Bush o el mago de Oz

11/02/2004
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  • Opinión
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La rotunda evidencia de que no existían armas de destrucción masiva(ADM) en Irak -pretexto empleado para invadirlo- podría llevar a George W. Bush a su muerte política. Por lo pronto, ha erosionado gravemente la credibilidad internacional que podía quedarle a esta administración y acaso por un buen tiempo la del establishment en su conjunto. Poco le servirá a Bush el nombramiento a regañadientes -y a dedo- de la comisión que investigará las presuntas "fallas" de los servicios de inteligencia. Es muy elocuente que al crecer el escándalo el propio director de la CIA George Tenet, un burócrata poco apreciado al parecer por los profesionales de la agencia, se viera obligado a admitir que esta en ningún momento afirmó que las ADM de Irak eran una amenaza "inminente". Pero la verdad es aún más cruda, pues si se examinan los informes de prensa previos a la agresión se constata que los distintos servicios secretos estadounidenses se cuidaron de asegurar que Irak poseyera ADM y lo que se aprecia es su intento de disuadir a la Casa Blanca sobre la existencia de una real amenaza de ese país. En contraste, decenas de declaraciones de Bush, Cheney, Rumsfeld y Powell catalogan la amenaza de "inminente", "inmediata", "urgente" y hasta "mortal". Aunque, debe reconocerse, quien se llevó las palmas en la competencia de mendacidad fue la imaginativa preceptora del ignaro presidente, la doctora Rice, cuando alertó contra un "hongo atómico" procedente de Bagdag. La creciente certeza de que el mandatario y sus colaboradores mintieron a sabiendas es corroborada continuamente por nuevos datos que salen a flote. A mediados de enero el ex secretario del Tesoro Paul O´Neill confirmaba que Bush quería atacar a Hussein desde que asumió la presidencia. Hace unos días David Kay, el jefe de inspectores nombrado por Bush, declaraba a su regreso de Bagdad que "todos estábamos engañados" y que no encontró ni rastro de ADM. Esta semana, en un reportaje que nadie ha desmentido, la revista Newsweek da cuenta que dos paneles gubernamentales -uno de ellos, presidido nada menos que por el secretario de Defensa Rumsfeld- llegaron a la conclusión, antes de iniciarse la agresión a Irak, que no había "pruebas concretas" sobre la existencia de ADM en ese país, por lo que desarrollaron una "teoría del mago de Oz": todo era "humo y espejos" y Sadam "apenas un pequeño tipo detrás de una cortina". Los paneles -subraya el reportaje- tuvieron acceso a la información de la CIA. Nadie que lea críticamente debería sorprenderse ante esta y otras revelaciones que veremos en lo sucesivo. Y es que desde hace cuatro años el ex jefe de inspectores de la ONU en Irak y ex mayor de la infantería de marina estadounidense, Scott Ritter, ha venido afirmando que las ADM y las instalaciones para producirlas fueron destruidas por los inspectores del organismo internacional entre 1991-98 y que el país árabe era incapaz de reequiparse de ellas después de la destrucción y la precariedad económica ocasionada por la primera guerra del Golfo y el bloqueo impuesto posteriormente. Esto es en esencia lo mismo que decían más diplomáticamente los últimos jefes de inspectores Hans Blix y Mohamed El- Baradei. Y es una de las razones por las que Bush -quien dice ahora haber "agotado todos los medios diplomáticos" antes de ir a la guerra- decidió emprenderla en contra de la voluntad del Consejo de Seguridad de la ONU, con el único apoyo de su escudero Blair y del sargento colonial Aznar. El problema para Bush consiste en que el no haberse encontrado ADM en Irak deja sin justificación plausible las ominosas consecuencias de haberlo atacado. Entre ellas el arrasamiento del país y la muerte de por lo menos 13 000 de sus habitantes. Y lo que es más grave en casa a 9 meses de las elecciones: las muertes cotidianas de soldados que ya pasan de 500 en un conflicto que parece interminable, gastos militares por 150 mil millones de dólares y el inocultable deterioro de las relaciones con aliados como Francia y Alemania. Argumentos como que Irak "tenía la capacidad" de producir ADM -aplicable a decenas de países-, que "está mejor ahora", que el mundo es más seguro "sin Sadam", o la engolada declaración de que soy "un presidente de guerra" dicha por el evasor de Vietnam no han convencido a más de la mitad de los estadounidenses, que ya afirman no confiar en el inquilino de la Casa Blanca.
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