la independencia de un país en forma individual es lo que consolida la identidad nacional en base a las características culturales, políticas, económicas y sociales de un pueblo. Sumar una identidad asociativa de carácter regional, como ocurre con los países integrantes  de la Unión Europea o del Mercosur, implica establecer y aceptar reglas comunes creadas específicamente para convivir con identidades nacionales diferentes pero que tienen intereses comunes.
 
En todo caso, el concepto de independencia se debe continuar definiendo como la voluntad de un pueblo de definir su propio destino.
 
Esto implica que más allá de que la modernidad nos lleva a formar bloques comerciales o políticos, la independencia persiste en la capacidad y voluntad de cada pueblo o Nación en definir y elegir su propio destino, manteniendo su individualidad o interactuando con otros países o regionales por medio de sus propias instituciones constituídas, representativas de esas voluntades nacionales.
 
En el caso del Mercosur, hubo un momento histórico disparador de la necesidad de los países de la región por asociarse. Entonces, cada país miembro tuvo sus propias razones individuales para acercarse a la formación de un bloque regional. Pero independientemente de esas razones individuales, hubo razones del conjunto que impulsaban esta asociación. Una de esas razones colectivas fue la necesidad de tener una voz más fuerte en la Ronda Uruguay del GATT (General Agreement of Trade and Taxes) que fue el precursor de la Organización Mundial del Comercio. En el seno del GATT Argentina discutía con Europa frente al proteccionismo del viejo continente que impide o limita -mediante subsidios y protección arancelaria- el ingreso de los productos agropecuarios. Lo mismo ocurría con Brasil. Y países con menor escala económica como Uruguay y Paraguay enfrentaban un mismo problema de nosotros. Hoy, por ejemplo, frente a la Unión Europea, frente a China o frente a Estados Unidos, el Mercosur lleva siempre una voz común en defensa de los intereses comerciales de cada uno de los países que lo integran.
 
En el espacio común del Mercosur, cada país define internamente sus propias políticas de Estado, pero todos han asumido políticas comunes que se reflejan y corporizan en el Tratado de Asunción, firmado el 26 de marzo de 1991 por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Ese documento fundacional del Mercosur se ha ido desarrollando, enriqueciendo y consolidando con acuerdos posteriores como el Protocolo de Ouro Preto, firmado el 17 de diciembre de 1994 y que definió la estructura institucional[1] sobre la que funcionaría el bloque regional. El 06 de diciembre de 2006 se creó el Parlamento Mercosur, que sustituyó a la originaria Comisión Parlamentaria Conjunta, en un proceso de perfeccionamiento institucional que implica la construcción y vigencia de organismos supranacionales que sostienen identidad e intereses regionales comunes, por encima de intereses e identidades nacionales. El Protocolo de Ushuaia incorporado al Mercosur el 24 de julio de 1998, es el acuerdo regional conocido como la cláusula democrática del Mercosur.
 
Un proceso previo al Mercosur se registró también en la Unión Europea, en la que los países miembros resignaron aspectos particulares de la individualidad nacional en beneficio de decisiones conjuntas e intereses comunes.  
 
Dentro del paraguas del Mercosur, los países asociados defienden o negocian en bloque -frente a otros bloques o países individuales- en base a intereses comunes. La constitución de este bloque muestra, por un lado, la independencia de cada país, al elegir y consensuar un destino común con otros países afines mediante la creación e instrumentación de normas comunes que en algunos casos se colocan por encima de la identidad de cada uno de ellos. Y lo que aparenta ser una pérdida de identidad nacional para constituir una identidad regional, finalmente se justifica en la protección de los intereses naturales de cada economía y de cada sociedad.
 
En la conformación de un bloque confluyen y se canalizan la voluntad y necesidad de desarrollo de cada país, contenidas con herramientas institucionales comunes y compartidas que fortalecen las aptitudes propias para potenciar su economía o su desarrollo social y humano. En el plano geopolítico, estas herramientas que brinda la pertenencia a un bloque regional también facilita el ejercicio de la defensa de intereses económicos y de la integridad nacional, como ocurre con el sostenimiento de la reivindicación argentina sobre la soberanía de las Islas Malvinas, con pleno apoyo del Mercosur y de Unasur.
 
- Ricardo Sarmiento es Periodista argentino especializado en política económica y procesos de integración
 
 
[1] I- El Consejo del Mercado Común (CMC); II- El Grupo Mercado Común (GMC); III- La Comisión de Comercio del Mercosur (CCM); IV- La Comisión Parlamentaria Conjunta (CPC); V- El Foro Consultivo Económico-Social (FCES); VI- La Secretaría Administrativa del Mercosur (SAM).
https://www.alainet.org/es/active/56403
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